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martes, 30 de julio de 2013

NOSOTROS Y NUESTROS MÓVILES

Hace 15 años nadie o casi nadie tenía móvil y el que lo tenía  lo usaba para hablar por teléfono desde cualquier sitio. 

Ahora todo el mundo tiene móvil y para lo que menos se usa es para hablar.  

Hace 15 años tenías móvil como algo útil y más que nada asociado al curro o a una situación de emergencia.  Ahora el móvil es imprescindible y además de estar asociado al curro o a una emergencia, es vital para el ocio y el entretenimiento. Es una maravilla de aparato para perder el tiempo o no. Depende. 

Hubo un tiempo en que lo mejor de un móvil era que fuera pequeño. Ahora lo mejor es que tenga todo lo que se te pueda ocurrir, todo lo que puedas necesitar y algunas cosas más que ni se te ocurran, ni vas a necesitar, ni vas a saber manejar y ni siquiera sabes que tiene. 

Hay mucha fauna por ahí con el móvil. 

En lo más alto de la pirámide tenemos al Experto Cum Laude que se caracteriza no sólo por tener el móvil último modelo y saber manejarlo. El experto Cum Laude conoce su móvil, el tuyo, el de tu abuela y además sabe manejar todas las apps que tiene instaladas él y sabe las que necesitas tú. Un buen experto cum laude además tiene un registro histórico de todos los móviles que ha tenido en su vida, los recuerda y puede que los tenga guardados.  Un experto cum laude te ayuda y te aconseja si tienes dudas sobre tu móvil, o sobre cual comprarte. Es gente que te dice “no te gastes esa pasta en ese móvil” o “tu no necesitas eso”. Por supuesto, de estos hay poquísimos...

El Experto técnico. Sabe un huevo pero pasa de contártelo. Normalmente suele ser tu amigo el informático y le da mucho por culo que alguien le pregunte. Si cometes el error de preguntarle te responderá con algo como “puffff...ya te lo miro un día de estos”. Siendo “un día de estos” el día en el que tú te conviertas en Halle Berry.  Él tiene su móvil que es justo el que necesita y lo usa para lo que lo necesita. Lo demás le da igual y no alardea. 

Un poco más abajo está el experto de moda. De estos hay millones. Tiene el móvil último modelo precisamente porque es último modelo y normalmente lo utiliza al 20 %.  Controla un poco, lo justo,pero habla que parece que es ingeniero de telecomunicaciones experto en móviles, redes, tecnología y grafeno. Son unos brasas de mil pares de narices y cuando les pides consejo, normalmente el problema es siempre que no tienes el móvil que deberías  tener. 

Después de los supuestos expertos estamos la gran mayoría de los usuarios. Tenemos nuestro móvil que manejamos más o menos. Todos cogimos el manual de instrucciones y lo dejamos en una estantería pensando “en cuanto tenga tiempo me lo empollo, porque siempre me pasa lo mismo que no le saco todo el provecho”, siendo“En cuanto tenga tiempo” el mismo día del fin del mundo según el Apocalipsis maya, es decir nunca. (Si un día te despiertas y  te lees el manual, automáticamente pasas a Experto Cum Laude). Todos tenemos unas aplicaciones que sabemos utilizar, otras que nos instalamos porque alguien nos lo dijo y no utilizamos y otras que venían en el teléfono, que no sabemos para qué sirven pero que no nos atrevemos a borrar no sea que se joda lo que sí funciona. 

Los de este grupo usamos el móvil para navegar por internet. Leemos blogs mientras esperamos y se nos ha olvidado el libro ( para comentar no se usa porque es infernal comentar desde el móvil). Lo usamos para mirar twitter. Lo usamos también para el wasap y para leer correos y pensar “cuando tenga un teclado tengo que contestar a este mail”.  Solemos estar atentos al móvil y casi el 100 % de las veces que decimos “vi tu llamada perdida pero es que estaba ocupado”...la realidad es que vimos tu llamada y no nos apeteció cogerla. En este grupo también es un clásico ir con el cargador encima...la batería vuela. 

Por debajo de este grupo mayoritario están los usuarios a los que golpearías con sus móviles en la cabeza por distintos motivos. 

