miércoles, 10 de junio de 2015

Te miro

Te miro. Llevo mirándote desde que entraba suficiente luz por la ventana. Me gusta verte dormir y, también, escucharte mientras duermes. Una respiración pesada y profunda que parece mentira que salga de esa nariz tan pequeña. 

Duermes de lado; siempre igual. Una pierna estirada y la otra cruzada sobre ella; los brazos desmadejados y los dedos relajados. 

Te veo despertar. Tu respiración deja de escucharse; te frotas la naricilla y te apartas el pelo de la cara con poco éxito. Los mechones, que te atraviesan la frente y caen sobre tus ojos, no te molestaban mientras vivías en la profundidad de tu sueño pero ahora, según vas ascendiendo hacia la realidad, necesitas apartarlos como si fueran cortinas o ramas que te cortan el paso. Pienso que tengo que convencerte para cortarte el pelo, aunque sólo sea un poco, "las puntas". 

Tu primer intento de abrir los ojos fracasa. No lo consigues, parece como si tuvieras los párpados pegados. Recuerdo esa sensación, sentir que has dormido tanto que tus pestañas han quedado atadas entre sí y es imposible abrir los ojos. 

En el segundo intento consigues entreabrir uno de tus ojos mientras que el más pegado a la almohada parece seguir dormido. 

A la tercera va la vencida. Entreabres los dos pero no creo que hayas conseguido ver nada. 

Por fin abres los ojos y llegas a la realidad. Me ves y te sorprendes; giras la cabeza para situarte y recuerdas que estás durmiendo en mi cama porque estamos solas estos días. Vuelves a cerrarlos. Te rascas la nariz. Te incorporas y miras el reloj despertador:

- Son las 8:03

Me llega una bocanada de tu aliento cargado a noche y a sueños pesados. Te desplomas sobre la almohada como si articular esa frase hubiera sido un esfuerzo sobrehumano del que necesitas recuperarte. Durante un par de minutos retomas tu respiración ruidosa que te lleva a otro mundo. 

Sigo mirándote. No tenemos prisa. Paladeas, te frotas los ojos, te giras hasta quedar boca arriba y te veo pensar, te veo llegar a la realidad y resignarte al despertar completo. 

Encoges una pierna y sin mirar te rascas la rodilla. 

- Mami, me han picado muchos mosquitos.
- Eso es porque eres una princesa de sangre dulce. 

Te quedas callada mientras sigues rascándote, ahora, una picadura en un brazo. 

- Voy a hacer pis. 

Te levantas despacio. Estás preciosa con tu pijama azul y blanco y el pelo despeinado. Caminas torpe hacia el baño, recuperando el control consciente de tus piernas. 

Justo antes de entrar, en la puerta, te giras y me dices muy seria:

- Mami, ¿cómo se sabe si tienes la sangre dulce o agria? 


Buenos días, princeza. 


lunes, 8 de junio de 2015

Ensayo sobre el desayuno


Fotografía de Violeta Rodríguez
Desayunando. Me gusta desayunar en pijama, recién levantada y a ser posible sin tener que pronunciar palabra. Café con leche bastante negro con dos cucharadas de azúcar. Ni sacarina, ni stevia ni guarradas. La taza grande, muy grande y llena hasta arriba. Tengo varias tazas favoritas, así que no sufro si alguna está sucia u otro la ha cogido. Primero el café, la leche y al microondas. Me preocupa cero morir envenenada por mi propio café con leche. 

Zumo de naranja. Si puedo, tengo naranjas y encuentro el exprimidor, me lo tomo recién hecho. Si no puedo, no tengo ganas, no hay naranjas o estoy enfurruñada con el mundo, me tomo un zumo de tetrabrick. Soy consciente de que el zumo de naranja exprimido y el líquido naranja que venden no son ni de lejos la misma bebida, pero me vale algunas veces. 

Mientras espero que el café se caliente y las tostadas se hagan, me bebo el zumo del tirón, casi sin respirar. Si lo he exprimido (o me lo han exprimido...) cuando llevo la mitad del vaso, paro, me relamo y miro lo que me queda. Valoro la posibilidad de hacer más por lo bueno que está. A día de hoy, jamás me he hecho más zumo. Si es envasado me lo bebo al más puro estilo del Oeste, de un trago, y dejo el vaso en el fregadero. 

Las tostadas me gustan de pan de pan, pero si no tengo me las tomo de pan de molde. Es evidente que no soy de ideas fijas. Me gustan con mantequilla aunque sea difícil de untar y con mermelada de ciruela hecha en casa o de naranja amarga. Es imprescindible, necesario y absolutamente fundamental untarme las tostadas mientras están calientes. Puedo tolerar el zumo envasado y el café asqueroso, pero una tostada fría no es una tostada, es pan duro sin futuro, es masticar madera, astillas y serrín. Confieso que siempre unto mis tostadas las primeras, antes que las de las princezaz, contraviniendo la primera ley de la maternidad: "tus hijos son lo primero". Para mí, en mi desayuno, lo primero son mis tostadas calientes. 

Con el café caliente, el azúcar removido y las tostadas listas comienza el mejor momento del desayuno. Saborear la tostada mientras doy tragos al café y, si es posible, leo. Para mi gusto las tostadas siempre se me acaban demasiado pronto y, dependiendo del día, el lugar y la hora, me hago más o no. Ni me planteo si engordan, no engordan, son grasa o van a atorar mis arterias; me da igual. Las tostadas son alegría de vivir. 

El café, mientras estoy con las tostadas, es una bebida para disfrutar. Cuando se acaban las tostadas se convierte en un remedio para el sueño atroz que me paraliza, un brebaje que me tengo que beber para activarme y ser capaz de articular palabra y ponerme la ropa del derecho, en lugar de llevar las etiquetas por fuera. Apuro la taza mientras termino la página y la guardo en el lavaplatos. Recojo la mantequilla, la mermelada, guardo el azucarero pensando que ya va siendo hora de cambiarlo y termino con mi ritual de desayuno. 

Nunca desayuno salado en mi casa. Sólo cuando tengo una resaca infernal de las de holgura craneal, espasmos musculares y ganas de morir súbitamente, mi cuerpo me pide tostadas con jamón de york y queso y zumo de naranja. Mi parte consciente, pequeña y arrinconada en una esquina de mi cráneo, se empeña en beber café pensando que me sentará bien y que es lo que toman en las películas para superar la resaca. Siempre es mala idea. El café me sabe amargo aunque le ponga una isla de azúcar como P. Tinto y si consigo tragarlo se dedica a crear un oleaje en mi estómago que va de marejada a fuerte marejada, hasta convertirse en mar gruesa que tengo que dejar salir. 

¿Qué dice mi desayuno de mí? Que es mi comida favorita y que me cuesta salir de casa. El desayuno es la comida más personal. Cada uno se lo toma de una manera y creo que lo que desayunas dice mucho de ti, para bien o para mal.  

«A mi por la mañana no me entra nada» te dicen muy serios mientras los ves engullir un café repugnante en un vaso de plástico asqueroso removido con un palo de plástico en la máquina de la sala de distensión de tu empresa. ¿No les entra un café de verdad en una taza de verdad, pero ese brebaje sí? Esa gente no es de fiar. 

