viernes, 12 de febrero de 2016

12 de febrero.- 43 años

Hoy, 12 de febrero, cumplo 43 años y celebro que, en el Día de Darwin, he evolucionado a chica con suerte. 

Algo de suerte y de azar hay en la vida de todos, en la mía desde luego, y soy muy fan de escudriñar los encadenamientos de circunstancias que en un determinado momento me llevaron a conocer a alguien, a leer determinado libro o tomar aquella decisión. 

Hay suerte en mi vida o circunstancias que no controlo pero cuando digo que soy una chica con suerte no me refiero a nada de lo externo que me ocurre, o tengo o disfruto. 

Ahora mismo, el día que cumplo 43 años me siento una chica con suerte. Esa es la expresión correcta, ME SIENTO UNA CHICA CON SUERTE porque soy intensamente consciente de todo lo que (me) pasa. Siento cada día y cada cosa. 

Sé si estoy contenta, triste, eufórica, disgustada, herida, cabreada, hostilizada, indignada conmigo misma por ser imbécil o satisfecha por algo que he conseguido y que sólo yo sé. Me siento débil, agotada. O fuerte y con ganas de comerme el mundo. Me entusiasmo y lo sé. Me cabreo y lloro. Duermo agotada y me despierto en medio de la noche con la cabeza en ebullición o abro los ojos en la mañana sin creer que haya dormido del tirón. No hago nada que no me apetezca si puedo evitarlo. No tengo más compromiso personal que conmigo misma y la persona que soy ahora mismo. 

Me siento una chica con suerte, con la suerte de sentirme así y ser consciente de ello y lo estoy disfrutando muchísimo. 


100 fotografías para recordar mi año 42.

Gracias a todos. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

Quiero que sean ellas

Bolt Poetry. Tobbe Malm
Cuando tienes un hijo te entra pánico, porque te das cuenta de que no tienes ni idea. Ni de lo que hay que hacer, ni de qué piensa, quiere o le pasa hijo.

Dudas y piensas ¿soy peor que mis padres, que parecían saberlo todo? ¿Peor que otra gente, que parece controlar? ¿Acaso todos fingen? ¿Es una mentira compartida por todos: "cuando seas padre finge que controlas"? ¿Todos están en el ajo menos yo? 

Después, poco a poco, te vas confiando, como un niño. Como todos en todas las facetas de la vida, aprendes rutinas, interpretas gestos, frases, pautas y comportamientos de tus hijos; y te crees que los conoces. Que levante la mano el que no ha dicho o pensado alguna vez: "Yo conozco a mis hijos". 

La realidad es que sigues sin tener ni idea, pero te crees que sí. No pasa nada, es así como funciona. Estás tan confiado que te pones a hacer proyecciones de futuro. Algunos, confiados e irresponsables como yo, dejan esas proyecciones por escrito... y 5 años después las repasas y te tronchas. 

Tus hijos son un misterio, tienen ideas, vidas, pensamientos, preocupaciones, inquietudes, preguntas, virtudes y defectos que eres incapaz de anticipar y que cuando aparecen te sorprenden. 

Ahora mismo, M tiene 12 años y C 10 y medio. Repasando lo que escribí hace 5 años me doy cuenta de que son personas distintas de lo que imaginé. Distintas entre sí y distintas de mí. No tengo ni idea de qué van a hacer con su vida, qué van a querer, lo que les va a ocurrir ni cómo lo van a sobrellevar. Y me parece bien, me parece perfecto. Es como debe ser. 

De todo lo que escribí no he acertado en casi nada. Curiosamente, sólo en lo que depende de mí, lo que prueba que me conozco bastante bien. 

"Serán insoportables. Exactamente como era yo".

Lo son a ratos. Curiosamente, no se sincronizan. Durante un rato, unas horas o unos días, hay una a la que no soporto y, por tanto, fantaseo con que la otra sea mi heredera universal, pero luego los papeles se cambian y es la otra la que está para verla sólo de lejos. Soy consciente de que, también a ratos, la que está insoportable soy yo. Me hace gracia el "era yo" de mi frase de hace cinco años: sigo siéndolo a ratos. 

