jueves, 3 de noviembre de 2016

Lecturas encadenadas. Octubre

Tras la experiencia de La Broma Infinita estoy tratando de recuperar un ritmo normal de lecturas. No sé muy bien si es por exceso de trabajo, de energía, de entusiasmo, de intereses, o por caer muerta de sueño a horas tempranas pero me está costando. Aún así, este mes han caído cuatro libros. 

El viajero involuntario de Min Tran Huy. En descargo de esta novelita debo decir que ser el siguiente libro en mis lecturas después de La Broma Infinita es jugar con tanta desventaja que es casi injusto. Aún así, hice un esfuerzo por abstraerme de la experiencia anterior para  intentar disfrutar de la historia que cuenta este libro. El problema es que Tran Huy no sabe qué quiere contar o, sí lo sabe, pero se hace un lío. De hecho, quiere contar varias cosas, empieza con una, luego la deja para empezar con otra tejiendo un nexo tan enrevesado que te dan ganas de decirle "a ver, céntrate Tran Huy". La novela comienza con un narradora protagonista que nos cuenta la historia de Albert Dadas. Este obrero de finales del siglo XIX se levantaba por las mañanas y empezaba a caminar, caminaba hasta agotarse o hasta llegar a algún sitio en el que sentía que debía parar. Como un sonámbulo, de repente se daba cuenta de que ya no estaba en Burdeos, su ciudad natal, ni en su trabajo en la compañía de gas y se encontraba en París, Lyon, Nantes o incluso Argelia. Es uno de los casos más famosos del síndrome del viajero. La historia es apasionante y muy interesante pero Tran Huy y su narradora deciden esbozarla así un poco por encima y, de repente, realiza un triple mortal y se pone a contarnos la historia de  Samia Yusuf Omar,  una atleta de Somalia que se hizo famosa mundialmente por correr una única serie de 200 metros en los Juegos Olímpicos de Pekin y acabó muriendo en 2014  mientras intentaba llegar a Europa.  

¿Qué tienen que ver estas dos historias? ¿A dónde nos lleva Tran Huy? Pues con un par de puntadas dadas de mala  manera, en la página 100, llegamos, por fin, a lo que de verdad quiere contarnos que es la historia del padre de la protagonista, Line. El viajero involuntario es, en realidad,  la historia del padre de Line. Una historia de emigración, de empezar de cero fuera de todo, lejos de tu familia, de tu cultura, de tus costumbres, de tu comida, tu música, tus olores y convertirte en otra persona. No peor, ni mejor, sino distinta, distinta de la que hubieras sido al quedarte en tu sitio. 

El viajero involuntario es una novela que se lee sin más. Lo peor que puedo decir de ella es que lo que más recuerdas al terminar son las dos historias reales. Es agradable, no agrede, no molesta, no inquieta, no perturba, es un libro que se pasa sin más, un libro que se olvida.  

Limonov de Emmanuel Carrère ha sido un préstamo de Juan. "Tienes que leer este libro". Había leído cosas sobre él pero sin profundizar y no tenía mucha idea de que iba. La historia de Limonov es desmesurada, sorprendente y excesiva, tan excesiva que dejas de sorprenderte primero y de creértelo después. Esta biografía funciona casi como una peli de James Bond o de Indiana Jones, al principio estás con la boca abierta y al final ya estás en plan "sí, claro, chaval" y lo que menos importa es la hazaña, la anécdota y con lo que te quedas es con la ambientación. En este caso la ambientación en la Unión Soviética justo antes, durante y después de su desmoronamiento es, para mi, lo mejor del libro. 

