domingo, 17 de julio de 2022

Washington roadtrip: el previo

Mi hija Clara llevaba toda su corta vida diciéndonos que quería irse a estudiar un año a Estados Unidos. No solo era un deseo o una aspiración, era un propósito a conseguir en el que puso todo su empeño y trabajo. Con el objetivo de pedir una de las becas de la Fundación Amancio Ortega, se buscó una profesora de inglés en el 2019 para mejorar su conversación. Cuando la convocatoria de esas becas quedó en suspenso por la pandemia, no se rindió. En octubre de 2020 elaboró una presentación en power point con las ventajas de enviarla a estudiar a América, un estudio de las distintas agencias realizado por ella basándose en las redes sociales y las opiniones de exalumnos y un estudio sobre el visado necesario. Por supuesto ese empeño nos impresionó bastante y decidimos considerarlo. Justo después, El Ingeniero se quedó en paro y pusimos el proyecto en suspenso porque no era el momento. Ella lo entendió perfectamente. En enero de 2021 charlando con uno de mis primos de una y mil cosas, me comentó que mandaba a su hija a USA. Le pregunté detalles y acabamos contactando con la misma agencia (Juventud y Cultura) y tras valorarlo todo, nos decidimos. 

Mucha gente me ha preguntado si recomiendo enviar a los hijos a estudiar fuera. Mi respuesta es que solo lo recomiendo si los niños quieren, si de verdad ellos tienen ese deseo. ¿Por qué? Porque a pesar de que sí, la vida de los americanos se parece muchísimo a lo que vemos y conocemos por las películas, marcharse de casa un año, a vivir en una familia extraña, a tener unas rutinas diferentes y un modo de vida completamente ajeno no es para todos los niños. Además, y esto es fundamental, el modo de vida americano está basado en el coche, no se puede ir andando a ninguna parte y si tu hijo no tiene la intención, las ganas o sencillamente no le sale, de apuntarse a mil actividades extraescolares que le exijan pasar la tarde en el instituto y conocer gente más allá de su familia, es posible que sus días en USA se limiten a ir al colegio y volver. Ir un mes a estudiar fuera es algo para todo el mundo (obviando el tema económico), irse un año es solo para los que quieran ir y abrirse a vivirlo a tope con sus cosas buenas que son muchísimas y sus cosas malas que también las hay. Dicho esto, es posible que tu hijo tenga ganas, vaya, y lo pase mal, con esto también hay que contar. 

Cuento todo esto para explicar cómo hemos acabado haciendo el Washington Road Trip. Cuando apuntas a tu hijo a una agencia, en principio no eliges familia, te puede tocar desde Alaska hasta Hawai. Si quieres elegir estado o zona hay que pagar más y nosotros no estábamos por la labor así que tras hacer todo el papeleo, nos quedamos esperando la asignación de familia. A principios de julio de 2021 nos llamaron para ofrecernos Alaska, un pueblecito de 200 habitantes a cinco horas en barco de la ciudad más grande. Como era un destino muy extremo nos lo ofrecían pero no era obligatorio cogerlo. Tras estudiarnos google maps, buscar el instituto que le correspondería y valorarlo mucho decidimos que ese pueblecito era ideal para mí pero no para Clara. (Esto no se puede hacer con otras asignaciones, la que te toca, te toca). Teníamos que seguir esperando. A principios de agosto, cuando ya estábamos agonizando pensando que a lo mejor nos quedábamos sin familia (hay un boom de padres enviando a sus hijos a USA sin sentido, (revisar párrafo anterior) y no hay familias para tantos estudiantes, asi que si os apuntáis que tengáis claro que es muy posible que os quedéis sin familia), nos llamaron para decirnos que ya teníamos destino: Puyallup, un pueblecito a 25 minutos de Seattle en el estado de Washigton. Era una familia afroamericana, con una madre y tres hijas de 19,18 y 17 años y en la casa habría también una estudiante alemana. 

