viernes, 12 de diciembre de 2014

Ikea no me manipules

Vaya por delante que me gusta Ikea. Levanto la mirada ahora mismo y más de la mitad de los muebles que veo los he comprado allí. Me gustan los muebles, me flipa mirar el catálogo con sus familias suecas que se parecen a las españolas igual que unos extraterrestres de Venus y adoro las fundas de edredón de lobos verdes que tienen las princezaz en sus literas. 

Pero que me gusten sus muebles no quiere decir que no me haya encendido como el icono del cabreo del whatasup al ver su tan alabado anuncio de navidad en las redes sociales. 

Me levanto y digo, "mira, voy a ver el anuncio de Ikea a ver si me reconcilio con la publicidad y empiezo el día con buen rollo". 

Ahora mismo odio a todos los creativos publicitarios y estoy tan hostilizada que hasta tengo ardor. 

Es un anuncio rastrero, falsamente emotivo, manipulador, tramposo y sobre todo de una desvergüenza escalofriante. 

Por si alguien no lo ha visto, lo resumo brevemente. 

Coges unos cuantos niños de edades entre 4 y 11 años más o menos. Más pequeños no sirven porque no entienden por dónde vas a manipularlos y mayores tampoco porque no se van a dejar y además lo que ellos quieren no se corresponde con tus rastreros intereses de hacer sentir culpables a los padres. Con 12 años un niño no quiere que su padre le lea un cuento, sino que le deje salir con sus amigos al parque o al cine. 

Les haces escribir una carta a los Reyes Magos sin mencionar que muchos de esos niños probablemente han perdido ya la bendita ilusión de su existencia y conocen el secreto, y piden juguetes. Luego, les haces escribir una carta a sus padres con lo que les pedirían a ellos por Navidad. 

Es todo tan sutil que dan ganas de vomitar. 

Luego entregas las cartas a los padres que lloran todos. ¿Por qué? Pues porque en las misivas entregadas los niños piden que se les lea un cuento, cenar con sus padres, jugar al fútbol y pasar más tiempo juntos. 

Los padres lloran y se sienten inmensamente culpables. 

Ikea no contenta con este nivel de manipulación emocional, lleva su retorcida estrategia un poco más allá y les pregunta a esas inocentes criaturitas que carta eligirian si sólo pudieran enviar una. 

Los angelitos ponen cara de pensárselo, valoran los pros y los contras y dicen con cara de no haber roto un plato: la de mi madre, la de mis padres. 

¡Tachán! Ya tenemos el mensaje:

"Tus hijos te quieren a ti a pesar de que eres un padre desalmado que no pasas tiempo con ellos y tratas de comprar su amor con juguetes". 

Tócate los cojones, la zambomba y baila. 

Ikea está en su derecho de hacer el anuncio que le salga de las narices, eso no lo discuto pero ¿En qué están pensando todos los que han llorado con este anuncio, todos los padres que dicen que les ha emocionado, todos los que dicen que Ikea tiene razón?

¿Estamos tontos o qué? 

Nadie discute que la conciliación es un tema chungo, que a todos nos gustaría llegar a casa a las 5 de la tarde y pasar la tarde con nuestros hijos, tener más vacaciones y poder ir a las funciones del colegio sin tener que pedir favores a diestro y siniestro. Eso es evidente, pero no se soluciona con un anuncio de Ikea.

Por otro lado pasar la tarde con nuestros hijos no quiere decir ser un parque temático. A ver si nos enteramos ya de que la convivencia familiar no consiste en estar en casa haciendo todo lo que quieran nuestros hijos cada segundo de su existencia. La convivencia familiar consiste en convivir con las tareas, aficiones, gustos e intereses de cada uno. A veces coinciden, a veces no. Y no pasa nada.

Además, la pregunta de elegir que carta enviar es tramposa, muy tramposa. Esos niños saben que sus padres fliparán con la carta y que la manipulación emocional a  funciona siempre con efecto inmediato (estoy suponiendo que no hay manipulación de ninguna clase haciendo el anuncio y es ya muchísimo suponer). Si además saben, que los Reyes no existen y que en caso de existir su recompensa depende de su comportamiento, la elección está clara. Y además, ¿les has hecho creer que si no mandan la carta a los Reyes no tendrán regalos? Ja. Me gustaría ver la respuesta a esa pregunta.