«¿Tostadas? Eso es malísimo». «Mantequilla? ¿Tú sabes el colesterol que da eso?» «Yo jamás tomo azúcar, siempre sacarina, ya me he acostumbrado». Todo esto te lo suele decir la gente que desayuna un té con algún nombre exótico después de haberse comido un kiwi y mordisqueado una galleta de fibra con jengibre con una pizca de queso fresco con sabor a aire. Es posible que mueran más tarde que yo y con las arterias más despejadas, pero sus mañanas deben ser tristísimas. Además, la fruta es postre, no desayuno. 

«¿Qué vas a hacer hoy? ¿Qué tal has dormido? ¿Me pasas el azúcar? ¿Quieres más tostadas? ¿Qué te apetece hacer?» Gente que habla durante el desayuno. Muerte y destrucción. 

Gente que desayuna de pie y vestidos, listos para salir, que convierte el placer maravilloso del desayuno en un trámite hecho a la carrera, sin previo, sin preliminares, sin mimo. Llegar, engullir y salir corriendo. Si todo lo hace así en su vida... mal. 

Adoro el desayuno. No soy Audrey Hepburn, no lo quiero con diamantes ni en la cama. Hazme un zumo, tostadas calientes y no me hables durante un rato y me habrás conquistado. 

viernes, 5 de junio de 2015

Lecturas encadenadas. Mayo

Tras la orgía lectora de los últimos meses, en el mes de mayo he hecho un trío: un ensayo, una novela breve y un comic. Esto ha sido todo. ¿Satisfactorio? Sí, pero raro

Despues del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana de Giles McDonogh. ¿Qué ocurrió al terminar la II Guerra Mundial? ¿Qué pasó con los alemanes en sus ciudades arrasadas? ¿Qué hicieron los millones de refugiados? ¿Cómo gestionaron las potencias aliadas un continente devastado?

Desde nuestra simpleza de blanco y negro, buenos y malos y la seguridad de nuestro sofá en 2015 pensamos en los finales de las guerras como "borrón y cuenta nueva". Ganan los "buenos", pierden "los malos" y todo vuelve a la normalidad. No hay normalidad después de una guerra, la que sea. Es una situación nueva, diferente, espantosa en la que nada de lo que existía anteriormente tiene el más mínimo sentido y en el que la esperanza de una paz temprana ya no existe porque ese horror es la ansiada paz.

Después del Reich es un libro durísimo pero muy necesario para aprender, recordar o no olvidar que cuando una guerra termina no se vuelve a la situación anterior, las casas no están esperando a sus habitantes, los soldados no regresan y no se puede borrar de un plumazo las heridas, las muertes, los horrores, las masacres y las humillaciones. Sobre todo eso hay que construir el día a día y el futuro y no es nada fácil.

La II Guerra Mundial fue un conflicto espantoso del que nadie salió indemne. Ningún inocente dejó de pagar por el simple hecho de estar vivo en ese momento. Las barbaridades cometidas, permitidas y ocultadas por los aliados son espantosas. ¿Podemos justificar su crueldad porque ellos las sufrieron antes? Pensándolo en frío, puedo llegar a entender que te vengues de la persona que te ha hecho daño, ha matado a tu familia. Puedo llegar a entender que te vengues de su familia y su pueblo pero ¿qué mates, humilles, destroces, tortures a gente que vive a miles de kilómetros y que sólo comparten con tu agresor el hecho de haber nacido en el mismo país o hablar el mismo idioma? Sé que los alemanes hicieron cosas horribles y sin venganza de por medio pero, me pregunto, si los aliados habían comprobado esos horrores y se habían espantado ¿Cómo pudieron hacer lo mismo? Y, si pudieron hacerlo, ¿hasta que punto no fueron los alemanes los ganadores de la guerra al haber conseguido deshumanizar a tanta gente?

El nivel de horror del relato es indescriptible porque no tiene fin. No hay guerra, no hay paz que esperar para que mejore la situación. La miseria más absoluta, el horror más atroz, la desesperación más completa. No tener casa, ni comida, ni ropa, ni zapatos, no ser persona, no ser más que un saco de necesidades básicas que cubrir para simplemente sobrevivir. Año tras año, sin entender, sin comprender, viviendo en el miedo.

El libro es muy denso y no evita ningún horror. Al final ya no podía más y hubiera agradecido un poco más de espacio dedicado a los juicios de Nuremeberg, pero merece la pena leerlo para borrar esa idea de buenos y malos. Las atrocidades cometidas por americanos, ingleses, franceses, checoslovacos y sobre todo rusos son espantosas y conocerlas permite hacerse una idea mejor de lo que es una guerra, de la deshumanización que conlleva.

"La historia de los prisioneros de guerra alemanes es confusa, sobre todo porque Occidente, al actuar de forma inhumana, perdió la autoridad moral conseguida al emprender una cruzada ética contra los nazis, pero también porque la República Federal Alemana permitió que quedara envuelta en tinieblas". 



"En Le Figaró, un escritor reconocía que los alemanes habían cometido crímenes execrables, pero "esos horrores no deberían convertirse en una competición deportiva en la que nos esforzamos por superar a los nazis. Debemos juzgar al enemigo, pero tenemos el deber de no parecernos a él"". 

Intemperie de Jesús Carrasco. Un regalo de un descerebrado que tuve que ir a buscar a la librería Alberti. "Hola, venía a buscar un paquete que tenéis para mi".

Intemperie de Jesús Carrasco es "La carretera" de Cormac McCarthy en la España profunda de calor, miseria y la sequía que todo lo quema. Un viejo y un niño, sin nada que perder, se encuentran y huyen del miedo representado por un alguacil que les persigue y que representa el mal absoluto, ese mal que en el libro de McCarthy no sabíamos muy bien qué era. Un mal sucio, corrupto y miserable.

El protagonista del libro no es el niño, ni el cabrero, es el espacio interminable abrasado por un sol que todo lo quema, que impide que nada crezca, que no acoge ni permite esconderse. La misma historia en un bosque sería un thriller y no un descenso a los infierno, una tragedia en toda la extensión de la palabra.

Para mi que me siento desamparada, agotada y paralizada bajo el sol, lo más angustioso ha sido imaginarme ese paisaje. Aridez, calor, pena infinita, amargura, desesperanza, polvo, ganas de rendirse.

Es una gran novela pero hay que estar preparado a tragar polvo y sufrir.

Terminé el mes con Akira, Volume 1 Lo cogí prestado de casa de Juan "Es una obra maestra, tienes que leerlo". Bueno, pues lo he leído. Todavía no sé si me gusta. No sé si soy demasiado mayor, si he visto demasiadas películas de monstruos, si me recuerda a Los Goonies o si es que tengo que esperar a leer los 5 tomos restantes. No es que no me haya gustado es que ni fu ni fa, me entretiene más Asterix, la verdad... pero veremos como evoluciona. 

Ya lo dije al principio, ha sido un trio un poco raro pero ¿no lo son todos?

Con esto y un bizcocho hasta los encadenados de junio.


miércoles, 3 de junio de 2015

¿Qué te falta para ser renacentista?




¿Qué te falta para ser un hombre del Renacimiento?

- Un nombre con L. Pocos de mis lectores se llamarán Leonardo o Lorenzo. Dos nombres muy del Renacimiento. Nos apañaremos con el nombre que tengáis aunque no suene a pizzería. 

- Hablar italiano. Sí, en España también hubo Renacimiento pero, seamos sinceros, cuando hablamos de esa época todos nos la imaginamos en italiano. 