"M se pasará toda la adolescencia torturada por su madre (o sea yo), que no sabe bien cómo tratar a su primogénita. Creerá que la quiero menos que a C".

Tal cual. La torturo muchísimo. En mi descargo diré que trato de no hacerlo y que cuando no consigo evitarlo me tiro de los pelos. 

"Sacará buenas notas porque es extremadamente responsable y será buena estudiante. No habrá que perseguirla para que estudie y, probablemente, haya que decirle que sacar un 7 es perfectamente aceptable".

Me troncho. M es una estudiante resignada. Hay que perseguirla y sobre todo hay que conseguir encontrar que lo que estudia le haga "clic" en la cabeza y le encuentre el gusto. Si no consigue ese clic el estudio es para ella una tortura absoluta; y para nosotros también. 

"Querrá ser policía". Si algo tiene M, y esto no es adivinación porque es un hecho, es que tiene las ideas clarísimas y una obstinación a prueba de bombas. En mis días malos lo llamo cabezonería. Cuando tenía 7 años y decía lo de ser policía la gente comentaba "qué mona". Cuando lo dice ahora la gente comenta "¡pero qué dices!". Le da igual, es lo que quiere. 

"Como será guapa, alta, flaca, rubia y con los ojos azules no sufrirá por su aspecto e irá siempre en vaqueros. Nada de bolso, nada de pintarse, y el pelo en coleta".

M ha llevado lo de no sufrir por su aspecto a un nivel superior. Un nivel superior de absoluta indiferencia que me ataca los nervios. Se supone que con 12 años debería estar preocupadísima por su aspecto y su ropa. Bien, pues no consigo ni siquiera que se compre ropa. Desde la puerta de la tienda, cualquier tienda, se asoma y dice "no hay nada que me guste". No sé si tiene superpoderes o lo hace para sacarme de quicio. 

"El pelo en coleta". Otra proyección optimista que hice hace 5 años... que debió ser la última vez que me dejó que la peinara. 

"Discutirá con nosotros cuando le digamos que no a algo y su frase será ‘Es injusto’”.

Esto sí lo hace. No es injusto pero le quedan 20 años para comprenderlo. A veces llora, pero no nos lo creemos.  

"Pasará de los tíos y cuando por fin se enganche con uno, éste le romperá el corazón. El ingeniero querrá matarle".

- Pero a ti ¿quién te gusta?
- Ninguno. 

Mira que me extraña -dice El Ingeniero sonriendo feliz. 

*****

"C. se pasará toda su adolescencia torturando a su padre. Sabe que babea por ella y que le perdonará cualquier cosa en cuanto le ponga ojitos y le dé 3 besos". 

Tal cual. El Ingeniero es el conejo de la chistera de C. Ella consigue absolutamente todo lo que se propone con él. Son tan parecidos que cualquiera pensaría que se repelerían, pero no. Se complementan perfectamente. 

"No se planteará que sus padres la quieran o no... Ella es porque yo lo valgo y todo es maravilloso y el mundo seguirá sin perturbarla para nada". 

C tiene una autoestima a prueba de bombas pero es extremadamente sensible, no sólo a lo que le afecta a ella directamente. El otro día, me preguntó por el cambio climático y acabó llorando de angustia. 

"Habrá superado su adicción al rosa pero será una esclava de la moda y pretenderá renovar su vestuario cada temporada. Dejará de molarle heredar toda la ropa de M. 

No es una esclava de la moda pero le gusta la ropa. Le gusta y tiene criterio. Mientras M cabecea desesperada desde la puerta de la tienda ("vámonos a casa, vámonos a casa, estoy cansada"), C recorre las estanterías como un perro perdiguero, con las orejas de punta y la mirada afilada buscando exactamente lo que quiere. Sabe qué ropa quiere, sabe cómo ponérsela y se desespera hasta el infinito con mi ropa. 

Quiere ser veterinaria y dice que tendrá gato. 

"Llevará el pelo largo y será un motivo constante de preocupación".

No le preocupa su pelo, le preocupa el mío. "Mamá por favor, no ves que no puedes ser guapa con el pelo corto?".

"Tendrá varios novios. El Ingeniero querrá matarlos a todos también".

