miércoles, 10 de noviembre de 2010

CÓMO LEO.

¿Cómo leo un libro?

No los leo todos de la misma manera. Cuando era más joven, muchísimo más joven, cuando leía lo que me aconsejaba molimadre, me adentraba en la lectura con la convicción de que aquello no podía salir mal. Molimadre había leído ese libro antes y le había gustado, no había más que pensar, me lanzaba a leer compulsivamente, lo devoraba y volvía a por otra ración de lectura. Lo mismo me pasaba con lo que me prestaba molitia, tampoco había dudas. Iba a su casa, arramplaba con una pila de libracos y me marchaba tan ufana a devorar todo lo que me esperaba allí.

Pasados los años, agotadas las existencias lectoras de mis familiares más directos y comprobado que dado mi ritmo de lectura era imposible que ellos consiguieran saciar mi voracidad lectora, me lancé al mundo de comprar mis propios libros o sacarlos de la biblioteca.

Esto era nuevo.
Era leer sin red.

Era lanzarse al vacío de la lectura basándome en que el libro me hubiera “llamado”.

Era el vértigo de ¿ qué habrá ahí?


No era ni metódica, ni lógica en mis compras. Compraba colecciones de libros de esas que venían con los periódicos y si daba con un autor que me gustara (a pesar de lo horrendas que son esas ediciones, todavía no había llegado a ese nivel de exquisitez lectora que te hace darte cuenta de lo horrible de la traducción o lo descuidado de la edición) me lanzaba a leer todo lo que encontraba de ese autor…hasta que me tropezaba con algo que no me gustaba y entonces lo aparcaba. Por aquel entonces, no dudaba de la excelencia escritora de nadie…siempre pensaba que no había sido el momento para esa lectura en concreto o que yo no estaba al nivel de comprensión, inteligencia, sensibilidad o lo que fuera para esa obra. En aquella época descubrí a Vargas Llosa a partir de su maravillosa “Conversación en la catedral”, , a Patricia Highsmith y su Ripley, a Henry Miller con “Trópico de cáncer”, a Gerald Durrell y a su hermano Lawrence. Con éste último me pasó una cosa curiosa, sudé tinta china para terminar “EL cuarteto de Alejandría”…recuerdo la sensación de pensar...mierda...esto mola pero no soy capaz, me estoy perdiendo y seguir y seguir para terminarlo y quedarme con la inquietud de no haberlo leído bien. Después de eso, en un viaje a Granada, paseaba por allí y en una feria del libro de ocasión, descubrí un libro que era la correspondencia de Durrell con Henry Miller durante 40 años…la compré con la intención de intentar entender a Durrell…y me encontré con un hombre cercano, sensible, con manías y movidas como todos pero perfectamente accesible en su correspondencia con otro raruno con Miller. Tengo ese libro por uno de mis mejores tesoros.

Cuando esas lecturas sin red salían bien..cuando sabía que había encontrado un filón, era feliz. Mola tanto.

En aquella poca iba tirando del hilo que los libros me ofrecían…si Miller hablaba de Anais Nín pues allí me lanzaba...si Muñoz Molina mencionaba a Chandler pues a por él..y así iba encadenando lecturas.

Ahora sigo haciendo lo mismo: tiro del hilo, me fío de la llamada de un libro, leo críticas con mucha prevención y escucho recomendaciones de distintas personas.

Cuando el libro lo he elegido yo, me zambullo en su lectura con curiosidad y con un pelín de miedo, ¿Habré elegido bien? ¿Encontraré lo que sea que buscaba? ¿Me gustará? ¿Me hará pensar? Nunca hay una apuesta segura, ahora ya lo sé, un autor que te encanta puede patinar en lo siguiente que leas sobre él...o un libro en el que has puesto muchas esperanzas puede desencantarte y hay que reconocer el error y la derrota. Esta vez tu instinto te falló.