- Llevar capa. Una elegante capa carmesí o parda, atada al cuello con un fino cordel o una cadenita. Lamentablemente las capas han caído en desuso y ya sólo se atreven a llevarlas los tunos y Plácido Domingo. 

- Calzas o leotardos pegados. Esto sinceramente espero que no lo llevéis ninguno. 

- El pelo largo y perilla. Gracias a Dios esta moda ha quedado olvidada porque, como ya he repetido cientos de veces, sólo si eres increíblemente guapo e increíblemente atractivo (nótese la E que sustituye a Y, no a O) puedes permitirte el pelo largo. La perilla no puedes permitírtela en ningún caso. 

- Vivir en un palacio. Si alguno cumple esto que no me lo diga. 

- Tener un juglar, una cortesana y comer con las manos piezas de caza chorreando salsa. Sin comentarios. 

- Ser viejo con 50 y haber perdido todos los dientes con 40. 

Obviamente vivimos en una época difícil para ser un hombre del Renacimiento pero hay algo que sí puedes hacer hoy mismo, en cuanto acabes este post, para ser como Lorenzo de Médicis. 

Ni Lorenzo, ni Leonardo, ni capa, ni calzas, ni perilla, ni hablar italiano, ni tener un palacio ni una cortesana (o sí), ni juglar, y con las manos sólo comes pizza; pero te interesa la ciencia, el arte, las buenas historias y los proyectos chulos. 

No te sobra el dinero ni estás para grandes inversiones, pero te gustaría contribuir a un proyecto chulo, a poner en marcha algo molón. Te encantaría poder decir "Joder, esto se ha hecho gracias a mi" y que no fuera una autopista pagada con tus impuestos, con un dinero que ni has olido. 

Ese picorcillo que sientes se llama "ansia de ser mecenas" y estás de suerte, porque te traigo la manera de solucionarlo, de calmarla. Y no es con un ungüento. 

La revista Principia da el salto al papel. Un salto sin red encabezado por los dos locos que me metieron en esto y que por ahora va como un tiro. Queremos lanzar una revista de papel bueno, con ilustraciones maravillosas que acompañan textos con grandes historias de ciencias (bueno, y un artículo escrito por mi); un proyecto del que puedes formar parte por unos pocos eurillos. 




¿Escribo este post para pedir? No. Increíblemente y contra todo pronóstico, el "ansia de ser mecenas" está muy extendida en nuestra época y ya contamos con todo el dinero que necesitábamos para sacar la revista, pero no se trata solo de eso. En la era de "trabaja por el prestigio" o "trabaja gratis por la publicidad", en Principia queremos pagar a todos los que contribuyen con su trabajo a hacer la revista y por eso no puedo dejar a los descerebrados sin la oportunidad de ser mecenas, de sentirse como Lorenzo de Médicis, como los Reyes Católicos...

Pensadlo bien. A ver si llegamos a 500 mecenas, una superfiesta de mecenas. 

Pinchad en el enlace y convertiros en mecenas para disfrutar de una gran revista y poder decir: 

"Seré mecenas en lugar del mecenas”. 

Gracias mil. Descubriré América por vosotros. 

lunes, 1 de junio de 2015

Sobrevivir al mes de mayo



Odio el mes de mayo con todas mis fuerzas. Si tuviera que elegir un mes del año para borrar, sería mayo. Lo odio. Desde siempre, desde pequeña. Me sienta mal, me pone triste y sobre todo me agota. 
Cuando llega mayo siempre me propongo lo mismo: “Que pase rápido”. Me encantaría cerrar los ojos y que al abrirlos fuera junio. Este año me enfrenté a él, como todos los años, con los puños cerrados, los dientes apretados y esperando aguantar hasta el final, concentrada en hacer que pasara rápido, que me resbalara. 

No he parado. Ha sido como un maratón. He dormido poquísimo y a deshoras. Me he hecho adicta a unas siestas terroríficas de las que me levanto completamente destrozada. Me encontré con un kamikaze en dirección contraria por la autopista yendo con las niñas en el coche y tras esquivarlo me pasé los siguientes 40 minutos intentando explicarles a las princesas qué había pasado y porqué razón alguien hacia eso. He disfrutado viendo a C feliz en una sesión de fotos, bailando y posando encantada de la vida. He escrito sobre científicos que dicen tonterías y sobre porqué no me gusta que en los blogs ponga “Leer más”. Empecé el mes cenando con dos grandes amigos justo el día que se cumplían 4 años de nuestro primer encuentro. 

He conocido a la jefa de comunicación de la NASA, a la “Jefa de Curiosidades” del Museo de Ciencias Naturales de Chicago, a un profesor de física de la Universidad de Navarra y a una experta en carbón con la que llevaba intercambiando tweets una eternidad. Casi muero ahogada de calor en una entrevista en la radio del Círculo de Bellas Artes. Descubrí después que el entrevistador es cuñado de una compañera de trabajo de Molihermana. Compré 2 libros en la Feria del Libro Antiguo.

Me llevé a Juan y a Pobrehermano a “Cómete el Museo”, en el Museo de Ciencias Naturales, y fue como llevar a dos niños pequeños. Dos cuarentones solteros sin hijos que hacía 30 que no iban y fliparon con todo. Además, les gustó la comida. He terminado de ver Mad Men con un mal final y la última temporada de The Good Wife ha sido una auténtica mierda. He empezado Louie. 

Las princezaz me dijeron que soy vieja para casarme otra vez. Casi me muero de amor cuando ante una crisis de llanto y de pena horrible de C porque no le gustaba su túnica de primera comunión, M se puso muy seria y le dijo:

“No llores. El vestido no es feo y aunque lo fuera, es imposible que contigo dentro sea horrible”. 

Acompañé a C a la final de relevos, 25 metros pies de croll. Una prueba absurda en la que era finalista. He vivido prácticamente tres semanas alimentándome de pollo de Mercadona relleno. Vi Eurovision con las princesas y recordé cuando a mi también me hacia ilusión y creía que podíamos ganar. Me partí de la risa cuando ante las dudas sobre si Conchita era hombre o mujer, Molimadre zanjó la conversación con una respuesta peregrina: es un hombre, pero como canta con voz de pito y muy regular se puso Conchita de nombre y así llama la atención. 

Las ocho de la tarde se ha convertido en la hora del Gintónic “Sue Ellen”, en el jardín de mi amiga O, nos sentamos y nos tomamos un gintónic mientras se va el sol. A veces con chuches, a veces con alpiste. He vuelto a nadar con ganas y un día se me acercó un hombre a preguntarme por el mp3 acuático. Según Juan “es obvio que quería ligar contigo”. Yo no lo vi tan obvio. He ido al hospital con las dos princezaz a diversas pruebas con resultados irregulares. Un aburrimiento. 

He dado una charla con unas zapatillas rosa fosforito y he pasado a formar parte del maravilloso equipo de Pint of Science. Me he convertido en copywriter y escribí un post sobre “La regla de las 800 palabras” que me saqué de la manga pero que no quedó mal. Despellejé trapos y a Espe. Y escribí sobre la muerte.  He sido zalamera con un vasco muy serio hasta hacerle reír a carcajadas. He pasado una tarde de complicidad completa maravillosa. Me he comprado una camiseta de rayas y escribí sobre aprender a leer para ser mejor escritor. He leído sobre la posguerra de la II Guerra Mundial y contacté con un autor americano que me ha mandado su libro desde Nueva York. He conocido al ego más grande y más bobo de mi vida y he comprobado que hay tíos que siguen considerando un peligro que una mujer sepa más que ellos. Me he cortado el pelo y he recuperado mis antiguas gafas. He sido jurado en un premio de pintura y fui a votar.  He terminado mi curso de periodismo cultural. 

