sábado, 31 de diciembre de 2016

Lecturas encadenadas. Diciembre

Acaba diciembre y con él un año de lecturas encadenadas. Cuarenta y nueve libros han pasado por mis manos este año: catorce escritos por mujeres, seis en castellano, diez ensayos y diez cómics. He repetido a Oz, a Ford y la Ferrante  de la que creo que no acabaré su tetratología porque «francamente querida, me importa un bledo».

Vamos con los cuatro últimos del año.

Por último el corazón, de Margaret Atwood. Vaya por delante que soy muy fan de Margaret Atwood, me parece una narradora fabulosa con un estilo muy personal y que consigue siempre sorprender en cada una de sus novelas. Ésta  concretamente es un locurón. Comienza con un tono sombrío, realista, retratando a una pareja, Stan y Charmaine, que han pasado de ser clase media con trabajo, casa y un futuro a vivir en un coche debido a la crisis económica que todos tan bien conocemos. Desde esa situación desesperada y gris acaban embarcados en un proyecto experimental que consiste en entrar a vivir en una ciudad ficticia. A partir de ese cambio, de ese giro argumental que no te esperas, le dices a Margaret "hazme tuya" y te dejas llevar por el camino que ella te va marcando y que tiene mil giros inesperados que te dejan desconcertado. El nivel de locura argumental, humor ácido y surrealismo llega a un punto en el que te encuentras en medio de escenas que podrían ser de  ¨Resacón en Las Vegas¨ y te ríes igual que con esa película y te ríes más aún porque eres consciente de que Atwood se lo ha pasado en grande escribiendo esta novela.
«–Hice la tesis de doctorado sobre El paraíso perdido.

¿El Paraíso qué? Lo único que a Stan le vino a la cabeza fue la página web de un club nocturno de Australia que había visto una vez en la red, mientras buscaba porno suave, pero ese sitio llevaba años cerrado. Quería preguntarle si la HBO había hecho alguna miniserie con ese libro libro o algo así, por si acaso la había visto, pero no lo hizo porque cuanta menos ignorancia demostrara, mejor. Ella ya lo trataba como si fuera un cocker spaniel con una lesión cerebral y lo hacía con una mezcla de diversión y desdén».
«Hay personas a las que le gusta lanzar objetos, como vasos de agua o piedras, pero pintarse las uñas es mucho más positivo. En su opinión, si la adoptara más líderes mundiales habría menos sufrimiento en el mundo».  
Morir en primavera de Ralf Rothmann.  Este año he leído poco sobre uno de mis temas favoritos, la II Guerra Mundial y casi cerrar el año con este libro sobre los últimos días de la guerra me ha hecho añorar mis lecturas sobre este tema. Morir en primavera cuenta la historia de dos jovencísimos amigos alemanes, ordeñadores en una granja, que son reclutados casi a la fuerza y enviados al frente de Polonia cuando la guerra ya está perdida, cuando el sacrificio de vidas es aún más inútil, absurdo e innecesario.

El protagonista, Walter, consigue librarse de la primera línea por tener carnet de conducir pero asiste a terribles acciones por parte de sus compañeros. Es curioso como a pesar de que toda la novela tiene un cierto todo de disculpa o de "también hubo muchos que fueron obligados", Rothman solo enseña atrocidades cometidas por los alemanes. Lo más conmovedor de la historia es la ternura y, en cierto modo, la pureza que Walter parece conseguir mantener en medio de todo el infierno. Observar como cree que podrá salir indemne de la guerra, ser feliz y tener una vida normal es tristísimo. Lo peor es que sabemos que no lo consigue, que durante toda su vida arrastrará el desgarro causado por esos meses de guerra. Él no lo sabe, pero se irá convirtiendo poco a poco en piedra, de dentro hacia fuera. El pequeño núcleo endurecido que surge en su interior cuando está en el frente y que le sirve para sobrevivir irá creciendo poco a poco cuando vuelva a casa y sea consciente de que ahora ya no hay nada que esperar, que su futuro ya no existe y que en lo que consiste su vida es en ese ahora desesperanzado. El núcleo de piedra va creciendo y creciendo hasta convertirle en piedra. El libro también refleja muy bien como las consecuencias de las vivencias de una guerra no solo afectan a los implicados sino también a sus familias y a sus hijos. Sobre esto he leído hace poco un artículo en el New Yorker  y hay un documental en Netflix sobre los hijos de los nazis muy impactante también.

