jueves, 5 de julio de 2012

UNA DOCENA DE COSAS QUE DAN MUCHA PEREZA





En nuestro día a día hay un montón de cosas que dan muchísima pereza. Cosas que sólo de pensarlas nos hacen suspirar y decir: mejor no lo pienso. No hablo de cosas horribles como levantarse por las mañanas, ir a trabajar o limpiar cristales, hablo de cositas nimias, trivialidades pero que sin embargo “hacen bola”. Las piensas, sabes que hay que hacerlas y por un momento fantaseas con la posibilidad de un mundo paralelo donde tuvieras a alguien solo para hacer estas cositas.


Todas tienen en común que son gilipolleces pero se incrustan en tu cabeza y no hay manera de quitártelas de encima, hasta que vences esa pereza infernal y consigues hacerlas. Y lo peor es que vuelven…es el ciclo de las mierdas que dan pereza.

La pereza que dan todas estas cosas se retroalimenta sola. Empiezas a pensar qué pereza te da y lo único que haces es alimentar al monstruo. Si las hiciéramos del tirón, sin pensarlas, todo sería más fácil, pero pufff, ¡Qué pereza!



1. Bajar / sacar la basura


En general el concepto “ cubo de basura” da pereza solo con nombrarlo. Todos apretamos la basura, aplastamos los envases e intentamos colar la monda de naranja en un rincón solo para librarnos de tener que cerrar la bolsa y poner una nueva. Si el proceso además, incluye bajar la basura al contenedor, el momento escaqueo puedo proporcionar encajes de desperdicios al nivel experto de Tetris.


2. El cajero


Sacar dinero del cajero es una de las actividades de más pereza del mundo. Fantaseas con ser Gilito y tener una habitación llena de monedas o llevar faltriquera como las señoras del siglo XIX y tener ahí guardados los “cuartos”. Rebuscas en carteras, bolsos, vacía bolsillos, huchas de tus hijos, lo que sea con tal de no ir al cajero. Por cierto, la distancia que hay hasta el cajero más próximo es siempre excesiva.


3. Ir a llenar el depósito


Vas tan feliz conduciendo, rollo “me gusta conducir” y de repente suena el pitido del demonio, se enciende una luz o cualquier otro mecanismo avisador y te jode todo el placer. Empiezas a pensar que tienes que ir a echar gasolina, cuanto te durará la reserva, si lograrás llegar a casa y dejarle el muerto a otro y ya no puedes abstraerte de ese pensamiento aunque te queden 200 km de autonomía. Por cierto, ¿sabéis que el dibujito del surtidor que viene en el salpicadero indica en qué lado de vuestro coche está el depósito según tenga la manguera en uno u otro lado?. De nada.


4. Vaciar el lavaplatos.


Llenar el lavaplatos es una juerga, una fiesta, un descojone. Básicamente consiste en quitar trastos de por medio, meterlos en una máquina llenos de mierda y que un enanito los friegue y los deje limpios. ¿ No podría el enanito vaciarlo también? ¿Hay algo más coñazo que vaciar el cestillo de los cubiertos?


5. Ordenar fotos


Hace unos años creíamos que era imposible que hubiera algo más coñazo que ordenar fotos en papel, colocarlas en un álbum y guardar los negativos. Ja, qué equivocados estábamos. ¿ Cómo es ese momento en que te enfrentas a la carpeta “ Mis imágenes” con mil carpetas nombradas como meses o cosas como “ Vacaciones playa” “cumpleaños peque”, “reunión amigotes”? Es un momento de pereza suprema y decides dejarlo para otro día al mismo tiempo que te propones firmemente que a partir de ahora ordenaras las fotos nada más descargarlas.


6. Las fiestas familiares


Cumpleaños, santos, bodas, bautizos, comuniones, cualquier cosa que te colocan la peor tarde de la semana o en medio de un fin de semana en el que pretendías no hacer nada, da una pereza espantosa. Si además es de tu familia política la pereza tiende a infinito.