1 de junio. 

Lo he conseguido.


11 meses hasta volver a sobrevivir. 

martes, 26 de mayo de 2015

Querida Espe

Querida Espe, 

Le escribimos desde el colectivo de malvados desprestigiados para agradecerle el excelente trabajo que en las últimas fechas viene desarrollando, con extremada y asombrosa eficacia, para devolver a la maldad verdadera el protagonismo que se merece. 

Durante los últimos años hemos sufrido una campaña de desprestigio que comenzó cuando, nuestro amado lider, Darth Vader, descubrió la paternidad. Desde ahí todo ha ido cuesta abajo sin parar: lobos que se hacen buenos, lobos que en vez de morir vomitan arrepentidos a sus víctimas, brujas que jamás ganan. Un despropósito tras otro. 

Estábamos a punto de cerrar y disolvernos cuando la hemos descubierto. ¡No damos crédito a nuestra suerte! Es usted una malvada de casta, de pura cepa, una mala de las que ya no quedan. Sin vergüenza, sin disimulos, sin medias tintas. Con mala leche, con rencor. Maneja el arte de la velada sutil, la amenaza sonriente y el apuñalamiento por la espalda. Por tener, tiene hasta secuaces a los que no le importa abandonar a su suerte si le traicionan o son capturados por las fuerzas del bien. "No tengo ni la más remota idea de quién es ese" dice con su mejor sonrisa, helando la sangre del pobre secuaz que creyó que la familia siempre protege a la familia. 

Todo esto, además, lo adorna con ese aspecto de adorable e indefensa ancianita que queda con sus amigas para ir al bingo y tomar té en Embassy. Nos reímos recordando cuando pensaban que era tonta. ¡Qué jugada maestra! Dejar que pensaran que era tonta, que le dieran la espalda y encontrarse con su sombra cerniéndose sobre ellos, los listos, años después. 

Hemos asistido a su campaña electoral con expectación y emoción. Tomando apuntes. No podíamos creernos que fuera usted tan torticera, tan falsa, tan mentirosa, tan increiblemente insultante hacia sus contricantes y, sobre todo, hacia los votantes a los que supuestamente usted debía engatusar. ¡Qué uso del lenguaje tan astuto! ¡Qué manera de hacer la cobra y hacerse la loca con todo el dinero que sus secuaces han trincado! ¡Qué golpe maestro los gritos de mártir de la democracia acorralada por las filtraciones sobre sus pobres y escasos ingresos! 

¡Una diosa del mal! ¡Un prodigio de crueldad! Aplaudíamos a rabiar en nuestra sede. ¡Bravo, bravo! ¡Espe for president! 

Nada podía salir mal. Pero salió. Unos cuantos irreductibles se negaron a darle su voto y cuando todo parecía listo para un nuevo dominio del mal en Madrid, llegó otro adorable ancianita, recogió a todos los pobres nietecitos y se hizo con el poder. 

Desolación en nuestra sede. Catástrofe en nuestras filas. No sólo no habíamos conseguido el poder. Eso daba miedo pero poco, el verdadero miedo es que sabíamos que su cólera, doña Espe, sería un tifón de furia, rabia y bilis que arrasaría con todo. 

Y así ha sido. Sabemos que intentó contenerse. El domingo por la noche salió tragando tanta bilis que hasta se atragantó y temimos que cayera presa de convulsiones mientras nuestro amigo Alien le atravesaba la blusa de Cortefiel. Consiguió contenerse, aunque el rictus la delató. El ardor de esa noche no se lo deseamos ni a nuestro peor enemigo. 

Sabíamos que no duraría. Un malo de verdad no acepta la derrota así tan ricamente y se va a casa a hacer calceta o a jugar al golf. Un malo de verdad acojona hasta el último momento, causa pesadillas, atemoriza, aterroriza y no se rinde hasta que le clavan la estaca en el corazón se funde a negro. 

Hoy hemos asistido a su rueda de prensa. La rueda de prensa del pánico. Qué espectáculo, qué timing, qué ritmo, qué frases y qué saber estar. 

50 minutos tarde. Una blusa espantosa a la par que hipnotizante. Un tono de voz clavadito al de un madre cuando dice "Te he dicho que vengas". Un peinado atroz. Un maquillaje de solterona que cena tortilla francesa en plato duralex. Toda una dirección escénica al servicio del mal. 

"Te estamos esperando, querida". Esa frase dirigida a alguien de su equipo con un bisbeo de víbora del desierto nos ha helado la sangre. ¡Qué manera de empezar! No sabemos quién es "querida" pero suponemos que ha caído fulminada. 

-Las fuerzas del mal de los rojos quieren aniquilar la civilización de occidente. El centro izquierda, el centro centro, el centro derecho y la centralidad. Debemos combatir todos a una como Fuenteovejuna contra esa señora que quiere llevarse a vuestros primogénitos, romper vuestros cerditos y obligarnos a llevar palestinos. 

Caras de incredulidad entre nuestros socios. No sabemos mucho de Carmena, lo mismo come niños, pero de ahí a aniquilar la civilización de occidente... va un trecho y eso lleva tiempo y ella tiene  una edad. 

-Rajoy está preocupado, muy preocupado. Y si yo fuera él estaría de camino a los puertos para salir de la Tierra Media porque como le pille lo descuartizo empezando a tirar por la barbita esa asquerosa que tiene. 

Toma, toma, toma. Dando sablazos (con sable) al títere de la organización malvada. 

-Llevamos perdiendo votos mucho tiempo. Y todos sabemos de quién es la culpa ¿verdad? Si me hubieran dejado a mi, la botella no hubiera estado ni medio llena, ni medio vacía sino en el contenedor de reciclaje. 

Se podía sentir el acojone en la sala, en las redes y en nuestra sede. Todo el mundo contenía el aliento. Se escuchaban los susurros de los periodistas para no despertar aún más a la fiera. 

¡Un cónclave! ¡Necesita un cónclave! Hemos pensado que lo que usted necesitaría sería un cónclave, uno de los buenos. Con sus intrigas, sus venenos, sus murmuraciones, sus amenazas y sus asesinatos por el poder. Un cónclave o una reunión de familias mafiosas con bate de beisbol.

- Todavía nadie tiene la mayoría. Ja ja ja. A lo mejor soy alcaldesa. 

Hemos sentido crujir la tierra y tambalearse los cimientos de la civilización occidental. Los aplausos entre nuestros socios han sido atronadores.

¡Espe, nos has hecho miedo!. ¡Como los normandos hemos salido volando! ¡Qué final más apoteósico! 

Porque esto es el final, ¿verdad? ¿Verdad? ¿Verdad?

lunes, 25 de mayo de 2015

Los desconocidos rutinarios

Fotografía de Gaspar Sánchez
En el recorrido que haces todos los días para ir a trabajar o en tu carrerita de runner diaria, o en el camino que sigues para ir a recoger a tus hijos al colegio, te cruzas con un montón de gente. Muchas de esas personas te pasan desapercibidas pero otras, muchas también, a fuerza de verlas todos los días a la misma hora, en los mismos sitios, se convierten en algo familiar. 

