jueves, 20 de diciembre de 2018

Mirar techos

El mejor sitio para ver techos es una camilla. No hay nada más que hacer mas que mirar los techos y, si te dejan tiempo suficiente, acabas descubriendo manchas, grietas, dibujos que nadie más ve porque los que pululan a tu alrededor miran hacia abajo, te miran a ti. La Capilla Sixtina deberia visitarse en camilla, en una de las de quirófano que no da para ponerse cómodo, solo para mirar hacia arriba y ver. Convendría que hubiera unos cuantos camilleros por allí para poder decirles 《esto ya lo he visto. Llévame a ver la Sibila》 Pienso todas estas tonterías tumbada en una camilla de quirófano (sin la Capilla Sixtina encima) esperando para que me operen. El techo de la sala es poco emocionante pero en la barra metálica que tengo por encima hay tres orificios: vacio, oxígeno, ​A.​Medicinal.​ A. Normal​ ​salta automáticamente mi cabeza pensando en Igor. ​Me pregunto que será el aire medicinal y para qué sirve el vacío. ¿Te enchufan vacio? ¿te sacan aire y te dejan vacio? ¿no es muy raro que de algo salga vacio o se llene de eso? Pienso en agujeros negros y en que seguro que en algún momento esa barra sobre mi cabeza fue algo puntero y ahora simplemente está. 

Mientras espero a que vengan a buscarme me comparo con mis cacerolas y sartenes en el fuego. Cuando me pongo a cocinar, mi cocina se convierte en un circo de tres pistas y muchas veces dejo algo al fuego y se me olvida porque me di​s​traigo ​con otras cosas. Por los ruidos y voces que escuc​h​o esto es mucho más que un circo... ​parece un mercado de abastos con gente entrando y saliendo por todas las puertas, todos gritando una jerga que no comprendo pero en la que todos ellos se desenvuelven con soltura. ¿Y si la soltura es impostura? ¿Y si se olvidan de mi? ¿Y si se confunden con Rosa la de la cadera? Tenía que haber hecho caso a Juan y escribirme en el hombro izquierdo: ESTE NO ES. Mientras mi brazo deja de ser mío y se convierte en un trozo de carne que me cuelga del hombro ,al fondo escucho un sonido metálico que se parece muchísimo al de las tijeras del pescadero cuando desescama una lubina. Intento imaginar que estarán haciendo pero no puedo girar la cabeza y me concentro en A.Medicinal, A. Normal.

¿Me acordaré de todo esto al despertar?

****************

Me acuerdo y lo escribo con la mano izquierda. Pienso en mi abuelo y en cómo tecleaba, con sus dos índices como garfios, en la máquina de escribir de su despacho. En casa siempre llevaba una chaqueta de lana con botones, verde o granate. Yo llevo hoy una chaqueta verde, echada por los hombros, encima del cabestrillo. Me pregunto dónde estará esa máquina de escribir. La anestesia me deja melancólica.


lunes, 17 de diciembre de 2018

Quince años

Lo malo de cumplir quince años es que el Duo Dinámico, que ni sabes quién son ni te importan hasta que uno de Operación Triunfo versiones una de sus canciones, escribió una canción terriblemente pegadiza con ese título. A todos los que tenemos más de treinta años se nos activa un resorte automático en el cerebro cuando escuchamos "quince años" que nos hace pensar "tiene mi amor". Un horror, prometo no arruinarte el día ni el año cantándote esa canción.

Quince años por fin, salimos definitivamente del pantano de la indefinición que son los trece y los catorce en que se es y no se es y llegamos a la edad en la que puedo decir «mi hija es mayor». Porque lo eres.

Este ha sido el año de ser responsable, dormir hasta romper la cama y descubrir que la vida con lentillas es una vida mejor. Ha sido el año de ceder ¡por fin! a hacerte coleta para jugar al fútbol y el de leer a Chimamanda Ngozi Adichie. Este año has encontrado tu equipo de fútbol ideal y nos has convertido en esos padres que madrugan los fines de semana para llevarte a partidos en lugares imposibles. También nos hemos convertido en seguidores de todas las selecciones sub-algo de fútbol femenino y yo podría reconocer a Patri Guijarro si me la encontrara por la calle. Ha sido el año de los pantalones anchos, las primeras salidas a cenar con tus amigas y el descubrimiento, gracias a OT, de canciones que yo cantaba cuando era como tú. «Mamá, ¿te sabes esa canción?» «Pues claro». Ha sido el año de cantar y cantar y cantar desde que recobras la consciencia dos horas después de desayunar hasta que te vas a la cama. Ha sido el año de pegarte con tu hermana, intercambiaros la ropa y no parar de hablar entre vosotras a todas horas. Has descubierto el café, el aguacate y sigues sin poder comer pescado. Ha sido el año de empezar a hacer snow y de ver todo en versión original. Fuimos a tu primera manifestación y fue mágico. Has descubierto la siesta en la cama y que si algo te gusta mucho eres capaz de levantarte al alba sin protestar.

Hoy cumples quince años que nos han cambiado la vida a ti y a mí y, esta mañana, mientras colocaba tu caminito de chuches pensaba en el día que se me ocurrió empezar con esa tradición. Entonces no sabía qué tipo de madre quería ser ni cómo íbamos a ser nosotras. Ahora, quince años después, soy la madre que quiero ser y tú eres cada vez más increíble.  Tu regalo al final del caminito de chuches es original, distinto y muy tú. Conseguirlo nos ha costado mil gestiones pero habríamos hecho mil más solo para ver la ilusión estratosférica que te ha hecho.

