viernes, 26 de julio de 2013

MOLIMADRE NO CONFÍA EN MI.

Hace 2 días. Estoy sentada en el jardín leyendo y aparece Molimadre muy compungida. Se deja caer en el sofá, que es algo que nunca hace porque eso "no se hace". Uno se sienta, no se tira. 

- Moli, se ha roto la caldera. 
- Vaya por Dios. 
- He llamado, han venido a ver si se podía arreglar y no se puede. Hay que cambiarla. 
- Vaya por Dios, que putada. 
- Lo peor no es eso...
- ¿No? ¿Qué es peor? No me asustes. 
- Pues que vienen el jueves a colocarla y yo no voy a estar. Me voy de vacaciones
- Bueno, ¿y qué más? ¿Cual es el problema? No estás, no pasa nada. Yo sí estaré...
- Ya...
- Ya ¿Qué? ¿A quién llamas?
- A Pobrehermano Mayor, a ver si se puede coger el día libre para estar cuando vengan a poner la caldera. 
- ¡cuelga ahora mismo! A ver mamá...que estoy yo ese día. 
- Ya...por eso. 
- ¡Mamá! Que van a poner una caldera, no un acelerador de partículas. 
- Ya...pero es que tú...
- Si, ya lo sé. No soy Pobrehermano pero no te preocupes, si quieres pongo el teléfono en grabadora y te mando la grabación de todo lo que diga el técnico. 
- Qué graciosa....

Hace dos días a la hora de comer. Comensales: Molimadre, Pobrehermano Mayor y yo. Pobrehermano mayor está super en forma y hace cosas absurdas y totalmente incomprensibles como apuntarse y correr carreras de montaña de 60 kilómetros. Comentábamos esta enfermedad...porque Pobrehermano se arrepentía de no haberse apuntado a una carrera de 90 km que hay este fin de semana en la casa de las montañaz y que ya corrió el año pasado. 

- Pobrehermano tío, esta primavera te recuerdo que un día me cruce contigo por el pasillo y te dije ¿Dónde vas a estas horas? Me dijiste que a subir el Puerto de Navacerrada y bajar corriendo para entrenar para el absurdo trial ese que corriste. Te dije si no te daba pereza y me dijiste: "mogollón...Moli, no me dejes volver a apuntarme". Así que aquí estoy, nada de arrepentirte de no haberte apuntado. Es una manía absurda y te lo prohibo. 
- Pues ya me he apuntado a otra en octubre. 
- ¿Cómo que te has apuntado a otra? ¿Sin decírmelo? Esto no funciona así. Para empezar tienes que borrarte de esas páginas de FB de "Buenos días queridos runners, hoy amanecemos con nuevas carreras en el horizonte". Son una secta y son peligrosos. Bórrate. Y antes de apuntarte a nada, me llamas y yo voy y te lo impido. 
- jajajajajaja. Vale..pero vamos que ésta es corta, son sólo 50 kilómetros. 
- Vale. Estás oficialmente muy grave. La situación es alarmante. 
- jajajajaja..pero ¿qué dices?
- ¿TU TE HAS OÍDO? "Es corta, son sólo 50 kilómetros". 
- Deja a tu hermano en paz, está muy en forma. 
- Mamá...no empecemos. Además, lo digo por su bien. Pobrehermano ya tiene casi 40....y no se ha hecho las pruebas y lo mismo tiene lo mismo que yo y le puede dar un infarto. 
- ¡MOLI! 
- Joder mamá...si lo digo por tu bien, para la supervivencia de tu favorito. 
- Una cosa os digo para que lo sepáis. Yo no tengo planeado vivir mucho tiempo. 
- Jajajajajajajaja...

A Molimadre no le hizo ninguna gracia. Se le cambió la cara y creí que iba a caer desmayada sobre el arroz blanco. 