Tu madre. Las madres y los móviles son sin duda uno de los círculos que habría que añadir al infierno de Dante. Nunca le dan el uso correcto. O se pasan por exceso y entonces te llaman a cualquier hora, en cualquier momento, si les cuelgas porque no puedes hablar con ellas son inasequibles y no lo captan. Llaman y llaman y llaman hasta que se lo coges gritando “Mamá, ¿qué pasa? No puedo hablar ahora” y entonces contestan “Ni ahora ni nunca que llevo media hora llamándote” o se pasan por defecto y entonces usan el móvil como si fuera un fijo: salen de casa y se lo dejan allí. 

Las llamas y jamás lo cogen. Las madres y los wasap son un tema aparte. Se hacen las mártires porque no las has metido en el grupo “hermanos” explicándole que ella no es “hermana”...se hacen tanto las mártires que al final cuando mandas algo al grupo de hermanos, se lo mandas a ella también, para descubrir días después que “eso del wasap no se muy bien como va, prefiero un sms”. 

Los apocalípticos. No quieren un smartphone porque o están convencidos de que dan cáncer y son responsables del calentamiento global. O creen que su uso atrofia las neuronas y cualquier atisbo de criterio que hayas tenido en tu vida y usar un smartphone te convertirá en una ameba social, incapaz de relacionarte con nadie, incapaz de seguir apreciando la lectura o un paseo por el bosque y lo que es aún peor...hará que las agencias de inteligencia de todo el planeta sepan lo que haces y cómo lo haces. 

“Si quieres algo me llamas”. Es ese alguien que por sistema no contesta ni los mails, ni los wasap, ni los dms. ¿Para qué cojones tienes un smartphone si lo que quieres es que te llame? Por supuesto, cuando les llamas siempre es mal momento, no pueden atenderte o sencillamente lo tienen apagado. 

“Yo no tengo wasap no quiero estar en grupos de esos”. Primero, no tienes tantos amigos como para que te metan en un grupo. Segundo, esto es como un bar...si no te gusta el grupo vete. 

“El del plástico”
  • ¿Móvil nuevo?
  • No, lo tengo desde hace 6 meses. 
  • ¿Y el plástico? ¿por qué no lo quitas?
  • ¿por qué? sirve para protegerlo. No quiero que se me estropee. 

Es la típica gente que tiene los sofás tapados con sábanas y te hace quitarte los zapatos antes de entrar en su casa. No son de fiar, siempre pienso si llevaran la ropa interior con el plástico higiénico..."para que no se estropee". 

Confesémoslo. Somos un poquito adictos al móvil. En realidad lo somos menos de lo que creemos. Por una vez en la vida quiero pensar bien y creer que la mayoría de los descerebrados usan su móvil mucho, muchísimo, lo miran compulsivamente miles de veces al día pero si algún día decidieran dejarlo de lado para dedicarse a pasear, leer, bañarse y dormir...no sufrirían sudores fríos, convulsiones, y posteriormente la muerte.


Lo tenemos controlado. 

sábado, 31 de diciembre de 2016

Lecturas encadenadas. Diciembre

Acaba diciembre y con él un año de lecturas encadenadas. Cuarenta y nueve libros han pasado por mis manos este año: catorce escritos por mujeres, seis en castellano, diez ensayos y diez cómics. He repetido a Oz, a Ford y la Ferrante  de la que creo que no acabaré su tetratología porque «francamente querida, me importa un bledo».

Vamos con los cuatro últimos del año.

Por último el corazón, de Margaret Atwood. Vaya por delante que soy muy fan de Margaret Atwood, me parece una narradora fabulosa con un estilo muy personal y que consigue siempre sorprender en cada una de sus novelas. Ésta  concretamente es un locurón. Comienza con un tono sombrío, realista, retratando a una pareja, Stan y Charmaine, que han pasado de ser clase media con trabajo, casa y un futuro a vivir en un coche debido a la crisis económica que todos tan bien conocemos. Desde esa situación desesperada y gris acaban embarcados en un proyecto experimental que consiste en entrar a vivir en una ciudad ficticia. A partir de ese cambio, de ese giro argumental que no te esperas, le dices a Margaret "hazme tuya" y te dejas llevar por el camino que ella te va marcando y que tiene mil giros inesperados que te dejan desconcertado. El nivel de locura argumental, humor ácido y surrealismo llega a un punto en el que te encuentras en medio de escenas que podrían ser de  ¨Resacón en Las Vegas¨ y te ríes igual que con esa película y te ríes más aún porque eres consciente de que Atwood se lo ha pasado en grande escribiendo esta novela.
«–Hice la tesis de doctorado sobre El paraíso perdido.