7. Cadenas de mails


No hablo de spam, no hablo de publicidad en la red, ni siquiera me refiero a los mails de google pidiendo tu teléfono. Hablo de esas cadenas de mails para organizar una salida de amigos, o una quedada de colegas del curro, un torneo de futbol para cuarentones, una despedida de soltera “ diferente” o la peor de todas, una cadena de mails de los padres del colegio . Ves los mails, piensas en borrarlos todos y al final dices: es la última vez que contesto.


8. Hacer maletas


Nunca se echa tanto de menos a tu madre o en su defecto un ama de llaves como en el momento en el que hay que ponerse a hacer una maleta. Enfrentarse al armario, a la decisión de qué meter y a la certeza de que hagas lo que hagas seguro que se te olvida algo da una pereza espantosa. Si además tienes que hacer maletas de hijos te planteas seriamente la posibilidad de abortar el plan vacacional.


9. Ordenar armarios o papeles


Seamos sinceros. Los tíos no ordenan armarios porque consideran que si las cosas ya están en el armario ya están ordenadas. Las tías ordenamos armarios con una compulsividad enfermiza y que no sirve para nada, pero una vez que el pensamiento “este armario hay que organizarlo” entra en tu cerebro ya no hay manera de librarse de él. Los tíos sin embargo tienen ese rayo organizativo con los “papeles”.

10. Organizar la música en el ipod/mp3/ telefonito.


Qué bonito y qué sencillo era cuando tenías los cds en la estantería y tu máxima preocupación era que no cogieran mucho polvo. Archivos y archivos y archivos de música te contemplan desde tu carpeta “ mi música”. Y eso pensando en que los tengas con su nombre y apellido, si ya los tienes nombrados “ pista 1”, “pista 2”, “pista 3”…quieres morir.


11. Esa llamada


A tu madre, a tu tía, a tu abuela, a tu amiga que ha tenido un hijo, a tu primo el que se casa, a tu amigo al que han despedido, al compañero de curro con el que quedaste en “veros”. Cualquier excusa es buena para postergar esta llamada..incluídas todas las otras cosas que vienen en esta lista de pereza.


12. Explicarle a alguien twitter


¿Twitter? Pero..¿ eso qué es? Pero ¿ todo el mundo ve lo que dices? Y ¿cómo sabes quién te lee? ¿ Y si yo solo quiero que me vea mi primo? ¿Cuando pongo la arroba? ¿ la almohadilla para qué sirve? Y ¿Qué hacéis ahí todo el día? Yo a eso no le veo la gracia…

Perezón de la muerte.

Lamentablemente hay muchas más de doce y por supuesto hay gente raruna a la que a lo mejor alguna de las que nombro no le da pereza, pero en general, estas 12 son universalmente compartidas.

Republicado de Unadocenade

martes, 3 de julio de 2012

EL OCIO LABORAL


No voy a hablar de vagos ni de adictos al trabajo. Voy a hablar de gente normal, como yo, como la mayoría de los que pasan por aquí y como la mayoría de los que se levantan por la mañana y se van a su curro. Muchos se sentirán identificados y otros no.

El stress laboral (cualquier stress en realidad) tiene mala fama. Cuando alguien se queja de stress laboral, de tener una ingente carga de trabajo, de no llegar, de no dar abasto, todos nos compadecemos y decimos: ¡qué putada!, trata de tomártelo con calma, ve poco a poco, es solo curro...etc. Toda una serie de consejos inútiles. Lo sentimos por él y por su situación y deseamos que consiga controlarla y salir de ella.

El ocio laboral sin embargo desde fuera se ve con envidia. Provoca frases como “qué suerte”, “ya querría yo aburrirme en el trabajo”, o cosas como “seguro que eso es porque le estás dejando los marrones a otro” o “no te quejes, peor es estar hasta arriba”.

 
El ocio laboral es una putada, puede acabar contigo como profesional primero y como persona después.