Carrère, además, en un determinado momento decide que Limonov está tomando demasiado protagonismo y decide plantarse en el centro de la narración y, rompiendo lo que en tele se llama la cuarta pared, ponerse a dar explicaciones al lector de cómo está escribiendo el libro, dónde está él y lo que quiere o no quiere que el lector piense o sienta.  
"Actúa con valor y determinación, sin esperar que se den las condiciones ideales, porque las condiciones ideales no existen". 
Incendios de Richard Ford. Compré este libro el día que fui con las princezaz a la expo de Bruce Davidson y luego a dar un paseo por la Feria del Libro Antiguo. Había llovido, no había nadie y me hice con todo un botín. Encontrar este título de Ford, que no había leído, en la semana en que él llegaba a España a recoger el premio Princesa de Asturias era un buen motivo para volver a leerle. 

Incendios es una historia de Ford tal cual. Recuerda a Canadá y a Rock Springs, su primera recopilación de relatos. A Canadá recuerda por el narrador adolescente que analiza lo que ocurre a su alrededor intentando entender que les pasa a los adultos, porqué hacen lo que hacen, intentando buscar una explicación que le consuele porque lo que, en realidad, sabe no quiere saberlo. Los dos adolescentes, el de Canadá y Joe el protagonsita de Incendios, luchan por quedarse en el lugar seguro que es la infancia, dónde todo parece aburrido y predecible cuando estás allí pero que al asomarte a la vida adulta percibes como un paraíso perdido de seguridad al que quieres volver al enfrentarte a la incertidumbre de la vida adulta. 

Joe, asiste a la ruptura entre sus padres. La pérdida de trabajo del padre, dificultades económicas, cambio de rutinas, breve viaje del padre, infidelidad de la madre. La narración se desliza en las primeras páginas para presentar a los personajes y, luego, con la marcha del padre todo se ralentiza, es como si el tiempo se parara e, incluso, mi ritmo de lectura paró. Es un libro breve que tardé una semana en leer precisamente porque me costaba avanzar, me sentía como andando sobre barro, tenía que ir despacio. 

Joe va dando cada vez más y más detalles, contando pormernorizadamente cada movimiento, cada gesto y palabra que él dice o que sus padres pronuncian en los tres días en los que siente que su vida se desmorona. Lo hace como tratando de individualizar cada segundo de esos tres días y conseguir así dar con el momento exacto en que su vida dejó de ser su vida para descontrolarse y asustarle. Todos hemos hecho eso alguna vez.  

Me ha gustado muchísimo. 

Como siempre, en todos sus libros, Ford desmenuza la realidad entre padres e hijos de una manera tan lúcida que siempre acierta. 
"Después de aquella noche de principios de septiembre, las cosas - en nuestra vida-empezaron a ir más rápidas, y a cambiar. Cambió nuestra vida en casa. Cambio la vida que mi madre y mi padre llevaban. El mundo, pese a lo poco que yo había pensado en él o planeado acerca de él, cambió. Cuando uno tiene dieciséis años no sabe lo que sus padres saben, ignora mucho de lo que entienden, y más aún de lo que puede haber en su corazón. Ello puede salvarte de hacerte un adulto demasiado pronto, evita que tu vida llegue a ser tan solo una repetición de la suya, lo que siempre implica una pérdida. Pero escudarte en ti mismo -cosa que yo no hice-parece un error aún más grave, pues lo que pierdes es la verdad de la vida de tus padres, y lo que deberías pensar acerca de ellas, y -más allá incluso- la justa valoración del mundo en el que estás a punto de integrarte." 
"En tu vida vas a tener más mañanas como ésta en la que al despertar nadie será capaz de aclarar tus sentimientos". 
Leer mejor para escribir mejor de María Antonia de Miquel. Antes de nada voy a decir que María Antonia es amiga, compañera de lecturas y la persona responsable de que yo publicara un libro. Además de todo eso es una maravillosa recomendadora de lecturas y una editora fabulosa. Iba sobre seguro con este breve manual con interesantes ideas para enfrentarte a la lectura y a la escritura si te atreves. 