- ¡Hijo! No digas esas cosas. 
- Os lo digo en serio, no tengo ninguna intención de llegar a viejo. 
- jajajaja...vale, pero no te mueras antes que mamá. 
- Mmmm..vale, pero mamá, no te aferres a la vida. 
- Jajajajajajaja...me va a dar algo de la risa. Como sigas diciendo esas cosas, la que no llega a vieja es mamá. 
- Hombre, es que a ver si a mamá le va a dar por vivir hasta los 95 y me jode el plan de morir joven. 
- Hijo, por favor....
- Bueno, no te puedes morir antes que mamá, nos llevaríamos mucho disgusto y además, mamá no lo soportaría y moriría enseguida y nosotros 3 tendríamos que soportar dos disgustos seguidos.
- Moli, si tú te mueres antes también me llevaré mucho disgusto. 
- ya...pero no tanto, y las dos lo sabemos.  
- Bueno hijo, el jueves vienen a cambiar la caldera, como sólo estará aquí Moli...¿te puedes coger el día libre para estar tú?
- Ni de coña mamá...y además no hace falta. Es una caldera, no una estación espacial, hasta Moli es capaz. 
- ¿No te ibas a morir pronto? Joder, que parezco imbécil. He llegado a los 40 años sin problemas. 
- Ya...pero sin apéndice. 
- Iros a la mierda los dos. 
- Susceptible. 
- Favorito. 

Ayer. 8:30 de la mañana. Recibo al de la caldera en pijama y con mi mejor sonrisa. Voy recordando mentalmente las recomendaciones que Molimadre me ha dado antes de irse de viaje, después de llegar a su destino y me resisto a mirar el papel dónde me las ha dejado apuntadas.

- Guardar a los Perros de Aspecto Gigantesco. SI
- Abrir la puerta del jardín al operario. SI
- Sonréir. SI
- Decirle si se lleva la caldera antigua. SI.
-Desconectar electricidad. "En el panel hay dos interruptores que pone "caldera", esos". SI. Me rechinan los dientes comprobando la increíble confianza que tiene mi madre en mí. 

A las 9 suena el teléfono. Ya se quién es: 

- Hola mamá. 
- ¿Ha llegado el de la caldera?
- Si. 
- ¿le has abierto la puerta?
- No, le tengo diciendo la contraseña secreta. Pues claro. 
- ¿Has guardado a los perros?
- No, de hecho ahora mismo  viendo como devoran  al técnico. Pues claro. 
- ¿le has dicho que si se lleva la antigua?
- No, le he dicho que quiero hacerme una escultura con ella o hacerme un rinconcito de lectura. Pues claro. Tranquilízate. Todo va bien. La casa está en pie, los niños están bien, el operario está bien. Yo estoy bien. 
- Luego te llamo otra vez. 

Cuelgo. Suena otra vez. 

- Moli, soy Pobrehermano. ¿ha llegado el de la caldera?
- SI. 
- Vale. Oye...que me he venido al curro sin cartera y no tengo ni puta idea de dónde la he dejado. 
- Aha....- Menos mal que no está Molimadre. Seguro que pensaría que se la he escondido yo. 
- Mira a ver si de casualidad me la dejé en la mesa de blablablablablabla y me mandas un mensaje.
- Vale. 

Encuentro la cartera mientras me descojono pensando en cómo mi madre tiene cero confianza en mí y su hijo el superhéroe va por la vida sin cartera. 

Durante 3 horas de convivencia con el técnico de la caldera entablamos una bonita amistad. Al final, le hago todas las preguntas pertinentes que me había dicho Pobrehermano Mayor. Memorizo las respuestas, guardo el manual a buen recaudo. Le hago que encienda la calefacción y casi muero de la caloreta dentro de casa, recorro todos los radiadores comprobando que chutan, le doy una botella de agua, le firmo el albarán y todavía en pijama a la 1 de la tarde le despido agitando la manita mientras se pierde por la carretera. 

Saco a los perros. Llamo a Molimadre. 

- Ya está la caldera. Todo bien. 
- ¿Has dado la luz otra vez?
- Si claro. 
- ¿Has probado la calefacción?
- Si. 
- ¿Has soltado los perros?
- Si. 
- ¿te has enterado de todo? 
- Si, mamá...de hecho estoy pensando en hacerte un escrito pormenorizado. ¿Lo quieres ante notario?
- Muy graciosa.  

Ese mismo día más tarde. 

- Soy yo. ¿Qué tal la caldera?
- Joder mamá...pues bien. Parece que está a gusto. 
- ¿se lo has explicado a tu hermano?
- Si, se lo he explicado. Le he entregado el grial del libro de instrucciones y está todo correcto. 
- Vale. 
- oye mamá..que he bajado al médico y que ya me han quitado los puntos..
- tengo una llamada..luego te llamo. 

Cuelgo. Pobrehermano mayor está sentado a mi lado en el jardín. Le suena el móvil. 

- Hola mamá. ¿La caldera? 

Me mira y se descojona. 

- Bien mamá, la caldera bien. Sí está bien puesta y sí tengo el libro de instrucciones....