El stress laboral es espantoso pero te mueve hacia delante, aunque solo sea para intentar salir de ese momento de agobio, para superarlo. Curras y curras y curras. Vas haciendo cosas para salir de ese hoyo, para conseguir llegar a tener un respiro, para intentar solucionar esa situación. Puede que lo consigas o puede que sea una carrera sin fin, pero tú te ves obligado a moverte hacia delante. Tienes un objetivo, quieres escapar y buscar una salida. A lo mejor “petas” en el intento, pero “haces” algo, te mueves. Tienes que hacerlo.

No tener nada que hacer en el curro, sin embargo, te paraliza. En un primer momento, ese parón pasa desapercibido, lo tomas por un respiro. Siempre hay algo que hacer para lo que nunca tienes tiempo normalmente, puedes aprovechar para organizar carpetas, para ordenar, para hacer papeles, incluso para abordar ese marrón que en su día quedó aparcado. Y haces todo eso, poco a poco...y de repente te das cuenta de que ya no hay nada más, estas parado. Has ido ralentizando el ritmo, el ocio laboral te ha ido frenando hasta inmovilizarte completamente.

El stress laboral crea tensión. Primero uno piensa “no voy a ser capaz”, “no doy abasto”, “esto me supera”, pero al mismo tiempo y de manera inconsciente, uno piensa que sí será capaz y que si está en esta situación es porque “vale”, porque es responsable, porque alguien en la empresa confía en su criterio e incluso aunque sea porque te han encalomado un marronazo, uno cree que en el fondo ha sido porque le ven capaz de solucionarlo. Por supuesto también existe la tensión negativa, la tensión de “no lo voy a conseguir y me echaran o esto no hay manera de sacarlo y el marrón me lo voy a comer yo”. Aún así y como he dicho antes, estás en disposición de hacer algo, de actuar para tratar de evitar esa posible eventualidad.

El ocio laboral sin embargo es otra cosa.

Una vez que uno se da cuenta de que está ocioso, mano sobre mano, llega la incredulidad. No puede ser que no tenga nada que hacer, que solo tenga que hacer estas 3 tonterías. Uno se siente desaprovechado, infrautilizado y desmotivado.

Si la situación se prolonga, comienzan las dudas personales. Uno empieza a pensar que lo mismo es que no se sirve para nada más, que esas dos tonterías es a lo máximo que puede aspirar laboralmente. Se duda también de todo el trabajo realizado anteriormente, “lo mismo yo me creía muy listo y que hacia las cosas bien y era un paquete y por eso ahora estoy así”. Uno empieza a dudar de sus capacidades profesionales.

Después viene una etapa peor. El ocio laboral te plantea dudas sobre ti mismo. “no hago nada en el curro, pero tampoco hago nada para cambiar esta situación ¿y si lo que ocurre realmente es que soy un vago, un cobarde y un conformista? A lo mejor es que no valgo para nada” Llegados a este punto, se alcanza el mismo miedo que con el stress laboral pero sin poder hacer nada, estás atado y paralizado. No puedes ir y decir: no tengo nada que hacer o tan poco que en una hora lo he solucionado, porque entonces descubrirás que eres prescindible, enseñaras tu posición y serás vulnerable al despido (si, lo sé...todos somos vulnerables al despido hagamos lo que hagamos). No puedes hacer nada.

El stress laboral se exhibe “tengo mogollón de curro” “no tengo tiempo ni para respirar”. Jode infinito pero se enseña. El stress laboral da derecho a queja y derecho a ser compadecido. Derechos merecidos, sin duda.

El ocio laboral es un estigma y se esconde. Se esconde en el entorno laboral y en el personal. No puedes decir “voy para nada”. Se oculta, se disfraza, se disimula, no se habla de ello. “¿El curro? Bien...ya sabes.,..Liadillo”. Uno no se queja y no solo porque los demás no lo entiendan, sino porque a uno mismo le parece que no tiene derecho a quejarse. El ocio laboral anula.

