Tumbada en el sofá la miraba. No podía creer que se hubiera quedado dormida en aquella postura, había llegado, se había recostado encima suyo y, sin que se hubiera dado cuenta, se había quedado profundamente dormida. La cabeza apoyada y el brazo en un escorzo que tenía que dolerle. Observó como respiraba, la cara relajada, la boca entre abierta y el pelo enmarañado. Era increíble su piel, una piel nueva a estrenar, sin arrugas, un campo abierto donde escribir.La miró respirar y no podía creer que estuviera allí, en el sofá, junto a ella. Jamás pensó en algo así, nunca creyó que pudiera tener tanta suerte. Era alucinante que ella fuera suya. ¿Cómo lo había hecho? No se atribuía ningún mérito, la miraba y pensaba: joder..¿Cómo es posible qué sea mía? No había pensado que fuera a ser así, y durmiendo plácidamente era: simplemente perfecta.
No siempre la vio así. Al principio pensó que aquello no era lo que quería y que había cometido el mayor error de su vida. No sabía qué hacer, no sabía con quien hablar y además tenía conciencia de que no había vuelta atrás. Tiró para adelante y todo fue encajando, no sin sufrimiento y chascos, pero la cosa funcionaba y bastante bien.
Por un segundo imaginó que le pudiera pasar algo malo y supo que no lo soportaría, solo atisbarlo era tan doloroso que pensó que si fuera real se moriría.
La miró, ella se despertó. Se frotó los ojos, los abrió y con su mejor sonrisa le dijo:
- mami..¿qué hay de merendar?
- ¿ de merendar? El puré que te has dejado esta mañana.
El modo “Moli- madre-malvada” había vuelto a tomar el mando.


