miércoles, 18 de octubre de 2017

Hablemos de cuñas

Llueve, me meto en el coche, enciendo la radio: «Si te preocupa retener de más». ¿Retener? ¿De más? ¿El qué? ¿Impuestos? Noooo, resulta que hablan de estreñimiento. Las 8:30 y ya tengo mi eufemismo favorito del día, «retener de más» en vez de «no hacer caca». Adoro a los chicos de las cuñas, vuelvo a recordarlos en su cuchitril, lleno de humo y ceniceros y vasos llenos de restos de café, anís y carajillos, y sé lo bien que se lo han tenido que pasar elucubrando una cuña para vender algo contra el estreñimiento. 

—Chicos, un bebercio para ir a cagar.
—¿Funciona?
—Pelaez, no nos pagan por saber si las cosas funcionan sino para anunciarlas y que las gente las compre. 
—Vale, vale. Esto es fácil "Para cagar bien, nada como Bio3"
—No podemos decir cagar.
—¿Y caca?
—Muy gracioso, tampoco.
—Poner un pino. Plantar un árbol. Sacar el tren del túnel.
—Chicos, sutileza.
—Retener. 
—Pero es que retener parece que lo haces porque quieres y cuando no cagas es porque no puedes.
—Pelaez, no nos pagan por ser puristas del lenguaje. Adjudicado, retener. Buen trabajo, chicos. 

«Cari, que se me había olvidado decírtelo. Que mis padres al final llegan dos días antes y se quedan quince días más» dice una joven. «No me puede parecer mejor» contesta un joven alegremente. No puedo con la intriga de saber qué anunciarán, por un momento creo que será una cuña de las clínicas esas que tratan la eyaculación precoz, las de "si tu vida sexual está bien, todo lo demás no importa", aunque no veo yo a la joven pareja chuscando alegremente como, sin duda, les gustaría si tienen a los suegros por casa en pantuflas, pero nunca se sabe. Mi sorpresa es mayúscula, sin embargo, cuando compruebo que no van por ahí los tiros, «Si tu caldera Junkers está bien, todo está bien» ¿En serio? Esto me suena a cuña de segunda mano. 

—Chavales, los alemanes quieren que anunciemos calderas.
—Pufff, ¿se puede decir calentar o tampoco?
—Pelaez, no seas rencoroso. Los alemanes pagan muy poco, no os matéis. Reciclad algo. 
—Calderas, calentar, sexo.. ¿reciclamos lo de la eyaculación precoz que hace mucho que no pagan?
—Hecho.  

«Hombre, entre agricultores tenemos que ayudarnos» he escuchado esta cuña mil veces, pero cada vez que sale la voz que finge ser un agricultor solidario me entra ternurita. Anuncian algo que se llama «Cultiva y gana punto com». Me fascina este anuncio porque da una nueva perspectiva al mundo de la agricultura, ya no veo gente labrando, currando en el campo, veo a dos amigotes en un bar, con un carajillo, rascando cartones a ver si les toca una cosecha de mijo o de coles de bruselas pero sin querer decírselo al otro, como si estuvieran jugando al mus. No sé si conseguirán vender algo de cultivayganapuntocom pero la cuña me fascina.

«Si te gusta el calorcito tropical
y se acerca un frente de frío polar
y a ti hay algo que te mueve
y tu novia no se atreve
Viajes El corte inglés te va a ayudar»

Pero, pero, pero ¿qué es esto? No sé si El Corte Inglés te va a ayudar pero sé que la cuña la ha hecho el tío que en la adolescencia, en los campamentos, te firmaba en el cuaderno poniendo "no vayas por el sol que un bombón como tú se derrite".  

—Chicos, tenemos que inventarnos algo nuevo con los de Securitas.
—¿Otra vez? Pero ¿queda alguien sin contratarles?
—Unos cuantos irreductibles. 
—Pelaez, no es momento para citas de Asterix. ¡Qué se os ocurre?
—Pues es que el acojone ya lo tenemos explotadísimo, como no vendamos la moto del hijo pródigo.
—Explícate Pelaez. 
—Montamos una cuña con uno al que ya han robado y en vez de recriminarle que no tuviera la alarma somos muy profesionales. Vendemos profesionalidad y amor. 
—Te lo compro. 

«Anoche entraron a robar en mi casa mientras dormíamos, menos mal que no nos despertamos. No se preocupe, esta tarde tiene allí a nuestro experto» 

Mi cuña favorita ahora es la de los CFD. ¿Qué son? Ni idea, no lo sabe nadie, pero eso da igual, los anuncian en la radio. 