Yo sé que soy mejor lectora con cada libro que leo  y sé también que es un proceso que he seguido de manera inconsciente, sin proponérmelo. Empecé leyendo para entretenerme y, poco a poco, el entretenimiento dejó de ser lo más importante para que otras cosas ocuparan su lugar. Ahora, además de buscar otras cosas en la lectura, soy capaz de detectar un estilo, de saber como está escrito un libro o de intentar adivinar qué es lo que el autor pretende. No siempre lo consigo pero sé que hay algo  más que una historia que discurre. 

He doblado muchísimas esquinas con reflexiones sobre la lectura.
"Todo libro está destinado a alguien. Puede que el acto de escribir sea solitario, pero siempre es un intento de llegar a otra persona - a una sola persona - ya que también cada libro se lee en solitario. El autor no sabe para quien escribe. El rostro del lector es invisible. Sin embargo, cada frase impresa en una página contiene el deseo de establecer una relación y la esperanza de ser comprendido." (Siri Hustvedt)
"La obra de Dickens es como un vino que mejora con la edad; no de la botella sino del catador. Cuanto más rica es la experiencia del lector, más maduro parece Dickens." (Aldoux Huxley)

Diario para la prometida de Italo Svevo es uno de esos libros que no sé cómo han llegado a mis manos. Quiero decir que sí se cómo ha llegado físicamente, lo compré el mismo día lluvioso en el que adquirí el de Ford pero no sé qué impulso me llevó a comprarlo. No he leído nada de Svevo y, realmente, no sabía ni quien era. ¿Qué me llevó a comprarlo? ¿Por qué? No lo sé. Pero lo compré y lo he leído. 

A ver. Italo Svevo se llamaba en realidad Ettore Schmitz. El 20 de diciembre de 1895 se comprometió con su prima Livia Veneziani y ella, tres días después, le regaló un "Kalenderbuch" (un diario) que a ella le habían dado cuando cumplió 21 años. Le pidió a él que escribiera un Diario para la prometida, escribiendo cada día hasta que se casaran, lo que él hizo desde ese día hasta el 2 de septiembre de 1896.

Diario para la prometida no es, por tanto, ficción sino vida real y por eso resulta tan raro. En realidad, el nombre que le pega más a este breve cuadernillo es "Diario de un inseguro compulsivo" porque Italo se muestra lleno de celos, de dudas, de inquietudes sobre el amor de Livia por él, duda si la merece o no, si ella será capaz de aguantarle. En sus anotaciones que no hay que olvidar nunca debió pensar que se publicarían, se muestra inseguro, posesivo, egoísta, malcriado pero sobre todo terriblemente frágil. Es una confesión, "este soy yo, ¿seguro que me quieres?". Italo escribe de amor y sobre amor. Y sobre tabaco, porque no deja de intentar abandonar el tabaco por amor a Livia... y no lo consigue. 
"Y sin embargo tendremos que acostumbrarnos a una mayor contención delante de la gente. Hay que estar atento ¡qué diantre!, pues de lo contrario la gente hablará de nosotros. En un primer momento, cuando estamos acompañados, ni siquiera te miro. Después, un poco por casualidad, descubro tus ojos verdes y me quedo mirándolos estupefacto de que sean así y no de otra manera. Entonces, naturalmente, doy vueltas alrededor de los ojos, desciendo por la nariz y paso a la boca de la que recuerdo tantas y tantas cosas.(...) Oía, pero no podía comprender verdaderamente por qué toda esa gente se ocupaba de todas esas cosas mientras a mí me preocupaba sólo una. Con estas palabras deseo decirte que debo tener cuidado con tus ojos porque sino termina por mirar todo lo demás".  
Es un librito curioso que olerá eternamente a mí porque derramé un bote entero de mi colonia sobre él. 

 Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados del mes que viene. 

Eso sí, recomiendo muchísimo este artículo de Juan Tallón que habla de los libros que nos quedan por leer. 
"Hay una alegría desconocida, a la espera, inabarcable, en los libros que ya leerás". 
Hacia ella voy porque estoy leyendo este libro dedicado por el mismísimo Richard Ford. Gracias infinitas Teresa.


martes, 1 de noviembre de 2016

Mi padre se me escapa


Se me escapa. 

