
Tengo una casa en Los Molinos. No es mía. Es de molimadre y como mucho poseo un trocito muy pequeño compartido con pobreshermanos y molihermana. Es mi casa.
No siempre ha sido mi casa en Los Molinos. Mis padres se conocieron allí. Mis abuelos maternos y mi abuela paterna tenían casa. Sé que la casa de mis abuelos, La Rosaleda, se compró cuando el hermano pequeño de molimadre era canijo porque le venía bien el aire serrano, (como todos los hermanos pequeños era un debilucho y siempre había que estar cuidándole). Primero alquilaron una casa en la zona de las Eras, que se llamaba “Villa Potita”...un nombre horroroso, al que sigo sin encontrarle explicación después de años de darle vueltas. Después y como eran ciento y la madre compraron La Rosaleda.
En Los Molinos, además del casco urbano, hay las zonas que se denominan “la colonia”...concretamente hay dos: la colonia de la Estación y la colonia de las Eras. El nombre de cada una es obvio y no hay que explicarlo. La Rosaleda está en la colonia de la Estación y es como tantas casas que hay por aquí. Una casa enorme de piedra, con grandes ventanas y grandes árboles en el jardín que la hacen oscura y fresca en el interior en verano y acogedora y cálida en el invierno. Tiene un jardín que le da la vuelta. Cuando yo era pequeña había dos estanques pero hace muchos años que uno se cegó. En el otro hay agua y para regocijo de laz princezaz y minicuñado cuando vamos allí, mi tío hace que salga un chorro como un geiser y se mueren de la emoción. Ni que decir tiene que la mitad de las veces, acaban chapoteando allí dentro.
Cuando yo era pequeña, íbamos siempre a aquella casa. En el jardín tiene una zona de pinar y allí hay otra pequeña casa, “El cuartucho”, donde nos instalábamos con mis padres. En “la casa grande” que era el edificio principal, estaban mis abuelos y el resto de mis tíos. Todo el verano se regia por una rutina establecida que molaba mucho y daba mucha seguridad, sabías lo que tocaba en cada momento. En La Rosaleda hay una pérgola con dos mesas donde nos sentábamos a hacer tareas, a leer o a mirar embelesados como los mayores jugaban a la canasta. Allí también se comía y se cenaba, una mesa de niños y otra de mayores. En aquella casa también hay una terraza palomar, un lavadero separado de la casa y una bodega a la que todavía ahora me da pánico bajar,hace frio, huele a mazmorra y hay unas arañas como mi mano de grandes. Puede hacer fácilmente 15 años que no se me ocurre poner un pie ahí.
Me encanta La Rosaleda, cada vez que voy ahora...es casi como volver a tener 8 años. Huele a pino, a lilas, a oscuro. El viento suena distinto que en mi casa y no se ven las montañas desde el jardín. Es como mi pequeño mundo de los 8 años conservado tal cual.
Cuando cumplí 9 años y nació pobrehermano pequeño, mis padres se lanzaron a comprar una casa en Los Molinos. Estaba en la otra punta de la colonia de la Estación y a mí me parecía que nos habíamos ido lejísimos. Aquello no era lo que yo conocía de Los Molinos. La casa tampoco se parecía a las que yo conocía. Era y es una casa de ladrillo blanco, con tejado de pizarra, grandes ventanales y unas vistas increíbles de todas las montañas. La luz inunda toda la casa sea la estación que sea. Tiene nombre que venía por la casa, un nombre catalán.
Nos mudamos y como la casa se la habían vendido amueblada recuerdo que la primera noche no pude dormir. Me sentía rarísima, aquella no era mi casa. Para empezar ya solo compartía el cuarto con molihermana y por la ventana no se oía el viento en los pinos. Escuchaba miles de grillos que cantaban en el prado de al lado. No había vecinos. Me pasé la noche leyendo los cuentos que los anteriores propietarios también habían dejado en la casa...incluyendo uno de una nube que luego plagié para un concurso del colegio y que gané. Ja.
Poco a poco me fui haciendo a la casa. No era como La Rosaleda pero tenía muchas cosas chulas. Para empezar una piscina en forma de barbapapa a la que daba el sol todo el día, circunstancia esta que favorecía mucho el que no adquirieras un bonito tono azul al bañarte, como pasaba en la piscina en umbría total de casa de mis abuelos. Además, no cubría mucho con lo que el miedo a ahogarte quedaba limitado a que tus hermanos y amigos se pasaran con las aguadillas. Había además una antigua pista de frontón en la que se podía patinar horas y horas dando vueltas. Y la nueva casa no solo tenia cosas chulas dentro...también en los alrededores. Al estar en una zona más nueva…no había vecinos, ni casas señoriales…era campo. Justo pegando con nuestra tapia había un prado con unas rocas que invitaban a construir castillos, guaridas, escondites secretos...y encima con foso. Había una gran hondonada en medio de las rocas que siempre tenia agua...aquello era un paraíso para nosotros y nuestros amigos. Saltábamos la tapia y podíamos pasarnos horas…hasta que alguno caía al agua inmunda y había que volver a casa a sufrir la gran bronca: os he dicho un millón de veces que no os metáis en ahí.
