sábado, 13 de noviembre de 2010

FEELING GOOD.- Michael Bublé

Me molan los crooners. Me mola las canciones, me mola como cantan, me mola que vayan siempre con una Big Band o una cojo orquesta y me mola que vayan de traje o de smoking.

Michael Bublé no me gusta como tio, tiene cara de estar encantado de haberse conocido y a mí los tíos con cara de encontrarse estupendos, no me molan, pero eso no quita para que reconozca que canta de puta madre.

FEELING GOOD es exactamente como estoy ahora...han volado todos y la casa y mi tiempo son sólo míos...





Es la canción que pega cuando piensas.."eh..un momento..estoy bien..¿si?...a ver..si, piénsalo bien..parece que si...¿seguro?...SI...SI....SI.... Feeling good"

viernes, 12 de noviembre de 2010

MATERNITY (LX): Manual práctico para visitar una exposición

Paso primero.
Elija cuidadosamente la exposición. Tiene que ser algo variado, entretenido y adecuado. Han de cumplirse los tres requisitos. Veamos esto con unos sencillos ejemplos, tengo el día didáctico.

Una exposición monográfica de monedas romanas del siglo III antes de Cristo es adecuada...pero no es ni variada ni entretenida. Para ellos vistas 3 monedas vistas todas y además, en esas exposiciones numismáticas los elementos físicos están contra usted. Las vitrinas de exposición no están pensadas para nadie que mida menos de metro y medio así que tendrá que llevar a sus hijos en brazos si aun a pesar de lo inadecuado de la exposición persiste en su afán divulgativo.



Una exposición de fotografía sobre la situación en los orfanatos de Siberia, es variada y entretenida pero no adecuada...a no ser que pretenda demostrarles a sus hijos la suerte que tienen. A mí me parece un método excesivamente traumático…pero para gustos los colores.

Estos consejos no se aplican a ingenieros que consideran que visitar la sala de turbinas del metro de Madrid es una experiencia fascinante para niñas de 5 y 6 años. (1)

Paso segundo.
Adecué sus expectativas a su situación actual.
Antes, y con ese antes me refiero a cuando usted se levantaba una mañana de domingo, bajaba en pijama a comprar la prensa, desayunaba tranquilamente hojeándola y sólo después de haber consumido esas horas de ocio...decidía que la 1 de la tarde era una hora fabulosa para acercarse a ver una exposición, llegaba a su destino y simplemente se dejaba llevar por la contemplación, adecuando el paso a sus gustos y disfrutando de la experiencia para decidir a las 3 y media de la tarde que ya se había culturizado bastante y que podía marcharse a comer tranquilamente.

Olvídelo. Borre ese recuerdo. Ahora la situación es distinta y lo mejor es amoldarse. Hay que tener un plan. Para empezar la 1 de la tarde ya no es hora de ir a ninguna parte, se le echa encima la hora de la comida y es malísima idea tener a sus churumbeles hambrientos en una sala con más gente: mamiiiiiii tengo hambreeeeeeeeee, mamiiii ¿no haz traído nada de comer? No querrá que le quiten la custodia ( mmmmm..vamos a pensar que no), entre los culturetas museísticos hay mucha gente comprometida con la infancia...sobre todo con la infancia de los demás…y si su hijo continúa gritando es posible que vean la aparición de servicios sociales como una solución para que la paz vuelva a la sala.

Por supuesto, olvide la idea de vagabundear por la sala sin prisa y detenerse por un espacio de tiempo que supere los 2 minutos delante de lo que sea. Entiéndalo, son pequeños y son impacientes y curiosos...ellos quieren ir más deprisa, quieren ver más, quieren verlo todo rápido.

No sea ambicioso. No pretenda ver el Prado entero, mejor exposiciones pequeñas que no le dejen con la frustración de saber que se ha perdido la mayor parte de lo que quería ver, mucho mejor pensar que sólo se ha perdido 20 ó 30 obras...que 20 ó 30 salas. La avaricia rompe el saco.

Paso tercero.
Venda la moto. Saque ese talento como comercial que nunca se ha atrevido a explotar. Sea imaginativo, venda el perrito piloto. Tenga confianza y no dude, eso es fundamental.

Ejemplo práctico. Nunca diga: “vamos a ir a ver cuadros”. Mal Reconozca que suena horrible, aburrido y sin la más mínima emoción.