Si el libro me lo ha regalado o recomendado alguien que me conoce y que me aprecia, me enfrento a él de manera distinta. ¿Por qué esa persona ha pensando en ese libro para mí? Supongo que esta manera de enfocar esas lecturas se debe a que yo cuando regalo o recomiendo libros concretos a alguien en particular lo hago pensando en esa persona, en lo que le gusta y no le gusta, en cuanto lee, en cómo lee...en mil variables. Por ejemplo, hay libros que recomiendo a pobrehermano y sin embargo jamás se lo daría a leer al ingeniero…En el blog recomiendo en genérico porque no conozco a toda la gente que me lee…pero sí que pienso en algunos lectores/conocidos en concreto para determinados libros.

A lo que iba, cuando alguien me recomienda/regala un libro y por fin lo ataco lo hago con la expectación de saber lo que me deparará el libro y la expectación de entender porqué esa persona me ha recomendado ese libro. ¿Qué espera que encuentre? ¿Estaré a la altura? ¿Veré lo mismo que esa persona vio en ese libro para pensar en mi e incitarme a su lectura? No sé si me explico, pero a la inquietud por saber que me espera entre las páginas del libro se suma la inquietud por saber si mi actitud como lectora será la adecuada…si llegaré a ser esa “lectora” que el recomendador tenía en su cabeza cuando pensó en mi.

Cuando los resultados son buenos, es decir, cuando el libro me deja en shock y sé que como lectora lo he hecho lo mejor posible, he dado lo mejor de mí, la sensación es fabulosa…No quiero repetirme, pero en fin...La caja Negra es un ejemplo de esto….me flipó y me sentí feliz de pensar que mi amiga M. había pensando que era una lectora para esa novela.

Cuando los resultados son malos, es decir el libro me horroriza, pueden pasar dos cosas. Que me horrorice porque el libro sea una puta mierda y entonces piense que una de dos o la gente me regala sin pensar en mí o lo qué es peor ¿Qué imagen tienen de mí para regalarme esta mierda o ésta o ésta? Como varias de esas horribles lecturas han sido regalos de gente que me consta que me quiere, les supongo un momento de ofuscación mental y me los leo esperando por lo menos sacar un despelleje digno.

Cuando el libro no me horroriza pero leyéndolo me siento como si fuera con una desbrozadora y tuviera que ir abriéndome paso entre maleza, voy avanzando poco a poco, muy poco a poco…y notando que he de esforzarme por llegar a lo que el libro quiere contarme, me entra el pánico escénico. ¿No estaré a la altura? ¿Me estoy perdiendo algo? ¿La persona que me lo ha recomendado tiene una imagen mía como lectora que no es real? ¿Estaré a la altura de esa imagen? Normalmente, persisto en la lectura, sigo avanzando, poco a poco y esperando que al final encontraré la doble recompensa de lo que el libro quiera darme y de haberme superado como lectora.

Ahora mismo ando ahí..con la desbrozadora…pero ya oteo el final.


PS: No sé si he conseguido sonar mínimamente coherente con toda esta cháchara, pero todas estas ideas han venido a mi mente mientras nadaba hoy…y tenía que sacarlas.
PS (II): Dejo para otro día las elucubraciones sobre recomendar libros.
PS(III): Sobre cómo leo fisicamente escribí aquí.

martes, 9 de noviembre de 2010

CONSEJOS INÚTILES

Hay gente buena por el mundo que quiere ayudar.

Hay gente que no sabe estar callada...y le encanta oírse.

Hay gente que cree que lo sabe todo…y está deseosa de comunicárselo al mundo.

Hay gente que prefiere creer que puede solucionar tus problemas a fijarse en los suyos.

Para complacer a toda esa gente existen los consejos.

Yo no soy buena dando consejos, (bueno, no soy buena ni como concepto genérico ni en casi nada), he aprendido que calladita estoy más guapa, sé que no tengo ni idea de casi nada y bastante tengo con intentar solucionar mis problemas. Eso sí, escuchando soy un as…pero ese es otro tema. Lo que no hago es dar consejos y en el hipotético caso de darlos...no aspiro a que se me haga el menor caso.

Sin embargo, no percibo la misma actitud tolerante hacia mi natural pasotismo por los consejos externos. Hay una serie de ellos que la gente se empeña en calzarme y que son completamente imposibles de aplicar para mí.