- ¿Sabéis que C le gusta a tres chicos de su curso?
- Pues no, no lo sabía. C, ¿a ti te gusta alguno? -pregunté.
- Pocos me parecen -sentencia El Ingeniero. 

Hace mucho tiempo, y a propósito otra cosa, mi hermana me dijo una frase muy inteligente, como casi todas las suyas: 

"El problema de las relaciones es que cuando hablamos con otra persona anticipamos una respuesta, esperamos que la otra persona diga algo, y cuando no lo hace nos cuesta encajarlo. No pensamos en que eso es justo lo que el otro quiere decir, pensamos en lo que nos gustaría que dijera, que hubiera dicho". 

Todos los días en los que discuto con mis hijas, o que hacen, dicen, piensan o actúan de alguna manera que no espero, recuerdo esa frase. 

M y C son personas distintas. Entre sí y con respecto a mí. Son diferentes de cómo las había imaginado, diferentes a lo que creo de ellas. Distintas a como me gustaría que fueran. Tienen reacciones, ideas y opiniones que no comparto y que, además, soy incapaz de anticipar. Estoy aprendiendo a disfrutar de ese desconocimiento, a valorar ese descubrimiento aunque sea muy diferente de lo que yo había imaginado e imagino cada día. Apreciarlo aunque no me guste. 

Quiero que sean ellas.



domingo, 7 de febrero de 2016

Despelleje Goya 2016

Sábado por la mañana. Recibo un mail de los libros de colores "Si vas a los Goya, te veo esta noche".  ¿Los Goya? ¿son hoy? pero ¿no son en domingo siempre? Un momento, ¿hoy es domingo?

Por suerte era sábado, yo no iba a los Goya y pude ver la gala desde mi sofá. Bueno, esto último no fue tanta suerte porque la gala fue aburridísima. Mientras se empeñen en no contratar guionistas, racanear medios y que cada speech sea una exaltación de su trabajo tenemos tostón para rato. 

Vamos a los trapos. 

Igual que digo una cosa, digo otra. En general, la media de elegancia ha subido bastante desde aquella primera y remota gala que despellejé. En ellas y, sobre todo, entre ellos que, por fin, han comprendido que cualquier hombre vestido con traje gana puntos. OS LO DIJE. 

El amarillo es un color arriesgado. En febrero, en Madrid, sobre alfombra roja y con el mismo tono de piel que un folio es un error garrafal.  Añadirle un escote hasta el ombligo tampoco es buena idea. Y ponerle piedritas marcando el camino rollo "caminito hasta mi obligo" es horripilante. 

Un buen lema de la gala de ayer fue "No hay canalillo para tanto escote". 

Sobre el color visillo sucio de contaminación que hay gente que llama nude ya lo he dicho todo. A Silvia Abascal y su supuesto misterio lánguido le encaja a la perfección. A mí esta chica siempre me da la sensación de que va a derretirse hasta desaparecer. Eso sí, va bien peinada que en esta gala tiene mucho mérito.

"Ay, Mari, se casa mi hijo y yo voy de madrina y ya tengo una edad para ir de colorinchis pero no me gustaría ir de negro que es muy soso". "Pues nada, ponte un azulón verdoso". De eso iba Clara Lago, de madrina de boda con un vestido que a Rocío Jurado le hubiera dislocado. El toque "juvenil" de enseñar pierna le da un toque Norma Duval. Ruth iba de consuegra. 

- A lo Goya este año quiero ir original.
- Pues oye, vete de blanco que es un color neutro, básico y que se lleva poco en trajes de noche. 

Hordas de actrices de blanco. Mal vestidas. 

Marta Hazas con algo blanco sucio con demasiadas cosas pegadas 
Ana Álvarez de bloqueo creativo, de pesadilla de escritor, de folio en blanco. 
Mabel Lozano con una sábana fruncida. 
Nerea Barros de blanco enfurruñado y arrugado. 

Natalia de Molina iba de blanco con flores. Un poco cursi pero me gusta. Eso sí, la había peinado su peor enemigo. No entiendo esa moda de llevar el pelo como si te hubieras teñido con los restos de tinte que quedan de otra persona. Aprovecho pare decir que su Goya es merecídismo, he visto Techo y Comida y ella está espectacular. 

