
Se miraba en el espejo y no se reconocía. ¿Quién es esa tía con la cara amarilla y el pelo de punta? ¿Soy yo? Imposible. Bueno, a lo mejor en esto consistía la magia, en cambiar completamente de aspecto. Ella había pensando que sería a mejor, rollo pelo sedoso, mejillas sonrosadas y ojos brillantes de la emoción, pero lo mismo era al revés y por eso se veía como si tuviera ictericia, con los ojos arrasados en lágrimas y el pelo de estropajo.
"A mí me habían dicho que era un momento mágico. La gente me miente o yo no entiendo el concepto".
Volvió a la cama y se puso a recordar las últimas 24 horas.
Se lo esperaban, claro, no era sorpresa. Se despertó con una molestia y pensó: “ vaya... lo mismo es esto”. Volvió a dormirse. Al rato otra vez, uy uy uy... sí que va a ser esto. Aguantó un par de horas antes de despertarle: cariño, creo que esto como retortijones deben ser contracciones. Él con su mentalidad cuadriculada, se desperezó y le dijo: ¿crees? ¿cada cuanto son? voy a por un cuaderno.
Ella sabía que no iba a ser ni tan malo como en las pelis, en plan sudando como una cerda agarrada al cabecero de barrotes de la cama y con los ojos apunto de estrellarse contra el techo, ni tampoco una situación mística de comunicación con la naturaleza pero, en fin, esperaba algo más trascendente que unos retortijones.
Pensó que lo mismo al llegar al hospital el tema se encarrilaba y le encontraba la "magia" al milagro de la vida.
A las 5 de la mañana, él decidió que era buen momento, "no vamos a coger atasco" y se marcharon para el hospital. Como era vísperas de Navidad todo el personal de la clínica estaba de fiesta y al que le había tocado currar estaba de un humor curioso, un humor hostil para ser más exactos.
- ¿A qué esperabas guapa? -le dijo la matrona- ¿a tenerlo en tu casa?
- Pues mire, no tengo ni idea. Lo mismo le sorprende pero ES MI PRIMER PARTO.
Habían empezado mal, aquello no era mágico y el enema que había que ponerse luego tampoco parecía indicado para elevar el glamour del momento. Pensó, que lo mismo cuando estuviera en la sala de dilatación sola con él, se mirarían a los ojos, se darían cuenta de la trascendencia del momento y surgiría la magia de saberse próximos a la paternidad.
Pero tampoco.
Él entabló una curiosa conversación con el enfermero sobre el funcionamiento de los monitores fetales y los problemas de aparcamiento en la zona de la clínica. Ella sencillamente pensó que a lo mejor la magia de verdad era en el paritorio. Al cabo de una hora, él dijo: uy... son las casi las 8, me voy a ir a cambiar el coche de sitio que si no me van a poner una multa de la hora."
- ¿Te vas a ir a cambiar el coche AHORAAAAA?
- Hombre, es que son 90 euros. Esto va para largo, voy, aparco y vuelvo. Ni te vas a enterar que me he ido.
- Esto va para largo, esto va para largo... ¿TÚ QUE SABES????
Por supuesto a los 3 minutos llegó el médico y dijo: vamos para adentro... ¿dónde está él?
- Se ha ido a aparcar.
- ¿Cómo?
- Da igual... vamos a ver si encuentro la magia del momento de una puñetera vez... que si me llegan a contar esto... valiente la hora en que me ponía a reproducirme.
- Pues hace nada... 2 horitas... Fulano acaba de llegar.
- ¿Se había terminado la barra libre?
Ella decidió que lo mejor era dejarse llevar, el marido aparcando, el médico a lo suyo por los bajos, la gente comentando la jugada... no podía ser peor... pero una vez más se equivocaba.
- Súbete encima de ella que está muy arriba y no sale.
- ¿ENCIMA DE QUIEN?
Dos minutos después, le dijeron:
-Es una niña.
Y acto seguido
Ahora, 24 horas después, mientras el pequeño gollum gris dormía en la cuna y él roncaba en la cama del acompañante pensó que lo de la magia se lo iba a tener que currar muchísimo.