Desde que se decidió que Clara pasaría el año en USA, el plan de vacaciones para el verano de 2022 estuvo claro: María, mi amigo Juan y yo, el cuarteto de la muerte que lleva vacacionando junto desde 2017, iríamos a buscarla y haríamos un viaje en caravana por USA. ¿Por qué zona? Pues dependería de dónde le tocará. Washington fue un destino muy celebrado, la otra parte del mundo, un estado verde, con grandes cosas para ver y pegado a Canadá. Un destino al que es dificil que se te ocurra ir si no es por un motivo tan importante como este. 

Asi que con el destino elegido en agosto de 2021 quedaban por determinar las fechas. Teniendo en cuenta las variables exámenes de María y caducidad del visado de Clara, teníamos que viajar del 1 al 15 de julio de 2022. Con esto decidido, nos pusimos en enero con el planning del viaje. «¿Bajaréis a San Francisco?»« Id a Canadá». «Id a Yellowstone». «Mola mucho Death Valley». Entre Seatle y San Francisco hay más distancia que entre Madrid y Paris, con eso queda dicho todo sobre la ridiculez de la sugerencia de ir a San Francisco, Death Valley u otros destinos y sobre la completa ignorancia que tenemos en España de la enormidad de país que es Estados Unidos. La idea de ir a Canadá era buena porque la frontera está a hora y media de Seattle y, de hecho, la valoramos pero descubrimos que no podíamos ir porque en las fechas de nuestro viaje el visado de Clara estaría en el llamado "periodo de gracia" que es el que te dan después de que el visado haya caducado (caducaba el 24 de junio). Si hubiéramos cruzado a Canadá quizás no hubiéramos podido volver a entrar, o ella no hubiera podido volver a entrar. Decidimos entonces, tras un estudio de todo lo que había que ver en Washington que nuestro road trip se limitaría ese estado y la parte norte de Oregón porque yo tenía muchas ganas de ir a una librería en Portland. 

Ya teníamos destino, fechas y recorrido más o menos claro. Nos quedaban los billetes de avión, la reserva de la caravana, el seguro y los dos hoteles en Seattle del día de llegada y salida. Juan y yo miramos varias opciones pero desbordados por mi falta de tiempo para juntarnos y terminar de organizarnos, decidimos hablar con mi amiga Isabel, que trabaja en una agencia de viajes, para que nos gestionara esas cosas: aviones, hoteles, seguro y autocaravana. 

Tema vuelos. A Seattle tiene iberia un vuelo directo que supongo cuesta más o menos dos riñones y un trozo de pancreas y se puede ir también via Dallas (esta es la ruta que hizo Clara) pero Isabel nos encontró un vuelo más barato via Amsterdam con conexiones que nos permitían llegar a tiempo. Eso sí, a la idea nos levantamos a las 2:30 de la mañana porque el vuelo era a las 6. ¿El coste? más o menos 1000 euros por persona con maleta facturada. (Hemos traído de vuelta tres maletas grandes llenas de cosas de Clara) 

Sobre la caravana hablaré cuando llegue al día de recogida de la caravana. Los hoteles en el día de llegada y de ida son necesarios porque no te alquilan caravanas el día de tu vuelo internacional. ¿El coste? Noche de hotel en habitación con dos camas grandes, calculad unos 200-300 euros. Sin desayuno, por supuesto. El seguro pues chavales, hay que llevar seguro a USA que cubra todo. ¿El coste? 100 euros por persona 15 días. 