El stress laboral puede estar bien o mal pagado, pero te pagan por usar o abusar de tu tiempo, de tus fuerzas, de tus pensamientos, de tu cabeza, de tus capacidades. El tiempo pasa rápido cuando estás estresado en el curro, las horas vuelan…

El ocio laboral siempre está mal pagado porque te pagan por perder tu tiempo, por dejarlo ir, por verlo pasar, por no usarlo. Es sentarse a ver como tus capacidades laborales son despreciadas y como tu tiempo, tu vida se desaprovecha. El tiempo se hace denso cuando estás atrapado en el ocio laboral...pesa cada hora que estás desaprovechando.

Para aguantar el stress laboral hay que ser muy fuerte. Para el ocio laboral, además, hay que tener una vida interior muy rica para no hundirte, porque sí, molaría poder mandar el ocio laboral a tomar por culo, pero lamentablemente necesitas ir a ver como tu tiempo se desaprovecha para poder pagar la hipoteca.

Y si no, siempre puedes abrir un blog.

lunes, 2 de julio de 2012

LIBROS ENCADENADOS.- JUNIO




Han pasado 6 meses del 2012. 28 libros. Ni uno de la biblioteca. Todos regalados.







Liberación de Sandor Marai. Alguien que me conoce muy bien, me lo regaló nada más ser editado. Era Sandor Marai y la IIGM así que tenía todas las papeletas para gustarme, aunque Marai siempre es un riesgo. Un riesgo y una certeza de tristeza.

Retrata la vida de Erzsebet, una joven de 23 años en los últimos días de la II Guerra Mundial en Budapest, cuando los rusos están a las puertas de la ciudad. Cuenta la guerra, como el conflicto es al principio algo inverosímil, luego algo lejano que se va acercando y finalmente está tan presente en su día a día que no es capaz de pensar en sí misma más allá de la Liberación, del final de la guerra.

Es una novela triste, atormentada y que va dejando mal cuerpo según se lee y al terminarla. Marai la terminó en septiembre de 1943, cuando realmente no sabían que iba a suponer la liberación, pero tú desde tu posición de lector del siglo XXI sabes lo que ocurrió cuando finalmente la guerra terminó. Se parece muchísimo en el tono y en lo que cuenta a “Una mujer en Berlín”, son dos libros sobre mujeres en la guerra, a la llegada de los rusos a sus ciudades, enfrentadas a ser despojadas de todo lo que las hacía “humanas” y el instinto de supervivencia que las hace sobrevivir.

Hacía semanas que se sentía presa de un cansancio terrible: el cansancio que deriva de un esfuerzo físico descomunal, cuando el alma aún cree poder soportar las penas pero el cuerpo se rebela sin avisar, el estómago se revuelve, y todo el organismo queda tan impotente como si lo hubieran envuelto en un sudario de plomo. Es el mismo cansancio que se experimenta en ciertas jornadas estivales de feroz canícula”.


“La tierra murmura en si bemol” de Mari Strachan. Regalo de Espasa. Un coñazo supremo. “La Sonrisa de las mujeres” era una oda al cursilísimo más pasteloso del mundo pero no pretendía ser otra cosa. “La tierra murmura” es una mezcolanza de cosas sin mucho sentido: una niña insufrible tipo La elegancia del erizo, un pueblecito con sus gentes rollo novela costumbrista, unas hermanas diferentes rollo Mujercitas, un misterio familiar turbio y desagradable con el mismo interés que mirarte crecer las uñas de los pies y unos personajes que dan ganas de matar. Se lee fácil pero aburre como una mala tv movie. Nunca pensé que diría esto, pero si queréis una lectura fácil, sencilla y de amoríos que no agreda…mejor La sonrisa de las mujeres.





El niño perdido de Thomas Wolfe. Otro regalo de cumpleaños. Es una novela corta, estructura en cuatro partes unidas y a la vez sin conexión. Cada una de ellas tiene entidad por si sola y podrían ser relatos sueltos. Las cuatro juntas forman una historia, la historia de Grover Wolfe, un niño de once años.