Mucho mejor empezar con una campaña de promoción adecuada desde mediados de semana, los anuncios por etapas siempre funcionan.

Este fin de semana vamos a hacer un plan sorpresa” …mejor concrete para no alimentar falsas expectativas...”Este fin de semana vamos a hacer un plan sorpresa que no es ir al país de Mickey, ni comprar una mascota ni pasar la tarde en un parque de bolas pero va a ser chulísimo”. Haga hincapié en chulísimo.

El día anterior continúe la campaña: mañana vamos a ir a un sitio muy chulo y además es un poco de mayores…los pequeñajos no pueden ir, pero vosotras ya sois mayores y por eso os llevamos porque es un sitio especial.

El día del evento, le tocará madrugar: ¿nos vamos ya? ¿Nos vamos ya? ¿Nos vamos ya? Son gajes del oficio, no se puede tener todo. Consuélese pensando que caerán antes dormidos por la noche.

Ya en el lugar de la exposición, dele todo vendiendo la moto: Chicas, esto va a ser divertidísimo, va a ser como una aventura...y lo vamos a pasar genial, porque además jugamos los 4. (Si tiene usted 12 hijos…en fin…sin comentarios. Pida descuento por grupos)

Paso cuarto.
Más le vale tener un plan para cumplir con las expectativas que haya generado. No hay nada peor que que el cliente se de cuenta de que el jet stender es una burra. No querrá que sus hijos empiecen a gritar: ¿y ezto ez divertido??? Me aburrooooooooooo..

Como hoy además de didáctica, estoy generosa..voy a dar unos ejemplos que funcionan porque están contrastados con varios casos prácticos. (Si me pongo en modo científico no hay quien me gane)

- Coja todos los folletos que haya sobre la exposición en cuestión. Por supuesto hay que coger suficientes para que todos los churumbeles tengan el suyo propio…no es momento ahora de sandeces de esas de lo importante es compartir y blablablá...además los folletos son gratis, coño.
- Repártalos con misterio: “chicas, esto es el mapa del tesoro, el mapa que nos dice por donde tenemos que ir, nos sirve para ir por esas salas misteriosas que hay al otro lado”. No se ría, ponga cara de que se lo cree.
- Cuente el plan. “Lo que tenéis que hacer es ir buscando todos estos cuadros que vienen en el mapa por las salas, poco a poco...asi sabremos por donde tenemos que seguir y además sumareis puntos según los que vayais encontrando”.
- Siga contando el plan. “ Otra cosa que hay que hacer es fijarse mucho porque hay que elegir un cuadro favorito, el más favorito del mundo mundial, el que más os guste de todos…por eso hay que mirarlos con mucha atención….y cuando lo hayáis elegido tenéis que mirarlo mucho porque esta tarde lo pintaremos en casa con pinceles y todo”. Ya se preocupará más delante de cómo quedará la cocina con las témperas, ahora no es momento.
- Si hay audioguía, coja una para ellos. Si son gratis coja tantas como hijos tenga…si hay que pagar ,con una que se apañen. “Chicas, esto es para ayudaros a buscar el que más os guste…algunos cuadros tienen un numerito al lado...lo buscáis, dais al número aquí y escucháis lo que cuenta de los cuadros".Si quiere rizar el rizo, puede coger la audioguía en inglés, pero sinceramente me parece tentar a la suerte.

Paso quinto.
Visite la exposición orgullosa de ver como su plan está funcionando. Compruebe como los culturetas museísticos miran enternecidos a sus hijas tan monas, con sus folletos y sus orejitas pegadas a la audioguia. “mamiiiii he encontrado el trez y la zeñora ez feízima pero han dicho que ez una dama”.

Paso sexto.
No se entretenga, esto es como el hechizo de Cenicienta pasado el tiempo correspondiente empieza a fallar. Igual que a la cursi esa la carroza se le volvía calabaza y los caballos ratones...aqui la audioguia puede convertirse en un arma arrojadiza y los folletos en espadas.

Paso séptimo.
Fíjese atentamente en el cuadro que hayan elegido sus churumbeles, más tarde lo necesitará. El que ilustra este post fue el elegido por laz princezaz el domingo. Se titula "Sol rojo" de Arthur G. Dove.

Paso octavo.
Babee de orgullo maternal cuando esa tarde sus hijas hagan esto.



