Cada día te las cruzas y ves cómo cambia su ropa según la estación del año, si van mejor o peor peinadas, si se han cortado el pelo, si van solas como siempre o si excepcionalmente van con un acompañante. Escuchas retazos de sus conversaciones con otros o por teléfono al cruzártelas y, de vez en cuando, al encontrártelas en otros sitios, a deshoras, fuera de la rutina compartida, no puedes evitar tener la sensación de "yo le conozco". 

En la vida en la red pasa más o menos lo mismo. Leyendo blogs, picoteando en unos y otros, siguiendo a gente en twitter que a su vez sigue a otra gente que tú empiezas a seguir, pinchando en blogs que recomiendan, leyendo comentarios sugerentes, muchos desconocidos que viven a kilómetros de ti comienzan a serte familiares. A esos desconocidos familiares de la red también les "oyes" hablar en sus comentarios en blogs, en sus tuits, en sus conversaciones con otros desconocidos familiares. 

Todos esos "desconocidos rutinarios"  tienen sus vidas, sus problemas, sus ilusiones y sus proyectos. 

La diferencia entre la calle y la red es que la red permite algo que si ocurriera en la calle a todos nos haría dar un respingo y pensar que el desconocido se ha vuelto loco. La red permite pedir ayuda, colaboración o solicitar voluntarios para tu proyecto, permite salir con el megáfono y decir: "Ey chicos, que estoy montando esto y necesitamos toda la ayuda posible". 

Hace un par de meses, unos de esos desconocidos rutinarios de la red, que llevas años viendo y ellos viéndote a ti, desconocidos rutinarios que te has cruzado en twitter y en blogs, que lees y sospechas que te leen, salieron con su megáfono a pedir ayuda para un proyecto chulo. 

Me acerqué a ellos y les dije, "Oye, yo no sé si puedo ayudar en algo pero me encantaría participar. Puedo hacer casi cualquier cosa, menos raíces cuadradas". (Lo de las raíces cuadradas no se lo dije... quería me cogieran). 

¿Por qué me acerqué? ¿Por qué lo hice? Pues por lo mismo que he hecho casi todo lo bueno de mi vida, siguiendo un impulso y pensándolo mucho. No sabía realmente si iba a poder ayudar; si iban a querer o si iba a ser capaz de hacerlo. Soy regular trabajando en equipo. 

¿Qué ofrecían los desconocidos rutinarios con su megáfono? Un proyecto muy chulo que encajaba con mi idea de la divulgación y la ciencia. Tenían un equipo ya formado y todo en marcha. ¿Qué podía ofrecer yo? No soy científica ni conozco muchos bares en Madrid. Pero siguiendo ese impulso les dije: "Contad con mi pluma y lo que sé de comunicación". 

Podía haber salido fatal, podía haber sido un caos, un fracaso o mucho peor, una decepción mutua, pero no. Ha sido una experiencia maravillosa, un lujo de colaboración que me ha servido para recordarme a mí misma que soy buena en lo que hago. Un placer increíble y una suerte inmensa trabajar con un equipo entusiasmado, ilusionado y aterrorizado ante la enormidad del proyecto puesto en marcha. 

24 horas antes de empezar, estábamos todos histéricos y nerviosos pero disimulábamos. Durante el festival, estábamos sobrepasados y flipados por el éxito y corriendo de un lado a otro, de un chat a otro, de un grupo de wasap a otro solucionando imprevistos, contándonos la última hora, compartiendo fotos. 

Hoy, 5 días después de haber terminado, compartimos la sensación de resaca feliz. Estamos agotados pero muy muy contentos, con sensación de formar parte de algo muy grande y, a pesar del agotamiento, deseando empezar a preparar el proyecto del año que viene. 

Dos meses después de acercarme a los desconocidos rutinarios del megáfono, puedo decir que hacer de esos desconocidos rutinarios primero unos jefes, para luego formar con ellos un equipo y hacernos amigos, es de las mejores cosas que (me) han pasado en la vida. 

Y estoy muy muy contenta. Y además, he aprendido a trabajar en equipo. 

Mil gracias a todo el equipo de Pint of Science y en especial a Inés y Gaspar. 


jueves, 21 de mayo de 2015

Un día cualquiera


Abro un ojo por decimoquinta vez en la noche. Ya no es noche por fin, las 6:45. Empieza mi rato de dormir bien pero tengo mil cosas que hacer hoy. No puedo relajarme. Para empezar he quedado a las diez en recoger a D, que está cojo, para ir a nadar. 

Abro un ojo y son las 9:45. Estiro el brazo, uso el móvil: "A las 10:15 mejor" tecleo entre legañas y con un sueño que me muero. Pagaría por quedarme el día durmiendo, vuelta y vuelta. 

Mientras caliento el café, saco pan duro y abro la puerta. Turbón y Tuca se ponen en posición de "estamos aquí, lo que tú quieras pero ¡queremos nuestro pan!". Los hago sufrir, los mantengo sentados y con el pan en el morro sin moverse, sin tocarlo hasta que digo "Ahora". Se van cada uno a su rincón a comerse el pan. ¿Será verdad que se limpian los dientes así? 

Café, zumo, tostadas y Akira. No sé si me gusta esta historieta de jovenzuelos con motos y misteriosos seres. "Es una obra maestra" me dijeron. "Mierda, las 10:05". Subo las escaleras, hago la cama y abro la ventana. Bajo las escaleras, voy a por la bolsa de piscina. Subo las escaleras, me pongo el bañador segunda piel y encima los vaqueros. Ha vuelto el frío. Abro el armario para sacar un jersey. "Dios mío cómo tengo el armario, tengo que ordenarlo, en mi vida lo he tenido así". Desecho ese pensamiento horripilante y sobre todo muy invasor, capaz de hacerme vaciar el armario en ese mismo momento, y salgo corriendo al coche. 

Las 10:20. ¿Qué ha pasado con los últimos 15 minutos? Suena el teléfono "Ya voy, ya voy". 100 metros antes de llegar a casa de D, le veo sentado en el suelo, con las muletas y la mochila.

- Pero, ¿se puede saber por qué no me has esperado en tu casa?
- Me aburría. 
- Ya, te has sentado en la calle para darme pena y hacerme sentir culpable. 
- Bien, bien. Veo que estás en modo "A Moli no se le habla hasta que salga de la piscina". 

En la piscina hay obras en el vestuario femenino; voy al infantil, mucho más pequeño y llenísimo de señoras. Hago malabarismos para desvestirme ocupando el mínimo espacio posible. Kilómetro y medio y para fuera. Ducha y descubrir que volveré a casa en plan comando, he olvidado coger ropa interior. 

- ¿Qué tal la piscina?
- Bien, bien. ¿Dónde te llevo ahora? 
- Farmacia y el pan. 
- Lo que usted quiera Miss Daisy. 
- Muy graciosa... muy graciosa. 

Compra. Preparar la comida de los perros. Me siento en el ordenador, no tengo wifi. La línea que llega al jardín es tan delicada que la mínima ráfaga de viento hace que se cuelgue. Me rio recordando a Pobrehermano Mayor dando voces al contestador de averias de movistar: “Ni pruebas, ni máquinas ni leches. Me tenéis harto. ¡Qué vengáis a cambiar la conexión! ¿Satisfacción con el servicio? Cero patatero, mierda de máquina infernal”. A los tres segundos llamó un técnico en persona. 

Ultimar ideas para mi próxima charla. "¿Las dos y media? No puede ser. Llego tarde". 

