jueves, 24 de enero de 2013

MI TARDE CON ENRIC GONZÁLEZ




Por razones que no vienen al caso estoy disfrutando de unas vacaciones de solterismo. Solterismo desde las 9 de la mañana que despido a las princezaz que se van al colegio, hasta las 5 que como buena madre (aunque falsa) las recojo en el colegio. 8 horas libres a mi entera disposición. 

Como llevo 12 años, 1 mes y 23 días condenada a la vida en el polígono de Mordor, cuando disfruto de días laborales en Madrid me comporto como si fuera de provincias. Voy caminando asombrada de la cantidad de gente, de los coches, de las muchísimas tiendas que hay y de la actividad incesante de la ciudad. Me paso la vida en un polígono industrial, en las brumas de Mordor que apestan a pienso de perro y con bolas de paja que ruedan…llego a Madrid y me siento Alfredo Landa en Vente a Alemania Pepe. 

El caso es que estoy disfrutando de mis vacaciones de solterismo muchísimo. Y no, no me gustaría pasarlas con las princezaz y El Ingeniero por ahí. Esto me va a restar puntos en el ranking de madres entregadas pero me da igual. Estoy feliz. 

Además de feliz, estoy superenergética y con ganas de hacer cosas y una de las cosas que me apeteció hacer ayer fue ir a la presentación del libro de Enric González que hacían los intensos de JotDown en la librería Méndez en la calle Mayor. 

Cumplí un poco por encima mis obligaciones maternales de tarde con laz princezaz y salí corriendo a pillar el metro.

-        Mami, ¿dónde vas?

-        A la presentación de un libro.

-        ¿Más libros?? Pero si tienes miles...

-        Ya pero este es de un escritor que me gusta mucho…

-        Mami…te gustan más los libros que nosotras.

-        ¡Claro que no!! Pero con vosotras estoy todas las tardes y este señor solo está hoy.

-        Bueno...vete pero tráenos algo. 

Con la conciencia tranquila por el permiso de las princesas y mi carácter de madre desnaturalizada me lancé al metro a las 6 de la tarde. Y para seguir cumpliendo con mi papel en la vida...llegué tarde. 

Estaba completamente petado. Fui capaz de abrir la puerta, cerrarla y quedarme pegada a ella. Había muchísima gente, muchísimos, muchísimos tíos y todos obviamente  más altos que yo. Allí estaba yo, al final de la librería, con mi abrigo de caperucita roja sin ver nada. ¿He comentado que había muchos tíos? Una proporción alarmantemente alta de tíos...conté 10 tías en toda la librería...en fin, pensé que mi afición por Enric era compartida por más mujeres. 

Poco a poco,  y haciendo la lagartija fui avanzando posiciones, hasta conseguir colocarme cerca de una estantería dónde apoyarme y dejar el bolso y el abrigo. Lamentablemente estaba al lado de Pérez Reverte pero no se puede tener todo. 

Desde esa posición estuve escuchando hora y media a Enric y a Ramón Lobo sin verles. Sólo oía lo que contaban del libro, de la vida de Enric, anécdotas, quejas, lloriqueos periodísticos (de esto ya escribiré un post). Habló sobre sus libros, sobre su fichaje por El Mundo, comentaron la manifestación que durante un rato atronó la calle Mayor…Estuvo muy entretenido, un poco largo para los que estábamos de pié sudando la gota gorda pero muy entretenido.  Hubiera estado mucho mejor si no hubiera tenido que escuchar las cosas que P. Reverte decía alegremente pensando que nadie le oía o pensando que los que le oíamos le hacíamos la ola. En cualquier caso, me sirvió para comprobar que yo tenía razón en mi apreciación sobre él.
Al terminar el charleto, seguí haciendo la lagartija y mágicamente acabé la quinta para que Enric me firmara el libro. Por fin le vi. 

Enric se ha dejado el pelo largo, un poco rollito Richard Gere. No soy muy fan de Richard Gere, pero me parece una buena técnica. Primero Enric demuestra que no tiene un problema de caída capilar y segundo se tapa las orejas de soplillo. El único problema que le veo es que ese pelito largo derive hacia la ya conocida tendencia a envejecer hacia señora mayor que ya he comentado por aquí. Enric, no me hagas eso.
Al llegar mi turno y como me corresponde tuve una conversación absurda con Enric. 


