miércoles, 19 de septiembre de 2012

UNA DOCENA DE GRANDES MOMENTOS VITALES EN UN COCHE




De todos los medios de transporte, el coche es con mucho el que más utilizamos. Lo usamos tanto que ya no lo valoramos. Ha adquirido mala fama, y está de moda despotricar sobre él. Es el apestado entre todos los transportes. Tiene fama de contaminar, de provocar grandes atascos, de ensuciar las ciudades, es un infierno aparcar según donde, son caros, poco ecológicos y a sacan lo peor de mucha gente...eso sin comentar lo que favorecen el macarrismo y la horterez elevada a la enésima potencia.

El coche nos lleva y nos trae pero no sólo eso. Es también nuestro baúl de los recuerdos. Hay muchos grandes momentos de nuestras vidas que han pasado dentro de él y gracias a él. Aquí va una selección de algunos de ellos.

1.Los viajes de niño.



Todos tenemos viajes míticos en nuestra memoria. Embutidos en un utilitario con nuestros hermanos, la tía, la abuela y la merienda. Sin sillas, sin cinturones de seguridad, sin aire acondicionado y hasta sin radio. No eran viajes a la playa o al pueblo, eran viajes al infinito. Horas de viaje se abrían ante ti, sin más distracción que el paisaje que se veía por la ventanilla y al que tampoco podías prestar demasiada atención porque la lucha por el espacio vital dentro del habitáculo era encarnizada.


2. El primer viaje conduciendo



Todos recordamos la primera vez que cogimos el coche nosotros solos. El carnet de conducir a estrenar, la L colocada con esmero y nosotros al volante solos, sin el profesor de autoescuela ni nadie más que nosotros responsable de la conducción. Tenías más miedo que otra cosa, te sudaban las manos y tanto si el trayecto era corto y lo habías hecho mil veces en bus o era un viaje largo, habías hecho más preparativos que para el lanzamiento de una sonda espacial.


3.El primer coche



Lo heredabas de tu madre, de tu hermano, de tu primo, de tu padre o era de sexta mano regalado. No lo habías elegido, no era bonito, ni potente, ni estiloso ni nada pero era tu primer coche. Es posible que tuviera holgura de carrocería y que al pasar de 90 hiciera tanto ruido que fuera materialmente imposible mantener una conversación dentro de él. Más allá de 100 no oías ni tus propios pensamientos. Con el tiempo has tenido otros, mejores, más potentes, más chulos, más grandes, más bonitos…pero esa relación especial sólo fue con el primero.

4. El primer polvo automovilístico



¿Quién no se acuerda de los servicios que le prestó ese primer coche en momentos descontrolados de excitación amorosa? ¿Quién no se acuerda de esos momentos de flexibilidad nunca vista adoptando posturas que ahora mismo resultarían sencillamente impensables? ¿Quién no se acuerda de ese antiguo amor cada vez que ve un cristal empañado?

5. El primer coche nuevo



Por fin tienes dinero para comprarte un coche. Entrar en un concesionario es hacerte mayor. Encontrarte con un vendedor de coches es bordear el infierno: caballos, potencia, pintura metalizada, llantas de aleación, TAE; entrada, cuotas..todo un universo complejo que hay que abordar para salir conduciendo tu primer coche nuevo “chispas”. Y por supuesto es el más mejor del mundo mundial, el que mejor huele, el más bonito, el que trae los extras más chupis y pones a Dios por testigo de que lo cuidarás muchísimo. El primer año, cada arañazo te duele como si te hubieran cortado un dedo..luego se te pasa.



6. El primer momento ¿ Quién sabe dónde?



Te despiertas, abres los ojos, te duele la cabeza y un relámpago atraviesa tu escasa conciencia: ¿ Ayer volví a casa conduciendo? ¿Donde aparqué? Saltas de la cama y vas mirando por todas las ventanas hasta ver tu coche “aparcado” allí abajo, a 2 metros del bordillo, obstaculizando el paso y con algo pegado al capó pero parece entero. Te jurabas a ti mismo que el próximo día saldrías en taxi.

7. El verdadero yo



Te consideras un tío con educación y buenas maneras. Vas conduciendo sumido en tus pensamientos y de repente te has convertido en un ser vociferante que lanza improperios que ni sabías que conocías a un desconocido que te ha hecho una pirula con el coche. Aceleras en plan macarra, gritas, insultas…la adrenalina te sale por las orejas y de repente piensas ¿ Pero qué estoy haciendo?


