miércoles, 12 de noviembre de 2008

LOS MOLINOS

Los Molinos soy yo con 7 años y un vestido azul merendando con mi abuelo. Soy yo dando vueltas con la bici por el jardín de “La Rosaleda”. Soy yo pasando frío en una cama enorme que mi madre intentaba entibiar con el “calienta camas”.

Los Molinos es mi verano, mi invierno y mi otoño. Es “ veraneo franquista” que duraba una eternidad. Es calor, piscina, polvo montando en bici. Es piscina por la mañana y paseo por la tarde. Es frío, nieve, mucho frío, viento. Es coger lilas, recoger hojas, ir a por moras. Es tardes interminables sentados en una tapia esperando que pasara algo…lo que fuera…Es la Peñota, Siete Picos, el camino Smith, Puente verde.

Los Molinos es juerga. Soy yo riendo sin parar, feliz, pensando que tengo lo mejor de la vida. Los Molinos es mis amigos, los de siempre y para siempre, los que llevan tanto tiempo en mi conjunto que aunque quisiera no podría echarlos.

Los Molinos soy yo llorando desconsoladamente con toda la pena que he podido sentir en mi vida. Los Molinos es un día de sol increible yendo al cementerio. Los Molinos soy yo paseando un primero de año con un cielo azul y nieve hasta las rodillas.

Los Molinos es mi familia. Mis hermanos, mis padres, mis abuelos, mis tios…G y mis hijas. Nadie es real en mi vida hasta que no está en Los Molinos.

Los Molinos es todo lo que he sido, todos mis recuerdos, los buenos y los malos. Es lo que soy, lo bueno y lo malo.

Los Molinos es mi casa.

Los Molinos soy yo.
Fotografía de P. G. "Siete Picos". Gracias.

martes, 11 de noviembre de 2008

MATERNITY (IV): SUPERPODERES

Mi madre tenía superpoderes. Yo no. Creía firmemente que eran hereditarios pero no.

Mi madre tenía superoido. “ No os molestéis en hablar bajo, en esta casa yo lo oigo todo” o “ Os estoy oyendo”. Frase que te dejaba paralizada en mitad de la maldad que estabas planeando. Este superpoder de mi madre nos obligaba a mis hermanos y a mi a susurrarnos todo al oído tan bajito tan bajito que no nos enterábamos pero nos daba muchísima risa. Yo no oigo a mis hijas..es más cuando creo que están dormidas y tranquilitas me asomo a su habitación toda confiada para descubrir que han montado un poltergesit del 15 y están colgando cabeza abajo de la litera totalmente muertas de la risa.

Mi madre tenía el supertono.Cómete la sopa”. “He dicho que no” o el siempre efectivo y nunca suficientemente valorado: “cuento hasta tres”. Esas frases combinadas con la supermirada, otro gran superpoder, te dejaba literalmente paralizado y como un autómata obedecías las órdenes dadas. Yo digo “ cuento hasta tres” entrecerrando los ojos y amenazando con el dedo índice y C. dice “ uno, doz y trez” y pasa de mi. Frustrante.

Mi madre tenía la famosa “mano termómetro”. Te encontrabas mal y te ponía la mano en la frente y decia “ tienes fiebre” o “ tienes unas décimas” o “ estás ardiendo” o “ no tengas cuento que no tienes nada”. Era magia. Yo tenía muchísimas ganas de heredar este superpoder…pero tampoco ha habido suerte. Yo veo a mis hijas y digo…psss..no sé si están malas…les pongo la mano..(no pierdo la esperanza) y digo…”uyyy..está ardiendo”, corro a por el termómetro para descubrir que están frescas como lechugas. Y exactamente lo mismo si están con un fiebrón, les pongo la mano y digo..” yo creo que están bien, al cole”. Un desastre.

Mi madre tenía el brazo de goma, como la madre de los increíbles. Íbamos de viaje, ella sentada delante, nosotros detrás montando el gran cirio..”¿Cuánto queda?”yo quiero ventanilla” “ no me toques” “ que me dejes”…y de repente una mano venía disparada del asiento delantero y te daba un cachete que te dejaba frío y sin rechistar por lo menos durante 80 km. Yo tengo los brazos cortos. Cada vez que tengo que enfadarme con las princesas, tengo que desabrocharme el cinturón, ponerme de rodillas en el asiento… sujetarme con una mano al respaldo y con la otra aletear ridículamente mientras ellas se descojonan. Patético


Estoy pensando que los superpoderes maternales a lo mejor son como los ojos azules y saltan una generación…..

lunes, 10 de noviembre de 2008

EL AÑO DEL PENSAMIENTO MÁGICO

Como no todas mis aportaciones a la crítica literaria iban a ser malas, esta vez recomiendo un libro: “El año del pensamiento mágico” de Joan Didion. Me acabo de dar cuenta de que la otra vez que recomendé un libro era exactamente del mismo tipo. “Una pena en observación”. Será que estoy obsesionada con la muerte.

No es divertido, ni fácil, ni entretenido, ni ameno. Es un libro reflexivo sobre la muerte. La escritora americana, Joan Didion, se sienta a cenar con su marido John la noche del 30 de diciembre de 2003 y de repente John muere. Faltaban unos meses para que celebraran sus 40 años de vida en común y venían de ver a su única hija, ingresada en la UCI de un hospital de Nueva York .

“Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba”.

Nueve meses después de esa noche, comienza a escribir esta reflexión sobre la muerte, la vida en pareja y como se sobrevive a a la muerte. Es un libro durísimo. No es lacrimógeno ni melodramático. Ella se sienta y analiza exactamente como es la pena que siente, como el duelo además de un estado sentimental es un estado físico.

Solo dejo un texto, a algunos os hará salir corriendo pero espero que alguien lo lea.

El dolor por la pérdida nos resulta un lugar desconocido hasta que llegamos a él. Anticipamos (lo sabemos) que alguien cercano a nosotros puede morir, pero no imaginamos más allá de los días o semanas inmediatamente posteriores a esa muerte imaginada. Incluso interpretamos erróneamente la naturaleza de esos pocos días y semanas. Si la muerte es repentina, es posible que esperemos sentirnos conmocionados, pero no esperamos que la conmoción sea arrasadora, que trastorne a la vez el cuerpo y el espíritu. Es posible que esperemos sentirnos postrados, inconsolables, locos por la pérdida pero no esperamos estar literalmente locos, personas enteras que creen que su marido está a punto de regresar y necesita sus zapatos. En la versión del dolor que imaginamos, la pauta a seguir es la “recuperación”. Prevalecerá un cierto movimiento hacia delante. Los peores días serán los primeros. Imaginamos que el momento más duro de la prueba será el funeral y que tras él se iniciará esa hipotética recuperación. Cuando anticipamos el funeral nos preguntamos si lograremos “superarlo”, esta a la altura de las circunstancias. ( ) No sabemos que ese no será el problema. No podemos saber que el funeral en sí mismo será anodino, una especie de regresión narcótica, arropados por el cariño de los demás y por la gravedad y significado de la ocasión. NI podemos saber – y ahí reside la diferencia fundamental entre como imaginamos el dolor y cómo es en realidad ese dolor – la interminable ausencia que sigue al hecho en sí, el vacío, la absoluta falta de sentido, la inexorable sucesión de momentos en los que nos enfrentaremos a la experiencia del sin sentido”.

Estremecedor.

Lo recomiendo.