Inma Cuesta de despropósito con un peinado homenaje a Flash Dance

Irene Escolar llevaba un vestido verde complicado pero que le quedaba de lujo. Estaba estilosa, habló maravillosamente y fue muy natural. 

Isabel Presyler va vestida de hipnotizadora. "Marioooo...mira aquí...mira a mi ombligo. Déjate llevar por el vórtice de pasión". No sé si no confía en sus poderes o si Mario tiene tendencia escapista pero Isabel lo lleva amarrado más fuerte que a su bolso. Es una chica lista. 

Úrsula Corberó de "soy explosiva porque el mundo me ha hecho así".  Y Miriam Díaz Aroca de "¡explota, explotame, explo, explota, explota mi corazón!" (poneos a cubierto). 

En mi mundo sencillo y confortable hay dos tipos de rosa: el de los chicles cheiw de fresa ácida y el fucsia. En el mundo exterior, complejo y absurdo, por lo visto hay un rosa que se llama rosa cuarzo. Me encantan estos nombres que no dicen nada: azul apolo, blanco roto, rosa cuarzo. Me encantaría saber cuánta gente que dice "mi vestido es rosa cuarzo" distinguiría el cuarzo de un ladrillo. Amaia Salamanca va despeinada con un vestido de un color indefinido a medio camino entre el rosa y el color carne. Lleva una pulsera unida a un anillo por una cadenita que debe costar dos o tres veces mi sueldo anual y que a mi me parece una macarrada muy muy hortera. 

Esto por lo visto es "rosa empolvado".  Yo lo veo ideal como disfraz de "mujer invisible". Cayetana, por lo visto, también iba de "rosa empolvado" y supongo que lleva celo de doble capa. Las ridículas hombreritas que le hacen pico en los hombres se las he debido poner para no perder el vestido, lo mismo lleva unas escarpias para sujetarlo. 

- ¿Te gusta tu vestido Bárbara?

Pues me parece un horror. 

Macarena Gómez. Reciclando. Cogió una pelusa de esas históricas que todos tenemos debajo del sofá de casa, se la puso de peinado y la sacó a pasear. Si perdisteis algo ayer por la noche es muy probable que esté en su cabeza. 

Cristina Brondo de faja reductora. 

Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver. Hombres con traje siempre es buena idea. Brocados de flores siempre es mala y en chaquetas de esmoquin es horripilante. ¿Qué necesidad tenías, Miguel Ángel Muñoz? (Los de Hola dicen que es verde...)

Ni una gala sin su vestido de bolsa de basura. Verónica Echegui con los pies saliéndose de las sandalias. 

Natalie Seseña de arabesco lateral. 

Elvira Lindo con el jardín colgante del Caixa Forum en la pechera. 

Goya Toledo, como siempre bien. Lleva un vestido homenaje a Escarlata O´Hara precioso. Nunca pensé que supiera coser pero  en la tienda de telas de debajo de mi casa tienen colgadas unas cortinas exactas. ¡Qué apañada Goya! 

Nieves Álvarez de fuego purificador con un vestido que en cualquier otra hubiera sido de bruja del mar. Sobre la laca de uñas negra, siempre que la veo pienso "¿por qué se ha pintado las uñas de negro? ¿para que me fije en sus uñas? y ¿por qué quiere que me fije? Ah claro porque ha dejado de comérselas y está orgullosa". No os pintéis las uñas de negro si no sois Alaska o Mario Vaquerizo. 

Juana Acosta de super diva. Aplaudo en pié las sandalias sin plataforma aunque supongo que hoy tendrá una bonita pulmonía. El bolso caja me espanta. 

Juliette Binoche de despropósito francés con prisas. 

Victoria Abril va de Actor Secundario Bob. (esto lo leí ayer en tuiter, no se me ocurre nada más acertado)

Hablemos de pajaritas. Con las pajaritas tengo la misma teoría que con el pelo largo en los hombres. Sólo si eres increíblemente guapo E increíblemente estiloso puedes llevar pajarita. Sólo si cumples las dos condiciones (guapo y estiloso) puedes ponerte pajarita tranquilamente. En caso contrario no serás un hombre con pajarita, serás una pajarita con un hombre pegado.  Un paquete regalo. 