Hoy hace 19 años que murió mi padre. Llevo escribiendo sobre él desde que tengo el blog, hace casi nueve años, unas veces para recordarle en el último día que le vi, como hoy, y otras veces porque tenía historias, anécdotas o sensaciones que contar sobre él, sobre mí con él o sobre su ausencia y lo que eso ha supuesto en mi vida. 

Llevo semanas pensando en este post, le he dado vueltas y más vueltas mientras conducía, mientras me duchaba, mientras preparaba la comida, mientras escribía otras cosas. Y he llorado, sobre todo conduciendo, porque he llegado a la conclusión de que ya no tengo nada más que decir y de que lo que he dicho cada vez es más pequeño, más insignificante. 

El luto hacia delante es un camino por el que avanzas aunque no quieras y por eso mi padre y mi relación con él está cada vez más lejos. La distancia que nos separa cada vez es más grande. Yo avanzo sin remedio, crezco, me hago mayor, me pasan cosas y me alejo sin remedio. Mis recuerdos sobre mi vida con él, los 24 años que pasé con él y de los que sólo recuerdo 20, con mucha suerte, jamás crecerán. Este año me he dado cuenta de que los recuerdos, las sensaciones, los sentimientos que tengo sobre él son los que son, están fosilizados, cristalizados y congelados. Durante un tiempo esa colección de recuerdos ha sido como un caminito de miguitas que me permitía mirar atrás y me conectaba con él y con quién yo era con él. Esa cristalización de mi pasado no crecerá nunca y, me he dado cuenta este año, pensando en escribir sobre mi padre, de que según avance por la vida esas migas, esos recuerdos, tendrán que estar cada vez más y más separados para poder conectarme con mi padre y con quien yo era con él... y llegará un día en que perderé esa conexión, lo perderé a él y me perderé a mí con él.  

Decía Joan Didion que en el luto, hay un momento, que uno no considera nunca hasta que le pasa, que es aquel en el que tras pasarte un año pensando "hace un año estábamos haciendo tal o cual" o "hace un año me dijo no sé qué", piensas "hace un año ya no estaba". 

Ese momento para mí pasó hace muchos años, pasé llorando el momento en que me di cuenta de que ya no me acordaba de su voz y el día en que fui consciente de que ya no era la persona que él había conocido. Lo que no me esperaba era este relámpago de conciencia al darme cuenta de que lo estoy perdiendo cada día que pasa  y no puedo hacer absolutamente nada para remediarlo. 

Siento que mi padre se me escapa y que lo único que puedo hacer es coger mis recuerdos cristalizados y apretarlos muy fuerte en el puño para no olvidarlos.

Ese puño es este blog...

jueves, 27 de octubre de 2016

Hablemos de series

Ayer, tras casi un año de visionado en meses pares, las princezaz y yo terminamos de ver Friends. Para ellas era su primera vez, para mí mi primera vez del tirón. He descubierto que algunos capítulos me los sabía casi de memoria, algunos nos los recordaba y unos pocos se me habían pasado en su momento. 

Revisionar Friends con las niñas ha sido una experiencia estupenda aunque se lo propuse con algo de miedo. Pensé que lo mismo no había aguantado bien o que aburría o que no les haría gracia pero yo la he disfrutado mucho y ellas ayer estaban al borde de las lágrimas. Por primera vez en su vida están teniendo ese síndrome de abstinencia que uno siente tras leer un buen libro, ver una buena peli o sumergirse durante semanas o meses, en su caso, en una buena serie.

–Mamá ¿Y ahora qué? ¿qué vamos a ver?
–Da igual lo que elijas mamá, nada será como Friends.  

Tienen razón, nada será como Friends pero vamos a ver otras cosas bastante chulas. 