No dejemos que nos manipule una empresa que tiene un servicio para que aparques a tus hijos al ir a sus tiendas para que no te molesten. No le hagamos el juego a una empresa que abre todos los festivos y que cierra sus almacenes a las diez de la noche. Me encantaría saber que han sentido sus empleados al ver el anuncio,  esos trabajadores que salen a las mil de la noche en el extrarradio de las ciudades cuando llegan a sus casas y sus hijos llevan dos horas durmiendo.

Lo que más me cabrea de todo esto es que los espectadores target del anuncio, padres y madres con niños de esas edades, se hayan sentido culpables por esta burda manipulación por parte de una multinacional. 

Joder, dejad de sentiros culpables. No dejéis que os manipulen así. Sois los mejores padres que sabéis ser, cada día intentáis hacerlo mejor, unos días sale mejor, otros peor, unos adoras a tus hijos, otros no puedes más con ellos. Otros te da pena infinito no estar con ellos y otros das palmas con las orejas por tener unas horas de solterismo. Unos días los quieres con locura y otros te sacan de quicio. Sois, somos los mejores padres que pueden tener porque sois, somos sus padres y los queremos como nunca pensamos que podríamos querer a nadie y ellos a nosotros. 

No tenemos que ser padres perfectos de anuncio. Nuestros hijos tampoco lo son.  Y no pasa nada. 


jueves, 11 de diciembre de 2014

No le gusta bucear

Camina hacia la boca del metro igual que lo haría hacia la orilla del mar si no supiera nadar. Justo al poner el pie en el primer escalón, al comenzar a bajar, a sumergirse en ese mundo subterráneo que la aterra, coge aire. En el último momento antes de cruzar las puertas, dirige una última mirada hacia fuera, hacia la calle, al aire, al cielo, al espacio abierto. A partir de ahí contendrá la respiración, intranquila. 

Camina como una autómata de segunda clase, como si estuviera oxidada, como si sus circuitos se hubieran mojado. Es rutina pero tiene que fijarse en los carteles, leer las señales, los nombres. Es un trayecto conocido pero nunca está segura de hacer escogido bien el pasillo, de haber acertado en la bifurcación, en la escalera. ¿Será el andén correcto? Siempre el mismo momento de pánico al ponerse el convoy en marcha. ¿Lo habrá cogido en el sentido correcto? 

Nunca le gustó el metro. Jamás. De niña, la parada más cercana estaba a 10 minutos andando de su portal, un paseo por una recta interminable sin comercios que le daba miedo. El miedo crecía y crecía durante ese paseo hasta llegar a la boca de metro y sentir esa pérdida de referencias espaciales, igual que al ser revolcada por una ola. 

De adolescente siempre prefirió el autobús. Más lento, más lleno, más luminoso. Se sentía más segura. El metro era sin embargo más popular y a ella le avergonzaba decir que la aterraba. 

Cuando se fueron a vivir juntos, incluso antes, de novios, tuvo un breve idilio con el metro. La boca de la estación estaba a escasos metros de su portal, él siempre la cogía de la mano y le contagió parte de su entusiasmo juvenil por los trenes, cuando soñaba con ser ferroviario. Le enseñó la estación fantasma, un lugar increíble, aterrador y mágico al mismo tiempo que le hacía sentirse como en un viaje al pasado. Siempre pegaban las caras a la ventanilla al pasar por ella; después se miraban, sonreían y se besaban.  

Con él en el metro se relajaba. No tenía que fijarse. Él la orientaba, conocía los pasillos, los recorridos e incluso era capaz de recordar si había que ponerse al principio o al final del tren para estar más cerca de la salida al llegar a destino. 

Ya está en el tren. Intenta leer. No se concentra, no consigue fijarse en las páginas de su libro porque cada vez que llega a una estación levanta la mirada con ansiedad hasta que ve el nombre en la pared y confirma que no se ha perdido, ni equivocado, que no está dando vueltas en círculo en un recorrido imposible. 

Piensa que en el metro se anulan sus percepciones. Su memoria visual se apaga y sabe que no sería capaz de reconocer a cualquiera de estos desconocidos habituales con los que coincide todos los días. Sabe que los vio ayer, pero no los reconoce. Se angustia.  

Su capacidad de orientación se va a off y ni siquiera sabe en qué sentido circula; tampoco es capaz de calcular la distancia o el tiempo que tardará entre estación y estación. Se siente un saco vacío que sólo consigue llegar de un sitio a otro porque nadie sabe que es un saco vacío. 