“Ten paciencia”
Soy impaciente, muy impaciente, impaciente elevado a la enésima potencia. Aconsejarme que tenga paciencia es más o menos igual de inútil que pedirme que haga una ecuación integral (¿era así no Juanjo?), que me gusten las alcachofas o que me parezca a Halle Berry, es imposible. Así que si hago el esfuerzo de contarte uno de mis problemas, aunque la solución sea esperar…no me lo digas.

“Sécate el pelo que si sales a la calle con el pelo mojado te vas a coger una pulmonía”.
Basándome en la observación científica de que todos los días salgo a la calle con el pelo mojado y jamás he cogido una pulmonía, es un consejo muy tonto. Sinceramente creo que es un bulo creado por los fabricantes de secadores que son un invento diabólico. Vas a la peluquería, ves a la “estilista capilar” manejarlo mientras te deja el pelo estupendo y crees que tú podrías hacerlo igual, que solo te falta el instrumento. Mentira. Secarte el pelo es un coñazo, nunca queda como en la peluquería y lo que es más importante…no previene contra la enfermedad. Si me ves llegar al comedor de los libros de colores con todo el pelo chorreando...por favor, por favor...no me digas: “deberías secarte el pelo o te vas a poner mala”.

“Olvídalo”
Otra misión imposible, tengo una memoria increíble, actúa al margen de cualquier impulso consciente por mi parte y por lo tanto jamás olvido nada. Sobre este tema tuve ayer un bonito intercambio de pareceres con Maromoespectacular.

- Maromoespectacular tío...date prisa.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué tanta prisa?
- ¡¡ Porque es lunes!!!
- ¿Y????
- Los lunes tengo que recoger a laz princezaz de la biblioteca...ya lo sabes.
- Tienes que recordármelo por las mañanas, moli.
- ¿Acaso tengo pinta de memomaid?(1)
- Tú eres un pincho USB, tía.
- ¿Tía?? ¿Qué fue de cielo?
- Tú eres un pincho USB, cielo.


Pues eso. Pedirme que olvide lo que sea es un absurdo. Seguro que el lunes me acuerdo de recordarle a maromoespectacular que es lunes. Un puto bucle.

Déjalo estar
Esto me hace muchísimo derabiar. ¿Cómo qué déjalo estar? Si algo me cabrea o me exaspera hasta el infinito no puedo dejarlo estar. Tengo que hacer algo, cabrearme, gritar, decir una ironía que tumbe al que sea, maquinar una venganza feroz, revolcarme en autocompasión, zamparme una palmera de chocolate, ver una peli de Woody…lo que sea…pero no puedo “dejarlo estar”…es más..¿Cómo se hace eso? Si vas a darme un consejo que no se manejar, dámelo con instrucciones…

“No pienses en eso”
Esto me fascina. ¿De verdad que hay gente capaz de controlar lo que piensa? ¿Hay alguien ahí capaz de decir “no voy a pensar en esto”? ¿Dónde estaba yo cuando Dios adjudicó ese pedazo de don? Es más... ¿alquien quiere hacer un trueque de ese don por alguno de los míos??

Deberías comer menos” o ahora “Deberías comer más
…¿Por qué? Ni antes comía tanto como explotar...ni ahora soy tan idiota como para dejarme morir de inanición.


No mires la escalera, primero un escalón y luego otro
Este es uno de mis favoritos, este rollo entre lo zen y lo práctico me fascina. Se supone que el aconsejador me dice que no me empecine en intentar abarcar un problema en su conjunto y ver cómo cojones voy a llegar al final del camino. Según este sabio consejo se trata de que me vaya ocupando del problema a trozos, primero uno, luego otro y así poco a poco ir solucionándolo y llegar al final de la escalera. Normalmente mi cara de incredulidad absoluta hace que el aconsejador me mande a la mierda: moli...así no hay manera.

De todos modos no pierdo la esperanza, algunos consejos inútiles de mi pasado ha resultado finalmente de fácil aplicación y con excelentes resultados: No mezcles y lleva la ropa interior conjuntada son un claro ejemplo.