Paso noveno.
Deje pasar un tiempo prudencial hasta la próxima excursión.

Paso décimo.
Comparta generosamente estos consejos.
(1) La sala de turbinas les flipó, es más, quieren volver.
PS: 60 maternitys. Madre mía.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

CÓMO LEO.

¿Cómo leo un libro?

No los leo todos de la misma manera. Cuando era más joven, muchísimo más joven, cuando leía lo que me aconsejaba molimadre, me adentraba en la lectura con la convicción de que aquello no podía salir mal. Molimadre había leído ese libro antes y le había gustado, no había más que pensar, me lanzaba a leer compulsivamente, lo devoraba y volvía a por otra ración de lectura. Lo mismo me pasaba con lo que me prestaba molitia, tampoco había dudas. Iba a su casa, arramplaba con una pila de libracos y me marchaba tan ufana a devorar todo lo que me esperaba allí.

Pasados los años, agotadas las existencias lectoras de mis familiares más directos y comprobado que dado mi ritmo de lectura era imposible que ellos consiguieran saciar mi voracidad lectora, me lancé al mundo de comprar mis propios libros o sacarlos de la biblioteca.

Esto era nuevo.
Era leer sin red.

Era lanzarse al vacío de la lectura basándome en que el libro me hubiera “llamado”.

Era el vértigo de ¿ qué habrá ahí?


No era ni metódica, ni lógica en mis compras. Compraba colecciones de libros de esas que venían con los periódicos y si daba con un autor que me gustara (a pesar de lo horrendas que son esas ediciones, todavía no había llegado a ese nivel de exquisitez lectora que te hace darte cuenta de lo horrible de la traducción o lo descuidado de la edición) me lanzaba a leer todo lo que encontraba de ese autor…hasta que me tropezaba con algo que no me gustaba y entonces lo aparcaba. Por aquel entonces, no dudaba de la excelencia escritora de nadie…siempre pensaba que no había sido el momento para esa lectura en concreto o que yo no estaba al nivel de comprensión, inteligencia, sensibilidad o lo que fuera para esa obra. En aquella época descubrí a Vargas Llosa a partir de su maravillosa “Conversación en la catedral”, , a Patricia Highsmith y su Ripley, a Henry Miller con “Trópico de cáncer”, a Gerald Durrell y a su hermano Lawrence. Con éste último me pasó una cosa curiosa, sudé tinta china para terminar “EL cuarteto de Alejandría”…recuerdo la sensación de pensar...mierda...esto mola pero no soy capaz, me estoy perdiendo y seguir y seguir para terminarlo y quedarme con la inquietud de no haberlo leído bien. Después de eso, en un viaje a Granada, paseaba por allí y en una feria del libro de ocasión, descubrí un libro que era la correspondencia de Durrell con Henry Miller durante 40 años…la compré con la intención de intentar entender a Durrell…y me encontré con un hombre cercano, sensible, con manías y movidas como todos pero perfectamente accesible en su correspondencia con otro raruno con Miller. Tengo ese libro por uno de mis mejores tesoros.

Cuando esas lecturas sin red salían bien..cuando sabía que había encontrado un filón, era feliz. Mola tanto.

En aquella poca iba tirando del hilo que los libros me ofrecían…si Miller hablaba de Anais Nín pues allí me lanzaba...si Muñoz Molina mencionaba a Chandler pues a por él..y así iba encadenando lecturas.

Ahora sigo haciendo lo mismo: tiro del hilo, me fío de la llamada de un libro, leo críticas con mucha prevención y escucho recomendaciones de distintas personas.

Cuando el libro lo he elegido yo, me zambullo en su lectura con curiosidad y con un pelín de miedo, ¿Habré elegido bien? ¿Encontraré lo que sea que buscaba? ¿Me gustará? ¿Me hará pensar? Nunca hay una apuesta segura, ahora ya lo sé, un autor que te encanta puede patinar en lo siguiente que leas sobre él...o un libro en el que has puesto muchas esperanzas puede desencantarte y hay que reconocer el error y la derrota. Esta vez tu instinto te falló.