Estación de destino. Todos las veces igual, pone el pie en el andén y es incapaz de recordar hacia qué lado tiene que ir. Necesita leer los carteles. Camina deprisa, todo lo deprisa que puede, hacia la salida, hacia las escaleras, hacia la luz, el aire y el ruido de la vida.  

Sube los escalones corriendo; siempre pensando, siempre sintiendo, siempre sabiendo que se está alejando de la mayor equivocación de su vida, de su mayor error. El único día en que en el metro no fue un saco vacío y le dijo lo que nunca le había dicho a nadie: "No me das miedo". 

Nunca se arrepentirá lo bastante de aquella frase. 


Si al menos pudiera dejar de ir en metro. Respira. 


martes, 9 de diciembre de 2014

Órbita Laika. El despegue

¿Qué es Órbita Laika?

Una gran idea, un buen proyecto, un programa necesario. 

Mucho se ha escrito sobre la necesidad de difundir y comunicar la ciencia más allá del público (pequeño y selecto aunque nos creamos multitud) que acude a los eventos de divulgación, lee plataformas científicas y sigue blogs, secciones especializadas en prensa,  podcasts o tertulias de ciencia. 

¿Cuál es el mejor medio para hacer llegar la ciencia a la sociedad? 

La televisión. Ya lo dijo Sagan:

 “El medio más eficaz, con ventaja, para provocar interés en la ciencia es la televisión. Pero este medio enormemente poderoso no hace apenas nada para transmitir las satisfacciones y los métodos de la ciencia, mientras que su ingenio de ’científico loco’ sigue resoplando”. 

¿Qué tiene de bueno Órbita Laika?

Muchas cosas. 

Primero su mera existencia. Haber conseguido que un programa sobre ciencia consiga un hueco en la parrilla de una televisión nacional en late time es un éxito. Hay público que critica la hora, las 11 de la noche es una buena hora para el que tiene interés, para el que no lo tiene le da igual la hora y para el que lo tiene y madruga hay emisión por internet a cualquier hora. Haberlo programado a las 22 horas hubiera sido un suicidio televisivo. Pretender enfrentar ese formato a Jordi Évole o Risto Mejide es sencillamente un absurdo. Mucho mejor a las 11. 

Segundo acierto. El formato. La palabra documental, tertulia, divulgación echa para atrás a mucha gente. Un late night suena a algo ligero, entretenido y de alguna manera diferente asociado a la ciencia. ¿Ha funcionado? Lo veremos más adelante, pero como idea es buena.  Es arriesgada y difícil, pero el que no se arriesga no gana nunca. 

Tercer acierto. Un presentador con gancho. Ángel Martín puede gustarte o no, pero tiene gancho, conoce la tele, se le nota a gusto delante de las cámaras y es muy natural. Puede hacerte gracia o no, pero para el que no tiene interés por la ciencia ver a Ángel Martín en la TV después de tantos años puede hacer que se pare diciendo "Eh, ¿qué hace Ángel Martín aquí?"

Cuarto acierto. Los colaboradores. Estamos en las mismas, te pueden gustar más o menos pero son colaboradores con un prestigio como divulgadores y comunicadores de ciencia. Todos tienen un pasado apreciado en la red, con sus blogs, sus publicaciones y su tuiter, aunque hay que ser consciente de que ser conocido en tuiter, es como ser la gogó de la discoteca subida encima de la barra. Tienes la sensación de que todo el mundo te ve y te conoce, pero la realidad es que la mayoría de la gente está fuera de la discoteca y no es que no te vea, es que no sabes que existes. Salir en la televisión es la manera de poner cara a esos divulgadores para el gran público. 

Unos colaboradores lo hacen mejor y otros están más verdes. La televisión no es un medio fácil: creer que porque escribes bien, das buenas charlas o hablas en la radio podrás hacer tele es menospreciar un medio muy complicado y que exige trabajo. Además, y aunque esto suene a frase manida, la cámara o te quiere o no te quiere, y eso no lo sabes hasta que estás frente a ella. En general estuvieron bastante bien para un primer programa, cuando todo está por rodar... veremos más adelante. 

Quinto acierto. Los vídeos, especialmente el de la cocina y el de la Evolución. Son cortos, fáciles de seguir, queda clara la idea y permiten hacer un corte en la dinámica del programa.

¿Por qué funcionan tan bien? ¿Por qué es lo que más recuerda la gente? Porque los dos llevan un guión muy trabajado que no se percibe, esa es la gracia de un guión. El de la cocina, además, ofrece un acercamiento diferente al tema de los colorantes, novedoso y claro.