8. El placer de conducir



Una carretera chula. La velocidad justa para poder bajar las ventanillas sin que te salgan volando las pestañas. Tu música favorita sonando o sólo el ruido del coche por ese camino casi sin tráfico. Un destino al que quieres llegar, en solitario o en buena compañía…el placer de conducir.


9.Tu primera multa



Pero, pero, pero, pero..Señor Agente le juro que no iba muy deprisa. Le juro que he aparcado en doble fila 3 minutos. Le juro que ese cartel de carga y descarga no estaba ahí cuando aparqué. Pero ¿cómo va a ser el límite en esta carretera de 50 km por hora?

10. La primera vez que te quedas tirado



Hasta entonces todo en la relación con tu coche ha sido idílico, todo marchaba bien, hasta que llega un día que se para. Probablemente sea el peor momento, llegas tarde a un examen, a una reunión, tienes a tus dos bebes berreando en el asiento trasero, llegas tarde a una boda, o estás en medio de un túnel. Sabes que puedes llamar a la grúa y que no pasa nada…pero quieres llorar porque ya no nunca será lo mismo, siempre te quedará la duda de “ ¿y si hoy también me deja tirado?”


11. La primera llantina en el coche



Por algún extraño motivo, vas conduciendo, sumido en tus pensamientos, tus preocupaciones y de repente sin quererlo ni beberlo te corren lágrimas por la cara, te sorprendes, te dejas llevar y acabas sollozando como si fuera el fin del mundo. Es un momento catártico del que sales renovado.


12. Los viajes con tus hijos



Cuando son bebes juras en arameo al intentar colocar el cuco. Te acuerdas del vendedor que en dos sencillos clicks te hizo la demostración mientras que tú llevas 20 minutos dejándote los riñones para colocar la silla del demonio. Compruebas lo flexible que sigues siendo (aunque no tanto como para esos polvos automovilísticos de leyenda) después de girarte n veces en el coche para controlar a los niños. Si optas por viajar detrás para no romperte el cuello descubres que sigues mareándote como cuando eras canijo y acababas vomitándole a tu hermano en las piernas y te ves reflejado en ellos cuando preguntan mil veces ¿Cuánto falta?.

Claro que lo peor es el vértigo que te entra cuando te encuentras repitiendo las mismas palabras que tu madre hace 30 años en los viajes interminables al infinito: ¿ Al veo veo otra vez???

No seáis crueles con los coches, han visto lo mejor y lo peor de vosotros y aún así os siguen llevando y trayendo.

Republicado de Unadocenade

martes, 18 de septiembre de 2012

PRIVILEGIOS

Esperanza ha dimitido.

Habrá quien haga la ola, de palmas con las orejas y se sienta un poco rollo la liberación de Paris porque la considera un mal bicho, habrá quien se sienta compungido y desamparado porque la considera una súper líder y habrá a quien le de completamente igual porque hace tiempo que la despeñó por el barranco de la indiferencia.

Dimitir no es un hecho bueno en sí mismo. En España es un hecho insólito y como ocurre tan poco, hay voces que dicen “ha dimito, aquí no dimite nadie y ella sí”, como si fuera un mérito.

¿Qué tiene de meritorio que dimita?

Nada.

Pensándolo bien, es un privilegio. Otro más de los que tienen los políticos. No todos, los políticos “puros”, esos que no han hecho nada más en su vida más que estar ahí, esos a los que llaman “animales políticos”.

Dimitir como lo ha hecho Esperanza es un privilegio. Es otra prueba más de que por mucho que se llenen la boca con el plural comprensivo “nosotros los ciudadanos” “nosotras las mujeres” “nosotras las madres”, son de otra galaxia, de otro planeta y no tienen ni idea de lo que es la vida real.

He leído por ahí los motivos de su dimisión. Dan muchos y variados, pero todos y cada uno de ellos no hacen más que demostrar mi teoría de que viven en otro planeta.

Resulta que hace un año, su máxima aspiración vital era ser Presidenta otra vez, una campaña electoral superagresiva porque quería ser elegida fuera como fuera. Es elegida, con un mandato para 4 años. Te presentas para 4 años. No es que fuera sorpresa que la eligieran y le dijeran “Eh, Espe...que esto es para 4 años”. No, ella sabía a qué se presentaba. Adquirió una responsabilidad, se comprometió por 4 años…y con eso se llenaba la boca...

Ahora “está cansada y cree que ha llegado el momento de dejarlo”. ¿Qué está cansada? ¿Que está cansada? Ella y ¿cuantos más de los que trabajamos? ¿Cuanta gente hay que todos los días se levanta dice “estoy agotado” y cuenta los años que le quedan para jubilarse?