-Chicos, hay que vender CFD.
—¿Qué es eso?
-Pelaez, da igual lo que sea. Hay que venderlo pero con cuidado porque no es para todo el mundo.
—Pero, ¿para quién es?
—Mmmmm, pues no lo sé, ¿para listos?
—Ya, claro, pero no podemos decir "anunciamos una cosa solo apta para listos" porque todo el mundo se cree listo. 
—Pues es importante advertirlo, sin que se note claro. 
—Podemos hacer el truco de poner alguien hablando  muy deprisa. 
—Well done Pelaez.  

«LOs CFD son un producto dificil de entender. La CNMV considera que no es adecuado para inversores minoristas debido a su complejidad y riesgo. Se trata de un producto apalancado, cuyas pérdidas pueden exceder el depósito».

—Pelaez, que no se te olvide decir que tampoco es para pobres. 

Quiero ir en el cuarto de los carajillos. Adoro las cuñas. 


lunes, 16 de octubre de 2017

Revivir y reescribir

Estoy escribiendo un libro. Llevo un año con ello. Primero lo intenté directamente en la pantalla y no funcionó, tras un primer acelerón, me estanqué. Probé después con cuadernos rayados, de tapas rojas y verdes. Funcionó. Cuando cogía la pluma y el cuaderno, los renglones salían solos, uno detrás de otro, páginas y páginas, un cuaderno y otro cuaderno. Había días en los que me dolía la mano porque pensaba más deprisa de lo que podía escribir y me daba miedo que se me olvidara. Terminé y empecé a pasarlo a la pantalla. Es curiosa la sensación de releerte y sorprenderte, ¿de verdad esto lo he escrito yo? Pero sí, lo había escrito yo. Llegué al final y puse fin. 

De esto hace casi seis meses. Desde entonces me repaso, me releo y me corrijo y recorrijo. 

Repasarse, releerse y recorregirse es doloroso, es casi masoquismo.  Cuanto más repasas lo que has escrito, lo que escribiste, más cosas quieres cambiar, más tentaciones tienes de eliminar, suprimir, cortar, borrar. Llega un momento en el que tienes que prohibirte a ti mismo cortar nada más. Hacerte mejor sí, hacerte irreconocible no. 

El sábado llegó ese día para mí. Me di cuenta de que releerte y recorregirte una y otra vez es parecido a repasar tu vida. Recorres con la memoria tu vida, las cosas que has hecho, las que no hiciste, las que te atreviste y las que dejaste pasar porque te acojonaste. Las que te obligaron a hacer. Lo que elegiste y lo que dejaste que te escogiera. Lo que lograste alcanzar y lo que se te escapó. Lo que creíste y lo que decidiste dejar de creer. Las mentiras que has contado, las verdades absolutas que rechazaste porque no te convenía. Las oportunidades que agarraste, las veces que cerraste las ojos y te lanzaste y las que te tapaste los oídos y los ojos y decidiste esconderte, las tonterías que has hecho y las hombreras y los calentadores. Lo repasas todo y, muchas de esas cosas, te gustaría poder borrarlas, o al menos, hacerlas de otra manera. O si eso no fuera posible (que no lo es), disfrazarlas con un traje tan complicado que solo tú sepas como desmontarlo para que se vea la verdad desnuda. 

En tu vida no puedes hacer eso, es la que es, la que te estás montando. Cuanto más te alejas de tu vida, cuantos más años pasan, hay cosas que te sorprende recordar ¿de verdad hice aquello? ¿En serio me enamoré de ese tipo? ¿En qué estaba pensando para cardarme el pelo? Te cuesta reconocerte pero sabes que eras tú. Trágame tierra pero ahí está, es tu pasado.  Te juras a ti mismo que la próxima vez, con lo que has aprendido, lo harás mejor. 

Cuando te relees también te cuesta reconocerte como origen de esas palabras, pero puedes cambiarlo todo, eliminar, borrar, pulsar delete hasta  que no se vea la flecha pero, entonces ¿cuánto queda de lo que de verdad te salió de dentro? 

Quiero escribir mejor, pero no más bonito, sin disfrazarme. 

Ya no corrijo más o no me reconoceré. Y la próxima vez, lo haré mejor. 


jueves, 12 de octubre de 2017

Los malditos detalles

Estaba vaciando cajas sin pensar, entregada a la tarea, como cuando corría,  pensando que es algo que hay que hacer y que cuanto antes lo haga, antes se terminará la tortura y antes podré volver a mi rutina diaria, a mis cosas, a lo que me gusta hacer. Volver a ese tiempo que solo existe cuando estás haciendo algo que no quieres hacer, e imaginas la vida que tendrías si esa actividad que odias, que no quieres hacer, está consumiendo tu tiempo. Eso debe ser el deber. Vacío cajas, una detrás de otra, surfeando olas de encabronamiento «no me puedo creer que no haya tirado esto» con olas de ilusión «madre mía, lo que tiene aquí guardado». 