No sé como he llegado a los 40 sin que me atropelle un camión y sin matar a Molimadre. 


miércoles, 24 de julio de 2013

JUAN CUMPLE 40.



24 de julio de 2013. Cumples 40 años. Exactamente 5 meses y 12 días después que yo. Los dos tenemos 40 años y estamos mejor que nunca. Lo sabemos, nos miramos, nos lo decimos y sonreímos. 

Tienes el pelo gris, pero gris de verdad. Todo. Mirando las fotos que te he regalado, me he dado cuenta de que se te ha puesto gris del todo en los últimos 3 años. A mí me gusta, gris y con mil rizos. Estás más flaco, más fuerte y más estiloso. Estás más guapo que nunca. Mejor que nunca. Cuando vamos por la calle o conocemos gente nueva siempre pienso que deben flipar al verte y envidiarme porque soy tu amiga. Y eso solo por tu pinta, si te conocieran fliparian mucho más.

Porque eres un millón de cosas más que un tío de 40 años aparente. 

Eres unos brazos largos, muy largos. Cuando escucho la palabra envergadura siempre pienso en ti y en esos abrazos que me das en los que soy pequeña, pequeña. Eres lavarse los dientes durante 20 minutos mientras hablamos de la IIGM. Eres conversaciones absurdas que comienzan con "estoy leyendo un artículo super interesante sobre si es necesario tener un subuffer en un estudio de grabación" o "Moli, adivina cuales son las operaciones estéticas qué más se hacen los tíos". Eres chistes privados que nadie más conoce pero que a nosotros nos hacen morir de risa. Eres un humor negro, negrísimo que nos ha hecho llorar de risa en los peores momentos de nuestras vidas. Eres haber aprendido juntos a posar para las fotos. Eres la respuesta ingeniosa a una de mis ocurrencias sabiendo que te la devolveré con algo igual de ocurrente y divertido. Eres una casa con porche de madera en el que he tenido 8 años y 40. Eres andar descalzo. Eres el baloncesto. Eres un encuentro en bici del que seguro que no te acuerdas cuando teníamos 9 años. Eres Asterix y Obelix. "Chipolata no flirtees". Eres los conceptos "brisa antiprensa", "empleado ocioso precio desorbitado" o "alimento que corrompe como el Cola Cao". Eres un suspensorio sacado de un bolsillo en el momento más inoportuno. Eres besos en la cabeza. Eres viajar a Gijón a ver a los Rolling hace mil años. Eres un viaje a Benidorm, el último antes de hacerme mayor.  Eres el 24 de junio y el 24 de julio. Eres "Hola guapa". Eres una piscina vacía. Eres una fiesta dentro de una piscina vacía. Eres una noche hace mil años viendo una peli en Kinépolis y hablándome del grafeno y de que nuestros hijos vivirían 120 años. Eres tu butaca delante de la televisión. Eres un viaje a esquiar en Formigal en el que no pudimos esquiar ni un día. Eres hacer electricidad estática con tu pijama. Eres helado. Eres canelones. Eres Berlín y Paris. Eres Indurain y Nemov. Eres sacarme de quicio. Eres nadar. Eres sesiones de cine en tu salón con tu supertele gigante. Eres un desastre de memoria y yo soy tu generadora de recuerdos. "No me acuerdo de nada de eso pero sigue contadome qué fue lo que hicimos que empiezo a notar  un ligero aleteo neuronal, no sé si porque recuerdo algo o porque me molan mogollón estas historias que me cuentas". Eres Maus. Eres tener un revistero en el baño. Eres tener un pato y bañarlo en agua caliente. Eres tu padre y las cosas que hacíamos con él. Eres un bajo y un contrabajo. Eres tus chaquetas de lana azul marino que pesan un quintal y me arrastran por el suelo. Eres mil manías. Eres "peristaltismo de masa". Eres "yo controlo el báculo del poder". Eres El Señor de los Anillos el día del estreno. Eres hacer música con la boca. Eres unas manos grandes con dedos largos. Eres tu gesto de señalar con el índice cuando algo te gusta. Eres la expresión "dabutir" sin que suene macarra, ochentera y desfasada. 

Desde que yo cumplí 40 años hay tres cosas chulas que hemos hecho juntos: celebrar mi cumpleaños, ir a nadar juntos en una piscina vacía y  a ver a Bruce. Quiero volver a hacerlas todas, siempre, juntos. 