El de las matemáticas me gustó pero presenta un problema compartido en todo el programa: ¿Quién eligió ese grafismo y ese color rojo? ¿Por qué? ¿Nadie comprobó que se leía mal y a disgusto? El rojo no debe usarse en grafismos de tele a no ser que vaya sobre fondo blanco. (terminado el programa vi un tuit del director del programa diciendo que iba a cambiar todo el grafismo, ¡bien por él!).

Vamos con las cosas mejorables desde un punto de vista televisivo. 

Un late night lleva un ritmo. La primera parte del programa, el monólogo y la cancioncita, llevan el ritmo que se espera. Después, al comenzar la entrevista el programa empieza a acelerarse como si tuviera prisa por acabar, por terminar una cosa y pasar a otra. Ángel Martín lo hace bien intentando pausarlo pero todo resulta un poco precipitado. No hay prisa chicos... tranquilos. 

A esta sensación de prisa y descontrol contribuye una realización con un continuo movimiento de planos que no tiene ninguna lógica. ¿Por qué enfocar a los invitados por la espalda en escorzo? ¿Por qué hay planos desde detrás del escenario como si fuera una gala de Norma Duval? ¿Por qué planos lejanos desde detrás de las gradas del público? ¿Y los desenfoques? Lo importante es lo que están contando. Un plano del presentador y los invitados; es complicado hacer un plano a tres pero hay que hacerlo: ellos son lo importante, ellos y lo que cuentan. 

La pantalla al fondo ilustra lo que cuenta América, Clara o José Cervera. ¿Por qué no enfocarla mientras ellos hablan? Mantenerla como segundo plano detrás de Ángel Martin hace imposible que se vea lo que se está mostrando en ella. 

Otro problema es la iluminación, que pasa de ser más oscura que la boca de un lobo a un derroche de flashes que recuerda a las luces cutres de una fiesta de nochevieja y, además, es completamente innecesario. La iluminación de los entrevistados en la calle, refiriéndose a la evolución, era desasosegante: no sé si era a propósito, si la gente no quería que se le viera la cara o si era algún tipo de mensaje oculto "sobre esta oscuridad de conocimiento la luz de la ciencia del próximo vídeo os iluminará". 

Sé que estos aspectos pueden parecer triviales, pequeños o carentes de importancia frente al tremendo éxito que supone tener un programa de ciencia en la televisión nacional, pero muchos de esos detalles son los que hacen que un espectador se quede o no a ver un programa. Cuando los planos le marean, no consigue ver la pantalla, no lee los rótulos y es consciente de que algo pasa con la luz del estudio se dispersa, se desconcentra y se pira. 

Sé que estas pequeñas críticas pueden no gustar a los muy acérrimos defensores del programa, pero creo que no tienen razón. El programa no tiene que gustarnos a los que estamos convencidos de la necesidad de su existencia, ni a los que ya leemos divulgación... es para otro tipo de público, que necesita que se cuiden las formas. 

Si yo voy a un concierto de Bruce Springsteen, me da igual que esté afónico, no toque ninguna de mis canciones favoritos y desafine... pero si quiero convencer a alguien de lo bueno que es, necesito que cante perfecto, el repertorio mole y la banda suene perfecta. A Springsteen le diría ¡maldito puedes hacerlo mejor! Y lo mismo le digo a José Antonio Pérez, ¡puedes hacerlo mejor! 

El late night es un tipo de formato en el que encajar la ciencia como tema es algo nuevo. Es arriesgado pero no por ello no se debe hacer. No se puede hacer a martillazos, hay que pulir las secciones, hacer el guión más fluido (no es necesario intercalar un chiste cada tres frases para demostrar que la ciencia es entretenida), dar continuidad y hacer que cada cosa que se haga sume para conseguir tu propósito: hacer un programa de divulgación diferente que acerque la ciencia a todo tipo de público. 

Hacer televisión no es trivial ni fácil. Tiene sus trucos y sus métodos, y algunos de esos trucos y métodos fallaron el domingo en el primer programa de Órbita Laika. Otros estuvieron estupendamente utilizados. La buena noticia es que los fallos son fácilmente solucionables. 

Ojalá lo hagan y triunfen. El domingo que viene allí estaré. 



