La señora de la limpieza encargada del aseo de la zona imperial en los libros de colores es una majorette.
Ahí dejo eso.
¿Qué como lo sé? Por las pistas.
Limpiar la zona imperial de los libros de colores es el retiro dorado de la limpieza de oficinas. Lo que viene siendo un chollo.
Para empezar JS y yo somos limpios y bastante ordenados, y no tenemos cachivaches por medio de los despachos como en otras zonas de los libros de colores. Además, cuando viene a ensayar su número de majorette (perdón...a limpiar), nunca estamos, cosa que no ocurre en otros departamentos donde hay turnos y siempre hay gente entorpeciendo sus contoneos al son de la música (perdón, su trabajo de limpieza). JS y yo dejamos la zona imperial completamente libre para que la señora de la limpieza realice sus funciones con total libertad.
¿Cómo sé que es una majorette?
Después de una concienzuda observación de las pistas he llegado a la conclusión de que su máxima laboral es: Si no se puede limpiar mientras evoluciono por los dos despachos al son de la música mientras hago malabarismo con el plumero, es que no merece ser limpiado.
Por eso las manchas de tinta de mi mesa (escribir con pluma tiene estos pequeños contratiempos) se han convertido en tatuajes permanentes en el tablero color “cerezo”. (Nota mental, preguntar a los de montes porque este color se llama cerezo). Por lo mismo un par de cajas de cartón debidamente aplastadas y dejadas al lado de la puerta con el cartel “para tirar” continúan ahí, y por lo mismo las hojas muertas de las plantas de JS dan un bonito toque otoñal a su mesa rinconera. No me he asomado a lo alto de las estanterías porque sinceramente a mí lo que me toca los cojones de la señora de la limpieza no es que quitar la mugre no esté entre sus prioridades, no. Lo que me saca de quicio y o mucho me equivoco o va a provocar un derramamiento de sangre es que: ¡¡ deja puesto el hilo musical en mi despacho!!! Y lo hace a mala idea, además.
Llego por la mañana, abro la puerta, entro con los brazos ocupados con la prensa, libros de colores, el correo, el bolso, la bolsa de la piscina y mis pasos resuenan en el suelo de madera de la zona imperial. Enciendo el ordenador, dejo los papeles en el despacho de JS, me quito el abrigo, abro el cuaderno, blasfemo porque las cajas de cartón siguen acumulando polvo, voy a por agua...vuelvo y me siento en el ordenador. Tecleo la contraseña y percibo un leve sonido…
diría que es…no, no puede ser...debe ser una pesadilla...no, si es...¡¡ y qué más daaaa ja aja ja...sin son cosas de la edad!!! MODESTIA APARTE. (1)
Dios mío, estoy en el infierno. Me he muerto y me han mandado al infierno. Solo puede ser eso, trabajar a la vez que escuchas a Modestia Aparte. A ver, seguro que hay una explicación más sencilla… ¿por qué suenan en mi despacho? Yo no tengo activado el hilo musical (2). Sé que ayer apagué la ruedita que hay al lado de la puerta y puse un post ir donde se especificaba claramente:
NO SUBIR EL VOLUMEN.
Levanto la vista y veo el desafío. El post ir ha volado y la ruedita está justo justo en el punto de volumen en el que no me doy cuenta de que el puto hilo musical está activado...hasta que me siento en la silla.
Cierro los ojos y la veo, evolucionando por mi despacho al ritmo del hilo musical, levanto la pierna, moviendo el plumero y pasando de mis cajas, mis manchas de pintura y pasando por alto completamente el papel que desborda la destructora de papel. La veo terminar su número, colocar la ruedita en el punto exacto de volumen y saliendo de mi despacho con una sonrisa y la satisfacción del deber cumplido.
Mi majorette es astuta...sabe como sacarme de quicio….pero yo lo soy más…voy a arrancar la ruedita de su sitio y dejar los cables al aire…a ver si además de agitar el plumero y contonearse, sabe de electrónica.
(1) Modestia aparte me provoca brutales instintos asesinos.
(2) El hilo musical es un invento diabólico del que tendré que hablar otro día. Tiene múltiples variantes a cual más mortífera.