
Vas por la vida tan feliz, o no tan feliz, pero tan inconsciente, sin comerte mucho la cabeza y de repente tienes un problema.
¡¡TACHÁN!!! UN PROBLEMA DE COJONES.
Y ahí está. Te paras, te palpas, miras para atrás, justo a como eras hace 24 horas y piensas: “mierda, con lo bien que yo estaba ayer y ahora ¿qué hago?”
Simplificando mucho porque es mi blog, porque es mi análisis y porque a mí me da la gana, para enfrentarte a los problemas, sean del tipo que sean, hay dos actitudes: ignorarlos o adoptarlos cual hijos putativos (y no estoy insultando), dedicando toda la existencia completa a cuidarlos y entenderlos.
Cómo todo el mundo sabe, y en contra de lo que algunos listillos vienen diciendo por ahí, el conocimiento no da la felicidad, más bien la revienta. Así que reconocer que tienes un problema no te hace más feliz y eso jode. Por tanto, a primera vista parece más inteligente optar por “obviar los síntomas” o si eso es sencillamente imposible, minimizarlos hasta hacerlos imperceptibles.
Gráficamente lo explicaría como dejar que el problema esté ahí, pero sin mirarlo, esperar a que él solito desaparezca, como si fuera biodegradable. No se mira, no se toca, no se analiza. Se le echa tierra por encima, se rodea, se aisla, lo que sea para conseguir que la perturbación, en esa vida feliz que tenías antes, sea la mínima. Porque esa es otra, el ignorador de problemas no sólo pasa millas del problema sino que ni por asomo se le ocurre pensar en cuáles son las causas por las que esa perturbación haya llegado a su vida. Prefiere pensar que ha sido mala suerte y que le ha caído del cielo…que a veces es así, cuestión del destino, pero otra veces te has metido en el barro tu solo.
Dentro de esta categoría hay distintos grados de perfección de la técnica.
Los hay que ven el problema, se dan cuenta de que se han metido en el barro hasta bien dentro..y dicen..¡ oh vaya,! ¿qué ha pasado?, le dedican medio minuto y deciden que “ uy, si..esto no me mola, así que nada, por arte de birlibirloque esto no es barro, es un campo de amapolas” y se lo creen.
Los hay que ven el problema, pero directamente se cierran en banda a cualquier tipo de análisis. Esto no ha pasado. Sigo como estaba. “Tengo barro hasta en el píloro pero voy a hacer como que no y esperar a que solidifique y pueda salir”.
Y en el colmo de la perfección, están los que son capaces de ni verlo. Su técnica es tan depurada que aunque el problema les baile claqué en el salón, los síntomas les peguen en el entrecejo y desaparezca el aire a su alrededor, son capaces de obviar por completo ese problema, sea el que sea, y seguir con sus vidas como si tal cosa. A mí esta opción me fascina porque me parece mágica, la capacidad para autoengañarse es probablemente una virtud que tenía que haber pedido cuando Dios repartió los dones..pero yo debía estar en la cola para el sarcasmo y la ironía. Aunque no sé, tampoco estoy del todo segura que el autoengaño haga más feliz que una lengua afilada.
En el otro extremo, están los que intuyen el problema, lo ven venir y cuando por fin llega se dedican a darse cabezazos con él hasta que se hacen sangre, se zambullen en el barro, hacen unos largos, lo paladean, hacen castillos con él..etc. Graficamente (otra vez, lo sé…me repito, pero eso no es un problema), digo…gráficamente lo explicaría como coger el problema y desmenuzarlo para a base de sobarlo, y mirarlo y remirarlo hasta el infinito conseguir que deje de ser un problema, desaparece porque lo solucionas o porque deja de doler. ( Si alguien tiene dudas, yo soy de este tipo).
Aquí también hay grados. Hay gente que se come más la cabeza y hay gente que menos. Yo me la como muchísimo, tengo el problema que sea todo el puto día en la cabeza, lo miro por delante, por detrás, calculo cuanto me va a afectar, cómo me va a afectar, porqué me ha pasado o ha dejado de pasarme. Soy incapaz de pensar en otra cosa, no puedo aparcarlo y pasar a otro tema. Ahí estoy, en el bucle del problema todo el puto día. Vivo pensando..¿cómo coño me he metido en este barrizal? Y ¿por dónde salgo? Y ¿cómo me está afectando? Y ¿cuando salga seré mejor o seré peor? Y ¿ volveré a caer en este charco? Respondo todas las preguntas, lo medito y vuelvo a hacérmelas. Es agotador pero no sé hacerlo de otra manera.
La parte buena, es que acabo solucionándolo, sea lo que sea y aprendo un huevo.
La siguiente vez que me pasa a mi o le pasa a otro que conozco, sé exactamente que tengo que decir o qué tengo que hacer, la parte mala es que me hago un daño de cojones, pero en fin, tampoco es para tanto.
No digo que una actitud sea mejor que otra. Cada uno es como es.
Negar la existencia de un problema no acaba con él, pero supongo que hace la vida más fácil, menos “de verdad”, pero más fácil, y no todo tiene que ser verdad, las mentiras molan mucho a veces.
Pelearse con un problema y darle un millón de vueltas tampoco acaba con él y desde luego no hace la vida más fácil mientras dura la batalla. Eso sí, luego, cuando consigues vencerlo, te sientes de puta madre, pero no pasa siempre. Y eso si, lo puedes dar por cerrado.
En fin..hasta aquí, mi filosofía vital barata del día.