Si el libro me lo ha regalado o recomendado alguien que me conoce y que me aprecia, me enfrento a él de manera distinta. ¿Por qué esa persona ha pensando en ese libro para mí? Supongo que esta manera de enfocar esas lecturas se debe a que yo cuando regalo o recomiendo libros concretos a alguien en particular lo hago pensando en esa persona, en lo que le gusta y no le gusta, en cuanto lee, en cómo lee...en mil variables. Por ejemplo, hay libros que recomiendo a pobrehermano y sin embargo jamás se lo daría a leer al ingeniero…En el blog recomiendo en genérico porque no conozco a toda la gente que me lee…pero sí que pienso en algunos lectores/conocidos en concreto para determinados libros.

A lo que iba, cuando alguien me recomienda/regala un libro y por fin lo ataco lo hago con la expectación de saber lo que me deparará el libro y la expectación de entender porqué esa persona me ha recomendado ese libro. ¿Qué espera que encuentre? ¿Estaré a la altura? ¿Veré lo mismo que esa persona vio en ese libro para pensar en mi e incitarme a su lectura? No sé si me explico, pero a la inquietud por saber que me espera entre las páginas del libro se suma la inquietud por saber si mi actitud como lectora será la adecuada…si llegaré a ser esa “lectora” que el recomendador tenía en su cabeza cuando pensó en mi.

Cuando los resultados son buenos, es decir, cuando el libro me deja en shock y sé que como lectora lo he hecho lo mejor posible, he dado lo mejor de mí, la sensación es fabulosa…No quiero repetirme, pero en fin...La caja Negra es un ejemplo de esto….me flipó y me sentí feliz de pensar que mi amiga M. había pensando que era una lectora para esa novela.

Cuando los resultados son malos, es decir el libro me horroriza, pueden pasar dos cosas. Que me horrorice porque el libro sea una puta mierda y entonces piense que una de dos o la gente me regala sin pensar en mí o lo qué es peor ¿Qué imagen tienen de mí para regalarme esta mierda o ésta o ésta? Como varias de esas horribles lecturas han sido regalos de gente que me consta que me quiere, les supongo un momento de ofuscación mental y me los leo esperando por lo menos sacar un despelleje digno.

Cuando el libro no me horroriza pero leyéndolo me siento como si fuera con una desbrozadora y tuviera que ir abriéndome paso entre maleza, voy avanzando poco a poco, muy poco a poco…y notando que he de esforzarme por llegar a lo que el libro quiere contarme, me entra el pánico escénico. ¿No estaré a la altura? ¿Me estoy perdiendo algo? ¿La persona que me lo ha recomendado tiene una imagen mía como lectora que no es real? ¿Estaré a la altura de esa imagen? Normalmente, persisto en la lectura, sigo avanzando, poco a poco y esperando que al final encontraré la doble recompensa de lo que el libro quiera darme y de haberme superado como lectora.

Ahora mismo ando ahí..con la desbrozadora…pero ya oteo el final.


PS: No sé si he conseguido sonar mínimamente coherente con toda esta cháchara, pero todas estas ideas han venido a mi mente mientras nadaba hoy…y tenía que sacarlas.
PS (II): Dejo para otro día las elucubraciones sobre recomendar libros.
PS(III): Sobre cómo leo fisicamente escribí aquí.

martes, 9 de noviembre de 2010

CONSEJOS INÚTILES

Hay gente buena por el mundo que quiere ayudar.

Hay gente que no sabe estar callada...y le encanta oírse.

Hay gente que cree que lo sabe todo…y está deseosa de comunicárselo al mundo.

Hay gente que prefiere creer que puede solucionar tus problemas a fijarse en los suyos.

Para complacer a toda esa gente existen los consejos.

Yo no soy buena dando consejos, (bueno, no soy buena ni como concepto genérico ni en casi nada), he aprendido que calladita estoy más guapa, sé que no tengo ni idea de casi nada y bastante tengo con intentar solucionar mis problemas. Eso sí, escuchando soy un as…pero ese es otro tema. Lo que no hago es dar consejos y en el hipotético caso de darlos...no aspiro a que se me haga el menor caso.

Sin embargo, no percibo la misma actitud tolerante hacia mi natural pasotismo por los consejos externos. Hay una serie de ellos que la gente se empeña en calzarme y que son completamente imposibles de aplicar para mí.

“Ten paciencia”
Soy impaciente, muy impaciente, impaciente elevado a la enésima potencia. Aconsejarme que tenga paciencia es más o menos igual de inútil que pedirme que haga una ecuación integral (¿era así no Juanjo?), que me gusten las alcachofas o que me parezca a Halle Berry, es imposible. Así que si hago el esfuerzo de contarte uno de mis problemas, aunque la solución sea esperar…no me lo digas.