Me ha recordado un poco a Cannery row y a Steinbeck y me ha gustado muchísimo. Un escritor como la copa de un pino.

Digamos simplemente que era América, que era el Sur. Familiar como la carne y la sangre de un hombre, familiar como los vientos de marzo, como una garganta irritada, como la nariz cuando te pica, como el barco colorado lleno de paja y desolación. O como abril, abril y un enamoramiento salvaje. Digamos que era simplemente todo esto, escueto, desolado, como un bizcocho, adorable, lírico y maravilloso. Digamos simplemente que era difícil de explicar. América, viejos ladrillos con aspecto de bizcocho, un almacén y abril. Y el Sur”


“Últimas noticias del Sur” de Luis Sepúlveda y Daniel Mordzinski. Otro regalo de Espasa que vino acompañado de estas palabras: “una pequeña joya”. Pues no me ha parecido una pequeña joya, me ha flipado, me ha encantado.

Es un libro de viajes escrito a medias. Luis Sepúlveda hace los textos y Daniel Mordzinscki unas fotos increíbles, todas en blanco y negro. Viajan a Argentina, pasan brevemente por Buenos Aires, pero el grueso de las experiencias son en su recorrido por la Patagonia hasta llegar a la punta sur, al “fin del mundo”. Es una sucesión de paisajes, de experiencias, de personajes, de anécdotas que Sepúlveda cuenta magistralmente con el tono y la cadencia justos, consiguiendo transporte a los paisajes de la Patagonia, inmensos, desolados y con cielos inabarcables. La gente que vive allí es acogedora y mítica, personajes de un mundo que se acaba, se agota y que son conscientes de ese fin.

Es un libro tierno, conmovedor, tranquilo, pausado, curioso, entrañable, cargado de humor y de la conciencia de estar vivo. Me ha encantado, de lo mejor que he leído este año y además, supongo que gracias a las fotos...es un libro que huele especial.
“El hermoso edificio rezumaba nostalgia. Todo Buenos Aires está cubierto por una pátina de nostalgia, en ningún caso melancolía, porque los buenos tiempos de una sociedad llena de proyectos existieron; también existió la ciudad foco de irradiación cultural y cosmopolita y abierta. La pobreza digna también existió. Se siente nostalgia de lo arrebatado, no de lo imaginario”.




“Hazañas y chapuzas bélicas” de Guy Brecher. Regalo de cumpleaños de Juan. Primer libro que abandono en muchísimos años. Llegué a la página 247 y dije, ni una más...paso de seguir perdiendo el tiempo. Brecher es una especie de versión pirata de Bill Bryson con el tono de Michael Moore. Vale, con esta descripción parece que puede tener algo bueno y no es así. Es un tipo gordo (en 247 páginas lo dice unas 20 veces) enamorado de las guerras, que considera que las guerras molan muchísimo. Se repite, es idiota, y a fuerza de querer ser provocador resulta altamente irritante. Sobre España tiene un par de reflexiones acerca de Cataluña y el País Vasco que en fin…no le iban a granjear amigos por aquí.






Estupor y temblores de Amelie Nothomb. Regalo de Nán por mi cumpleaños. En un mes he leído dos libros de esta autora, y aunque éste sea su supuesta obra maestra, me ha gustado menos que el anterior.
Amelie cuenta sus experiencias trabajando con japoneses en una gran compañía, Yumimoto. A través de los problemas que tiene allí compara el modo de vida y la cultura y el pensamiento japonés con el occidental. El retrato que hace de las mujeres japonesas representadas en su jefa, Fubuki Mori es descarnado y despiadado y para mí lo mejor de la novela.