Vamos a empezar con Strange Things. Yo ya la ví el verano pasado y aunque no me fascinó, sé que a ellas les va a gustar. ¿Recomiendo Strange Things? Vamos a ver, es una serie graciosa, entretenida y muy tramposa. Está pensada para que gente como yo, de cuarenta palos, reconozca la estética de su adolescencia y se pase un par de capítulos diciendo: eso es los goonies, y eso es ET, y aquello Encuentros en la Tercera Fase y yo tenía una parka igual y unos vaqueros de cuello vuelto como esos que me sentaban de angustia. Al mismo tiempo, si tienes hijos, te sirve para llevarlos a pasear al parque temático de tu infancia pero sin que se aburran. La trama de malos, extraterrestres, adolescentes, amoríos y seres misteriosos en bosques que dan mucho susto les encanta. Y a mí me gusta saber que van a pasar miedo porque me encanta que se acojonen. 

¿Hay que ver Strange things? 

Sí si tienes hijos. 
Sí, si tu vida pasa por una época de muchas horas en el sofá pensando que quizás deberías salir a dar una vuelta y relacionarte con gente en 3D. Mientras decides si sales o no y si te compensa ducharte y quitarte la sudadera mugrienta, ver Strange Things es una buena opción. 

Después vamos a sumergirnos en Gilmore Girls una de las series más maravillosas y más inteligentes que se han hecho nunca. El que crea que es una serie de tías que salga ahora mismo de este post, cierre la puerta y no vuelva más. The Gilmore Girls es un prodigio de guión y de creación de personajes absurdos, encantadores y ellos con O muy muy atractivos. Además, hay tantas referencias culturetas a cine y libros que después de cada capítulo se puede hacer un pedido a Amazon. Sé que a laz princezaz les va a encantar y yo estoy deseando volver a verla. 

¿Qué más he visto y recomiendo?

Love. Serie de Netflix, 10 episodios de media hora. Es una serie de parejas y amoríos. Con un feo gafotas y narizotas que nada más verlo te hace pensar "vaya, podían haber puesto un protagonista guapo" y al segundo capítulo te lo quieres llevar a casa. 

¿Recomiendo Love? 

Sí si quieres ver algo falsamente intrascendente y no quedarte dormido en el sofá.
Sí si estás soltero y te quieres sentir super identificado con el rollo mensajes, mirar si alguien esta conectado, redactar un wasap de 3 palabras 14 veces y arrepentirte al instante siguiente y todo ese tipo de cosas.

Si la soltería te queda lejísimos y miras con cierta pena a la gente que queda mil veces y que no pretende encontrar a un padre para sus hijos... entonces Love no es para ti. 

Narcos. Esta va de narcotraficantes y de policía americana y de política colombiana. Es una serie entretenida con capítulos fascinantes y otros que hacen bola. Sirve para pasar el rato y repasar la historia del narcotráfico en Sudamérica y Colombia y darse cuenta de que no conviene que la moda masculina de los años 70 vuelva a nuestras calles. 

¿La recomiendo? 

Sí, es una serie con la que si eres un vago y jamás en tu vida has leído las páginas de internacional del periódico es posible que aprendas algo sobre narcotráfico y Sudamerica. 

Yo confieso que he abortado misión en la segunda temporada. No tengo más ganas de ver bigotes y la historia de Pablo Escobar me la sé. Además, me crispa la voz en off. 

River. 6 episodios. Un policía inglés, tristón y taciturno. Un caso que se va resolviendo. Sus compañeros, sus jefes, la niebla y la lluvia inglesa. No es Happy Valley ni Fargo ni Canción Triste de Hill Street pero tiene un poco de todo. 

¿La recomiendo? Sí, si quieres ver una serie original con un policía de esos que se te mete dentro. Sí si te gusta Wallander aunque tampoco es Wallander. 

No, si eres de los que quieres persecuciones, tiros y mucha espectacularidad. Y no te gusta la amargura. 