PS: A favor de un pacto de estado para no más chistes de "los de letras" y "los de ciencias".


viernes, 5 de diciembre de 2014

Lecturas encadenadas.- Noviembre

Noviembre ha sido un mes de hojas, jardín y mucho otoño. He leído bastante pero menos que en octubre que fue una pasada. Cinco libros, 4 escritos por hombres y uno por una mujer. Tres novelas, una especie de biografía/hagiografía y un ensayo. Tengo que volver a los comics en algún momento.


Dos Puntos De Vista  de Uve Johnson. La biblioteca pública de Retiro es maravillosa y me encanta. Todas las semanas montan una especie de stand en el que colocan libros referidos a un tema que esté de actualidad. Hay veces que me interesa y veces que paso millas. Este libro estaba colocado entre otros muchos con motivo de la conmemoración de la caída del Muro de Berlín. ¿Por qué lo elegí? Sencillamente porque me llamó. 

La historia está contada desde dos puntos de vista: el de la enfermera D que se encuentra en Berlín Este y el fotógrafo B que vive entre Hamburgo y Berlín Oeste. Se conocen y tienen una historia aunque este contacto se produce antes de que la novela comience y el lector sólo lo conoce a retazos y a partir del momento en que Berlín queda definitivamente dividido por la construcción del Muro. No hay ni un solo nombre propio en toda la novela, todo son iniciales y descripciones: el hombre del pelo pajizo, la camarera con el delantal...La sensación al leer la novela es exactamente la misma que tuve al ver "La vida de los otros": desasosiego, desconfianza, miedo, frío físico y emocional, estado de alerta. 

El interés del libro no está en la historia sino en cómo te hace sentir, en como crees que debía ser sentirse atrapado en una ciudad que hasta hace nada era tu hogar, convertido en sospechoso y desconfiando de todo el mundo.

El factor humano de John Carlin. No tenía la más mínima intención de leer este libro pero una tarde con Juan haciendo no sé que chorrada en su casa, acabó en mis manos y su recomendación: te va a gustar.

Confieso  mi total desconocimiento de la historia de Mandela más allá de vaguedades y cuatro ideas. El libro es una crónica periodística sobre Mandela y su construcción de Sudáfruca como país, a partir o incluso antes de su salida de la cárcel.

A pesar del inevitable tono hagiográfico, es indudable que Mandela era un ser político de los que ya no hay y ha habido muy pocos. Un hombre con empatía, visión de estado a largo plazo, capaz de dejar de lado sus sentimientos personales y el rencor y con capacidad para ver más allá de sus propios intereses. Casi parece un extraterrestre comparado con lo que estamos acostumbrados a sufrir. Por otro lado, es seguro que tendría su lado oscuro pero fue capaz de construir un país dejando atrás algo tan grave como el apartheid. El papel del rugby como catalizador del interés nacional no sé si es emocionante o aterrador. Pensar que un deporte, sea el que sea, puede tener más peso y más influencia a la hora de mover conciencias y actitudes que cualquier otro razonamiento me da bastante miedo.
"Su arma secreta era que daba por supuesto no sólo que le iban a caer bien las personas a las que conociera, sino que él les iba a gustar a ellas. Esa enorme seguridad en sí mismo, unida a la sincera confianza que tenía en otros, era una combinación tan irresistible como encantadora. Era un arma tan poderosa que engendró un nuevo tipo de revolución. En vez de eliminar al enemigo y partir de cero, incorporó al enemigo al nuevo orden deliberadamente construido sobre los cimientos del viejo. Al concebir su revolución, no sólo como la destrucción del apartheid, sino, a largo plazo como la unificación y reconciliación de todos los sudafricanos, Mandela rompió el molde histórico." 
Un libro interesante, ameno y aunque creo que a Carlin se le va un poco la mano en el tono, es una buena manera de conocer un momento histórico muy importante.

El verano sin hombres de Siri Hustvedt. Sabía que este libro no me iba a decir nada muy interesante, conocía su existencia desde que se publicó pero como su anterior novela "Elegía para un americano" me pareció tan horrible no me había decidido a cogerlo. Le tocó el turno ahora porque sabía que sería algo ligero, tonto y que no me hostilizaría en exceso, solo lo justo.

Siri cuenta la historia de una profesora de poesía que se separa de su marido y tras una crisis nerviosa se marcha a la ciudad dónde vive su madre en una residencia para pasar un verano sin hombres, tranquila, escribiendo y pensando y elucubrando y mirándose el ombligo. Repasa su vida, recibe mails de un desconocido bastante poco interesantes aunque a ella le parecen lo más, da clases a unas adolescentes que tienen sus movidas entre ellas, intercede en las peleas de los vecinos.