¿El Paraíso qué? Lo único que a Stan le vino a la cabeza fue la página web de un club nocturno de Australia que había visto una vez en la red, mientras buscaba porno suave, pero ese sitio llevaba años cerrado. Quería preguntarle si la HBO había hecho alguna miniserie con ese libro libro o algo así, por si acaso la había visto, pero no lo hizo porque cuanta menos ignorancia demostrara, mejor. Ella ya lo trataba como si fuera un cocker spaniel con una lesión cerebral y lo hacía con una mezcla de diversión y desdén».
«Hay personas a las que le gusta lanzar objetos, como vasos de agua o piedras, pero pintarse las uñas es mucho más positivo. En su opinión, si la adoptara más líderes mundiales habría menos sufrimiento en el mundo».  
Morir en primavera de Ralf Rothmann.  Este año he leído poco sobre uno de mis temas favoritos, la II Guerra Mundial y casi cerrar el año con este libro sobre los últimos días de la guerra me ha hecho añorar mis lecturas sobre este tema. Morir en primavera cuenta la historia de dos jovencísimos amigos alemanes, ordeñadores en una granja, que son reclutados casi a la fuerza y enviados al frente de Polonia cuando la guerra ya está perdida, cuando el sacrificio de vidas es aún más inútil, absurdo e innecesario.

El protagonista, Walter, consigue librarse de la primera línea por tener carnet de conducir pero asiste a terribles acciones por parte de sus compañeros. Es curioso como a pesar de que toda la novela tiene un cierto todo de disculpa o de "también hubo muchos que fueron obligados", Rothman solo enseña atrocidades cometidas por los alemanes. Lo más conmovedor de la historia es la ternura y, en cierto modo, la pureza que Walter parece conseguir mantener en medio de todo el infierno. Observar como cree que podrá salir indemne de la guerra, ser feliz y tener una vida normal es tristísimo. Lo peor es que sabemos que no lo consigue, que durante toda su vida arrastrará el desgarro causado por esos meses de guerra. Él no lo sabe, pero se irá convirtiendo poco a poco en piedra, de dentro hacia fuera. El pequeño núcleo endurecido que surge en su interior cuando está en el frente y que le sirve para sobrevivir irá creciendo poco a poco cuando vuelva a casa y sea consciente de que ahora ya no hay nada que esperar, que su futuro ya no existe y que en lo que consiste su vida es en ese ahora desesperanzado. El núcleo de piedra va creciendo y creciendo hasta convertirle en piedra. El libro también refleja muy bien como las consecuencias de las vivencias de una guerra no solo afectan a los implicados sino también a sus familias y a sus hijos. Sobre esto he leído hace poco un artículo en el New Yorker  y hay un documental en Netflix sobre los hijos de los nazis muy impactante también.

«El silencio, el rechazo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad». 

Volveremos de Noemí López Trujillo y Estefanía S. Vasconcellos. A este libro llegué por twitter. No soy capaz de recordar  ni que tuit nos unió a Noemí y a mí, ni como uno de los protagonistas, Ernesto Filardi llegó a mi vida también a través del maravilloso mundo de twitter. Fui a la presentación del libro en uno de mis sitios favoritos de Madrid, Tipos Infames y me traje a casa un ejemplar dedicado.

Noemí y Estefania figuran como autoras y, desde luego, lo son pero no son visibles en el libro. No se las ve y no se las oye aunque estén detrás de cada uno de los testimonios que aparecen en el libro. Ellas han hecho las preguntas, han pensado el enfoque y han creado el ambiente para que todos  y cada uno de los españoles que se fueron del país por una u otra razón se sientan lo suficientemente cómodos como para reflexionar y pensar sobre ellos, sus vidas, sus razones, sus sentimientos, sus penas, sus rabias, sus sensaciones, sus añoranzas y sus esperanzas.

Todos ellos se marchan sin saber y cuando hablan con Noemí y Fanny reflexionan sobre cosas a las que en su día a día no dedican tiempo, bien porque no lo tienen, bien porque no quieren pensarlo o bien porque es demasiado doloroso: ¿por qué me fui? ¿estoy mejor? ¿estoy peor? ¿estaría mejor si volviera? ¿me equivoqué? ¿podré volver? ¿quiero volver? ¿qué pasa si no vuelvo?

