Cita: dícese de los primeros encuentros con un alguien que te gusta, hay química y una promesa en el ambiente de que aquella atracción evidente pueda concretarse en algo menos etéreo y más físico. Por definición, cuando tienes la suficiente confianza como para decir: perdona, voy a lavarme los dientes o ¿te importaría lavarte los dientes? ya no es cita…
Cuando tienes una cita, visualizas toda la situación y te preparas. Qué te vas a poner, dónde vas a quedar, cómo vas a ir teniendo en cuenta cómo esperas que termine el plan, si llegarás temprano o llegarás tarde y todo tipo de cosas para intentar tener la situación mínimamente controlada.
Como tenemos ya una edad, hay cosas que ya sabemos, bien por sabiduría innata, bien por haber aprendido de errores anteriores. Uno de los grandes campos de aprendizaje son los alimentos capaces de arruinar una cita. Las causas para evitar esos alimentos son variadas, y no van solo asociadas al mal aliento.
- Marisco. Puede parecer una buena idea invitar a tu cita a una mariscada. Algo espléndido, especial y delicioso. Peroooo… ¿estás seguro de cómo chuperreteas y succionas? Es un riesgo enorme. El otro puede verte chupar la cabeza de un carabinero y decidir que aquello definitivamente no tiene futuro por un paralelismo con otro tipo de chupamientos. Además, el marisco tiene otro problema y es que enfrascado en sacar hasta el último hilillo de sabor de la pata de una cigala es facilísimo perder el hilo de la conversación. Y además… ¿quieres ver a tu pareja mordiendo la cabeza de un percebe? ¿Vas a poder concentrarte? Mala idea.
- Alitas de pollo. Pajaritos con pinta de pajaritos. Nunca hay que comer cosas que haya que coger con la punta de los dedos y sacar dientes de ardilla. Sin olvidar el factor “hebra de carne de pájaro” que queda entre los dientes y que te hará estar con la lengua rebuscando por tu cavidad bucal y perdiendo el hilo de la conversación mientras piensas: por dios...tengo que sacarme esto.
- . Casi todo el mundo es lo suficiente avispado como para no pedir spaghettis en una primera cita. Es un clásico visualizarse con toda la boca llena de spaghettis colgando, incapaz de tragar e incapaz de morder para acabar con esa humillación, mientras por otro lado te concentras en el plato porque no quieres levantar la vista y ver al otro mirándote con incredulidad y pensando...”¿Cómo se ha metido todo eso en la boca?” y “¿Qué hago para superar este momento de incomodidad? ¿le digo que no pasa nada? ¿le ayudo? ¿Me ofrezco a cortárselos?” Es un momento muy duro para una cita, pocas sobreviven a él.
- La pasta no suele ser amiga de las citas, no solo los spaghettis. Unos macarrones parecen inofensivos, pero si nadan en tomate hay muchísimas posibilidades de que acabes con la camisa llena de lamparones o la barbilla chorreando de grasa. Que puede que ambas situaciones sirvan para distender el ambiente y provocar unas risas…pero también puede que no…así que mejor dejarlo para más adelante, con más confianza. Sin olvidar el factor salpicador que es de mucha vergüenza también…mejor obviar las salsas con cualquier plato.
- Alimentos que provocan mal aliento: quesos fuertes, morcilla, cebolla, gulas, ajo a mansalva…etc. El problema de estos alimentos es que parecen fáciles de evitar pero te los pueden colar en cualquier plato sin que te des cuenta hasta que sea demasiado tarde. Pides una carne y lleva una salsa de queso, pides unas judías blancas y llevan morcilla desmenuzada, pides una pizza marinera y lleva gulas muy aliñadas con ajo…” Ha sido sin querer...lo siento”…es lo que tendrás que decir.
- Alimentos que no sepas comer. Nunca, nunca, nunca hay que innovar en una primera cita. Si no sabes cómo se come el foie, los dátiles, la pierna de velocirraptor o cualquier otro alimento...lo mejor es no pedirlo. No porque pase nada, con suerte el otro tampoco sabrá comerlo…pero a ti te entrarán sudores fríos al pensar en cómo afrontar ese reto y te desconcentrarás de lo verdaderamente importante.
Cualquiera que haya tenido un mínimo de vida sentimental ha ido asintiendo al leer todo lo anterior, pero aquí llega mi sabiduría suprema para advertir sobre dos alimentos que parecen inofensivos y que sin embargo son altamente peligrosos.
Los filetes rusos. Esa bomba de repetición.
Pocos alimentos tienen tal capacidad para repetirse durante horas y con tanta intensidad. Los comes y durante horas y horas te sientes como un rumiante volviendo a masticar la comida que has engullido en casa de tu tía Carmen, a la que has ido a visitar y que ella con toda su buena voluntad te ha hecho “hijo mío...tu comida favorita...filetes rusos”. A ti te encantan, te los has comido tan ricamente y ahora a las 8 de la tarde, una hora antes de quedar con tu cita, remasticando los filetes rusos de tu tía Carmen y pensando en anular la cita porque además, aunque evitarás los besos, cosa que sin duda generaría mal rollo porque ella espera que la beses…no servirá de nada. Los filetes rusos además de repetirse con densidad se repiten con intensidad, con muchísima intensidad…y aunque no hablaras en toda la noche, opción ésta que también has valorado…da igual…con la boca cerrada el filete ruso se las apaña para salir con todo su esplendor por la nariz y si me apuras por los oídos.
Decides que los filetes rusos han dejado de ser tu comida favorita. Y anulas la cita pretextando enfermedad grave.
Con todo, el peor alimento posible sin embargo, parece inofensivo, se agazapa en forma de tapa, en el aperitivo: las cortezas.
Todos los alimentos anteriores pueden ser más o menos apetecibles, pueden haberse elegido con una finalidad loable (agradar a tu tía Carmen por ejemplo) y pueden haberse comido por error….pero ¿Las cortezas?
Las cortezas son asquerosas, con un aspecto muy desagradable, de un color indefinido nada atractivo y a veces ¡¡hasta tienen pelos!! Pelos que hay que sacar de la boca cuando uno se da cuenta de lo que se ha tragado. Las cortezas no alimentan y dejan las puntas de los dedos grasientas. Las cortezas además...son como una bomba fétida...su olor lo impregna todo de manera inmediata, se mete en la pituitaria y perdura horas.
Nadie come cortezas por error.
Nadie las come porque estén deliciosas.
¿Por qué alguien come cortezas y arruina una cita? ¿Es a propósito? ¿No tiene olfato? ¿No le gusto y no sabe como decírmelo?
Desde aquí lo digo...pensad en cuantas relaciones frustradas tenéis en vuestro curriculum por culpa de las cortezas.