-        Hola... ¿Cómo te llamas?

-        Molinos.

-        ¿Molinos? ¿Has dicho Molinos?

-        Bueno, si...es una historia larga pero es que publico con ese nombre...

-        ¿Escribes?

-        Bueno...sí, más o menos...algo parecido.

-        Vale, seguro que no dedico más libros a nadie con ese nombre.

-        Así pensado mola. 

Puestos a hacer el frikifan decidí tirar la casa por la ventana y le pedí si se haría una foto conmigo. 

Nos hicieron mil. Ahí estábamos, de pié, mirando a mi móvil y 3 cámaras más,  sonriendo como unos pánfilos. Era casi como un photocall, me faltaba el palabra de honor absurdo. 

-        Habéis salido movidos.

-        Soy yo que estoy temblando de la emoción con esta chica.- dijo Enric. 

Y ahí que me fui sonriendo más feliz que una perdiz. 

Salí y jarreaba. 

Una tarde genial. 

Ah casi lo olvido. Ramón Lobo es como Santa Claus pero con la barba recortada. Dijo que hacia las camas por la mañana y había aprendido a hacer pan. Quiero adoptarlo. 

Y casi olvido también que una descerebrada me reconoció pero no se atrevió a saludarme. Jamás pensé que diría algo así. 

Mi primer post sobre Enric

miércoles, 23 de enero de 2013

SESUDO ANÁLISIS DE LAS PELIS MALAS DE MIEDO.



Las pelis de miedo buenas son cojonudas. Son unas películas que además del factor acojonarte hasta el infinito son pelis bien hechas, con historia, personajes, atmósfera y que crean interés y un miedo que te cagas. 

Ni que decir tiene que hay muy pocas pelis de miedo de ese estilo. 

La pelis de miedo malas son espantosas y además no dan miedo. Dan asco, dan susto, dan pesadillas, aburrimiento supremo,  pero miedo, miedo que te cagas no dan. 

Hacer una peli de miedo espantosa  es coser y cantar. 

Veamos cómo. 

Para empezar necesitamos gente corriendo. Gente corriendo sin criterio  y absurdamente. Hay dos tipos de carreritas tontas. Aquellas en las que se huye de un  asesino o maniaco que persigue sin mucho criterio pero que termina siempre con la más guapa del casting o aquellas en que se da vueltas como pollo sin cabeza porque hay espíritus o fantasmas; en éstas se corre pero menos. 

Los protagonistas deben ser analfabetos o gafapastas con algún tipo de disfunción social. Si se mudan a una casa increíblemente barata e increíblemente estupenda, muestran una total despreocupación hacia esa puta coña que han tenido. No hay suspicacia como la que  cualquiera de nosotros desarrollaría: mmm... ¿una casa tan cojonuda con 7 dormitorios, árboles en el jardín y porche con columpio por 12.000 euros? aquí hay gato encerrado. No, a ellos les parece que han tenido mucha suerte, se abrazan y  allí que se meten. 

Tú como espectador ya estás cabreado porque sean tan gilipollas. Que no es que estés en contra de personajes idiotas, de hecho dan mucho juego, pero es tan obvio lo que va a ocurrir que ves como el facto miedo se aleja por el horizonte y llega a tu pantalla el factor: que previsible es todo. 

Continuemos. Para el buen desarrollo de la trama es fundamental que los protagonistas carezcan de visión periférica y se limiten a ver lo mismo que el caballo de un picador. Por eso cuando las imágenes en los espejos, el asesino en serie o 7 babuinos enfurecidos bailan por la habitación ellos giran la cabeza rápidamente pero ¡mecachis! no consiguen verlos. Dan vueltas hasta que se marean y salen de la habitación pensando: me lo habré imaginado. 

Tú como espectador no solo has visto al fantasma, al asesino y a los babuinos, es que además antes de que si quiera el protagonista entrara en la habitación ya sabías que iban a aparecer. Las pelis malas de terror pueden darte la impresión de que ves el futuro.