Lamentablemente  ayer, hubo pocos hombres guapos y estilosos y muchos hombres que pensaron "la corbata es de viejunos y clásica y yo soy "moderno". ¿Resultado? Muchos parecían niños de San Ildefonso y otros tantos cantantes de la orquesta "Pasiones" en el cotillón de Nochevieja del polígono industrial de Cobo Calleja. 

Jan Cornet tiene los brazos cortos. A Javier Cámara le falta camisa para esa pajarita y le sobra contorno para esa chaqueta. Pajarita caída en acto de servicio. Disfraz de mayordomo de Drácula.

Para llevar un esmoquin azul con pajarita y no parecer ridículo hay que ser muchísimo más guapo que Hugo Silva. 

Oscar Jaenada disfrazado de extra de Águila Roja. De extra cutre en plano general de títulos de crédito. No se puede ser más ridículo. 

A Jesús Castro alguien le ha debido decir que es guapo y atractivo y se lo ha creído. Pues NO. 

Premio jaboneras de este año para Paz Vega con su vestido camiseta y su homenaje a los gigantes porque iba a trepada en unos tacones con plataforma de 20 cm. Si sigue sin comer es posible que el año que viene también homenajee a los cabezudos. 

Penélope con vestizado y flequillo postizo. 

Verónica Sánchez de faldillas de mesa camilla. 

Belen Rueda en camisón de noche de bodas de los años 50 y peinado para guardar cosas. Da miedo. 

Esmoquin de brilli brilli y pajarita del tamaño de un aguila. NO. Esmoquin de terciopelo con pajarita tímida, tampoco. Parece que lleva el batín de sentarse a tomar el cognac. 

Y dejo para el final, lo mejor. Lo único por lo que mereció la pena la gala. 

Tim, Tim, Tim. Sin pajarita y con mucha clase. 

Alex García. Madre mía, madre mía, madre mía. ¿Por qué nadie me había dicho nada de este hombre? Guapo y con clase. Lleva la pajarita como nadie. 

Se puede ser guapo, se puede ser atractivo, se puede ser interesante y se puede tener clase, pero solo hay un Darin.





miércoles, 3 de febrero de 2016

Ensayo sobre el chicle

©Michael Massaia Ghost Nightmares
- Moli, ¿quieres un chicle?
- Venga, vale. 

Un par de veces al año lo intento. Acepto un chicle para ver si por fin le encuentro la gracia a masticar plástico. Intento saber qué encanto tiene mantener las mandíbulas funcionando en balde. Quiero saber cuál es el interés de masticar chicle y no, por ejemplo, las hojas de un ficus. 

En mi infancia comía chicle, más por pandillismo y aburrimiento que por gusto, pero lo hacía. Eran otros tiempos. Los chicles tenían personalidad, eran robustos, de tamaño extragrande y de fiar. 

Añoro los chicles Cheiw. Ladrillos duros que había que ablandar a base de producir litros y litros de saliva. Un tocho de goma que te ocupaba toda la boca y que imposibilitaba cualquier comunicación hablada comprensible. (Puede que por eso las amistades duraran más que ahora: pasábamos mucho rato mirándonos mascar sin intercambiar palabra).

Mi chicle favorito era el de fresa ácida, con su precioso papel rosa por encima y por debajo el papel plateado que envolvía una explosión de fresa ácida que me hacía guiñar los ojos intentando no llorar. Me encantaba esa acidez dulzona. 

Lamentablemente poco después, al ser el chicle una bola de goma, el sabor explosivo se le quedó pequeño. Y empezó, poco después, a sofisticarse. Se hizo ambicioso, quería más. 

Primero pensó: ¿Y si me meto en un chupachups? Así surgieron los míticos Kojac. He de reconocer que tenían su encanto, pero la química entre las dos partes de la chuchería no estaba bien conseguida, era obvio que caramelo y chicle no se llevaban bien. El caramelo se hacía pedacitos y corrompía el chicle. No hay nada peor que un chicle con tropezones (por eso no se puede comer chicle con pan, pipas, patatas fritas, galletas... etc.). 