«Música despacho» otra caja más con el rótulo despacho. A juzgar por la cantidad de cajas que tienen escrito «despacho», no sé si los de las mudanzas escriben despacho por defecto en todas las cajas o mi madre les mintió y les dijo que su casa era la sede de una multinacional. «¿Música despacho? ¿Qué será esto?»

Rajo la cinta embaladora, abro la caja, Rachamaninov, Schubert, Wagner, clásicos infantiles, Kenny Rogers, El libro de la selva, fotos pirineos 2006, reunión familiar Granada 2008, Boda de Elena y Miguel. «Deberíamos tirar todo esto», pienso mientras sigo sacando más y más cds de la caja. Mozart, Beethoven, Chopin, Mahler... unas cajas se me escurren entre la multitud de genios de la música clásica y casi se me caen al suelo. 

«DIBUJOS DWGS. LOS MOLINOS-MADRID. 12/10/1997» con su letra. La letra de mi padre, la reconocería entre un millón. 

«Esto para tirar», ni siquiera tenemos sitio donde leer estos disquetes. Son más pequeños, más duros o más blandos o yo qué sé. 

12/10/1997

Hace justo veinte años, me siento como un personaje de Auster, como Auster. Veinte años atrás mi padre escribió este post it en un disquete en el que había guardado unos dibujos que por alguna razón eran importantes para él. Unos dibujos que probablemente nunca volvió a ver porque diecinueve días después de escribir ese post it, murió. Escribió ese post it porque no sabía que iba a morir y yo lo encuentro, justo veinte años después, para que no se me olvide que yo tampoco sé cuando voy a morir. 

Los detalles, los malditos detalles. Un post it, veinte años después. 


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miércoles, 11 de octubre de 2017

Mi sudadera, mi bandera

Nací en Madrid pero no soy de aquí porque no me siento de aquí. Todo el mundo sabe que odio esta ciudad con todas mis fuerzas. Trabajo en Toledo desde hace diecisiete años y, a Dios pongo por testigo,  he blasfemado contra esta región cada uno de los días de esos diecisiete años, pero ahora paso días y noches en Alcázar de San Juan porque la vida es así, y cuando dices "Ni de coña", te espera en el futuro con un "Si, ya, claro".  Uno de mis abuelos era de Madrid, otro canario de madre cubana, padre catalán y abuelo francés. Otra abuela era de Villafranca de la Sagra y otra de Salamanca. Mi primo emigró a Argentina y tengo otra prima rusa. Quiero ser francesa, que me llamen Annette e ir al curro en bici con una cesta llena de pan y paté. No creo que en España se coma mejor que en el resto del mundo aunque podría alimentarme de jamón y tortilla de patata. Odio el sol y adoro la lluvia y creo que los españoles, todos, somos maleducados, gritones, pícaros y malpensandos... aunque intentemos quitarnos.  

Cuando era pequeña pensaba que del único lugar que se podía ser bien, que lo único lógico era ser de Madrid, de España. Mi universo era reducido y toda la gente que quería y que me quería estaba aquí. Todo lo que pasaba, pasaba aquí, ¿cómo vivía la gente de otros lugares cuando todo lo bueno estaba aquí? Después descubrí que eso era una majadería y que se podía nacer en cualquier sitio y ser de cualquier sitio, aprendí que lo mejor es ser de varios y de ninguno. O de todos.  

Dice Lili (si no la leéis ya estáis tardando) que «si tuviera que colgar una bandera, sería un paño de cocina». En mi ventana, yo colgaría una sudadera mugrienta que tengo desde los catorce años. Es azul o, mejor dicho, lo era, ahora es de un color que solo yo reconozco y que es el color de mi primer verano en Comillas. La sudadera me la compró mi madre crecedera aunque apuesto a que nunca pensó que fuera a durarme treinta años. Me la pongo en casa, para dormir cuando tengo miedo o estoy asustada. Las mangas me llegan a los codos y los restos del elástico de la cintura me quedan ombligueros, pero sería mi bandera porque es el único trapo que representa lo que fui, lo que he sido y lo que espero ser. Si me ves con esa sudadera puesta es que te quiero mucho. Y si la tengo que colgar en algún sitio que sea en la ventana de una casa, que se llamara Orbela y que todavía no tengo, en un sitio que todavía no conozco.