
Por algún que otro extraño azar, no sólo me fije en que ese panel existía, si no que fui capaz de ver algo a través de la mugre del cristal, y leer este texto “Se convocan 22 becas de colaboración para trabajar en las bibliotecas de la Universidad Complutense. Podrán presentar sus solicitudes alumnos de blablablablabla…con buen expediente académico...hasta el día blablablabla”.
No recuerdo si venían las condiciones de la beca especificadas y eso fue lo que me decidió o tuve un extraño rapto mental y presenté los papeles porque sí, por si sonaba la flauta. Si rebusco mucho en mi memoria, creo recordar que por aquella época andaba haciendo largos en el fango de una de las peores etapas de mi relación autodestructiva y debí pensar que a lo mejor una actividad laboral remunerada me salvaba de seguir haciendo el memo. (1)
El caso es que debí presentar los papeles. No recuerdo nada de eso, mi siguiente recuerdo es estar en casa de molipadres, que sonara el teléfono y una voz me dijera que me había sido concedida una beca para trabajar en la biblioteca de la Facultad de Económicas. Empezaba el 10 de enero, de 3 a 9, 60 mil pelas de las del año 95.
Colgué y comencé uno de mis famosos procesos de pensamiento lateral.
Me habían dado la beca. Bien. En la biblioteca de Económicas. Bien por lo de la biblioteca, aunque claro la beca era para eso, no me la iban a dar para el laboratorio de física cuántica. Mal por Económicas…está a tomar por culo...es más... ¿dónde cojones está la facultad de económicas? Y además empiezo ya. ¿Y los exámenes de febrero? No he empezado a estudiar. Pero son 65 mil pelas…pero claro los viernes trabajaré hasta las 9 de la noche... ¿y si algún viernes quiero irme de viaje? Y ¿si algún viernes novioputeador quiere hacer algo conmigo? ¿Y si tengo todas las tardes ocupadas como voy a quedar con novioputeador que siempre está ocupado por las mañanas? ¿No lo cojo? ¿Digo que no?
De algún sitio saqué un breve momento de lucidez y cogí el curro.
Partamos de la base de que a mí me encantan los libros y me encanta leer pero hasta ese momento nunca había sido una gran usuaria de bibliotecas. Yo en mi casa estudiaba tan ricamente, tengo una gran capacidad de concentración: si lo que estoy estudiando me interesa lo bastante puedo hacerlo incluso en una habitación con más gente, con la tele sonando o con música. Me da igual. Además, no me mola hacer pandilla, así que pasaba millas de ir a la biblioteca a sociabilizar. Con todo esto quiero decir que tampoco conocía muy bien como se manejaba una biblioteca, más bien no tenía ni puta idea.
Pero dio igual. Como ya por entonces comenzaba a ser un fraude, llegué allí con mi mejor cara de “esto no puede ser tan difícil” y “seguro que en un plis lo tengo controlado”.
Resultó no ser tan difícil y efectivamente lo controlé enseguida. MI rápida adaptación al mundo bibliotecario se debió a la ayuda inestimable de mi compañera de beca. Se llamaba Beatriz y hacía biblioteconomía y documentación y era majísima. Me enseñó todo y tuvo muchísima paciencia conmigo. Vivía en Torrejón, lo que quiere decir que cuando salíamos de la biblioteca a las 9...ella tenía por delante hora y media de transporte público para trasladarse al otro lado de la provincia. Era mi heroína: sabía y tenía un novio que la quería. Luego el novio le puso unos cuernos de aquí a Sebastopol y me dio mucha pena pero vi que todas podemos ser pánfilas.
Tuve ese curro desde enero de 1995 hasta diciembre de 1996 y me encantaba. Iba a la facultad por la mañana, de 9 a 2, cogía el coche y me piraba a toda leche a Somosaguas para llegar a las 3 a currar (Para el que no sea de Madrid, son dos campus distintos y están un poquito a tomar por culo el uno del otro). Allí estaba hasta las 9 de la noche. La rutina consistía en llegar, colocar los libros que habían sido devueltos en el turno de mañana y sentarse en el mostrador de préstamo a atender a los estudiantes.
Al principio el contacto con el “público” me daba pánico. Sentarte delante de un ordenador a manejar un programa informático que obviamente no dominas mientras tíos (2) que estudian económicas (una carrera seria y con futuro y no como la mía) te miran fijamente...digamos que me ponía un poco nerviosa.
Poco a poco, y según fui manejando mejor el tema informático, adquirí más soltura e incluso me manejaba con palabros que para mí no tenían ningún tipo de sentido: econometría, economía cuantitativa, matemática financiera, workpapers, macroeconomía, microeconomía…tejuelo, signatura...etc.
- Ah sí...sé el libro que buscas, econometría financiera aplicada a las relaciones laborales macroestructurales”. Está en la segunda estantería a la derecha, busca por la signatura 003ECO.
- ¿Cómo que no está? Claro que está. ¿Lo has buscado bien? Eco viene después de Ebo. Si es que al final me tengo que levantar yo….
Exacto. Una bibliotecaria gruñona. Esa era yo. Y me encantaba.
Otro día contaré cómo empezó mi vida en internet, porque fue justo allí. Allí nació "molinos".
(1) No me salvó. Seguí haciendo el memo casi 3 años más.
(2) Tios susceptibles de gustarme, además. Tíos susceptibles de se fiches.
(2) Tios susceptibles de gustarme, además. Tíos susceptibles de se fiches.