Fuera vaqueros mugrientos y sudadera. Ropa de ir a Madrid. Al coche. Se me olvidan las llaves. Entro. Cojo las llaves. Se me olvidan las gafas... me doy cuenta a 30 km. Sin gafas. 

Escucho a Rafa Pons e intento no pensar en nada, abstraerme conduciendo. Me agobio pensando que no he escrito nada para el post, me agobio pensando que no he tenido tiempo. Me agobio más pensando que tampoco tendré tiempo en los próximos días. ¿Dónde está mi tiempo? Por sorpresa se me ocurre una idea brillante para mi próxima colaboración en el CCC. ¡Bien! Solo necesito tiempo para escribirlo. Mentalemente, elaboro el texto entero mientras callejeo para aparcar. 

Llego al 16. Ja. Las aromáticas mugrientas han desparecido y en su lugar hay dos macetas con dos plantas con florecitas. 

- Hola Moli. ¿Qué tal?
- He visto que has cambiado las plantas. ¿Por qué pones siempre dos? ¿Es un rollo subliminal que haga pensar en compañía? Algo así ¿como para que tus pacientes piensen que entran aquí solos y aquí estás tú para acompañarles? 
- No, es que me gustan dos macetas mejor que una, pero buena observación. 
- También te has cambiado de sitio la raya del pelo. 

Recojo a las niñas. Tenemos que replantearnos el comedor escolar. M llega del colegio que literalmente se devora a sí misma y 6 tazones de cereales con leche de merienda. La arranco del Mortadelo en el que está enfrascada con un gancho pobre pero que parece convencerlas: "Nos vamos a unas charlas de matemáticas". 

Por el camino les voy contando la charla del cerebro dormido en la que estuve ayer. Sin saber muy bien cómo acabamos hablando de cotilleos de la clase de M y de los motivos por los que una niña ha dejado de ser popular: "Mamá, mentía a todo el mundo". No digo nada pero me parece un buen motivo para dejar de ser popular, sobre todo porque es obvio que esa niña miente mal. Necesita empezar a mejorar desde ya. Me abstengo de comentar este último punto. 

- ¿Sabes dónde vamos?, ¿te has perdido?
- Pero, pero, pero ¿cómo que si me he perdido?, ¿a qué viene eso?
- Jajajaja, siempre te picas con eso. 

No sé a quién han salido. 

En las charlas ni parpadean. Sobre todo M, que desde que ha perdido el miedo a las matemáticas está entusiasmada con ellas. Sale tantas veces voluntaria que recibe una chapa de premio y cuando nos vamos sólo quiere hacerme trucos de cartas y matemáticas. Conozco a un periodista jovenzuelo que me hace preguntas sobre el evento. ¿Me verá como Mrs. Robinson? 

Al volver a casa, voy conduciendo y pensando en todo lo que tengo que hacer, todo lo que tengo que escribir. Me doy cuenta de que no he comido hoy y de que no es jueves, es miércoles. Tengo otra idea brillante, bueno sólo un título para otra cosa que me han pedido “El valor del no lo sé”. Ceno coles de bruselas y salmón. Me siento a escribir, encogida en la butaca, descalza. Elizabeth Sue hace de loca en una peli que tengo puesta de fondo. Termino de escribir. 

Se acaba el día. Uno como otro cualquiera, uno especial, uno que ya no volverá. 

¿Y si ordeno el armario ahora? Abrazo la almohada para no ceder a la tentación. 


lunes, 18 de mayo de 2015

La siesta, manual de uso

"Este post trata de una actividad peligrosa, consulte a su entorno antes de utilizarla. Mantener alejada de la gente sin autocontrol". 

La siesta es peligrosa. Muy peligrosa. Su uso y dominio está al alcance de unos pocos elegidos. No son los más altos, ni los más guapos, ni los más listos ni los más nada... simplemente tienen un don. Un don con el que se nace y que no se puede adquirir jamás. 

El resto de los seres humanos que no gozamos de ese don, no debemos dejarnos engatusar por los cantos de sirena del hombre del mazo que nos llama después de comer para "echaaa una cabezaditaaaaa", "te pesannn los párpados", "hace mucho calor para hacer nada" o su versión más sofisticada "estudios científicos dicen que la siesta es buenísima para tu cerebro". Si caemos en sus redes, si sucumbimos a su encanto, lo pasaremos mal, muy mal. Una y otra vez. Nunca mejora. 

Me llamo Moli y no sé manejar la siesta. Soy una nueva adicta. Años y años diciendo "yo paso" para acabar cayendo en sus redes al cumplir los 40. No me controlo. 

1.- La siesta sirve para dos cosas. Si eres menor de 10 años, la siesta sirve para que la humanidad descanse de ti. Si tienes más de 25, la siesta sirve para que tú descanses de la humanidad. En el periodo que va entre los 10 y los 25, la siesta como concepto sencillamente no existe. 

2.- La relación entre siesta y bienestar personal es más que dudosa. No hay que creerse los estudios que dicen que una breve siesta de 20 minutos es justo lo que necesitas. Si es de 20 minutos no es siesta, es un simulacro, un amago, un intento, un sólo la puntita. Si dura más de 20 minutos es excesiva. ¿Es contradictorio? No. Sencillamente nadie ha descubierto cuánto tiene que durar una siesta para despertarte a gusto y sin ganas de matar o de llorar, o las dos cosas a la vez. 

La Bella Durmiente quizás...

3.- La siesta puede ser de sofá o de cama. Hay partidarios de ambas modalidades, especialistas en una de ellas, y gente, como yo, a la que le da igual. Es como el tenis; puedes ser de hierba o de tierra batida o defenderte en las dos superficies. A mi me pasa eso, según las circunstancias elijo una u otra, se me dan igual de mal las dos. Lo hago más por el público. 

4.- A la siesta se puede ir de cabeza o dando rodeos. Es decir, uno puede ir directamente con la intención de dormir. Tumbarse, cerrar los ojos y dormir (los conozco que hasta se ponen tapones, el móvil en modo "lista de siesta" y el despertador) o se puede dar rodeos. Tumbarse con la excusa de ver una peli o leer un rato para acabar diciendo "voy a cerrar los ojos cinco minutos".  

5.- La siesta te acoge en su seno y te da un sueño plácido, un sueño de músculos relajados y baba colgando que ni de coña disfrutas por la noche. Puede que oigas ruidos al fondo pero te da igual todo, estás en tu nube de algodón saltando, abrazado por el algodón, y te sientes ligero y más feliz que una perdiz. 

6.- El despertar. La nube de algodón se abre y empieza a dejarte caer, de repente ya no flotas sino que estás en el fondo del agua y tu cuerpo quiere salir a la superficie... pero tú no. Quieres que la dosis siga haciendo efecto, quieres seguir en la nube. Mantienes los ojos cerrados, no te mueves, intentas volar para alcanzar la nube otra vez. Caes.   

7.- Empieza el dolor y el sufrimiento. Sensaciones desoladoras te recorren haciéndote pensar que nunca más volverás a ser alguien activo y con capacidad para articular palabra. 

8- Negación. Repites un mantra: "no estoy despierta, no estoy despierta, no estoy despierta". Con los ojos cerrados y sin moverte lo repites. Alguien te habla, escuchas la tele, la esquina del libro se te clava en la espalda, se te ha dormido una pierna. Evidentemente, estas despierta. 