Leerles me ha dado ganas de abrazarlos a todos.

He terminado el año con un grande Raymond Carver y su libro de relatos ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Carver es un maestro pero es solo para valientes. Ninguno de sus relatos es cómodo porque todos son como asomarte a espiar a tus vecinos, escuchar la conversación del camarero del bar dónde te tomas el café o enterarte del secreto más patético de tu compañero de trabajo. Son relatos en los que no pasa nada pero pasa todo. En casi todos aparecen parejas o familias en las que una mínima anécdota, un hecho insignificante le sirve a Carver para meter al lector en medio de esas vidas y asistir a esos instantes de su existencia como un espectador invisible. Los relatos de Carver se te quedan pegados en los dedos, en los ojos y en los pensamientos y según vas avanzando en ellos te encuentras pensando de repente en qué habrá sido del niño que hace novillos para volver a casa con un pez que ha pescado en el río y con el que intenta evitar la pelea de sus padres o qué le ocurre a la pareja que comparte cena en un restaurante cuando sale de allí enfadada con el maitre. O qué fue de la pareja que vivió unos meses en la casa al fondo del callejón y que nunca cambió el nombre del buzón. O ¿qué hizo el padre de familia, del cuento que da título al libro y que es el que cierra el volumen, al despertarse?

Me maravilla como Carver en tres líneas te mete en la situación, los personajes y el ambiente.

«Había estado leyéndole cosas de Rilke, un poeta que él admiraba, cuando ella se quedó dormida con la cabeza sobre su almohada. Le gustaba leer en alto, y leía bien: una voz segura que ora se hacía grave y sombría, ora se alzaba o se inflamaba. Cuando leía nunca apartaba la vista de la página, y sólo se detenía para alargar la mano hasta la mesilla a coger un cigarrillo. Era una voz rica que la sumía en sueños de caravanas que partían de ciudades amuralladas, y de hombres barbados con largas túnicas. Lo había escuchado durante unos minutos, y había cerrado los ojos y se había dormido». 
Cuando llegas al final quieres volver a empezar para volver a disfrutarlos e intentar, de alguna manera estúpida, saber qué ha pasado con esas personas, que no personajes. Ese es el nivel de vida de los relatos de Carver. Hay que leer a Carver aunque ya advierto que es devastador para la autoestima si tienes cualquier tipo de pretensión de escribir algo en tu vida que merezca la pena.

Pues con esto y doce lacasitos que tomaré a las doce de la noche, hasta los primeros encadenados del 2017.



miércoles, 29 de febrero de 2012

LOS 7 PECADOS DEL BLOGUERO

Que levante la mano el que no haya caído en ninguno de ellos nunca.

1.-Barroquismo formal.- Cuando uno empieza un blog, aquello está desierto. Un mar de dudas asaltan al principiante, ¿Qué plantilla cojo? ¿Qué color? ¿Qué letra? Como aquello parece complicado, se elige algo sencillito y se empieza a escribir con mucho miedo. Posteriormente y con bastante frecuencia, el bloguero se da cuenta de que no tiene tanto que decir, que escribir es chungo y que al mismo tiempo que su creatividad mengua, aumenta su control de las herramientas de diseño de blogs. Para no asumir que aquello se ha terminado, que está finito, que no hay nada interesante que decir, uno se dedica a cambiar la plantilla, petar la columna lateral de gadgets, añadir un millón de opciones al pie de las entradas ( que ya no se escriben), apuntarse a 27 clubs de blogueros y asociaciones y llenarlo todo con los correspondientes banners, a poner sígueme en FB, sígueme en Twitter, sígueme en Tuenti, a colgar la lista de spotify, algunos optimistas añaden publi creyendo que algo sacaran, ponen la palabra de verificación porque han leído algo sobre “spam” y el blog acaba pareciendo una revista del corazón: mucho colorín y nada que leer. Si por una casualidad se les ocurre algo…ya no se verá.