A mediados de junio teníamos ya todo, incluídos los ESTA y solo nos quedaba esperar a que llegara el día 1 de julio. Se hizo muy largo como ya conté por aquí pero llegó y como he prometido en IG, lo iré contando en el blog porque no quiero que nada de este viaje se me olvide. Quiero recordar siempre que hemos terminado haciendo el viaje de nuestras vidas porque Clara, con 12 años, puso todo su empeño en conseguir algo que quería. No ha sido solo por eso, pero si hemos acabado durmiendo a la sombra de Mont Rainier ha sido porque ella, hace años, soñó con estudiar en Estados Unidos. (podíamos haber acabado en Missouri pero esa es otra variable) 

Quiero poder volver a este viaje, a cada detalle, a cada paisaje, a cada desayuno en la caravana, a cada curva de la carretera que nos descubría un nuevo paisaje impresionante, a cada conversación ridícula y cada momento en que pensamos: ¡qué suerte tenemos! 

Mañana más. 

jueves, 30 de junio de 2022

Doscientos ochenta y dos días y alguna noche

Doscientos ochenta y dos días, cuarenta cartas escritas a mano cada tarde de cuarenta domingos y cuarenta video llamadas después, mañana nos volveremos a encontrar. Los doscientos cincuenta y un días desde que te dejamos en el aeropuerto han pasado volando, casi han sido un abrir y cerrar de ojos. Los últimos treinta y uno, el mes de junio, sin embargo ha durado más o menos lo mismo que toda la Edad Media y estos últimos cuatro días creo que han sido igual de largos que la última glaciación. A este ritmo creo que las casi veinte horas de viaje mañana van a durar como todo el Pleistoceno. 

Mañana a estas horas. Mañana a estas horas en Seattle, porque aquí será ya noche cerrada, estaremos juntas. Tengo muchísimas ganas de verte, bruja. No estoy temblando de la emoción ni al borde del llanto pero tengo ganas de verte con la misma sensación de anticipación, las mismas cosquillas en la tripa que, de pequeña, tenía cuando iba a ir al Parque de atracciones o a una fiesta especial o la noche de los Reyes Magos. Son ganas de disfrutar de algo que sé que va a ser especial que no me defraudará (en el caso del parque de atracciones esto solo funciona la primera vez que vas y si tienes menos de diez años, el resto de los intentos siempre son decepcionantes). Es esa emoción eléctrica que sientes cuando estás a punto de conseguir algo, cuando casi lo rozas. Durante todos estos doscientos ochenta y dos días (y algunas noches porque para ti el cambio horario no existe) te he visto disfrutar, crecer, entusiasmarte, conocer gente nueva, apuntarte a un coro, ser actriz, ¡cocinar!, disfrazarte de Bruno Mars, participar en un musical, ir a un partido de fútbol americano, hacerte fotos que has revelado en papel, escribir un ensayo en inglés sobre si la gente religosa es más moral que la no religiosa (no), hacerte una grupie de los grupos, comprar ropa de segunda mano, tú, la reina del escrúpulo, ir a un baile y a ver un amanecer nublado. Te he visto graduarte, hacer la colada y hasta pescar un pez gato. Lo que no te he visto ha sido hablar inglés. Has silenciado cada videollamda en la que alguien de tu familia entraba a preguntarte algo. Lo mismo esa es la gran sorpresa que me espera, que después de nueve meses y ocho días en Puyallup no hablas inglés. Contigo nunca se sabe. 

Me disperso. Durante todo este tiempo y a ocho mil quinientos treinta y cinco kilómetros te he visto hacer todas esas cosas y crecer. Te intuyo más lista, mucho más curiosa (algo que creí imposible), más divertida, más abierta, más inquieta y con el pelo horriblemente largo. Estoy deseando llegar a Seattle y empezar el viaje de nuestras vidas (por ahora). Estoy deseando llegar, verte y comprobar que todas esas cosas que me has enseñado y que he ido sintiendo desde aquí son reales y te han hecho una mejor versión de ti misma. Ya sé que tú ya te considerabas perfecta antes, con cuatro años ya lo tenías claro, pero creo que algo que no sabes es que tu forma de ser te va a permitir siempre ir a mejor porque no dices que no a nada (¡si hasta te has apuntado a un gimnasio!) y siempre siempre ves el lado bueno de la vida. 