La última recomendación de hoy es Horace & Pete. Esto son palabras mayores. Louis C.K, Steve Buscemi, Alan Alda que está para que le den un Premio Nobel, Eddie Falco y Jessica Lange. Si todo esto no os parece suficiente, os diré que la serie es un bar que recuerda vagamente a Cheers y tiene unos diálogos tan alucinantes que te quedas boquiabierto frente a la televisión. Cada capítulo tiene una duración diferente, son 10 y se puede ver aquí. (pagando, claro)

Es con muchísima diferencia la mejor serie que se puede ver ahora mismo.

¿La recomiendo? Sí. Muchísimo. Pero no es bonita ni feliz. Hace reír pero se te congela la sonrisa y raspa y duele. Es maravillosa. 

He visto más cosas pero por hoy ya está bien. 


lunes, 24 de octubre de 2016

Cuatro cosas que me gusta ver hacer a un hombre.


1.- Tocar la armónica. No me gusta físicamente Bob Dylan y, hasta hace unos días, no podía escuchar a Quique González sin pensar en suicidarme quemándome a lo bonzo pero, hace unos días,  vi un vídeo de Quique González y cuando ya estaba prendiendo la cerilla para empezar a quemarme el pelo, se puso a tocar la armónica. Me quedé maravillada. Ver tocar la armónica a un hombre me fascina. Desconozco el motivo y, de hecho, esta fascinación solo la siento con la armónica. Un hombre que toca la guitarra, el piano o la flauta no me dice absolutamente nada pero dale una armónica y te interpreto a una rata en el Flautista de Hamelín. Me da igual que el tío sea Bruce, Glenn, Bob o Quique González, me gusta un hombre con armónica. 

2.- Que nade bonito. Bonito. No me dice nada un tío que nada rápido o potente, no. Me gusta mirar a uno que lo haga bonito, que se deslice como si no le costara. Des li zar se. En una de las piscinas que frecuento hay un tío que fuera del agua me es completamente indiferente. No muy alto, achaparrado, con coleta y un microbañador azul marino. Vestido ni le vería, pero se mete en el agua y me quedo embobada. Le veo nadar y se me pone la piel de gallina de lo bonito que nada. El otro día descubrí que tiene un amigo y que cuando coinciden en la piscina, se meten en la misma calle a nadar a la vez. Los llaman "las bailarinas" y podría pasarme horas mirándoles. 

3.- Mirar la hora en el reloj de la muñeca. Me fascina. Me encanta ese gesto de agitar la muñeca, levantarse el jersey o la camisa (si llevan) y mirar la hora. Si es con correa metálica que suena, mejor. Lamentablemente en algún momento de un pasado cercano la mayoría de los hombres han decidido que llevar reloj no es cool. Las excusas van desde las más prosaicas del "me molesta, me roza, tengo 3 años y me pica" a las más intensas "paso de llevar reloj, estoy fuera de horarios". Buuu buuu buuuu. Y no, no me vale que mire la hora en el móvil. 

4.- Que planche bien. Agarrar la plancha y golpear con ella la ropa no es planchar.  Me da igual que un hombre limpie (quiero decir que es su casa y su suciedad y él verá) y no me emociona sobremanera que cocine. De hecho un hombre cocinando me aburre, me pongo a leer mientras prepara lo que sea. Con un hombre planchando de verdad no me concentro en ninguna otra cosa. El tío de la tintorería de mi barrio puede dar fe de esto, creo que hasta me mira raro. Confieso que no tengo claro si me gusta por el hecho en sí o por la rareza de encontrar a alguno que lo haga. Estoy pensando que no sé si debería catalogar esto como una fantasía. 

Me gustan los hombres. No todos, la verdad es que no me gusta casi ninguno pero me gusta ver a un hombre hacer estas cosas. Y no, no me gustan igual en una mujer. Y no, que me guste ver a un hombre hacer estas cosas no quiere decir para nada que quiera un rollo, un lío o una boda en Malibú. 

No quiero nada, sólo verle hacer esas cosas.