2.-El síndrome del  Blogstar. - Ser bloguero es una gilipollez. Tener un blog consiste en escribir algo en un sitio que puede leer más gente. No hay más secreto. No hay una mística. Tienes mucho que decir, o crees tener mucho que decir y un buen día decidiste subirlo a la web en vez de seguir emborronando cuadernos…algunos ni siquiera habían emborronado cuadernos pero un día se aburrieron y decidieron empezar un blog “por si acaso”, “para ver qué era aquello”. Bien, pues esa es la actitud…” voy a escribir hoy porque me apetece o me aburro o se me ha ocurrido una idea que quiero ver cómo queda por escrito”. No hay más. Pocos blogueros son realmente unas autoridades en aquello de lo que hablan, si lo fueran probablemente no serían blogueros…y además les pagarían por escribir. Creerse que ser bloguero o tener un blog confiere un halo especial es como creerse que ser opinador de barra de bar tiene prestigio.

3.-Pontificar.- Esto es inevitable porque además pasa en cualquier ambiente. Todos tenemos opinión y todos estamos deseosos de esparcirla por el mundo alegremente. Un blog permite comunicar al mundo tu opinión con total libertad y con espacio para desbarrar alegremente sin que nadie te interrumpa. El problema surge cuando uno pontifica siempre y pierde el sentido del humor y la cintura para permitir que la gente disienta. Si has caído en el momento Blogstar normalmente tu nivel de pontificación sube como la espuma.

4.-Aburrir.- esto es gravísimo. No hay nada peor que un blog aburrido. Un post tiene que enganchar desde la tercera línea...ese es el umbral de lectura tolerable. Si en la tercera línea el lector no se ha enganchado o se encuentra mirando por el rabillo del ojo mirando la extensión del post…abandona la lectura. Si encadenas muchos posts en los que el nivel de abandono en la línea 3 es alto…el lector huye. Uno no puede ser siempre ameno y divertido, se puede perdonar un post aburrido, dos, pero cuando se convierte en tendencia, lleva directamente al “marcar como leído”. Y cuando el lector decida hacer limpieza de suscripciones en el Reader…ese blog encabezará la escabechina.

5.-Repetirse.- obviamente un blog tiene una especie de unidad temática o de estilo, por eso se leen varios, sobre diversos temas. El pecado es que todo lo que escribas se parezca muchísimo, tanto que el lector piense “¿esto no lo he leído ya?”. Uno va a comer a casa de su madre porque le mola su comida...pero si cada vez que va le da sopa castellana y pollo asado acaba hasta los cojones. Uno quiere algo conocido, confortable...pero con variedad. Los blogs se leen por lo que cuenta el autor o por como lo cuenta, pero siempre se agradece la variedad, la sorpresa, el cambio, el ligero matiz o un giro radical en un determinado post. Eso airea un blog y atrae a distintos lectores. Ser previsible es otra manera de ser aburrido.

6.-Escribir para que te lean.- Si no te gusta lo que escribes, si lo que se te ocurre lo moldeas pensando en lo que los demás quieren leer…ni te gustará a ti ni probablemente a los demás. Ya es complicado ajustar lo que tú quieres decir con lo que consigues decir, cómo para jugar a los adivinos con lo que completos desconocidos quieren leer. Eliminando el factor “para que me lean” y escribiendo sólo lo que a uno le gusta, se elimina mucha de la frustración que produce enfrentarte al hecho de que tu post nunca acaba de parecerte redondo.

Todos estos son pecados leves…en los que es inevitable caer de vez en cuando. La tentación es grande y a veces no merece la pena resistirse a poner chorradas en el blog, creerte una Blogstar, sentar cátedra, aburrir hasta la muerte, repetirte más que un filete ruso y pensar en los posibles lectores cuando escribes….te dejas llevar por la tentación y esperas que la penitencia no sea muy dura.

Lo que no tiene ni excusa ni perdón y merece el fuego de la condenación eterna es el séptimo pecado.

7.-Querer ser diferente y escribir negro sobre blanco Blanco sobre negro. Eso es imperdonable.

Pd: un pecado personal mío..es que no releeo.. y pasan estas cosas.

jueves, 14 de febrero de 2013

UNA NOCHE CON GLEN

¡Feliz cumpleaños Moli! ¿Nos vamos mañana a ver al panocho de Once?
Guay..vale.
Vaya, no hay entradas…
Espera, a ver si puedo hacer algo.