Bruja, mañana llego. 

Gracias por este año tan chulo. Nunca pensé que también me serviría a mí. 

Prepara tu lista de preguntas que "solo puedo hacerte a ti, mamá". 

miércoles, 29 de junio de 2022

Wilco y mi zona de confort

 

Ayer leí en un titular ridículo que decía que María Pombo había salido de su zona de confort porque se había hecho trenzas para una fiesta. Es un titular que dice mas de nuestra sociedad y nuestra estupidez que de María Pombo que, por otro lado, ni siquiera se peinó ella sola, lo que reduce su zona de confort prácticamente a respirar por sí misma. 

A mí salir de mi zona de confort me da mucha pereza y no lo veo para nada necesario. En realidad todo, en general, me da mucha pereza y si implica salir de mi casa y hablar con gente la pereza es casi insuperable. Ayer, sin embargo, fui a ver a Wilco y pensé que ir de concierto no es salir de mi zona de confort es simplemente un rincón de ella que hacía muchísimo que no visitaba. ¿Cuándo fui por última vez a un concierto? No me acuerdo. Sí recordaba haber visto a Wilco, también en las Noches del Botánico en 2017. Otra vida. Aquel día llevaba un pantalón amarillo que ya no tengo, una camisa azul que me roba mi hija y unas sandalias que siguen en mi armario. Aún me teñía el pelo. Fui con Juan. Ayer también. 

«El martes tenemos eso»«¿Qué tenemos? ¿qué es eso?»«El concierto de Wilco» Hasta el domingo no me enteré de que habíamos sacado entradas. Ir a ver a Wilco fue como entrar en una habitación de tu casa que hace mucho que no visitas, o abrir un cajón que lleva tiempo cerrado y empezar a quitar telarañas, polvo y descubrir bajo toda esa capa de tiempo y suciedad, cuánto te gusta lo que hay ahí y porqué lo guardaste. Pensar que esa noche no será como todas, que tengo un concierto. La antipación. Poder decir "voy a ver a Wilco". Ser lo suficientemente adulto y conocerme lo suficientemente bien para haber sacado entradas de sentado y saber que no volveré a casa con una contractura en las cervicales y otra en las plantas de los pies por intentar ver algo entre gente que siempre es más alta que yo. Llegar al Botánico de la Complu y recordar, como siempre, la primera vez que paseast por la Avenida de la Complu, con 18 años, sintiéndome adulta por primera vez. Esperar a Juan mientras me comparo con toda la gente que va entrando. Wilco definitivamente es un concierto en mi media de edad pero con un atractivo especial para los hombres altos y con barba. Entrar al recinto, pasear y empezar a encontrarte gente que conoces y saludas y gente que conoces e ignoras con más o menos estilo. Beber en vasos de cartón (nos preocupa el planeta y ganar dineretes cobrándolos a precio de Santo Grial) y comer el que probablemente sea el peor perrito caliente de la historia (cobrado a precio de Vellocino de Oro). 

Escuchaba a Wilco concentrada en no desconcentrarme y pensar en María Pombo, las maletas o mi trabajo. Escuchaba las canciones y pensaba en cómo me gusta ese rincón de mi zona de confort y en porqué ya casi no escucho música. ¿Por qué he dejado de hacerlo? Porque ya casi no conduzco y porque no me gusta escuchar música mientras hago otras cosas, o me desconcentra de lo que tengo que hacer o lo que sea que estoy haciendo me impide disfrutar de la melodía, la letra y la sensaciones. No puedo escuchar música mientras leo, eso son dos placeres incompatibles. Se acaba el concierto. Vuelvo a sentir esa emoción, las ganas de llegar a casa y no parar de escuchar a Wilco en tres semanas. Quiero escucharlos, aprenderme las letras que aún no me sé, leer sobre ellos. Me acuesto pensando en escribir este post, porque escribir es otro rincón de mi zona de confort que ultimamente visito menos. 