Para identificar al protagonista que conseguirá salvarse a pesar de que es el más odiado por los espectadores solo hay que guiarse por el oído. La mujer o el niño que grite como un cerdo en una matanza,  es el inconsciente disfrazado de  valiente que a pesar de merecer morir entre horribles dolores en el minuto 5 aguantará hasta el final. Llegará jadeando como si hubiera corrido el maratón o echado el polvo del siglo y sí, da igual que sea un niño. 

Por supuesto hay que tener en cuenta que la inteligencia no está bien vista en este tipo de películas.  Normalmente aparece un personaje inteligente que dice lo único coherente y con sentido de todo el guión. Algo que el espectador piensa: hombre por fin alguien que ponga un poco de orden en este absurdo.  Por supuesto lo que dice es desechado por el resto de personajes oligolérdicos que opinan que el listo está flipado. El listo muere, lo que les debería demostrar a los pasmados que lo mismo es mejor pirarse,  pero algo tan obvio les pasa desapercibido y se quedan allí mirándose las uñas con su visión con orejeras. 

Necesitamos niños. Hay que elegir de qué tipo queremos los niños en la peli mala de miedo. Tenemos los niños que dan  un miedo que te cagas o los que se pasan toda la peli a punto de palmarla pero sin enterarse. Ambos grupos son odiosos y el espectador quiere matarlos desde el minuto 1. De hecho, nada como una peli  mala de miedo para cortar las efusiones reproductivas en caso de tenerlas. 

La casa molona e increíblemente barata,  tendrá por supuesto una mala instalación eléctrica que funcione con bombillas de 20 vatios y unas puertas misteriosas que no abran pero que tendrán pomos que giren con mucha holgura. Por supuesto los protagonistas con cero actividad neuronal después de comprar la casa al encontrar una puerta que no se abre, se quedan tan tranquilos y no llaman a nadie para tirarla  abajo, ni se les ocurre desatornillar el picaporte.  Suelen esperar a que la puerta se abra sola y por allí salga una luz sospechosa, sospechosa para todos menos para ellos. 

Por último necesitamos un director al que le flipe el preciosismo. Esto quiere decir que se sienta poético, especial y con mucho gusto y se dedique a plagar la película de planos a contraluz, planos con ventanas abiertas por donde entra una  brisa que mueve las cortinas, planos oscuros como boca de lobo en los que de repente aparece una lucecita por donde vemos al protagonista sin visión periférica haciendo el gilipollas. Y eso, se supone que te va a dar miedo. 

Las pelis malas de miedo son como las malas pelis porno. Todo es tan obvio como en ellas “soy el fontanero y vengo a arreglarle las cañerías” “Hola, soy el asesino y vengo a perseguirte para casi matarte pero soy un incapaz y no lo conseguiré” 

Una buena peli de miedo, una de las que acojona hasta el infinito es aquella en la que el terror viene de algo cercano, cotidiano, que está ahí al lado y parece inofensivo. En una buena peli de miedo no hay ni un plano oscuro, todo el terror está ahí a plena luz y no te puedes creer lo acojonado que estás. 

Pensad en Los Pájaros, pensad en El resplandor y acojonaos. O mejor sentaos a verlas. 

Es como una buena sesión de sexo...nada de velitas, nada de cena romántica, nada de hotel con encanto…una mañana cualquiera a plena luz y sin que te lo esperes. Eso mola mucho más.

lunes, 21 de enero de 2013

T.O.C.A.: Trastorno obsesivo compulisvo absurdo


- Moli ¿has pensando algo para cenar?
- Si, un kiwi y un yogur.
- Joder Moli, no puedes seguir así te vas a consumir.
- No puedo más, he cocinado para mañana, las princezaz han cenado y solo quiero sofá, libro y tener pulso periférico.
- Cocino yo…voy a hacer patatas bravas y aros de cebolla.
- ¿Patatas bravas y aros de cebolla? ¿Ahora? ¿No te da pereza?
- No, tú quédate ahí que yo me encargo.

Me zambullo en mi libro intentando no dormirme, últimamente la comida ha dejado de ser una prioridad vital, de hecho ha dejado de ser vital.