Twitter no sirve para nada hasta que sirve para algo. Puse un tweet preguntando si alguien tenía entradas de sobra para ver a Glenn y resultó que sí. Estas cosas son raras, te dicen que si, contestas que las quieres, te mandan un mensaje para concretar como quedar y luego claro para reconocerse te dicen: “ Soy una chica muy muy alta y rubia” y claro yo me bloqueo y pienso..¿qué coño digo? “ Soy muy bajita y morena”

Ayer a las 8 de la tarde estaba con Molihermana y mi amiga Rosa esperando ver aparecer a una chica muy muy alta y rubia y apareció.

- Hola ¿eres Mafalda? Soy Molinos.

Ni que decir tiene que esa frase es con mucho la más absurda que he dicho jamás en mi vida, además de la más ridícula. Molihermana y Rosa todavía se están descojonando “Hola Mafalda soy moli..friki que eres una friki”.

Glen mola mucho pero no da perfil de empotrador, ni amante ni nada a pesar de lo que diga Rosa. Es el típico irlandés con el que me iría a matarnos a copas, acabar dando tumbos por la calle y desayunar con el día amanecido sabiendo que al día siguiente vas a tener una resaca atroz pero que te lo has pasado de coña. Glenn es el amigo molón y divertido, el guiri alcoholizado que baila sin ningún tipo de ritmo y que siempre está sonriendo. Es el tío con el que sales de copas sabiendo que no habrá ningún tipo de tensión sexual mal resuelta porque a ti él no te gusta y tú a él tampoco. Glen es un compañero de juergas.

Me mola como canta y es un tío que en el escenario es un crack. Da un buen rollo brutal. Parece que canta para ti, que está con los colegas y que se lo está pasando de puta madre. Mola mucho y me encantan sus conciertos…pero como amante no.

Para empezar tiene un gusto muy raruno para las mujeres, bueno a mí me parece raruno porque además estoy a años luz de encajar en su tipo de mujeres.

¿Cómo le gustan a Glen?


Le gustan hiperflacas y con un gusto atroz para la ropa.


Esas tías parecen inofensivas, parecen tiernas, parece que les vas a descubrir el sexo, parece que se visten tan horriblemente porque tienen mucha vida interior y da igual lo que se pongan porque su cabeza te seducirá. Parecen distintas porque además tocan el oukalele y eso es algo que cuando empiezas a enamorarte no lo ves con criterio, en vez de decir ¿ Qué tipo de pava toca el oukalele mientras balancea la cabeza? Piensas “ ohh..que diferente

Al final resulta que de todo eso no hay nada, esas tias son un puto peligro y después de hacer gorgoritos con Glenn y todo eso le dejan y se marchan con su espantoso vestido de huerfanita de la beneficencia, sus medias antivarices color carne y sus botines de niña del siglo XIX. Esas tías cuando te dejan te dicen cosas horribles como “ No eres tú, soy yo que necesito crecer

Y claro, Glen al oír eso se siente gilipollas y piensa “te hacia tragar el oukelele” pero como es artista y guiri y muy majete..en vez de inclinarse por la ironía y el sarcasmo, escribe unas canciones de amor cojonudas pero muy muy tristes que a mí me estremecen y me obligan a darme a la bebida en sus conciertos. Así que allí estaba yo ayer acodada en la barra bebiendo Gin Tonics y pensando en todas esta sesuda teoría mientras Glenn cantaba y contaba historietas exactamente igual que si estuviéramos en un bar.

Me lo pasé en grande, me flipa Glen y les he hecho jurar a Molihermana y a Rosa que si alguna vez tengo tentaciones de comprarme unas gafas de pasta tamaño Jumbotron para parecer “moderna” me den una paliza.



lunes, 24 de noviembre de 2014

Creo en las casualidades


Paseo por la ciudad, voy mirando los árboles, los colores de otoño, el tráfico de las calles, me fijo en los transeúntes y en los escaparates de las tiendas. De repente, mientras espero a cruzar en un paso de cebra, algo muy raro en mí porque siempre me lanzo a cruzar, pasa por delante un microbús con dos personas que conozco. Ellos no me ven, pero yo sí. Yo no vivo aquí, ellos tampoco. ¿Qué posibilidades había de que coincidiéramos justamente en ese cruce en el mismo momento? 

**********

Me paso toda la tarde dándole vueltas al encontronazo con el microbús. No sé si es una buena señal, una mala señal o ni una cosa ni la otra. Voy buscando una farmacia porque de los nervios, no dormir y, supongo, que porque tocaba me ha salido un bonito herpes en el labio. Dejo pasar una porque me tendría que desviar 50 metros de mi camino, dejo pasar otra porque hay mucha cola y por fin, a mano derecha veo otra cruz verde luminosa y decido que estoy tentando a la suerte y que es mejor que entre en ésta no vaya a ser que no encuentre más. Esto no es Madrid. 