Felices quince años, princesa de los ojos azules.


jueves, 13 de diciembre de 2018

Mil y un déjame en paz

Déjame en paz, cuando alguien es insoportable y no para de molestarte. Recuerdo cuando era adolescente  y mi amigo Ángel se dedicaba a hacer cosas que me sacaban de quicio como bailar a mi alrededor o cantar 37 grados de Radio Futura que es una canción a la que le tengo muchísima manía y que, además, me provoca escalofríos. 

Déjame en paz cuando alguien te martiriza con argumentos que no tienen la más mínima consistencia y tras intentar rebartirlos decides que no merece la pena, que lo dejas ahí con su tozudez y su sin razón. 

Déjame en paz cuando te cabreas y lo único que quieres es irte a rumiar tu cabreo tranquilamente. No quieres arreglarlo ni seguir en la discusión, quieres reconcentrarte. 

Déjame en paz. Que me dejes pedazo de plasta, que no tengo ganas de hablar contigo.  

Déjame en paz cuando alguien te llama por teléfono, ves el número y dices ¿por qué no me manda un correo? 

Déjame en paz. Que sí, chaval, que sí, que lo que tú digas, que paso de ti, que ahí te quedas.  

Déjame en paz cuando te dicen qué tienes que hacer, cuando el otro tiene razón, cuando sabes que más pronto o más tarde harás lo que te están diciendo, cuando sabes que tratan de ayudarte, de hacerte la vida más fácil, de ayudarte a tomar una decisión pero tu estúpido orgullo decide que no es el momento. Sabes lo que tienes que hacer pero no quieres, ahora mismo solo quieres posponerlo.  

Déjame en paz porque me estoy mordiendo la lengua para no verter sobre ti toda la bilis contenida porque no te aguanto, porque eres imbécil, porque eres muy imbécil, porque no mereces si quiera que te dirija la palabra. 

Déjame en paz o lo lamentarás. 

Déjame en paz cuando te duele el alma, cuando te sientes de porcelana. Cuando eres frágil, cuando te haces pequeño, quebradizo y lo único que quieres es volverte bicho bola.  Ahí, lo que que quieres decir es: «Déjame en paz pero no te vayas muy lejos, espera a ver si soy capaz de encajar lo que me pasa y estate atento porque voy a necesitarte».

Si hay una expresión que sirve para todo es déjame en paz.  


sábado, 8 de diciembre de 2018

Adios, Ramón

Por fin te has ido. Ninguno queríamos que fueras el primero en romper la formación, no queríamos que la inevitable  brecha comenzara por ti. Queríamos que fueras inmortal, necesitábamos que lo fueras y durante un tiempo todos lo creímos, tú también. Después la muerte hizo planes contigo y supimos, tú también, que serías nuestra primera baja. Hoy, por fin, te has ido y no sabemos, todavía no podemos ni pensar, cómo vamos a sobrevivir al hueco que dejas en nuestra familia. Ni pensamos en rellenarla, en cubrirla, en ignorarla... eres nuestra primera grieta y, como pasa en nuestra querida presa, ya nunca podremos embalsar el mismo agua, ya nunca seremos los mismos. Seremos menos, seremos peores. Estamos rotos. 

Hace un año hablé con un amigo sobre lo que supone la muerte de tus mayores. Él nunca había perdido a nadie cercano y me dijo que tenía miedo de sentirse en primera línea frente a la muerte. Fue una conversación casual, pero de esas que no se olvidan nunca, que vuelven de manera recurrente a tu cabeza buscando que te des cuenta de su importancia, intentando descubrirte algo que te gustaría no saber, que te empeñas en ignorar. Hoy ha vuelto a mi cabeza cuando lo inevitable ha ocurrido, cuando por fin te has ido, cuando la agonía ha terminado. Te has ido, nos has dejado y eso nos aproxima a todos a la primera linea, no frente a la muerte sino a la de seguir siendo lo que siempre hemos sido. 

Este año ya nadie llevará traje en nuestra cena de Nochebuena, nadie preparará juegos y nadie fumará puritos. Este año nos hemos quedado huérfanos de reyes magos y  alguien tendrá que hacer de Gaspar, gritar nuestros nombres y equivocarse con los regalos. Todos tendremos los ojos llorosos y el alma rota. Alguien tendrá que pasear a Bolu, tu perro gigante, y alguien tendrá que explicarle que ya no vas a volver. Ya nadie hará paella en el jardín de La Rosaleda, ni contará las historias de la Mano Negra.  Volveremos a juntarnos, a reunirnos y a reírnos pero ya nunca volverá a ser lo mismo porque nunca estaremos todos. Erais los seis invencibles, los seis insoportables, los seis estandartes de nuestra familia, juntos desde hace sesenta años. Dios mío, ¿quién consigue cenar sesenta años seguidos con todos sus hermanos? ¿quién consigue pasar sesenta años con sus hermanos, casi cincuenta con sus sobrinos, repitiendo año tras año las mismas rutinas, celebraciones y reuniones? Hemos tenido tanta suerte que nos creímos inmortales, hemos sido tan increíblemente afortunados que nos acostumbramos a lo excepcional. 

Ramón, hoy te has ido y no sé cómo vamos a hacerlo sin ti. No me da miedo estar frente a la muerte, me da miedo que no seamos capaces de estar a tu altura, de hacer que, dónde quiera que estés ahora, te sientas orgulloso de nosotros. Asusta estar en primera línea de la vida, ser responsable de construir las rutinas y recuerdos que arman una familia, una vida. Hoy te has ido y veo entrar el caos por tu ausencia. Siento a tus cinco hermanos y a todos nosotros, tus sobrinos, mirar la grieta sin saber como vamos a sobrevivir, como vamos a achicar este naufragio. 

No sé como vamos a hacerlo sin ti. Eso es lo que me da miedo, no estar a la altura. Te juro que lo intentaremos. 

Adios, Ramón. Descansa en paz. Te queremos infinito.