- ¿Qué es eso?
- La salsa de las bravas.
- ¿Seguro? ¿eso es la salsa?
- Haz el favor de probarla. No critiques antes de tiempo.
- Pero es que es marrón oscuro. No parece salsa brava. Tampoco parece salsa..¿la corto con cuchillo?
- Moli, pruébala.
- Vale
- Y ¿bien?
- Sabe a algo marrón oscuro que no tiene nada que ver con la salsa brava.
- Tienes razón. No me ha salido bien. Tengo que seguir probando.

Terminada la cena, sigo en mi rincón leyendo. El ingeniero en su lado del sofá ve el futbol, lleva los cascos puestos y mira el ordenador. Pienso: qué tío...ve el futbol, lo escucha por la radio y encima mira el correo. Le envidio esa capacidad para seguir siendo persona a las 11 de la noche cuando yo a duras penas consigo saber ni siquiera quien soy.

- Moli...
- Dime...
- No te lo vas a creer, pero me acabo de ver 20 videos en you tube sobre cómo hacer la sala de las patatas bravas y ¡¡no hay ninguno igual!! Y todos dicen “receta original, la verdadera salsa brava”…
- …..
- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? ¿A ti también te parece raro?
- Ingeniero...a mí lo que me acojona es la primera parte de tu frase “he visto 20 vídeos en you tube sobre como hacer la salsa de las patatas bravas”... ¿NO VES LO FRIKI QUE ES ESO??
- …un poco, ¿no?
- ¿UN POCO? ¡¡Ahora mismo debes ser record guinness “el tío que más videos de patatas bravas ha visto en su vida”!!
- Moli…ya sabes cómo soy…me obsesiono con algo…


Esto de las bravas no es un caso aislado. Antes de esto, hemos tenido dos años dedicados al boquerón. Todas las semanas aparecía con misteriosas bolsitas del supermercado con boquerones. Teniendo en cuenta que para M los boquerones son como kriptonita para Supermán, su manipulación en la cocina y posterior almacenamiento nos convertía al Ingeniero en uno de los científicos de ET. Hemos tenido permanentemente boquerones en la nevera hasta que ha conseguido hacer los boquerones en vinagre perfectos. Ya sé lo que estáis pensando: Moli coño pues fenomenal, ahora comerás boquerones en vinagre cojonudos.

Pues no. Por que cuando alcanza el reto, se aburre, ya no tiene gracia. Así que he estado dos años haciendo cata de boquerones duros como piedras, directamente incomibles, salados, sosos, avinagrados, aceitosos, tiesos como la mojama, vomitivos, pasables, asquerosos, con una textura blandengue repugnante …hasta alcanzar la perfección boqueril.

- Joder...¡¡estos están cojonudos!!

Y nunca más.

No solo tenemos compulsiones culinarias. También hemos tenido un Excel con todos los vinos de menos de 2 euros a la venta en todos los supermercados en 2 km a la redonda de casa y en todos los supermercados de los sitios donde hemos ido de vacaciones durante dos años. Y en mi cuaderno de recetas, tengo un Excel con el coste pormenorizado del gazpacho casero incluido el gasto de agua y electricidad comparado con el coste de un litro de gazpacho comprado.

Lo voy a decir cristalino: los tíos son muchísimo más compulsivos que las tías. Es más, son compulsivamente absurdos.

Y luego yo soy la rara porque tengo un blog.

Compadecedme, me quedan muchas salsas de colores rarunos que probar.

sábado, 19 de enero de 2013

UNA DOCENA DE CONSEJOS PARA QUE A TUS HIJOS LES MOLE LEER




Todos sabemos leer. A todos nos enseñaron, dominamos (en teoría)  la técnica  por la que unos signos extraños adquieren un sonido y luego se unen formando palabras, frases y párrafos llenos de significado.
Pasar de ver la lectura como algo que sirve para moverse para el mundo, algo obligatorio   a disfrutarla como uno de los mayores placeres que tenemos a nuestro alcance es otro tema y no todo el mundo lo consigue.
Todos queremos que nuestros hijos lean, que se aficionen a la lectura, que descubran ese placer a su alcance, al que podrán recurrir siempre para aprender, para soñar, para disfrutar, para pensar, para llorar a mares, para reírse a carcajadas, para descubrir otras vidas, para evadirse. Leer para vivir. 
¿Qué podemos hacer para transmitirles ese interés? ¿Para conseguir que la lectura sea un hábito y un placer? No hay una receta mágica...pero hay unas cuantas cosas que sí podemos hacer.