Ya solo bebo gin tonics y mi ropa interior es un primor.


(1) No he conseguido encontrar el memomaid en google. ¿ Cómo es posible? Ese gran anuncio de teletienda con el locutor que decía.." No olvide nada a partir de ahora"..y la señora por el parking despistada hasta que le daba al on de su memomaid que le decia: " recoger a los niños del colegio" y ella, sonriendo satisfecha por no haber olvidado a su descendencia en el colegio, se encaminaba hacia el coche. ¿ solo lo recuerdo yo? Ja..el memomaid también le decía en qué plaza habia dejado el coche.

lunes, 8 de noviembre de 2010

DERABIAR

Hay cosas que me hacen derabiar, así, todo junto, porque a mí me da la gana. No me dan rabia no...Me hacen derabiar que es muy distinto.

Las cosas que me hacen derabiar no me hostilizan, ni sacan lo peor (mejor) de mi. No me hacen cabrearme con el planeta y blasfemar, no me provocan un aumento de mis niveles de ironía hasta la estratosfera ni me hacen hervir la sangre. Tampoco me ponen más guapa ni finalizan con una fabulosa explosión de hostilidad tremendamente terapéutica.

Las cosas que me hacen derabiar hacen que me chirríen los dientes y que apriete los puños. Me provocan un resquemor interno muy desagradable y un leve cosquilleo tocacojones tremendamente incómodo. Me provocan ataques de impotencia porque son cosas absurdas de las que debería saber pasar olímpicamente…pero no puedo.


Las cosas que me hacen “derabiar” son además recurrentes. Sé que cuando supere uno de sus ataques, se quedan al acecho y volverán, es imposible dejarlas atrás. Son inevitables y eso hace más derabiar todavía.


Algunas son clásicas y le pasa a todo el mundo: ir al cajero, echar gasolina, cerrar la bolsa de la basura y poner una nueva en el cubo y vaciar el lavaplatos. Todas esas cosas me hacen muchísimo derabiar. Intento escaquearme todo lo que puedo y más. El tema bolsa de basura y lavaplatos si estoy en casa de molimadre roza el límite porque el efecto derabiar se multiplica por un millón al entrar en contacto con el nunca suficientemente estudiado elemento potenciador: “no hija...así no”.

Ejemplo práctico de esto último. Si quiero usar una sarten en la cocina de casa de molimadre en Los Molinos para lo que sea: freir un huevo, hacer un filete a la plancha, un sandwich o lo que sea. Da igual que pase una hora calibrando cual de las 14 sartenes que molimadre tiene el cajón es la adecuada para esa tarea, coja la que coja..cuando me vea molimadre dira: Pero Moli....¡¡¡esa sartén para eso No! Saber que siempre pasará eso y no poder evitarlo me hace muchísimo derabiar.

Me hace muchísimo derabiar que molihermana y pobreshermanos confabulen contra mí. Me jode que lo hagan por chorradas. Si tuvieran un plan maligno supremo para acabar conmigo, hacerse con mi dormitorio en Los Molinos, conseguir que me quedara muda, robarme mi calcetín de los ahorros o incluso adoptar a laz princezaz…yo podría contraatacar con algo a ese nivel...sabría defenderme…pero no, son astutos y manejan bien los tiempos. Su estrategia es mucho más peligrosa para mí. Se juntan en un extremo de la mesa y cuchichean entre ellos para luego decir en un tono ligeramente más alto: jajajaja y ¿os acordáis cuando? me miran y jajajajaja. Me hace muchísimo derabiar pero sé que no puedo decir nada...porque si pico y digo algo del tipo: sois unos cabrones...es que siempre os metéis conmigo…contraatacarán con: moli...de verdad...no se te puede decir nada…que es sin duda una frase que me hace muchisisisimo derabiar.

Hay más chorradas que me hacen derabiar:

-bajar al rancho y que un día sí y otro también haya bacalao... ¿No hay más peces en el mundo, coño que siempre tiene que haber bacalo? Y ya me hace muchísimo de rabiar cuando digo: ¿qué es eso? ¿No será bacalao otra vez? Y me dice el tío tan ufano: No, moli...son bacalaitos Orly. Y se queda tan pancho.