No quiero salir de mi zona de confort, solo acordarme de recorrerla entera, es bien chula. 

sábado, 25 de junio de 2022

Podcasts encadenados: furia, ira, tristeza y un misterio en La Moraleja

 


Escribo estas recomendaciones semanales rezumando furia, ira, tristeza y miedo a partes iguales. El retroceso en los derechos fundamentales que dábamos por supuesto está siendo tan brutal y tan rápido que me aterra ver un futuro en el que mis hijas, en el que todos vivamos muchísmo peor enfrentados unos con otros. La decisión, ayer,  de una serie de jueces retrógrados y conservadores hasta extremos absurdos de terminar con el derecho a optar a un aborto legal en Estados Unidos es un desastre de tal magnitud que no somos capaces de imaginarla.  Es un desastre, un ataque a los derechos de las mujeres y, lo peor de todo, el primer paso en una carrera para terminar con otros muchos derechos. «Eso no pasará aquí» Ja. También pensamos que nunca elegiríamos a alguien como Trump. Jaja. O que aquí nunca habría un partido de ultraderecha. JA JA JA. 

Desde que se filtró la opinión del infame Juez Alito mucho de tiempo de escucha de podcasts ha estado dedicado a este tema. A conocer cómo se aprobo el derecho al aborto hace cincuenta años, a saber cómo era la situación antes, a entender qué podría pasar si finalmente se confirmaba lo peor.  He escuchado gente que se hace llamar provida y gente que lucha y seguirá luchando por ese derecho. He aprendido muchísimo y lo voy a compartir hoy por si alguien le interesa. 

Justo ayer, cuando venía a Los Molinos conduciendo, terminé la nueva temporada de Slow Burn, un fabuloso podcast de investigación que lleva ya años produciendo grandes temporadas. (En su día recomendé la dedicada a Monica Lewinsky) La temporada de este año tiene solo cuatro episodios y trata, por supuesto, del aborto. Se titula Roe vs Wade y es un recorrido por distintos aspectos del aborto. El primer episodio está dedicado a la historia de alguien mucho más desconocido pero que marcó mucho el movimiento abortista en USA a principios de los 70, antes de Roe. Cuentan la historia de Shirley Wheeler, una chica de 21 años que abortó, (ya había tenido un hijo antes, fruto de una violación) y fue acusada de asesinato y condenada a veinte años de carcel que luego, cuando se demostró que no había abortado estando de siete meses como decía el fiscal (que aparece hablando en el episodio porque sigue vivo) se lo cambiaron por libertad bajo fianza con unas condiciones tremendas. Era en Florida y allí no podía vivir ni sola ni con otra mujer y con un hombre solo si se casaba, tenia 23 años. Es decir, o te casas o te vas del estado. Además cuando la detuvieron acusada de asesinato, en la carcel, los policias le ensañaron fotos de bebes muertos acúsandola de haber matado a su hijo. Se convirtió en una de las figuras del movimiento en favor de los derechos reproductivos en USA. El segundo episodio está dedicado al matrimonio Willker, una pareja de pastores cristianos que ante las preguntas de su hija al volver de la universidad con muchas dudas sobre feminismo y aborto, (la hija aparece en el podcast) escribieron un librito fundamental para el movimiento anti abortista. Los Wilker son los responsables del uso de fotos de fetos (muchísimas veces trucadas) para, según ellos, demostrar que hay vida desde el momento mismo de la concepción. Los dos últimos episodios cubren más el aspecto legal de la lucha por los derechos reproductivos y el último, el que terminé justo antes de enterarme de la decisión de los impresentables, cuenta la historia del juez Blackmun responsable de escribir la opinión que en 1973 legalizó el aborto en USA. Estremece pensar como, hace cincuenta años, un señor de Oklahoma tuvo más respeto por los derechos de las mujeres que los impresentables que hay ahora mismo. Blackmun comenta en el episodio, en declaraciones de hace años porque murió ya, que creía que con la sentencia Roe vs Wade, el tema del aborto estaba zanjado en USA. Se debe de estar revolviendo en su tumba o muriéndose de pena.

