Tengo un Seat Ibiza TDI de 11 años, blanco con 415.000 km. Es un coche estupendo que no me ha dado ni un solo problema en todos estos años y con el que mantengo una relación fabulosa. Yo le hago el mínimo caso imprescindible y él me lleva y me trae sin darme sustos. El día que estalle, se pare o arda para siempre...lo cambiaré por otro. Él no me echara de menos y yo tampoco. Mientras eso ocurra nos somos fieles.
No me gustan los coches. No me dicen absolutamente nada. Soy incapaz de recordar los modelos, los colores y el tipo de coche que tienen mis amigos. Soy perfectamente capaz de sorprenderme cada vez que alguien aparece con un coche gris y decirle: ¿pero no era negro? No, lleva 8 años siendo gris.
Como mi querencia hacia el mundo automovilístico es inapreciable me sorprenden muchos comportamientos que observo con respecto a los coches.
El coche autobús.
La gente se reproduce por primera vez y automáticamente se compra un coche de 6 plazas. No lo entiendo. ¿No saben que tamaño tendrá su hijo? ¿Están tan emocionados con el embarazo que piensan ya en encargar media docena? O ¿es que tenían capricho de un monovolumen y se han embarazado para justificar su compra? No lo entiendo. Un monovolumen es un coñazo de coche, se te pone complejo de conductor de autobús pero con el inconveniente de que los pasajeros te hablan.
Si el que lleva el monovolumen es ya familia numerosa..entiendo la compra y le compadezco sólo de imaginar los viajes entre juegos interminables de veo veo, música atronante del canta juegos, peleas sin fin por la menor tontería y el festival de migas infinito que son capaces de generar unos cuantos críos con una bolsa pequeña de cheetos en un habitáculo cerrado.
El coche concesionario.
Te sientas, miras alrededor y dices Ah...coche nuevo.
No, tiene ya 4 años.
¿4 años lleva conduciendo ese coche? No hay nada, absolutamente nada personal dentro de él. Todo está tal cual, como si acabara de sacarlo del concesionario. No huele a nada, no hay papeles, no hay cds, ni klennex, ni bolsas, ni un jersey, ni una moneda para el carro de la compra o el ticket del parking. Nada. Son esos coches que son como los salones de las revistas de moda, los ves y dices: ahí no vive nadie.
Esos coches me dan miedo…más que los coches los que los llevan…me dan tanto miedo que miro a ver si se reflejan en el retrovisor.
El coche Diógenes
Hay coches (el de pobrehermano mayor por ejemplo) que tienen un superpoder. Cualquier cosa que metas en él se quedará ahí para siempre: 3 jerseys, 2 paraguas, unas dos docenas de botellitas de agua en distintos estadios de putrefacción, bolsas ecológicas de la compra, las botas de esquiar, las botas de andar, una mochila de ir al monte, una mochila con la ropa de pádel, la raqueta de pádel, unos cuantos libros, la funda porta esquís, un forro polar, un chubasquero, otro forro polar, 10 ó 12 ejemplares de un periódico gratuito, calcetines…
Algunos de estos coches además, tienen el superpoder Diógenes combinado con el superpoder hipnótico. El dueño se monta cada día y piensa: joder, de hoy no pasa que me suba estas 3 camisetas y los dos pares de zapatillas a casa. Lo cree firmemente y conduce todo el camino pensando en que nada más llegar a destino sacará esas cosas…el coche le deja creerlo...y justo cuando para el coche y saca la llave del contacto, le sopla en la oreja y el conductor olvida coger lo que había pensado y no se da cuenta de que ha alimentado el Diógenes de su automóvil con una bufanda.
El coche quirófano.
Te montas y te dicen: cuidado con el bolso no le des a la puerta, cuidado con las piernas al cruzarlas no le vayas a dar al salpicadero, sacúdete el barro no vayas a manchar las alfombrillas, no se te ocurra comer nada, bebe antes de entrar porque no permito que nada líquido se aproxime a mi habitáculo, no tosas y por supuesto no se te ocurra estornudar.
Es tan estresante que como te descuides te encuentras pensando en que se te ha olvidado la mascarilla y abriendo la puerta con el codo para no dejar huellas dactilares en la puerta al abrirla.
El coche parque infantil.
Entras en uno de esos coches y para si quiera visualizar el sitio donde debes aposentar tu lindo culo, tienes que empezar a quitar trastos: una manta infantil “ es porque mi hijo por las mañanas tiene frio”, dos o tres cuentos “ es que le gusta leer de vez en cuando”, tres o cuatro carátulas de Dvd vacías “ son de las pelis que vemos de viaje largo, pero a saber dónde están las películas”, un cubo de playa…en enero, dos o tres pelotas una de ellas pinchada, una red de pesca, 2 o 3 muñecas en distinto estadio de desnudez y con los pelos enredados con dos o tres gormitis, tres o cuatro envases de actimel vacios, 6 ó 7 guarradas de esas que dan con el Happy Meal… Cuando consigues hacer un hueco después de desplazar todas esas cosas y te acomodas…miras alrededor y entonces flipas. El coche entero está lleno de regalos del día del padre y de la madre: un colgador para el retrovisor, dos o tres más en los reposacabezas de los asientos delanteros, un parasol con las manitas de los niños, un imán para el salpicadero y por último un ambientador con forma de pino colocado en el salpicadero.
El coche “mono”.
Esto es más de tías.
Me he comprado un coche. Es tann mono. Es un Pitipin clase W, de color azul noche con los asientos tapizados en negro azulón
No sé de qué me hablas… ¿es grande? ¿Es bueno? ¿Es barato?
A ver, Moli… ¿cómo no vas a saber que coche es? Y no es nada de eso...pero es muy “mono”…y me pega muchísimo.
¿Un coche “mono”? ¿Un coche que te pega? Son conceptos que se me escapan…
Desde luego mi coche no es mono y no sé si me pega, pero molaría saber qué dice de mí.