
Las cosas que me hacen derabiar no me hostilizan, ni sacan lo peor (mejor) de mi. No me hacen cabrearme con el planeta y blasfemar, no me provocan un aumento de mis niveles de ironía hasta la estratosfera ni me hacen hervir la sangre. Tampoco me ponen más guapa ni finalizan con una fabulosa explosión de hostilidad tremendamente terapéutica.
Las cosas que me hacen derabiar hacen que me chirríen los dientes y que apriete los puños. Me provocan un resquemor interno muy desagradable y un leve cosquilleo tocacojones tremendamente incómodo. Me provocan ataques de impotencia porque son cosas absurdas de las que debería saber pasar olímpicamente…pero no puedo.
Las cosas que me hacen “derabiar” son además recurrentes. Sé que cuando supere uno de sus ataques, se quedan al acecho y volverán, es imposible dejarlas atrás. Son inevitables y eso hace más derabiar todavía.
Algunas son clásicas y le pasa a todo el mundo: ir al cajero, echar gasolina, cerrar la bolsa de la basura y poner una nueva en el cubo y vaciar el lavaplatos. Todas esas cosas me hacen muchísimo derabiar. Intento escaquearme todo lo que puedo y más. El tema bolsa de basura y lavaplatos si estoy en casa de molimadre roza el límite porque el efecto derabiar se multiplica por un millón al entrar en contacto con el nunca suficientemente estudiado elemento potenciador: “no hija...así no”.
Ejemplo práctico de esto último. Si quiero usar una sarten en la cocina de casa de molimadre en Los Molinos para lo que sea: freir un huevo, hacer un filete a la plancha, un sandwich o lo que sea. Da igual que pase una hora calibrando cual de las 14 sartenes que molimadre tiene el cajón es la adecuada para esa tarea, coja la que coja..cuando me vea molimadre dira: Pero Moli....¡¡¡esa sartén para eso No! Saber que siempre pasará eso y no poder evitarlo me hace muchísimo derabiar.
Me hace muchísimo derabiar que molihermana y pobreshermanos confabulen contra mí. Me jode que lo hagan por chorradas. Si tuvieran un plan maligno supremo para acabar conmigo, hacerse con mi dormitorio en Los Molinos, conseguir que me quedara muda, robarme mi calcetín de los ahorros o incluso adoptar a laz princezaz…yo podría contraatacar con algo a ese nivel...sabría defenderme…pero no, son astutos y manejan bien los tiempos. Su estrategia es mucho más peligrosa para mí. Se juntan en un extremo de la mesa y cuchichean entre ellos para luego decir en un tono ligeramente más alto: jajajaja y ¿os acordáis cuando? me miran y jajajajaja. Me hace muchísimo derabiar pero sé que no puedo decir nada...porque si pico y digo algo del tipo: sois unos cabrones...es que siempre os metéis conmigo…contraatacarán con: moli...de verdad...no se te puede decir nada…que es sin duda una frase que me hace muchisisisimo derabiar.
Hay más chorradas que me hacen derabiar:
-bajar al rancho y que un día sí y otro también haya bacalao... ¿No hay más peces en el mundo, coño que siempre tiene que haber bacalo? Y ya me hace muchísimo de rabiar cuando digo: ¿qué es eso? ¿No será bacalao otra vez? Y me dice el tío tan ufano: No, moli...son bacalaitos Orly. Y se queda tan pancho.
- la frase “Milana Bonita” con la que el ingeniero acompaña una caricia por mi cara cuando estoy ofuscada por algo. Suele acompañarlo de una sonrisa de descojone. Frase + caricia + sonrisa de descojone me hacen muchísimo derabiar.
- que no funcionen los subtítulos del teletexto y sin embargo estés viendo algo y no paren de pasar rótulos por debajo anunciando algo que no me interesa nada: próximamente el partido de tu vida...o la bronca de tu vida…o lo que sea.
- meterme en la ducha y darme cuenta de que se ha acabado el gel cuando ya estoy empapada.
- meterme en la ducha y darme cuenta de que no hay champú cuando ya estoy empapada y con todo el pelo mojado.
- ponerme a hacer una receta ( y por no hacer caso al ingeniero) a la mitad del proceso darme cuenta de que me falta un ingrediente fundamental y tener que pedirle a él que baje a comprarlo porque yo ando en vaqueros mugrientos y llevo la camisa llena de lamparones.
- los mails sin contestar.
- que cuando salimos de casa un fin de semana el ingeniero vaya detrás de mi comprobando si he apagado las luces.
- sacar unos calcetines del cajón. Ver que tienen un tomate. Valorar si ponérmelos o no, optar por ponérmelos “total, no voy a enseñarle los pies nadie”. Pasar todo el día incomodísima y diciendo en cuanto llegue a casa los tiro.
- pasada una semana, volver a abrir el cajón y encontrar esos calcetines en su sitio y repetir el proceso.
- picarme cuando alguien me dice algo para provocar ese efecto y yo sé que lo ha hecho aposta.
- que me hablen con condescendencia: “yo creo que lo que te pasa a ti es….” “mira...yo sé que tú lo que necesitas”...NO tienes ni puta idea.
Esto último creo que podría provocarme un ataque de hostilidad brutal si persisten en esa línea de comunicación…es más...voy a dejarlo aquí porque me estoy acordando de la última vez que alguien tuvo las narices de hablarme así y me noto hervir la sangre…