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Me rugen las tripas pero veo que mis anfitriones ya me esperan a la salida. El Buho y su mujer me esperan sonrientes. En la vida hay gente encantadora, muy encantadora y después en una categoría aparte a años luz de dónde podamos estar todos los demás... están ellos dos. 

Caminamos por su ciudad charlando. Por alguna extraña razón que puede ser el hambre combinada con el aziclovir del herpes o sencillamente lo a gusto que estoy con ellos, voy parloteando como un loro. En un momento dado, les comento que he tenido que ir a una farmacia.

- ¿Al lado del Buen Pastor?
- Si, por detrás. 
- ¿Que hace esquina?
- Si, hace esquina y tiene un mostrador de madera antiguo muy bonito.
- ¡Nosotros vivimos en ese edificio!
- ¿En serio? 

Pienso en las dos farmacias que he dejado pasar antes de decidirme justamente por esa. 

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Al día siguiente El Buho me recoge para ir a comer. Voy exaltadísima contándole no sé qué batalla. Llegamos a un semáforo, nos paramos y de repente oigo una voz por detrás que dice:

- Hola, ¿Qué hacéis aquí?

No me lo puedo creer. Es Julian. Le conocí en septiembre y hoy nos lo hemos encontrado en mitad de la calle. Nosotros vamos a comer, él no sabía que yo estaba en la ciudad y él ha quedado con otra persona. 

Tras este encontronazo tan casual, empiezo a preocuparme pero decido no comentarle nada al Buho que va a pensar que estoy más loca de lo que ya sabe que estoy. 

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Acodados en la barra, devoramos ensaladilla, croquetas y dos copas (cada uno) de un tinto crianza espectacular. Nuevamente charloteo por los codos sin parar como si llevara meses sin hablar (de hecho llevo meses bastante callada).

- Pues estuve con las princezaz en la casa de las montañas y por cierto, ¿sabes que allí hay un centro de ciencias superchulo?
- Si claro, el Centro de Ciencias Pedro Pascual.
- ¿Lo conoces?
- No, pero conocí a Pedro Pascual que además es como un padre para un amigo mío y tiene una historia increíble que te voy a contar...

Escucho la historia sin parpadear porque es una historia preciosa, es una historia que conecta a bastante gente que conozco y me alucina que me esté enterando así. Cuando estoy todavía en ese limbo de pensamientos, El Buho desvía la vista de mi cara, atisba por encima de mi hombro hacia el final del bar y dice:

- Hombre, mira quién está ahí, Fernando, le conociste en septiembre. 

Fernando es el responsable de que haya leído dos maravillosos libros que recomendó en una charla en el mes de septiembre. Se acerca y charlamos de libros, de política, de Benasque, de Francia y del plato de verduras que va a comer él. 

**********

Es hora de marcharme. Me despido de El Buho y me subo al taxi. 

- A esta dirección por favor.
- Hombre, hola. 
- ¿Hola?
- Si, soy el taxista que te llevó ayer por la noche. ¿te acuerdas? Me dijiste que te había llevado tan deprisa que creías que nos perseguía alguien. 

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Me sobra tiempo. Me siento en un banco a descansar y ver pasar el día. Gente paseando perros, turistas, un tío descalzo embutido en un neopreno completo montando en bicicleta y con una tabla de surf debajo del brazo... Saco el móvil y hago varias fotos a todo lo que veo. Elijo una. La subo a Instagram.  

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Clinck. Un wasap. El Buho.

"Para que veas. En la esquina de esa casa cuya foto has colgado en twitter vive mi amiga P, la madre del cocinero que te presenté ayer y te dio de cenar"

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"Hay mucha gente que no cree en las casualidades porque considera que cuando ocurren, cuando tú ves ese hilo invisible que ha unido y conectado hechos, situaciones y personas, sencillamente estás forzando las conexiones para darle algún tipo de sentido. Opinan que estás viendo “lazos” que no hay.

Otras personas no creen en las casualidades porque son incapaces de permanecer lo suficientemente atentas a los detalles de sus vidas, o no tienen memoria para recordar hechos, sensaciones o situaciones del pasado y pierden así la posibilidad de establecer cualquier vínculo casual.