El resto de la novela en la que Amelie parece una completa mema me ha sacado de quicio. Los japoneses y su cultura resulta muy lejano para un observador occidental, cuesta entenderlos y currar con ellos debe ser complicado pero se supone que Amelie se ha criado allí, es una tía lista y además habla japonés. ¿A cuento de qué se comporta como una completa imbécil? ¿Para tener material para escribir esta novela? Desde que ese es el motivo de su comportamiento, algo en plan “a ver hasta dónde puedo aguantar para luego poder contarlo”...la historia pierde interés. Y si todo es elucubración intelectual para crear un personaje, tampoco me ha molado. No dejaba de pensar en que si el personaje principal no fuera tan imbécil la historia hubiera podido ir a más.

No está mal pero no me ha parecido una obra maestra, ni una brillante reflexión sobre nada. Definitivamente me moló bastante más el que leí el mes pasado de ella, “Cosmética del enemigo”.





Para terminar el mes, “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción” de Jorge Volpi. Otro regalo, éste porque sí. Es un ensayo, bastante sesudo, sobre lo que significa leer ficción, para qué sirve si es que sirve para algo y los mecanismos que funcionan en nuestro cerebro para reconocer la ficción, a los otros, la realidad y a nosotros mismos”

Hay un mogollón de ideas y de conceptos digamos “científicos” que probablemente se me escapen, le seguiré dando vueltas, lo hablaré con el mi pedante favorito y luego lo mismo me calzo un post sesudo sobre el tema.  Por ahora un par de citas:

En una novela o en un cuento nunca vemos a los personajes, sino que un personaje – o más bien, las ideas que forman a un personaje – nos invitan, primero a identificarnos con él y solo después a representarlo de manera visual. Al imaginar un personaje contamos con una libertad inusitada, pues sus ideas se mezclan de maneras radicalmente distintas con las ideas (o experiencia) de cada lector particular

Enfrentarse a lo desconocido revitaliza el cerebro: de allí la relevancia estético de lo incierto o la fascinación que experimentamos por el suspenso, el misterio y el terror. Desconocer lo que va a ocurrir más adelante supone un desafío- un juego darwiniano- que nuestra mente no puede dejar de encarar y resolver (). Hemos sido moldeados par a resolver problemas o al menos intentarlo”

La ficción se inaugura, pues, no cuando el primer humano miente, sino cuando los demás reconocen su mentira y prefieren ignorarla”

Ha sido un buen mes. Veremos el siguiente.

Ah. Dejo aqui el enlace a un artículo de Julian Barnes que se llama " Mi vida como biblíofilo", una delicia para todo aquel al que le gustan los libros y leer.

viernes, 29 de junio de 2012

LA VERDADERA HISTORIA DE RICITOS DE ORO


Érase una vez una primogénita que estaba hasta el moño de que sus padres la estuvieran todo el día mangoneando y diciéndole qué era lo que podía o no podía hacer. Estaba también harta de que le prohibieran hacer todo lo divertido “ no vayas al bosque”, pero cuando los absurdos de sus hermanos pequeños: Hansel y Gretel se piraron sin decir nada a nadie, les pilló una bruja y hubo que mandar a los Geos a buscarlos,  sus padres en vez de echarles la bronca del siglo, le montaron el pollo a ella y le dijeron: la culpa es tuya por no haberles vigilado bien, para algo eres la hermana mayor y tienes que ser responsable.

Ricitos estaba por tanto, hasta los mismísimos ricitos de su familia y un buen día decidió hacer caso a esa frase tan de su madre: un día me voy a ir..y a ver entonces cómo os las apañais.

 

Cogió la puerta y los rizos y se las piro al bosque.
Tenía un plan. Había decidido que iba a cambiar de familia. Quería ser hija pequeña.

El bosque de los cuentos estaba lleno de familias de todo tipo, seguro que conseguía acoplarse a alguna familia y ser la hija pequeña adorable, la “Pobre Ricitos de Oro”.

Se encontró primero con una cabra soltera y 7 cabritillos.Sopesó sus posibilidades, pero una madre soltera y 7 energúmenos era mal plan. Además ya había un listillo pequeñajo que no estaba segura de poder eliminar.Tenía la posibilidad de llamar al Sr. Lobo para solucionar ese pequeño problema, pero seguirían siendo 6 cabritillos y no era buen plan.