Es un podcast muy serio, muy interesante y fundamental para estar informado sobre este tema.

Este episodio de The Experiment, del podcast de The Atlantic, ya lo recomendé pero lo traigo de nuevo. Lo hicieron en abril  en previsión de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos  hiciera lo que ha hecho.  Estça dedicado al resurgimiento de un movimiento de apoyo al aborto clandestino (The resurgence of Abortion underground) La historia del movimiento abortista, su lucha, su logro y el peligro que corre ahora está muy contada y estremece escuchar a una activista de más de ochenta años decir: "sabíamos que no se quedarían tranquilos, que lucharían para abolir ese derecho, sabíamos que lo harían... y aquí están de nuevo para conseguirlo". Es interesantísimo. 

En The Daily han dedicado bastantes episodios al tema y todos son buenos. Todos hemos oído y leido lo de Roe vs Wade pero ¿cuántos sabemos quien era Jane Roe? ¿Cual fue su historia? En estos dos episodios (emitidos en 2018 por primera vez), Who was Jane Roe y The Cultural Wars, lo cuentan y aprendí muchísimas cosas. Entre otras, que Jane Roe acabó siendo una ferviente antiabortista y como se desarrolló el movimiento cultural contra el aborto. Después de contar el pasado, dedicaron dos episodios al futuro. ¿Qué pasaría si finalmente los impresentables del Tribunal Supremo hacian lo que han hecho? En uno de los episodios analizaban el futuro desde el punto de vista de los defensores del derecho al aborto, en otro desde el punto de vista de los anti abortistas. Los dos dan pánico pero el segundo, escuchar a esa gente atacar el derecho de las demás personas en función de sus creencias personales es como ver una película de terror. Por supuesto, todo esta hecho con gran rigor periodístico y respeto a las opiniones de todo el mundo.

¿Qué más? En español os dejo dos episodios de Hoy en El País que hicimos en mayo. Uno dedicado a cómo se aborta (o abortaba) en Usa y otro sobre como se aborta en España. 

Para terminar, aunque tengo mucho más material sobre este tema si alguien tiene más interés, os dejo un estreno en español que me ha enganchado desde el minuto 1. Es raro que una novedad se haga hueco en mi lista de reproducción. Normalmente intento escuchar lo que lleva ahí esperándome meses, o incluso años, pero esta semana un estreno se ha hecho un hueco y, lo que es más importante, me ha gustado tanto que estoy nerviosa esperando los siguientes episodios. El podcast es Misterio en La Moraleja, un podcast original de Spotify producido por True Story y escrito y narrado por Eva Lamarca. De este podcast me gusta todo: el arte (algún día tengo que escribir sobre mis covers favoritas), el título, la idea, el tono y el desarrollo.

Eva Lamarca se embarca en una investigación, casi detectivesca con gabardina y monóculo, para intentar descubrir quién fue el único votante de Podemos, en el barrio más rico de España, en las elecciones de 2021. Esta investigación es un McGuffin perfecto (que haría féliz a Hitchcock) y que sirve de excusa para elaborar un impresionante retrato de La Moraleja: su historia, su configuración y, sobre todos, sus vecinos. Cada conversación es un descubrimiento, una sorpresa, un “no puede ser que haya dicho eso”. Agil, divertido, muy interesante y con su punto de intriga. Un gran trabajo. Os va a enganchar seguro. 

Creo que con esto es suficiente. Como siempre casi todo lo que recomiendo está en esta lista (menos lo que es de Spotify que no sale ahí) y si escucháis algo, venid a contármelo. Me hará ilusión.