«El silencio, el rechazo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad». 

Volveremos de Noemí López Trujillo y Estefanía S. Vasconcellos. A este libro llegué por twitter. No soy capaz de recordar  ni que tuit nos unió a Noemí y a mí, ni como uno de los protagonistas, Ernesto Filardi llegó a mi vida también a través del maravilloso mundo de twitter. Fui a la presentación del libro en uno de mis sitios favoritos de Madrid, Tipos Infames y me traje a casa un ejemplar dedicado.

Noemí y Estefania figuran como autoras y, desde luego, lo son pero no son visibles en el libro. No se las ve y no se las oye aunque estén detrás de cada uno de los testimonios que aparecen en el libro. Ellas han hecho las preguntas, han pensado el enfoque y han creado el ambiente para que todos  y cada uno de los españoles que se fueron del país por una u otra razón se sientan lo suficientemente cómodos como para reflexionar y pensar sobre ellos, sus vidas, sus razones, sus sentimientos, sus penas, sus rabias, sus sensaciones, sus añoranzas y sus esperanzas.

Todos ellos se marchan sin saber y cuando hablan con Noemí y Fanny reflexionan sobre cosas a las que en su día a día no dedican tiempo, bien porque no lo tienen, bien porque no quieren pensarlo o bien porque es demasiado doloroso: ¿por qué me fui? ¿estoy mejor? ¿estoy peor? ¿estaría mejor si volviera? ¿me equivoqué? ¿podré volver? ¿quiero volver? ¿qué pasa si no vuelvo?

Leerles me ha dado ganas de abrazarlos a todos.

He terminado el año con un grande Raymond Carver y su libro de relatos ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Carver es un maestro pero es solo para valientes. Ninguno de sus relatos es cómodo porque todos son como asomarte a espiar a tus vecinos, escuchar la conversación del camarero del bar dónde te tomas el café o enterarte del secreto más patético de tu compañero de trabajo. Son relatos en los que no pasa nada pero pasa todo. En casi todos aparecen parejas o familias en las que una mínima anécdota, un hecho insignificante le sirve a Carver para meter al lector en medio de esas vidas y asistir a esos instantes de su existencia como un espectador invisible. Los relatos de Carver se te quedan pegados en los dedos, en los ojos y en los pensamientos y según vas avanzando en ellos te encuentras pensando de repente en qué habrá sido del niño que hace novillos para volver a casa con un pez que ha pescado en el río y con el que intenta evitar la pelea de sus padres o qué le ocurre a la pareja que comparte cena en un restaurante cuando sale de allí enfadada con el maitre. O qué fue de la pareja que vivió unos meses en la casa al fondo del callejón y que nunca cambió el nombre del buzón. O ¿qué hizo el padre de familia, del cuento que da título al libro y que es el que cierra el volumen, al despertarse?

Me maravilla como Carver en tres líneas te mete en la situación, los personajes y el ambiente.

«Había estado leyéndole cosas de Rilke, un poeta que él admiraba, cuando ella se quedó dormida con la cabeza sobre su almohada. Le gustaba leer en alto, y leía bien: una voz segura que ora se hacía grave y sombría, ora se alzaba o se inflamaba. Cuando leía nunca apartaba la vista de la página, y sólo se detenía para alargar la mano hasta la mesilla a coger un cigarrillo. Era una voz rica que la sumía en sueños de caravanas que partían de ciudades amuralladas, y de hombres barbados con largas túnicas. Lo había escuchado durante unos minutos, y había cerrado los ojos y se había dormido». 
Cuando llegas al final quieres volver a empezar para volver a disfrutarlos e intentar, de alguna manera estúpida, saber qué ha pasado con esas personas, que no personajes. Ese es el nivel de vida de los relatos de Carver. Hay que leer a Carver aunque ya advierto que es devastador para la autoestima si tienes cualquier tipo de pretensión de escribir algo en tu vida que merezca la pena.