Poco después encontró un rastro de miguitas de pan, tenía hambre y se las fue comiendo, si le decian algo ya diría que habían sido los pajaritos.  All final se encontró con una panda de tíos encabezados por un canijo qué ¡vaya por Dios! era otro listillo. Le dijo que se llamaba Pulgarcito y que se estaban repartiendo el bosque para vender drogas buenas...” y naturales” le dijo guiñándole el ojo. Le ofrecieron un curro como gancho, al fin y al cabo era rubia, pero Ricitos tenía un plan y juntarse con esa panda de malotes encabezados por un canijo con botas de macarra no se ajustaba para nada. Además, no llevaba ni minifalda ni tacones.

Después de tropezar con una yonki con una capa roja, unos cerdos emporrados y un pato feo que se creía un cisne, Ricitos empezaba a estar un poquito desesperada, pero no tanto como para pensar en volver a casa y escuchar a su madre decir: ¿ ves? Si es que así no hay manera...si me hicieras caso...

Siguió caminando y llegó a una casa chula en un claro del bosque, lo que viene siendo una casa molona de cuento. Dió un par de vueltas para ver si había alguien y ensayó su mejor cara de “pobrecita” que había aprendido tras un minucioso análisis de las caras que los cabrones de sus hermanos pequeños ponían a sus padres. Lo tenía todo ensayado, saliera quien saliera, pondría ojitos, haría que las lágrimas se acumularan en sus ojos y luego las dejaría rodar por su cara hipando dulcemente a la vez, una actuación espectacular.

Allí no había ni el tato, pero decidió entrar a echar un vistazo, cotillear y ver si le convenía aquella casa para sus propósitos.

Como ya he dicho, era una casa molona, si acaso un exceso de pelo por todas partes, pero Ricitos no tenía problemas con eso. Su hermano Hansel era un cerdo redomado que tenía siempre la habitación hecha un asco “ Ricitos, ayuda a tu pobrehermano a recoger” y su hermana Gretel podía cambiarse de ropa 15 veces al día y tirar toda la ropa al suelo compartiendo espacio vital con las revistas Superpop que consultaba como un oráculo. “ Ricitos, no puede ser que tengáis así la habitación, haz el favor de ordenarla” Los pelos le daban igual, definitivamente.

En aquella casa, todo estaba por triplicado: 3 sillones, 3 camas, 3 sillas, 3 tazones...mmmm...¡¡qué buena pinta tenía esto! Ricitos vió la luz...¡¡su plan de ser la hermana pequeña era una mierda, era poco ambicioso!!! ¡¡ahora lo veía claro!!! ¡¡Quería ser hija única!! ¡¡Califa en lugar del Califa!!! ¡La favorita de mamá! ¡¡La preferida de papá! Un padre y una madre ( peludos, pero no iba a ponerse purista con esto) para ella sola, idolatrándola, dándole todos los caprichos y haciendo fotos compulsivamente en su ceremonia de graduación...

...Ricitos estaba feliz...salto por las sillas y rompió la pequeña, se comió lo que había en los tazones..saltó en las camas mientras daba gritos enloquecida....¡¡iba a ser una mimada!!!

..pero claro, antes de conseguir eso iba a tener que librarse de un pequeño problema.Allí ya eran tres: había que eliminar al pequeño peludo de la ecuación para que todo encajara.¿Qué podía hacer?

¿El Sr. Lobo?...mmm...no, demasiado fácil.
¿ Acusarle de falso narcotráfico ayudada por los 3 cerditos?...demasiado complicado...
¿ Intentar colarle en la banda del canijo zapatones?...seguro que le pedían algo a cambio...

¡¡lo tenía!!

¿conoceis el oso de Lost?

Pues eso.

Ricitos era primogénita, tenía recursos y sabía cómo usarlos.