9.- Reconocimiento de síntomas: agotada la dosis y sus efectos, empiezas a notarte cansada, y, según los días, triste u hostilizada con el planeta entero. Quieres llorar o pegar, o las dos cosas a la vez. No quieres hablar con nadie, no quieres ver a nadie o quieres media docena de personas que te arropen y te digan que puedes seguir durmiendo 3 ó 4 años más. Boca pastosa

10.-Fantasías sobre la Bella Durmiente y su sueño de 100 años. El príncipe muere a manos de Maléfica o se lía con ella y nunca la despierta. Felicidad absoluta.  

11.- Valoración de posibilidades: llegados a este punto sabes que tienes que levantarte. No hay más remedio, no hay otra solución pero aún así fantaseas con irte directamente a la cama a dormir hasta el día siguiente o, en su defecto, convertirte en un samurai. O un ficus. Algo que no padezca. 

12.- Recuperación de la vertical. Llanto, llanto, llanto. 

13.- Recuperación de las conexiones neuronales, el ritmo cardiaco y el sentido de la vida. 

14.- Peinarse. Misión imposible. 

15.- Proclamación de buenos propósitos: la siesta me sienta fatal, es el último día que me la echo. Esto es insano, me encuentro fatal y luego además no rindo y estoy hecha polvo. Si fuera capaz de hacer lo que hacen otros, una cabezada de 20 minutos y listo o como uno que yo me sé, que en el curro se va al baño, se sienta en el váter y se duerme con la cabeza en la pared 15 minutos, que le sirven para tirar toda la tarde. Yo no sé, se me va de las manos, no lo controlo así que lo mejor es que lo deje. 

Os he advertido. La siesta la carga del diablo. Te vuelves adicto. Huid del "hombre del mazo" y sus cantos de sirena. 


Y recordad, no hay siesta demasiado larga. 

viernes, 15 de mayo de 2015

Letras escritas

En el verano de 1999 pasé muchas noches en Ávila, muchísimas. Cuando me levantaba para irme a trabajar a Madrid, al bajar a mi coche siempre me encontraba una notita en el parabrisas. El Ingeniero me las dejaba cuando se iba al monte a las 6 de la mañana. Yo le dejaba notas en casa para cuando volviera o buscaba su todoterreno mugriento al anochecer para dejarle una nota para el día siguiente. Las tenemos todas guardadas. 

Unos días después de morir mi padre, tuvimos que ponernos a mirar sus papeles de trabajo. Trabajaba en casa, su ordenador, su mesa y todas sus anotaciones manuscritas, sus cálculos de instalaciones eléctricas, fórmulas, notas, esquemas. Todo aquello escrito por su mano se elevó sobre el papel y se hizo casi tridimensional. Allí estaba él, todas sus anotaciones, sus características "j", el final de las palabras alargadas… era casi como oírle, hacía más increíble que hubiera muerto.

Tengo una caja llena de cartas recibidas durante mi niñez y mi adolescencia. Cartas llenas de flores, de chorradas, de “me gusta fulano pero no se lo digas”, “me he enrollado con mengano”, “mis padres son un rollo”. Tengo cartas de adulta guardadas en cuadernos y entre las páginas de libros. 

Me da pena pensar que si saliera ahora con alguien no tendría esas notas,  Los wasaps, y los mensajes y los chats están bien pero no son lo mismo que esa nota escrita en un posavasos de un bar de mala muerte de Ávila o en un ticket de tomates comprados en un mercadillo con el único motivo de tener un papel en el que dejar una nota. Me da pena pensar que si ahora tuviera 12, 14 o 16 años no escribiría cartas ni tendría cartas. Hay gente a la que hace años que no veo y sin embargo sería capaz de reconocer su letra en cualquier parte. 

Mi propósito del mes de abril fue escribir algo a mano todos los días. Quería escribir pero no quería hacer un diario, ni listas de cosas, ni nada que tuviera un propósito más allá de dejar por escrito lo que se me iba ocurriendo. Quería hacerlo porque sí, sin razón aparente más que comprobar si era capaz de hacer algo metódicamente durante 30 días seguidos, si es verdad que pasados 21 días uno adquiere una rutina que ya no puede dejar. 
Empiezo este cuaderno sentada en el banco de madera de la puerta de casa de Sos, el banco que tiene un Sol y una Luna y que C dice que no es un banco, que solo es un trozo de madera”. 
Una libreta nueva, blanca y rayada (sólo me gusta escribir en libretas rayadas) con un precioso canto naranja que me trajo mi amiga Cristina de Londres.

¿He conseguido escribir todos los días? Todos menos dos. Alguno no escribí en esa libreta, sino en mi cuaderno de mesa o en el que llevo en el bolso, eso era lo de menos. Lo importante era dejar algún registro escrito por mi manos, por la derecha concretamente. 

Lo más difícil no ha sido escribir sino dejarme llevar. Hubo días en los que me senté a escribir un par de líneas con una idea para un post y acabé hilando una historia entera, hablando de un desconocido, de que intentar olvidar es como abrazar un globo inflado o las mil palabras necesarias para mi próxima charla. Otros días, me senté a escribir sin propósito, sólo para dejarme llevar y he descubierto dos cosas. Primero, que cuando  consigo abstraerme de todo y centrarme sólo en transmitir lo que estoy pensando o sintiendo pierdo completamente la noción del tiempo.

La segunda cosa es mucho más impactante. Escribiendo a mano soy buena. No buena de hacerlo bien, sino buena de bondad. En un mail, en un post o de palabra puedo ser muy cruel, puedo insultar, encabronarme, hostilizarme, indignarme y hasta ser agresiva. Tecleando la hostilidad sale por mis dedos deprisa, sin pausa, sin pensar y con fuerza. A mano no me sale, tampoco es que lo haya intentado y no haya podido, sencillamente escribiendo a mano soy todo bondad. 

Es un descubrimiento fascinante porque cuando me di cuenta pensé en las cartas que escribo, que he escrito. Si alguien me importa mucho, si lo quiero mucho en algún momento de su vida recibirá una carta, una nota de mi parte en la que estaré yo siendo buena. No, “siendo buena” no es la expresión; en mis cartas soy yo en mi mejor versión, en mi versión achuchable o algo así. 

Eso es bueno. Muy bueno. 

Todos los mails que he escrito en mi vida y son muchísimos son iguales. Tienen el mismo aspecto, los mismos colores, la misma letra…pueden haber sido muy bonitos, endemoniadamente crueles o espantosamente anodinos y todos tienen la misma pinta. De un vistazo nadie sabría si son míos o de otra persona. 

Mis cartas y mis cuadernos no. Son míos, soy yo. Cuando pienso en mi muerte, en hacer testamento, en qué dejaré a laz princezaz, lo único realmente valioso que quiero que tengan son mis cuadernos. Todos. Incluso los que no ha leído nadie. Quiero que los tengan, los abran y de un simple vistazo me vean ahí en esas letras, en esos renglones, en la letra perfecta al empezar el cuaderno, apresurada al anotar alguna idea o directamente ilegible al tratar de terminar una página con una idea. Quiero que me vean en las anotaciones laterales, en las flechas, los tachones, los “esto no”, “recordar esto” y en las flores que dibujo al hablar por teléfono. Quiero que  cuando superen la pena de no tenerme (que espero que superen pero también espero que tengan… aunque últimamente cuando les pregunto si me quieren me dicen: Nos caes bien) me vean en esas letras, me lean en esas letras y me reconozcan. Que me sientan. 