Todo es de una sinsustancia espectacular. No tengo nada contra los libros ligeros e insustanciales pero me molesta que se se disfracen de profundidad cuando no hay nada que rascar. Sinceramente, creo que Siri después de sus primeras colecciones de relatos y Todo cuanto amé ha tocado techo en cuanto a su ficción. Sus ensayos de arte son otra cosa.
"Un libro es un producto de la colaboración entre el lector y el texto y, en el mejor de los casos ese encuentro da lugar a una historia de amor como cualquier otra." 
Las nuevas confesiones  de William Boyd. A este supernovelón llegué por recomendación de Elena Rius, ya tardáis en pasaros por su blog  y lo saqué de la bibilioteca.

Es un novelón en toda regla que abarca la vida de John James Todd desde que nace en 1899 en Edimburgo hasta que no se sabe muy bien que pasa con él al final de su vida. Tendrá una infancia solitaria en Edimburgo al haberse quedado huérfano de madre en el parto y no congeniar muy bien con su padre y su hermano. Pasará por un internado, por una carambola absurda de la vida acaba en un un destacamento de escolares de colegios privados en el frente belga en la I Guerra Mundial y allí encontrará su vocación de cineasta que le llevará a Berlín y marcará toda su vida.

El libro avanza bien y aunque el protagonista resulta antipático desde el principio, el retrato de la vida en Escocia a principios de siglo, la I Guerra Mundial,  y el del Berlín de entreguerras están muy bien logrados. Después naufraga un poco hasta llegar a un final pero es una novela que se lee con interés.
"No sabemos nada con certeza. No podemos determinar nada. Actuamos únicamente en base a la probabilidad y la esperanza. Antes funcionó así: puede que vuelva a ocurrir. Pero no cuentes con ello."
"Lo que más envidio a la gente es la capacidad de usar el autocontrol y la privación de una forma positiva. Vivir y ser feliz con la negación, con la ruta no elegida."
El último libro del mes ha sido un regalo de la Editorial Turner, Curiosidad: Por qué todo nos interesa  de Joseph Ball. He doblado tantas esquinas que me he comprado un cuaderno especial para copiar todo lo que me ha llamado la atención y quiero recordar y ampliar. Va a ser el cuaderno de las lecturas de aprender o algo así, todavía no tiene nombre.

¿De qué va el libro? Philip Ball intenta explicar como la curiosidad es uno de los motores del conocimiento. Es una característica únicamente humana, un don que tenemos y que durante la Edad Media tuvo una mala prensa porque por motivos religiosos y de decoro se pensaba que la curiosidad era "el apetito desenfrenado de los que tratan de saber más de la cuenta" como exponía Cesare Ripa en 1593.
"El deseo de saber cómo, y por qué, la CURIOSIDAD, es una característica solo presente en el hombre, y en ningún otro ser vivo. De modo que el hombre se distingue de los demás animales no solo porque posee razón, sino también por esta pasión tan singular." 
A pesar de ese desprestigio de la curiosidad y de los innumerables peligros que se veía en caer en ella, fue la curiosidad de los filósofos de la naturaleza y de los alquimistas los que comenzaron lo que más tarde se conocería como revolución científica. No tenían un método, ni un sistema, simplemente miraban a su alrededor y se preguntaban cosas o tenían planes locos como encontrar la piedra filosofal, conseguir volar a la luna o cualquier otra locura.

El libro es super entretenido, muy ameno y maneja una gran cantidad de información de manera interesante haciendo muchos paralelismos (dentro de lo posible) entre aquellos filósofos de la naturaleza y nuestros científicos actuales.

Muy recomendable para todo aquel que quiera saber algo de historia de la ciencia sin aburrirse ni sentirse abrumado.
"Con un coste de 4.800 millones de euros y una planificación de 25 años, el GCH es la máxima expresión de la ciencia con mayúsculas. ¿Por qué invertir tanto dinero y esfuerzo? Aymar (Exdirector General del CERN) invoca el papel de la curiosidad humana. Según el científico, el colisionador no es más que el último avance dentro de una trayectoria ininterrumpida de curiosidad por la naturaleza que se remonta a los mismísimos orígenes de nuestra especie. Se trata, afirma el científico de una prolongación de lo que siempre hemos hecho."

Y espero que siempre hagamos.

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de diciembre.

La ilustración es de Tom Gauld para el especial de libros de The Guardian.