“Sécate el pelo que si sales a la calle con el pelo mojado te vas a coger una pulmonía”.
Basándome en la observación científica de que todos los días salgo a la calle con el pelo mojado y jamás he cogido una pulmonía, es un consejo muy tonto. Sinceramente creo que es un bulo creado por los fabricantes de secadores que son un invento diabólico. Vas a la peluquería, ves a la “estilista capilar” manejarlo mientras te deja el pelo estupendo y crees que tú podrías hacerlo igual, que solo te falta el instrumento. Mentira. Secarte el pelo es un coñazo, nunca queda como en la peluquería y lo que es más importante…no previene contra la enfermedad. Si me ves llegar al comedor de los libros de colores con todo el pelo chorreando...por favor, por favor...no me digas: “deberías secarte el pelo o te vas a poner mala”.

“Olvídalo”
Otra misión imposible, tengo una memoria increíble, actúa al margen de cualquier impulso consciente por mi parte y por lo tanto jamás olvido nada. Sobre este tema tuve ayer un bonito intercambio de pareceres con Maromoespectacular.

- Maromoespectacular tío...date prisa.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué tanta prisa?
- ¡¡ Porque es lunes!!!
- ¿Y????
- Los lunes tengo que recoger a laz princezaz de la biblioteca...ya lo sabes.
- Tienes que recordármelo por las mañanas, moli.
- ¿Acaso tengo pinta de memomaid?(1)
- Tú eres un pincho USB, tía.
- ¿Tía?? ¿Qué fue de cielo?
- Tú eres un pincho USB, cielo.


Pues eso. Pedirme que olvide lo que sea es un absurdo. Seguro que el lunes me acuerdo de recordarle a maromoespectacular que es lunes. Un puto bucle.

Déjalo estar
Esto me hace muchísimo derabiar. ¿Cómo qué déjalo estar? Si algo me cabrea o me exaspera hasta el infinito no puedo dejarlo estar. Tengo que hacer algo, cabrearme, gritar, decir una ironía que tumbe al que sea, maquinar una venganza feroz, revolcarme en autocompasión, zamparme una palmera de chocolate, ver una peli de Woody…lo que sea…pero no puedo “dejarlo estar”…es más..¿Cómo se hace eso? Si vas a darme un consejo que no se manejar, dámelo con instrucciones…

“No pienses en eso”
Esto me fascina. ¿De verdad que hay gente capaz de controlar lo que piensa? ¿Hay alguien ahí capaz de decir “no voy a pensar en esto”? ¿Dónde estaba yo cuando Dios adjudicó ese pedazo de don? Es más... ¿alquien quiere hacer un trueque de ese don por alguno de los míos??

Deberías comer menos” o ahora “Deberías comer más
…¿Por qué? Ni antes comía tanto como explotar...ni ahora soy tan idiota como para dejarme morir de inanición.


No mires la escalera, primero un escalón y luego otro
Este es uno de mis favoritos, este rollo entre lo zen y lo práctico me fascina. Se supone que el aconsejador me dice que no me empecine en intentar abarcar un problema en su conjunto y ver cómo cojones voy a llegar al final del camino. Según este sabio consejo se trata de que me vaya ocupando del problema a trozos, primero uno, luego otro y así poco a poco ir solucionándolo y llegar al final de la escalera. Normalmente mi cara de incredulidad absoluta hace que el aconsejador me mande a la mierda: moli...así no hay manera.

De todos modos no pierdo la esperanza, algunos consejos inútiles de mi pasado ha resultado finalmente de fácil aplicación y con excelentes resultados: No mezcles y lleva la ropa interior conjuntada son un claro ejemplo.


Ya solo bebo gin tonics y mi ropa interior es un primor.


(1) No he conseguido encontrar el memomaid en google. ¿ Cómo es posible? Ese gran anuncio de teletienda con el locutor que decía.." No olvide nada a partir de ahora"..y la señora por el parking despistada hasta que le daba al on de su memomaid que le decia: " recoger a los niños del colegio" y ella, sonriendo satisfecha por no haber olvidado a su descendencia en el colegio, se encaminaba hacia el coche. ¿ solo lo recuerdo yo? Ja..el memomaid también le decía en qué plaza habia dejado el coche.