“Ha perdido la ilusión por el proyecto”. Me descojono. Ahora resulta que para ganarte el sueldo hay que tener ilusión por el proyecto. No me jodas. ¿Cuanta gente va todos los días a un trabajo que no es que no le haga ilusión si no que le hace llorar?

“Tiene muchos desencuentros con su jefe. No está de acuerdo con sus decisiones”. …vaya por Dios. Pobrecita. Su jefe hace cosas sin consultarle, se pasa sus opiniones por el forro, prefiere a otros y no le pasa la manita por el lomo. Poooobre Espe.

“Quiere estar con su familia”. Estupendo. La vida familiar es lo más importante, todos lo sabemos. Es más, hay hordas de gente a la que le gustaría pasar más tiempo con su familia.

¿Estoy criticando a Espe por dimitir? No. Está en su perfecto derecho y ni me va ni me viene. Me da exactamente igual.

A lo que me refiero, es que no es una heroína ni un ejemplo a seguir, ni una cumbre de coherencia personal ni nada por el estilo.

Es una privilegiada. Que porque ha perdido la ilusión, se ha peleado con su jefe, está cansada y quiere pasar más tiempo con su familia, puede bajarse de la responsabilidad adquirida que ella había querido, llegar un lunes al curro y decir...”Pues no respiro y lo dejo”. Porque si, porque puede permitírselo.

Porque todos pensamos muchas veces que estamos hartos de nuestro curro, no nos acordamos de lo que era la ilusión por el curro, nuestro jefe es imbécil, estamos agotados y nos encantaría pasar más tiempo con nuestras familias…pero entonces vemos el Excel en el techo del cuarto...vemos los ingresos y los gastos y apretamos los dientes y seguimos currando.

No perdamos el criterio, dimitir es solo para privilegiados. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

FATAL

Imaginemos un hipotético diálogo habitual y cotidiano con gente que me conoce.

Hola Moli ¿Qué tal?

¿Qué puedo contestar yo?

Muy bien” con una gran sonrisa y riendo, contestaré en el 40 % de los casos.

Ese “muy bien” significa que es un bonito día, que estoy de buen humor y que en general no me puedo quejar.

Bien” con una sonrisa y un tono alegre y despreocupado será mi respuesta en un 40 % de las ocasiones.

Ese bien significa: las cosas van y no te voy a decir si bien, mal, regular o de puta angustia porque ni es el momento, ni la ocasión, ni me apetece y esta es una conversación intrascendente, pero que en general todo funciona correctamente y no me perturba.

Mal” con una sonrisa y un tono agradable y despreocupado será mi respuesta en un 10 % de las ocasiones.

Ese “mal” significa que las cosas van mal pero que no vamos a hablar de ello pero tampoco a fingir que todo es de color de rosa, pero que como soy una tía fuerte y echada para adelante, las cosas van mal pero no tan mal como para sobrepasarme o no en este momento que estamos aquí saludándonos y charlando de bobadas.

Muy mal” con una sonrisa en la que me tiembla la boca y a la que sigue una broma de humor negro que distraiga la atención, será mi respuesta en un 7 % de los casos.

Ese “muy mal” significa que las cosas van de puta angustia y que he tenido un breve momento de debilidad al decírtelo, pero que vamos a hacer como que no lo hemos oído y seguiremos con la charla sobre generalidades, que es lo que toca.

“Fatal” con una sonrisa en la cara y con gafas de sol puestas contestaré en el 3 % de los casos.

Ese “fatal” significa que las cosas van muy mal, muy mal y que lamentablemente Me has pillado en un momento bajo, o despistada o algo y en vez de contestarte lo que esperas que es “bien” mira por donde me ha salido la verdad “Fatal”.

 
Si has sido uno de los agraciados con la respuesta “Fatal” hay una serie de cosas que me joden hasta el infinito que hagas.

1.- La contestación “Eco”. ¿Fatal?

Si, cojones, he dicho fatal, no he dicho anal, ni panal, ni pañal. He dicho FATAL.

2.- La incredulidad. ¿Fatal? No puede ser.

¿Cómo que no puede ser? ¿Te crees que soy imbécil y no tengo criterio? O peor... ¿me estás acusando de mentir?

3.- Menosprecio hacia mi FATAL. “Venga ya, seguro que no es para tanto

Pero vamos a ver, en los años que me conoces ¿cuantas veces te he dicho “Fatal”?. Ninguna. Así que si ahora te lo digo…ES VERDAD. No soy una llorica que se queja por todo, asi que si me quejo, es por algo.