Quiero cumplir 80 y seguir siendo amigos. Quiero mirarte cada vez que nos vemos y sentirme en casa. Quiero ver tu wasap y saber que estoy a salvo. Quiero saber que si te llamo y te pido ayuda dejarás lo que estás haciendo para venir a abrazarme, decirme "no pasa nada"y darme un beso en la coronilla. Quiero reirnos juntos. Quiero ver una peli sin cruzar una palabra. Quiero que me digas que no cuando te planteo algo que no te mola. Quiero que me digas que si cuando te planteo algo que no te gusta pero que sabes que me hace ilusión. Quiero que las princezaz te llamen siempre "Juan tu amigo". 

Quiero que cumplas muchos más y que los celebremos juntos. 

Eres casa.  

Feliz cumpleaños. 




martes, 23 de julio de 2013

LOS CUADERNOS


¿Por qué lo apunté? Pues para recordarlo, claro, pero ¿qué es exactamente lo que yo quería recordar?¿Cuánto de todo aquello sucedió realmente? ¿Acaso sucedió algo? ¿Para qué tengo un cuaderno de notas? Es fácil engañarse a uno mismo en relación con todas estas cuestiones. El impulso de apuntar cosas resulta peculiarmente compulsivo, inexplicable para quienes no lo comparten y útil solo de forma accidental, solo de forma secundaria, de esa misma forma en que todas las compulsiones intentan justificarse a sí mismas”

Joan Didion. “ Los que sueñan el sueño dorado”. 

Los primeros cuadernos que tengo guardados son de cuando iba de campamento a Comillas, a la “English House”. Son 3. Uno con tapa azul, otro con tapa negra y otro con una especie de lechera holandesa muy rara dibujada encima de un fondo azul clarito.  A partir del 20 de julio, todos nos comprábamos un cuaderno ( a partir del segundo año lo llevabas desde casa) y lo pasábamos a nuestros amigos para que nos escribieran algo, un recordatorio o una frase ingeniosa y nos dejaran su dirección porque por supuesto íbamos a escribirnos. También intentabas que el que no te caía bien no te escribiera pero a veces era inevitable. En estos cuadernos yo no escribía, no hay nada con mi letra de 12, 13, 14 años...todo son dedicatorias de gente que recuerdo vagamente. “No vayas por el sol que un bombón como tú puede derretirse”. 

En el año 92, estuve de viaje por Escocia. Un viaje muy surrealista, lleno de anécdotas y aventuras.  Me dio por escribir un diario de ese viaje, un diario bastante divertido que luego presté a una de mis compañeras de viaje y nunca volvió a mí. Es un cuaderno perdido, mi primer cuaderno escrito perdido para siempre. O no. Nunca se sabe. 

El siguiente cuaderno que empecé fue en el año 97. No era un cuaderno de notas, apuntaba los días que trabajaba, los gastos que tenía  y los libros que leía. Eran anotaciones simples “Una semana en Tarrasa”, “4 días en Granada”. Era una libreta pequeña, azul con una flecha verde en la portada y anillas blancas.  

Cuando se acabó esa libreta, compré un cuaderno feo. Muy feo. Un sencillo cuaderno de anillas blancas, con cuadrícula y unas tapas negras de cartón malo. Lo compré en septiembre de 1997, empecé a apuntar cosas de unas conferencias de arte que iba en el Museo del Prado. Cosas como “Conferencia de Bernardo Atxaga. Un auténtico coñazo. Debería darle vergüenza hablar así”. Seguía apuntando los libros que leía pero sin ninguna explicación: “Diario de Anais Nin”, “La perla”. “Matando dinosaurios con tirachinas”. Nada más. Después hay páginas llenas de anotaciones sobre exposiciones que visitaba. Había empezado un master en Museografía y cuando iba a los museos, me ponía muy profesional y anotaba lo que me parecía bien y lo que no me gustaba. 

Después, en mi año negro, 1998, empecé a escribir allí cosas personales. Muy personales. Tan personales que nunca se las he dejado leer a nadie y nunca se las dejaré leer a nadie. Letra apretujada con una pluma que me había regalado mi abuela al terminar la carrera. Páginas y páginas de patéticas experiencias y pensamientos e ideas. Algunas casi ilegibles porque las escribía al llegar a casa bastante borracha. No hay una continuidad. Entre anotaciones de ese tipo, hay nombres de tíos y teléfonos. No recuerdo a ninguno pero supongo que en su día tuvieron que importarme algo si apunté sus teléfonos, aunque puede que no les llamara nunca o que los apuntara después de una única vez sabiendo que no les llamaría nunca. Es un cuaderno escrito hasta la última página, en los márgenes, en la portada, en la cara interior de la contraportada. Tiene hojas intercaladas escritas también con letra de colegio de monjas muy pegada. Hay cosas enganchadas con clips, entre ellas un poema horroroso sobre mis “pechos enharinados” que me escribió uno de esos tíos, del que si recuerdo el nombre. La portada acabó arrancada pero la conservo. Está tan destrozado y tan lleno de cosas que lo tengo guardado en una bolsa. Para que no se pierda nada y para no verlo. 