Tenía también un pino que era como una bola, jamás lo habían podado y las ramas le salían desde muy abajo. Era pequeño y rechoncho. Mis padres lo podaron y ese pino fue creciendo y creciendo. Es una pasada de bonito, y hemos pasado mil cosas debajo de sus ramas: fiestas de mayores, fiestas infantiles, siestas, charlas…ahora es tan grande que tiene dos columpios colgados de sus ramas.
Poco a poco, la casa empezó a quedarse un poco pequeña y mis padres sufrieron un ataque de modernización. En algunos casos tenían razón, tirabas de la cadena en el piso de arriba y salía por el baño de abajo, la calefacción en invierno conseguía calentar la casa cuando el domingo tenias que volver a Madrid, la cocina era canija…en fin...que decidieron invertir sus ahorrillos y su paciencia en hacer una superreforma.
Compraron el prado de las rocas y decidieron ampliar la casa. Para entonces nosotros ya no jugábamos en esas piedras y lo que más sentimos es que durante todo un año no íbamos a poder ir a Los Molinos. Un año sin ir a Los Molinos...aquello era inconcebible...Madrid era (y es) el horror... ¿qué se hace un fin de semana en Madrid? nos preguntábamos.
Nuestros padres por supuesto pasaron millas de nosotros y se lanzaron a la obra. Lo mejor fue el comienzo. Justo al acabar las fiestas del pueblo, a mediados de septiembre...organizaron un aperitivo en casa para sus amigos y los nuestros. Comimos y bebimos y luego rompimos todos los platos de duralex verde contra una roca que hay en el jardín y con martillos y mazas rompimos paredes, moló muchísimo.
Después de un año de obra y de que mis padres bordearan el divorcio cuando no el asesinato mutuo...volvimos a instalarnos aquí. Y otra vez la sensación de extrañeza. Aquella no era mi casa. ¡¡Tenía un cuarto para mi sola!!Eso era rarísimo pero lo superé rápido y me encantaba tener un espacio solo para mí. La nueva casa era enorme con mucho espacio, una cocina gigante donde casi se podía patinar, un cuarto de juegos, un patio acristalado para el verano, una chimenea gigante y muchísimo más jardín.
Han pasado 21 años desde que se terminó la obra. 21 años...lo escribo, lo leo y alucino. La casa sigue más o menos igual. El cuarto de juegos es ahora una biblioteca desde la que ahora mismo escribo esto. El cuarto de invitados es ahora de molihermana y molicuñado. El antiguo cuarto de molihermana es el de laz princesas y minicuñado. Mi cuarto sigue siendo mi cuarto pero ya no tengo una camita como la de Julie Trinos en Sonrisas y Lágrimas. Pobrehermano mayor se ha atrincherado en el cuarto que hasta el año pasado compartí con pobrehermano pequeño y no creo que podamos moverle de ahí…La cocina sigue siendo gigante y ahora está llena de tronas infantiles y el salón sigue siendo enorme pero cambia constantemente. Molimadre tiene un enfermizo afán por cambiar los muebles cuando menos te lo esperas y de un fin de semana para otro cambia toda la distribución. Ahora que lo pienso, después de morir mi padre, molimadre y pobrehermano mayor construyeron un porche de madera chulísimo que es donde hacemos toda la vida en verano…comemos, leemos, vemos la tele, discutimos, vigilamos a las fieras en la piscina…eso si que es nuevo..aunque debe tener por lo menos 16 o 17 años ya.
¿A qué viene este superpost ladrillo? El otro día paseaba por Los Molinos, hay muchísimas casas en venta y muchísimas casas cerradas. Casas maravillosas. No es que sean especialmente bonitas, algunas si, otras no. Algunas son muy grandes con jardines enormes, otras son más pequeñas. Unas son de piedra, otras de ladrillo, con tejado de pizarra, de tejas, pintadas de blanco y verde, de rojo...de amarillo. Casas maravillosas que están vacías.
Cuando yo era pequeña paseaba y veía esas casas llenas de gente haciendo lo que hacíamos nosotros: vivir esas casas y esos jardines. Y sentía envidia...porque me parecía que esas casas eran mejores que la mía. Luego un día, pensé que probablemente la gente que pasea por mi calle y vislumbra entre el seto la vida que nosotros llevamos aquí sentiría más o menos lo mismo.
Me dan mucha pena esas casas. Me da pena que se dejen morir, que no se disfruten, que no se vivan. Y me da pánico que eso nos pase con esta, que no seamos capaces de disfrutarla todos juntos, que nos peleemos por chorradas y al final acabemos cerrándola o vendiéndola a un extraño.
Creo que me moriría de la pena si ocurriera algo así.
Y me muero de la pena porque releo todo lo que he escrito y ni por asomo cuenta lo importante que es esta casa para mi. Mierda de limitación expresiva.