4.- Consejos idiotas. “Piensa que podía ser peor”.

Sí, claro...ahora que lo dices, podía ser peor...podías ser la única persona en la tierra con la que hablar de mis problemas, pero gracias a Dios acabo de descubrir que lo que va a ser esto es la última vez que hablo contigo de mis problemas.

5.- Comparativas idiotas. “Hay gente que está mucho peor que tú”.

¿Y?? Seguro que no han ido a cometer la gilipollez de decirle “fatal” al primer idiota menos empático que un sacapuntas que han encontrado.

Y sobre todo, no me vengas con “Moli no seas cínica”. El cinismo y el cabreo me mantienen en pie. Por ejemplo ahora, el cinismo me va a servir para no ponerme a llorar pensando que las cosas van mal y encima van peor porque he cometido el error de hablar contigo. El cabreo me hace prometerme a mí misma, que jamás volveré a hablar de esto.

Así que la próxima vez que te conteste “Fatal”, haz como que no me has oído, finge que he dicho “Bien” o mucho mejor, no me preguntes y yo podré seguir fingiendo que me pareces alguien con criterio y tú podrás seguir con tu fantasía de “Moli siempre está de buen humor”.

viernes, 14 de septiembre de 2012

CAMPAÑA ELECTORAL (I): las dudas.

Un descerebrado me dice: ¿Vótame!! ? ¿Eso es todo lo que se te ocurre? ¿Acaso está prohibido hacerse autopromoción o es que has perdido la imaginación?

Que cabrito. Y lo peor es que tiene razón. “Vótame” es un slogan muy pobre, como de partido electoral. No dice nada, suena a como qué me da vergüenza, a que tengo poco interés, o peor, a que tengo poca confianza en mis posibilidades. Ahora que lo pienso, parezco Obelix gritando bajito “Comprad, comprad mis hermosos jabalíes”. Mierda.

Seguro que si me aplico puedo hacerlo mejor y alguna idea ocurrente e ingeniosa (aparte del soborno) para conseguir el voto aparece aleteando desde el fondo de mi cerebro.

Me pongo a ello. A pensar algo. Ya está. Con dos cojones, voy a hacer una campaña electoral que no se parezca a ninguna otra: una campaña divertida, ingeniosa y que no sea para nada cansina.

Que idea más guay. Mi falsa modestia bloguera aletea feliz y se relaja porque ya tiene post para mañana.

De repente, otro descerebrado suelta en twitter una indirecta: Juro por esta tierra virtual que jamás votaré al bloguero o bloguera que haga campaña y pida votos para ganar un premio!! ¿Y la dignidad?

Mierda. ¿No mola una campaña? ¿Qué hay de malo en pedir votos? Empiezo a dudar.

Si te presentas a un premio es porque crees que hay alguna posibilidad remota de ganar o de quedar finalista. Si además es un premio que depende de que te voten, lo suyo es pedir el voto, porque aunque los descerebrados son listísimos y muy aplicados, digamos que se dispersan y si no les abraso, son capaces de olvidarse de votarme. Es más, si no pido el voto ¿cómo van a saber qué me presento? ¿Acaso no debería haberme presentado? Este es un premio de los buenos, ni siquiera tiene patrocinador ni premio. ¡¡ Si gano me darán una estatuilla de metacrilato!! En el fondo soy una heroína, como gane a ver donde pongo una estatuilla de metacrilato. ¿Cuál es la gracia entonces? Joder, pues que si lo ganas,  no ganas nada, sencillamente ganas porque hay mucha gente a la que le gusta lo que haces y se toma la molestia de votarte. Y eso mola mil.

¿Mi dignidad? ¿Qué tiene que ver mi dignidad? Escribo porque me gusta y sobre lo que me gusta y si lo que escribo le gusta tanto a la gente como para meterse en el infernal sistema de votación de Bitácoras y apoyar el blog…creo que mi dignidad está perfectamente a salvo.

Las dudas me corroen. ¿Qué hago? ¿Hago la campaña? ¿Me callo? ¿Voy por la calle con pancartas pidiendo el voto? O ¿me hago la digna y digo “A mí los premios me dan igual”?

Mientras estas dudas me corroen, llego a una decisión salomónica: empiezo la campaña con mis dudas.

Gracias a los dos descerebrados inspiradores.

Para votar: pinchad en la columna de la izquierda donde pone Premios Bitácoras. Ya están rellenos las categorias a las que me presento. Hay que validarse con facebook o twitter y darle abajo a votar. Adivinar las letras infernales y listo. Lo sé, es un sistema del demonio.