Me gustaría que recordaran que fueron mis princezaz.
Cuando M sea ingeniera de montes y policía y C lo que quiera que vaya a ser y que todavía no tiene claro, cuando sean adolescentes y les de muchísima vergüenza, cuando sean mayores y piensen que soy una pesada o cuando ya no esté con ellas, me gustaría que se acordaran de que fueron mis princezaz. Cada una tiene su nombre y mil distintos y también las llamo bichos y brujas…pero siempre serán mis princezaz.
Me gustaría que recodaran cuando les leo en alto.
Mientras yo cocino, se duchan y se ponen el pijama. Ponen la mesa peleándose. ¿Os habéis cepillado el pelo? ¿Os habéis cepillado el pelo? ¿Las zapatillas? Poneos las zapatillas. La cena en la mesa y corren a por el libro. Se sientan cada una en su sitio.
Sigue por dónde lo dejamos ayer.
Bajo el fuego de lo que estoy cocinando para el día siguiente, apago el móvil, apago la radio y me siento en mi sitio. Empiezo a leer, cenan y escuchan concentradísimas. A veces creo que no me escuchan y me paro...
¡¡Sigue!! ¡No te pares!
Levantan la mano cuando no entienden una palabra:
¿Qué es taciturno?
¿Qué es jactarse?
¿Qué es un umbral?
¡Eso ya lo ha explicado 5 veces!
La primera que termina lee una página. M se desespera porque C lee más despacio…
Lo dejamos aquí para mañana.
Pero es que está muy emocionante…
Por eso, así mañana lo cogemos con más ganas.
El año pasado fue “La historia interminable”, este año estamos terminando “El hobbit”, el siguiente va a ser “La princesa prometida”.
Me gustaría que recordaran los paseos en bici.
Salir las tres a montar en bici por Los Molinos, con un destino fijado como comprar el periódico o ir a casa de alguien o sencillamente dar una vuelta. El frío, el viento, el sol, el calor, La Peñota, Siete Picos, La Bola del Mundo que vemos mientras pedaleamos. Esperamos a C que siempre se queda la última aunque le encanta montar en bici, le encanta pero va “de paseo”. M es más “deportista”, pedalea más deprisa, se adelanta, vuelve a buscarnos, me hace mirar cómo va sin manos, como se pone de pie o cómo atraviesa los charcos.
Me gustaría que recordaran que les enseñé a jugar al hilo.
Ese hilo blanco con el que atan los paquetes de dulces en las pastelerías y que no sé muy bien cómo ha llegado a casa. Les he enseñado a atarlo y jugar con él haciendo figuras. No quieren jugar entre ellas, quieren que yo juegue con cada una de ellas para ver quien llega más lejos y quien hace más figuras. Antes de que se acuesten a leer, todas las noches, juego una vez con cada una.
Yo aprendí cuando era como ellas y no se me ha olvidado.
Me gustaría que recordaran las lilas.
Las lilas marcan (en teoría) el principio del buen tiempo que yo odio pero que tiene algunas cosas buenas como que Los Molinos se llena de lilas por todas partes. Hace 60 años debió ponerse de moda en todas las casas de Los Molinos plantar lilos que son superresistentes. Cuando yo tenía 5 ó 6 años la casa de mis abuelos se llenaba de lilas y de su olor. En casa de Molimadre plantamos un lilo hace unos años y éste ha sido el primero que ha dado lilas, concretamente 2, pero nosotras vamos a pasear y nos colamos a “robar” lilas para hacer (5) ramos enormes que colocamos en casa.
Mami... ¿robar no está mal?
Sí, pero esto no es robar. Es nuestro vecino y no le importa.-digo mientras salto la valla.
Me gustaría que recordaran las moras.
Las moras marcan el final del verano. Las moras son septiembre. Casi no podemos bañarnos y casi no queda gente en Los Molinos entre semana. Cuando llego de trabajar me están esperando con una lecherita antigua que debe tener 100 años porque Molimadre siempre dice que las moras no se pueden echar en una bolsa de plástico. Discutimos si salimos en bici o andando. El problema de la bici es que hay que ir dejándola tirada por ahí para acercarse a las zarzas mejores que están lejos de los caminos, pero si vamos andando tenemos menos radio de acción. Salimos. M recoge moras con empeño, intentando encontrar la más grande, cuantas más mejor…C también pero menos y además se las va comiendo.
“No me he comido más que una” me dice con todas las manos manchadas de mora.
¿Y esas manos?
Limpísimas, dice mientras se las pasa por la camiseta.
Por la noche las toman de postre con leche o Molimadre hace mermelada que por supuesto no les gusta.
Me gustaría que recordaran las absurdas conversaciones que tenemos cuando llamo a mediodía desde el libro de colores.
C siempre es la que coge el teléfono, pone voces y yo le pregunto quién es.
-Soy C.
¿C qué más?
Y ella me suelta toda su ristra de apellidos.
¿Qué haces?
Hablar contigo
Que se ponga tu hermana.
M se pone hablando con voz grave como de señor mayor.
¿Has comido ya?
Estamos en ello.
¿Qué estás comiendo?
Lo que preparaste tú ayer…ya lo sabes.
Todos los días es la misma conversación que no sirve para nada, pero si algún día se me olvida o no puedo, lo primero que me dicen al verme es
¡Hoy no nos has llamado!
Pero si luego no hablamos de nada.
Hoy era importante…
Me gustaría que recordaran el cineclub de princezaz.
La negociación semanal de la película, ellas proponen yo digo que ni de coña otra de Harry Potter. Yo propongo y me preguntan con suspicacia ¿De qué va? ¿Salen monstruos? ¿Hay héroes? ¿Hay chicas? ¿Es de miedo? ¿Tiene libro?
El ritual, terminar de comer el sábado y el domingo. Sitios fijos en el sofá. La fruta cortada para cada una y luego chocolate. Apagar el móvil.
Empieza la peli y dos millones de preguntas. Los cojines tirados si es de mucha emoción, los cojines de parapeto viendo “Los pájaros”, las risas y las carcajadas con los hermanos Marx y Luis de Funes.
Terminar y que me digan ¿la vemos otra vez?
Apuntar la peli en la lista y empezar a pensar en la siguiente.
Me gustaría que recordaran los paseos a la biblioteca.
Salir del colegio. Merendar y dejar las mochilas en casa. Recolectar los libros que ya han terminado. Siempre falta uno. La bolsa azul. Unos días van en patinete y otros andando a mi lado, depende de lo que quieran contarme. Se pelean por contarme algo, se interrumpen y a veces se susurran cosas que no me cuentan. Después de cruzar el último semáforo, compiten a ver quien llega a la puerta de la biblioteca impulsándose menos veces con el pie. Dejan los patinetes en la puerta y entramos. No tardamos más de 10 minutos en elegir tres libros para cada una, les gusta ir con su carnet al mostrador pero eso sí, los libros los cargo yo.
Ayer fuimos a la biblioteca. Al sacar los libros para devolverlos, me encontré con “Una madre SIN superpoderes” en la bolsa.
¿Qué hace esto aquí?
Lo hemos traído para darlo a biblioteca y que la gente pueda leerlo.
Os dije que lo traeríamos otro día.
Ya, pero eso fue hace muchos días.
Yo sé quién es la directora, es fea y con el pelo corto. Se lo voy a dar.
Pero...pero...pero...
Tú no digas nada. Ya vamos nosotras.
Me gustaría que recordaran que son la leche, pero por supuesto recordarán lo que les de la gana.