- la frase “Milana Bonita” con la que el ingeniero acompaña una caricia por mi cara cuando estoy ofuscada por algo. Suele acompañarlo de una sonrisa de descojone. Frase + caricia + sonrisa de descojone me hacen muchísimo derabiar.

- que no funcionen los subtítulos del teletexto y sin embargo estés viendo algo y no paren de pasar rótulos por debajo anunciando algo que no me interesa nada: próximamente el partido de tu vida...o la bronca de tu vida…o lo que sea.

- meterme en la ducha y darme cuenta de que se ha acabado el gel cuando ya estoy empapada.

- meterme en la ducha y darme cuenta de que no hay champú cuando ya estoy empapada y con todo el pelo mojado.
- ponerme a hacer una receta ( y por no hacer caso al ingeniero) a la mitad del proceso darme cuenta de que me falta un ingrediente fundamental y tener que pedirle a él que baje a comprarlo porque yo ando en vaqueros mugrientos y llevo la camisa llena de lamparones.
- los mails sin contestar.

- que cuando salimos de casa un fin de semana el ingeniero vaya detrás de mi comprobando si he apagado las luces.

- sacar unos calcetines del cajón. Ver que tienen un tomate. Valorar si ponérmelos o no, optar por ponérmelos “total, no voy a enseñarle los pies nadie”. Pasar todo el día incomodísima y diciendo en cuanto llegue a casa los tiro.

- pasada una semana, volver a abrir el cajón y encontrar esos calcetines en su sitio y repetir el proceso.

- picarme cuando alguien me dice algo para provocar ese efecto y yo sé que lo ha hecho aposta.

- que me hablen con condescendencia: “yo creo que lo que te pasa a ti es….” “mira...yo sé que tú lo que necesitas”...NO tienes ni puta idea.

Esto último creo que podría provocarme un ataque de hostilidad brutal si persisten en esa línea de comunicación…es más...voy a dejarlo aquí porque me estoy acordando de la última vez que alguien tuvo las narices de hablarme así y me noto hervir la sangre…

domingo, 7 de noviembre de 2010

JOHN GUTMANN

Lo he dicho un millón de veces pero el otoño mola trillones, incluso en Madrid.
Esta mañana he ido a correr al Retiro. El ayuntamiento ha decido no realizar la campaña de recogida de hojas para ahorrar costes, me parece una medida estupenda, me encanta correr entre la hojarasca.
Después he ido a la exposición de la Fundación Mapfre, Made in America. La muestra la componen 90 obras de la Phillips Collection, el primer muso de arte moderno de Estados Unidos que se abrió en 1921 con la obras que su fundador Ducan Phillips había ido comprando a distintos artistas americanos contemporáneos. De esta expo no digo nada, ya lo contó Muñoz Molina en este articulo. Me ha encantado el Rothko y este cuadro que pongo aqui, titulado "Power" de Edward Bruce. ( Mi debilidad por NY es mundialmente conocida)


Pero lo que más me ha gustado y ni siquiera sabia que estaba, es la exposición de John Gutmann que hay en la planta -1 de la Fundación.

Gutmann nació en Alemania en 1905. Fue pintor expresionista y dió clases de Historia del Arte en Berlín hasta que llegada de los nazis le obligó a pirarse porque tenía orígenes judios. Se piró a San Francisco con una cámara como corresponsal de prensa.

Las fotos son una pasada. Las hay sobre Alemania, sobre la vida en San Francisco con una serie sobre la construcción del Golden Gate espectacular, otra sobre la Gran Depresión, otra serie sobre coches, otra sobre la II Guerra Mundial en China y otra que me ha encantado sobre pintadas y señales callejeras. En fin, como siempre que me entusiasmo con algo, me quedo sin palabras asi que parafraseando a Obelix diré " corred, corred..a ver a Gutmann".




John Gutmann en la Fundación Mapfre.
John Gutmann, sitio oficial.



Y ahora, después de este post gafapasta de domingo, me vuelvo a la butaca a leer.