1. Leer, leer, leer, leer, leer, leer

Esto es tan obvio que da vergüenza tener que decirlo pero si tú no lees jamás, si tus hijos no te ven leer ¿cómo van a aficionarse a algo que no conocen, que les resulta ajeno? Tienen que verte con un libro en la mano. Igual que tu hijo jamás será tenista de éxito si no lo llevas a jugar al tenis, tampoco se aficionará a leer si no lo ve la lectura como algo normal a su alrededor.


2.  Tener libros en casa


Tener libros en casa, tenerlos en estanterías en el salón,  en tu cuarto, en su cuarto, en una pila en tu mesilla, encima de la mesa. Organizados por temas, por orden alfabético, sin ningún tipo de orden. Libros como algo habitual y normal, no como algo “místico” y lejano. Libros gordos, libros finos, libros con muchas fotos y poca letra, libros sin dibujos, libros pequeños, grandes, de colores, libros nuevos, libros viejos, heredados, comprados, usados.   


3. Llevarles a la biblioteca

Para hacerles conocer los libros y su mundo nada mejor que llevarles a la biblioteca. En casi todas ellas hay una zona infantil llena de libros pensados para ellos en sus distintas etapas. Tampoco hay que volverse loco y un fundamentalista absurdo y empeñarse en llevar al niño de 1 año a la biblioteca todas las semanas porque sencillamente no se entera, pero a partir de los 3 o así conviene crearles el habito de ir de vez en cuando (semanal o quincenalmente) a la biblioteca. Las actividades que organizan allí como talleres de lectura, cuentacuentos y demás están muy bien, pero no hay que olvidar cual es su función principal: prestar libros. Hay que enseñarles cómo funcionan, hacerles el carnet y dejarles pulular por las estanterías y que cojan lo que quieran.  

4.  Trato con los libros

Leer no implica solo juntar las palabras. Leer implica que te gusten los libros, tenerlos, usarlos, colocarlos, verlos en las estanterías, ordenarlos, desordenarlos, prestarlos.   Tienen que verte tratar con los libros, acarrear uno al sofá, de ahí a la cama, leer mientras desayunas, llevar un libro en el bolso, a la playa, en vacaciones. Leer en la sala de espera, en el parque mientras ellos juegan.  Verte usar y tratar los libros los hace cercanos, los acerca a su vida. Tener libros y poder tocarlos, manejarlos, y usarlos los hace a la vez cercanos en el trato y misteriosos en el contenido.  


5.  Establecer una rutina lectora  

Igual que se enseña (o se intenta)  el hábito de comer, de dormir, de ducharse y de recoger la habitación se puede enseñar a adquirir el hábito de la lectura. Advierto que es duro y a veces fantasearás con el pensamiento “bueno, si no se aficionan a leer tampoco pasa nada”...porque a  última hora del día, cuando ya lo tienes limpios, cenados y acostados...la rutina de “leer un cuento” puede ser terrorífica según el día, el cuento y su estado de ánimo. 

Por supuesto para esto hay que desechar la idealización esa de las pelis que todos tenemos en la cabeza: ellos empijamados, tú pletórico de fuerzas y colmado de amor por tus hijos, iluminados por una lámpara de princesas, dinosaurios o astronautas en una escena idílica leyendo un cuento molón. La realidad se asemeja más a tú utilizando tus últimas fuerzas del día, mientras ellos protestan y tú lees por enésima vez un cuento espantoso y que a pesar de tener 20 páginas  se te hace eterno.  Por supuesto y por si alguien cree en ello, los niños JAMÁS se duermen mientras les lees un cuento  y si hay más de uno se pelearan por el sitio, por ver, por el cojín, por la almohada...

Tampoco hay que fanatizarse con eso, si un día no te apetece o ellos no tienen ganas, no pasa nada, pero piensa que al final funciona. Un día llegarán y dirán: me voy a la cama a leer...y se te caerán las lágrimas de la emoción.  

Después llegará el día en que no habrá manera de apagarles la luz, pero de eso ya te preocuparás más adelante.  