El chicle, además, quería mayor protagonismo. Estar encerrado dentro de una bola de caramelo era humillante. Surgieron entonces los primeros atisbos de los agoreros antiazúcares: uhhh, el azucar es malísimo, es un invento del demonio, uhhhh, uhhh... arrepentíos. 

El chicle, atento a las circunstancias, aprovechó el nicho y lanzó la versión saludable: el Trident. 

Por supuesto, la “saludabilidad” no iba a salirnos gratis. A cambio de creernos que el chicle era bueno, se convirtió en una finísima lámina, una sabanita de goma ridícula, triste como una loncha de jamón en la nevera de un soltero. Y ¿qué pasó con el sabor? La explosión de sabor que te dejaba sordo y mudo se transformo en un ligerísimo recuerdo. Pasados los primeros 30 segundos de duración del sabor te afanabas en masticar y masticar fabricando litros de saliva que consiguieran rescatar algún resto del sabor que, según el envoltorio, aquello que tenías en la boca debía tener: mint. 

Para mi el trident fue muy saludable: dejé de comer chicle. 

El chicle, ya sin mi, siguió con su proceso. Desde la distancia observé cómo de lámina finúscula pasaba a casi imperceptible pastillita en envase gigante. Sospecho que porque para conseguir una mijita de sabor hay que masticar media docena de golpe. 

Comprobé también que cada vez vendían más “saludabilidad”: limpian los dientes, combaten la placa, el mal aliento; un catálogo completo de razones tontas para masticar chicle. 

Al mismo tiempo, la sencillez de los viejos sabores pasó a la historia y, como en el mundo de la cocina, la sofisticación ridícula se hizo fuerte: frutas tropicales, splash, water melon sunrise, mega mistery blue dream, rainforest. Confieso que a veces no sé si son chicles o geles de ducha. He comprobado que saben por el estilo. 

Últimamente los chicles se han vuelto más canallas. Agotadas las posibilidades de la saludabilidad, y supongo que también agotados los nombres absurdos para sabores inexistentes, han vuelto a lo que de verdad vende, a lo que engancha. Y lo han conseguido. Miles de adictos al chicle pueblan nuestras ciudades. 

Son fáciles de detectar. Superan la cuarentena, parecen normales, tranquilos, centrados, serios, pero si pasas con ellos más de media hora notarás algo raro. Mientras hablan contigo, sin cambiar el gesto, ni el tono, ni la pose, una de sus manos se pone en marcha en busca de un bolsillo. Notas un casi imperceptible alivio en el susodicho cuando esa mano que subrepticiamente ha ido hasta el bolsillo agarra algo. La otra mano, en un movimiento veloz se suma a la escondida en las profundidades del bolsillo y, a la velocidad del rayo, lleva a la boca de tu interlocutor algo que parece una pastilla. 

Como tenemos una edad, te callas y no dices nada. Lo mismo esa pastillita es un medicamento: un ansiolítico, sintrón, un anticonceptivo... y continúas la charla. Cuando pasada media hora, el susodicho vuelve a repetir los mismos movimientos; es cuando piensas: o le va a dar un infarto o se droga. 

Y se droga. 

Los chicles de nicotina son un triunfo sin precedentes de la industria del mascar. He visto a exfumadores atizarse el equivalente a 4 cajetillas de tabaco en esas pequeñas pastillitas. He visto a hombres hechos y derechos palparse todo el cuerpo en busca de sus chicles, en una danza digna de la niña del exorcista. Los brazos moviéndose sin parar, los ojos en blanco, la mirada perdida, la saliva borboteando al no encontrar su droga. 

- Te has dejado los chicles en el coche. 
- ¿De verdad? ¿Seguro? ¿Cómo lo sabes?
- Sí, de verdad. Lo sé porque los he visto en la guantera. 
- ¿No te importa que vaya a por ellos? ¿Aunque estemos en el cine a mitad de la película?
- No me importa. Prefiero que vayas a drogarte a que sigas moviéndote como si estuvieras infestado de piojos y ladillas

Sobre besar a estos adictos, ni hablamos. Debería haber comprado toneladas de chicles cheiw de fresa ácida.

*La foto es Ghost Nightmares de M. Massaia. Sí, es un chicle mascado por el artista. Más aquí.