Después dejé de escribir en cuadernos. Sé exactamente cuando fue. Julio de 1999. Sencillamente se terminó. Compré un cuaderno nuevo, de cuadros y tapas duras, supongo que intentando que no se rompiera como el anterior, pero está impoluto, nada escrito, guardado en la mesilla de mi cuarto de Los Molinos. 

Hace un año alguien me dijo:

¿Por qué no llevas un cuaderno de notas? 
No lo necesito, me acuerdo de todo. 
Deberías llevarlo. Se te ocurren mil cosas y estaría bien que las apuntaras. 
No lo necesito. 
A mí me gustaría que lo llevaras. 

Lo pensé durante unos meses y como no estaba muy convencida, cogí una libreta de publicidad que tenía en los libros de colores. No era un buena libreta. Tamaño ni pequeño, ni grande y con las anillas arriba. Una libreta de esas que sacan los periodistas o los policías para escribir tres tonterías pero que no sirve para escribir en plan torrente porque nunca sabes si tienes que escribir hacia arriba o hacia abajo. Yo me entiendo.  Ideas para posts en este blog, listas para la docena, dibujos de laz princesas. Notas sobre cosas que me ocurrían y que no eran para posts pero que terminaron siendo posts. Libros para leer. Direcciones. A pesar de mi poca fe en llevar un cuaderno de notas, la llené en un par de meses.

Y me compré otro cuaderno. En septiembre u octubre del año pasado. Es un cuaderno rojo, con anillas blancas, con cuadrícula y tiene divididas las páginas por colores. Me senté y lo organicé. Copié incluso de la libreta anterior las cosas que me habían quedado pendientes, las ideas que no había organizado, los libros que no había comprado. Lo llevo encima siempre, en el bolso si salgo de casa. En Los Molinos lo acarreo de mi cuarto al jardín cuando me levanto por la mañana y lo subo a la mesilla cuando me acuesto. Pueden pasar días sin que apunte nada, pero otros, como cuando estuve la semana pasada en el hospital se me ocurre una idea y tengo que apuntarlo. Tengo que escribirlo en ese mismo momento. Enganchar esa idea y escribir todo lo que se me ocurra. Me pasa en el curro y muchas veces en el coche, aunque normalmente no paro a escribirlo. Pienso “me acordaré cuando llegue a casa”. Pero luego no me acuerdo. Se pierde. 

En ese cuaderno fui durante meses completando el post que escribí para mi cumpleaños. En ese cuaderno tengo otra nueva lista de libros, tengo las docenas escritas a golpes de inspiración y de desesperación. Tengo citas apuntadas a las que llegué tarde. Tengo ideas de regalos para un cumpleaños. Tengo frases copiadas de internet (“You never have to change anything you got up in the middle of the night to write”. Saul Bellow) y trozos de artículos de periódicos. Tengo fragmentos de conversaciones en la pradera y conversaciones con laz princezaz. Entre sus hojas tengo postales de una exposición de Klee, unas cuantas fotos en papel que me hizo Morenaza, el parte del hospital, notas de C y algún artículo recortado del periódico. Tengo un poema que me escribió M por mi cumpleaños y hoy por sorpresa he encontrado una especie de poema escrito por mi el 17 de mayo. Jamás había escrito nada así. ¿Yo he escrito eso? 

Todos esos cuadernos están guardados en el baúl que me hace de mesilla, supongo que si hubiera un incendio en mi casa, sería lo único que me llevaría. 

“Pero nuestros cuadernos nos delatan, porque por muy diligentemente que anotemos lo que vemos a nuestro alrededor, el común denominador de todo lo que vemos es siempre, de forma transparente y desvergonzada, el implacable “yo”.

Joan Didion. 



viernes, 19 de julio de 2013

EL PINO

Es lo primero que te encuentras al entrar en casa. Bueno, lo primero son los dos perros ladrándote si eres un extraño o dándote besos de babas si eres un conocido, pero justo después, en lo primero que te fijas es en él. 