6.Nunca obligar a leer un libro

Que lean lo que quieran, obviamente dentro de lo que es más o menos adecuado a su edad, pero nunca obligarles a coger un libro sencillamente porque a ti te encantó. Que lean lo que quieran, que se atiborren a Gerónimo Stilton, o Harry Potter o que decidan leer solo libros de fantasía. Exactamente lo mismo haces tú,  lees lo que te apetece, lo que te llama y poco a poco has ido saltando de unas cosas a otras, lo mismo les ocurrirá a ellos si les dejas  y llegarán a dónde tú quieres, a dónde a ti te interesa que lleguen, a leer algo que te gusta a ti y poder discutirlo con ellos.  Primero se adquiere el hábito de leer y después el gusto lector…y el gusto lector es muy personal y puede que no lo compartáis o que tardéis un tiempo en compartirlo.

7. Que lean cómo y cuándo quieran

Una vez que han adquirido el hábito de leer, pueden tener rachas de no soltar el libro y otras de no apetecerles o dejarlo a los diez minutos. Déjales, es su ritmo lector igual que tú tienes el tuyo. Puede que lean muchísimo en invierno y en verano se dispersen, puede que no dejen el libro en la playa y no te hagan ni caso, puede que lean tirados en el suelo, subidos a una mesa, que les den las dos de la mañana o que no lean en un mes. Déjales a su aire...poco a poco lo controlaran.  

8. No regalar libros en contraposición a juguetes 

Leer es un placer y jugar también. No son cosas opuestas y nunca jamás hay que decir cosas horribles del tipo: “no te regalo un juguete, te regalo un libro” como si un libro fuera lo bueno y un juguete lo malo.  Hay tiempo para jugar y tiempo para leer y atiborrar a un niño de libros cuando lo que quiere es una muñeca o motos o coches o unos patines es una putada y un sinsentido;  seguirá queriendo su juguete, odiará el libro y te odiará a ti.

9.  Enseñarles parafernalia libresca  

Escribir su nombre en el libro cuando lo compran o se lo regalan, ordenarlos en la biblioteca, tener un cuaderno donde apunten los libros que han leído, que han cogido de la biblioteca, quién se los ha regalado. Hacer dibujos de los personajes y ponerlos en la nevera mientras los están leyendo, buscar las pelis sobre los libros después de que los hayan leído…todo un mundo de cosas para hacer que  no mejoran la lectura pero que mola y engancha.

10. Darle un poco de misterio  

Establecer con ellos un vínculo misterioso a través de los libros. Rebuscar entre tus libros el título justo que quieres o comprar el libro que en  un determinado momento te marcó y quieres regalarles y dárselo diciendo: “Mira, este libro lo leí yo cuando tenía tu edad y me encantó, espero que te guste”.  Por supuesto, volvemos al punto 6, no hay que obligarles a leerlo. Se echa la caña y se espera…con el tiempo acaban picando.  

11. Compartir una lectura en alto   

Esto no es exactamente  igual que establecer una rutina lectora. Cuando les lees un cuento por la noche lo haces para que se acostumbren a tener ese rato para leer, compartir una lectura en alto persigue otra finalidad. Se trata de acercarles un libro más de mayores, que ellos solos no podrían leer porque “es demasiado gordo” e introducirles en ese mundo de tu mano. Tú lees en alto y ellos escuchan, preguntan lo que no entienden, se preocupan por los personajes, por lo que pasará, por lo que no pasará, a veces querrán que sigas leyendo más allá de tus fuerzas, otras veces no querrán que empieces, querrán leer ellos en alto…Compartir esa lectura tiene que ser un momento especial y que al terminar digan: cuando sea más mayor lo voy a leer yo solo.

12. Leer, leer, leer, leer

Es obvio pero indispensable y por eso lo repito. Si tus hijos te ven leer, te ven disfrutar con la lectura. Ven que en cuanto tienes un hueco te pones a leer, que tratas los libros con mimo, que los quieres. Te ven reírte, llorar, abstraerte. Si contestas a sus preguntas con algo como “Lo he leído en un libro” o al ver una película les dices: “en el libro pasan más cosas”…les irás metiendo poco a poco el gusanillo de la lectura, del interés y el amor por los libros.  
Leer mola, enséñaselo.

Este post se publicó en Una docena de hace una semana.  Es uno de los que más me gusta de todos los que he escrito en 5 años de blog.