La atención al detalle y la memoria son esenciales para percibir las casualidades. Prestando atención a las cosas que te pasan, que sientes y que piensas a lo largo de toda tu vida, puedes ver casualidades… y cuando digo ver, me refiero a percibirlas no a inventarlas con una especie de artilugio mental."

Hace más de dos años que escribí esto.


Yo sí creo en las casualidades o, mejor dicho, yo sí veo las casualidades que ocurren a mi alrededor. Posiblemente porque estoy muy atenta a todo y tengo una memoria prodigiosa... pero el caso es que a mí me ocurren. 


*Dedicado al Buho y C. Mil gracias por todo.


domingo, 15 de marzo de 2020

Internet amansa mi miedo

El viernes pasado saludé a mis hijas desde la calle mientras ellas se asomaban a la ventana desde un sexto piso. Había ido a recogerlas para que se vinieran conmigo el fin de semana pero no pudo ser, por un posible contagio laboral de El Ingeniero decidimos que era mejor que se quedaran en cuarentena los tres juntos.  

Es la decisión correcta. 
Ellos van a estar perfectamente. 
Yo voy a estar perfectamente. 

Lloré cuando no me veían. Y por la noche me desperté con un precioso ataque de ansiedad que se parecía muchísimo a los ataques de ansiedad que tuve cuando estuve enferma de depresión. 

La incertidumbre, y esto no lo sabía cuando escribí el último post, puede prolongarse en el tiempo y aprendes a convivir con ella o, como la famosa curva, puede escalar rápidamente y dar el salto a angustia, para luego relajarse, volver a subir a un pico de pánico y volver a bajar. Eso me pasó a mí la noche del viernes al sábado y parte de la mañana. Después, fue bajando y calmándose y la incertidumbre ya ha desaparecido porque lo más acojonante de toda esta situación es cómo en un par de días, algo que hace una semana nos hubiera parecido ciencia ficción, se está convirtiendo en rutina. Y la rutina da calma, da seguridad. Y te acostumbras al miedo. 

Y en esta rutina y en este miedo nos está salvando la vida "el malvado internet y la larga mano negra de las redes sociales". Hay muchas tonterías, muchas mentiras, mucha gente mal metiendo, claro que sí, como la hay en tu curro, en el bar de la esquina, en los periódicos y en tu gimnasio pero también hay millones de cosas buenas. Para empezar estamos aislados pero dándole a un botoncito podemos ver las caras de los que no están con nosotros, ver que están bien, que se acaban de levantar y, en mi caso, que están hasta el moño de que las llame. «No hay nada nuevo, mamá. Estamos encerradas en casa, ¿qué quieres que pase? ¿Una gotera?»

«El malvado internet» nos proporciona películas, series, podcasts y nos da una ventana para preguntar las dudas que tengamos porque «el malvado internet» está lleno de gente real, gente tan acojonada como nosotros pero que a lo mejor igual que yo sé algo de podcasts, ellos saben de otras cosas interesantes, importantes o simplemente entretenidas. «El malvado internet» nos permite saber qué está pasando y qué va a pasar, nos permite comprobar que en todos los países hay idiotas e irresponsables, que en todos los países los gobiernos están actuando como buenamente pueden y que en todas partes hay gente que como he leído hoy en twitter, no son capaces de mantener un poto vivo una semana pero creen que serían capaces de gestionar una crisis de esta magnitud. 

«El malvado internet» nos permite reírnos por chat con nuestros amigos, pasarnos chistes malísimos y convocar a todo un país a aplaudir a los sanitarios en el eco de las calles vacías. ¿Sirven para algo esos aplausos? No son útiles pero como todas las cosas emocionantes de esta vida, como todas las cosas que de verdad importan, te hacen sentir que no estás solo. 

«El malvado internet» nos está permitiendo ver a nuestros primos, nuestros tíos, nuestras hijas y tener ganas de achucharnos todos, de prometernos a nosotros mismos que cuanto esto pase, que cuando esta rutina excepcional acabe, nos tocaremos, nos besaremos y nos abrazaremos. 

«Mamá ¿otra vez?
Sí, otra vez. Os quiero muchísimo» 

Con el malvado internet este miedo atroz agarrado a las tripas da un poco menos de miedo.