Es un pino. Grande. Enorme. Con un tronco muy grueso y ramas fuertes que se extienden dando sombra a toda esa parte del jardín. Tiene una copa redonda muy frondosa y muchas piñas. El tronco mola porque tras un primer tramo grueso se abre en horquilla a una altura que permite trepar y subir. Las ramas principales son bastante horizontales y de una de ellas, gruesa y resistente cuelga un columpio. 

No siempre fue así de grande. Cuando compramos la casa hace 31 años era una “bola de pino”, un “arbusto pinoso”. Una masa informe de ramas en medio del jardín. No lo recuerdo pero supongo que mis padres valoraron la opción de talarlo completamente. Al final decidieron hacer una poda drástica para intentar que aquella bola de ramas tuviera pinta de árbol. 

Ahora, 31 años después, no solo tiene pinta de árbol. Es mucho más que eso. Es un pino espectacular, majestuoso y digno y al mismo tiempo  es extrañamente entrañable. Es más alto que la casa y sus ramas, que en su día eran unas varitas con poca consistencia, alcanzan el porche, las ventanas del salón y el cuarto de las fieras. De hecho, desde esa ventana solo se ve pino y vagamente un poco de jardín detrás. Mola porque desde ese cuarto se escucha al pino por la ventana.  Cuando hace mucho viento, cuando llueve, cuando nieva o incluso cuando no hay nada de eso, desde esa ventana se escucha al pino: las ramas agitarse por el vendaval golpeando los cristales, el agua cayendo y resbalando por las ramas y de ahí al suelo, las ramas crujiendo cuando se acumula mucha nieve y las acículas mecidas por la brisa a la hora de la siesta en verano 

Tengo mil recuerdos de ese pino. Recuerdo el primer verano en esta casa, sin sombra y con todo un jardín para descubrir, antes de la poda drástica, nos metíamos entre sus ramas para hacer nuestra guarida pegados al endeble tronco que tenía por entonces. Recuerdo, bueno, más que recordarlo es que hay fotos, el día que Molimadre disfrazó a Molihermana de Madame Pompadour y a Pobrehermano Pequeño de M.A. y posaron debajo del pino.  Recuerdo encuentros tórridos, muy tórridos pegados al tronco en madrugadas un poco alcohólicas y bastante arriesgadas. Recuerdo siestas de verano debajo de sus ramas que se convertían en deporte de riesgo cuando empezaban a caerte piñas justo cuando te habías quedado dormido.Unas piñas muy gordas petadas de piñones. Recuerdo aperitivos fin de fiestas con 50 personas todos debajo del pino zampando sin parar. Recuerdo mirar desde la ventana del salón y ver  a Molimadre llorando abrazada a mi padre  mientras le decía que se iban a París a celebrar su 50 cumpleaños.  Recuerdo a los distintos perros que hemos tenido: Capo, Bronco, Patas y Putoperro ladrando debajo como fieras para asustar a la familia de ardillas. Lo consiguieron, ya no hay ardillas.  Recuerdo broncas entre Pobrehermano Mayor y Molimadre, él cabalgando sobre las ramas con la motosierra en la mano y ella gritándole desde abajo qué rama cortar.  Recuerdo la conversación de todos los veranos sobre la conveniencia de hacerle otra poda “drástica” para que le de el sol a la piscina y como se desestima todos los años. Mejor agua a temperatura “serrana” que tocar el pino. Recuerdo el día que en el primer verano de M colgamos un columpio que todavía sigue ahí y en el que hemos pasado horas. Recuerdo fiestas de cumpleaños de C con la mesa puesta debajo del pino para resguardarnos del sol de agosto.  Recuerdo a todos nuestros perros durmiendo a su sombra. Recuerdo piñatas colgadas de sus ramas. Recuerdo muchísima nieve a su alrededor y más nieve cayendo desde sus ramas. Recuerdo a las princezaz el verano pasado intentando convencer a Pobrehermano Mayor para que construya una casa en el árbol. Les dijo que sí, pero que para él. 

Llevo una semana pasando la mañana sentada en una mesa a la que también da sombra.       Lo veo, lo escucho y lo siento. Estoy escribiendo y cuando me atasco en algo, levanto la mirada y veo el columpio moverse ligeramente. Mientras estoy leyendo oigo las ramas que se mueven. Mientras dormito en el balancín, siento que el pino esta ahí, mirándome mientras me recupero de la operación. 

Me acompaña.

Ese pino es casa.