Pues con esto y doce lacasitos que tomaré a las doce de la noche, hasta los primeros encadenados del 2017.



9 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Los primeros ni idea, como de habitual.
De Carver puedo hablar un poco mas. Yo diria q se podria poner un cartel de esos de "si te gusto lucia berlin leete tambien a carver" o viceversa.
Yo me los lei este año y a la vez el de q hablamos cuando hablamos de amor y el de las señoras de la limpieza.
Y ahora se me mezclan sin saber q cuento es de cada uno.
A mi se me hace cansino leer muchos cuentos sin argumento. Y no digo q no me hayan gustado. Tambien me pasa con bukowski. Pero me cansa.
Feliz año compañera y ya son siete desde aquel lejano 2010. Como el mar cada dia parece distinto con sus oleajes, pero siempre es el mismo mar.

Anónimo dijo...

Los relatos me gustan. Es un formato que siempre disfruto, mucho, y los de Carver en especial. Cuentos en los que parece que no pasa nada y te dejan del revés. Los suelo tener a mano, para releer alguno de vez en cuando.
Moli, ¡que durante este año nuevo sigas sintiéndote feliz!
Nati

Esther dijo...

Hola Moli, de una friki de la II Guerra Mundial a otra, y puesto que parece que coincidimos en gustos sobre el tema (Ralf Rothmann, Tony Judt, Timothy Snyder, Primo Levi, etc.) me permito hacerte una recomendación. Se trata de "Año Cero. Historia de 1945" de Ian Buruma. Un libro sobre la II Guerra Mundial pero muy diferente de los demás porque no trata de la guerra en sí, sino lo que ocurre a partir del momento en el que acaba la guerra y durante ese año 1945. Muy interesante y con un enfoque muy original.

Nuria dijo...

Caramba, me acabas de meter el gusanillo de leer a Carver...

Feliz año, Moli. Y felices lecturas.

MG dijo...

En mi lista casi interminable de libros para leer en 2017 está El cuento de la doncella, para empezar con Atwood.

De relatos (que en verano sí me apetece leerlos) me había guardado a Cheever...

Sonia dijo...

Cuanto me alegro que "Volveremos" te halla gustado tanto.. sobretodo porque una de las autoras es mi prima, Noemí.

molinos dijo...

Feliz año comentaristas.

EDC sabía que ibas a decir algo de Carver, no te gusta Carver y sin embargo tú tienes ese punto mellancólico y triste y amargo muchas veces cuando escribes.

Nati, yo había leído otros de Carver pero estos me han gustado muchísimo más. A lo mejor es el momento o que ahora soy mejor lectora de relatos.

Gracias Esther, lo apunto! Este año tengo que retomar mi afición friki para no quedarme atrás.

Nuria, no te arrepentirás aunque ya aviso que si buscas cosas bonitas ahí no están.

MG, puedes leer a Carver y a Cheever... no pasa nada. Y de Atwood te recomiendo también "Penélope y las doce criadas que es genial"

Sonia, ¿prima de Noemí? Yo la conozco, la conocí por tuitear y acabé en la presentación y con mi libro dedicado :) Qué cosas tienen las redes.

Sonia dijo...

Pues sí... yo hace años que te leo. Es prima segunda, su madre es mi prima hermana pero por edad nos acercamos más ella y yo que con su madre... Es un encanto!!! Me siento orgullosa!!!

lo+ dijo...

Solo tengo un momento para agradecerte tus encadenados que me chiflan y desearte que sigas feliz, feliz, feliz...a ver si te copio