«Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante».
Empiezo un libro y voy a nadar.
Ayer por la tarde empecé un libro que me regalaron porque estaba en mi lista de libros pendientes pero que no recuerdo porqué quería leer. Los libros entran en esa lista en un determinado momento y salen de ella mucho tiempo después cuando los compro o me los regalan. Cuando se materializa en mi vida, lo borro de la lista y lo dejo en mi estantería, a la vista, esperando a que me llame. "Niveles de vida" de Barnes me llamó ayer, una tarde de domingo lluviosa y gris perfecta para empezar un libro.
¿Globos aerostáticos? ¿En serio? ¿Otra vez? ¿Qué les pasa a los novelistas con los globos? Mientras leía las primeras páginas, repasé mentalmente, y sin pensarlo mucho, otros cuatro libros con globos que recordaba: Amor perdurable de Ian McEwan, Las hermanas Zinn de Joyce Carol Oates, Cinco semanas en globo de Julio Verne y, un ensayo, La edad de los prodigios de Richard Holmes.
¿Por qué los globos? ¿Por qué esta fascinación? Cuando apagué la luz, más por el deseo de prolongar el placer de leer a Barnes que por verdadero sueño, justo antes de dormir recordé mi mejor y única anécdota con un globo. Hace años mi madre le contó a mi hija pequeña que había subido a uno en un viaje por Turquía y ella le preguntó ¿has visto a Dios?
Hoy he ido a nadar, iba y venía por mi piscina de un lado a otro, de un lado a otro. Nadaba concentrada en dar la patada correcta con mis nuevas aletas cortas de competición. No pensaba en nada o, quizás sí, no lo recuerdo pero de repente al otro lado del gran ventanal que recorre de arriba abajo una de las paredes del edificio, he intuido al levantar la cabeza para respirar una gran mancha redonda recortada sobre la niebla gris. ¿Qué era eso? Uno, dos, tres y al volver a sacar la cabeza he comprobado que era un globo aerostático. ¿Un globo? No podía creerlo. Ayer empiezo un libro sobre globos, leo sobre globos, pienso que los ingleses están obsesionados con los globos y al día siguiente nadando en una piscina de un polígono de Toledo, en un sitio totalmente insospechado y casi diría inadecuado veo un globo. Lo he visto alejarse mientras seguía yendo y viniendo por la piscina hasta completar mis cincuenta largos. No podía pensar en otra cosa. ¿Quién va dentro de un globo en un descampado de un polígono? ¿Por qué? ¿Qué busca?
Al salir ya no quedaba ni rastro del globo, solo niebla gris pegada al suelo y a los edificios. ¿Y si lo he imaginado?
Me alucinan estas coincidencias, estas casualidades. Percibirlas, anudarlas, me resulta extrañamente excitante, como si al ser capaz de ver el hilo entre unos hechos y otros descifrara la vida. O algo así.
«La primera ascensión de la historia en un globo de hidrógeno la realizó el físico Jacques Charles el 1 de diciembre de 1783. «Cuando sentí que me alejaba de la tierra», comentó, «mi reacción no fue de placer, sino de felicidad.» Fue «un sentimiento moral», añadió. «Me oía vivir, por decirlo así.»
Eso es, esta mañana en la piscina me he oído vivir.