Creía que había mi propósito de abril no tenía propósito. Escribiendo este post lo he descubierto. A lo mejor mi subconsciente me ha hecho escribir para mejorar mi caligrafía y que las princesas no me digan “Mamá, ahí no pone mochila, pone wadilo” 

jueves, 14 de mayo de 2015

martes, 12 de mayo de 2015

Cuando la política me toca la lectura


Llevo días queriendo escribir sobre la siesta, sobre mi propósito de abril, sobre un par de bancos y sobre un montón de cosas más pero, hoy, tengo que escribir sobre política. 

Yo no quería pero me obligan. 

Como todo el mundo sabe hay elecciones dentro de nada y todos los partidos se han lanzado a decir barbaridades, chorradas, memeces, o una combinación de estos tres conceptos según la hora del día, el programa en el que participen o la dirección del viento. No les hago ni caso pero claro, me tocan la lectura y los libros y me enciendo. 

Por lo visto los de "Ahora podemos" organizaron una especie de reunión el domingo para debatir su programa "El libro y las bibliotecas". Para empezar todo tiene un tufillo electoralista rollo "somos distintos, nos mola leer" que me da urticaria, pero bueno vale, acepto electoralismo como arma para sacar los libros a pasear. 

Jazmín Beirak, en la lista para la Comunidad dice que “Nuestras propuestas aspiran a crear más lectores y a aumentar los índices de comprensión lectora, relacionado con el área de Educación”.

Esto ya me chirría un poco más. ¿Crear más lectores con propuestas políticas? ¿Aumentar los índices de comprensión lectora? A mí eso me suena, aunque a lo mejor es que yo soy malvada y tengo la mente sucia (esto no es a lo mejor, esto es una verdad verdadera) a palabrería chachi piruli de Disney. 

Para empezar las propuestas políticas no crean más lectores. Los lectores se "hacen" por el hábito  creado en casa y no en el colegio, pero en cualquier caso, aunque quisieras hacer algo en educación, las competencias de temario en el colegio son del Estado, no de la Comunidad de Madrid así que todo esto no es más que aire metido en un globo rosa. 

¿Quieres promover la lectura? Di algo como "proponemos abrir más bibliotecas, ampliar horarios, financiar actividades de fomento de la lectura y dotar de dinero y libros a las localidades con menor índice de lectores". 

Pero claro, eso suena a "se necesita pasta" y no queremos sonar así, queremos sonar a dar saltos por la pradera, cantar el Lalalá y todo es beautiful. 

Después pasan a criticar "La noche de los libros" que para ellos es un "macro evento pero poco más". Vamos a ver, un "macro evento" de tres pares de cojones que hace que las librerías en Madrid estén abiertas hasta las mil, que la gente salga a la calle a comprar libros y se acerque a los mostradores en las calles, que se organicen charlas, presentaciones y firmas, que haya ciclos de documentales y exposiciones. No sé, a lo mejor es que yo me conformo con poco y los de Podemos querrían una alfombra roja con escritores posando con modelos de Moschino y zapatos de Jimmy Choo o que el fantasma de Shakespeare les hablara con una ouija, pero a mí, pobre mortal madrileña, me parece un evento espectacular que saca a los libros a la calle, los lleva a primera línea de los medios de comunicación y hace que la gente compre libros. 

Sigo leyendo esperando encontrarme con esa idea genial sobre La Noche de los Libros que me deje boquiabierta y me haga tragarme mis palabras y mis pensamientos. 
“El libro tiene un capital simbólico fuerte y debemos contar con actores y deportistas famosos que promocionen la lectura entre cientos de miles. Por ejemplo, Mireia Belmonte o Mario Casas recomendando a Benito Pérez Galdós”.
Reconozco que boquiabierta sí me quedo. Y reconozco que me trago mis palabras y mis pensamientos que son sustituidos por un alarido ensordecedor ¿EN SERIO? 

No doy crédito a semejante majadería. 

"El libro tiene un capital simbolico fuerte"...todo el mundo sabe que esta es una frase que mueve a las multitudes a querer leer. Es tann apetecible...como cortarse las cutículas con un hacha. 

En el mundo beautiful de Podemos supongo que habrán pensado: 

"La Noche de los libros es una memez de evento. Sí, la gente sale a la calle, compra libros y va a las librerías pero eso es solo un macro evento. Enseñémosles el sentido de la vida y hagamos que Mario Casas les hable de Benito Pérez Galdós. Hordas de lectores vamos a conseguir, alcanzaremos cimas de comprensión lectora jamás imaginadas, las bibliotecas rebosarán de lectores enfervorecidos, los editores nos amaran sobre todas las cosas y todo será precioso y de color azul cielo". 

¿Mario Casas y Mireia Belmonte? ¿EN SERIO? 

"Hay que tender lazos con el mundo del espectáculo" ¿EN SERIO ESTO ES LO QUE SE TE OCURRE PARA FOMENTAR LA LECTURA? 

¿Hay alguien con un cerebro en funcionamiento que crea que ver a un actor, repito un actor, recomendando a Galdós hará que broten los lectores como champiñones? 

Gracias al cielo, a la reunión se le ocurrió acudir a alguien con cabeza que argumentó que esas ideas eran una completa majadería, a lo que la aspirante a Presidenta de la Comunidad respondió:
"Nos preguntamos si debíamos quitar La Noche de los Libros. La respuesta fue no, porque ocupar el espacio público tiene una utilidad simbólica. Sin embargo, hay que dotarlo de contenido. Tenemos la voluntad política de que la cultura no sea elitista”.
Pero, pero, pero. ¿Ocupar un espacio público? Vamos a ver, si yo voy a una librería o a 25 La noche de los libros, no ocupo nada por muy simbólico que sea, voy de compras. Si voy a un concierto o a una presentación que se ha organizado desde una institución pública en una calle, una plaza o un edificio, tampoco ocupo nada, acudo a un evento. 

Me revienta la pseudo palabrería revolucionaria completamente vacía de contenido y absurda que se utiliza para sonar "distinto". Me revienta porque además no sé usarla cuando debo. A ver si la próxima vez que deje el coche en doble fila y me llamen la atención le digo al guardia "no tiene usted ni idea, no estoy aparcando en doble fila, estoy cargada de utilidad simbólica ocupando un espacio público". 

Lo de la voluntad política de que la cultura no sea elitista hablando de lectura es de bofetón con la mano abierta. Si algo no es la lectura, es elitista. Está al alcance de cualquiera. Todo aquel que quiera leer un libro o acceder a una biblioteca puede hacerlo ahora mismo. 

¿Debería haber más bibliotecas? Sí.
¿Debería fomentarse la lectura? Sí.

¿Cómo se hace esto? Con pasta, con campañas institucionales de fomento de la lectura que cuestan dinero, con charlas en los colegios pagando a la gente que da esas charlas. Con talleres en las bibliotecas para niños y adultos para acercar la lectura pagando a los profesionales que los imparten. 

Enséñame la pasta para todo eso y déjate de Mario Casas hablándome de Pérez Galdós, con todos mis respetos a Mario Casas y a Pérez Galdós. 

¿La manera de fomentar la lectura es a través de un actor de series de televisión? ¿Eso es lo que se te ocurre? ¿Y una nadadora de élite? Y ¿Son lectores de verdad, quiero decir, les gusta leer o los vas a usar como gancho? 

¿Vas a hacer que la lectura no sea elitista pagando a alguien para que anuncie que bueno es leer? Y ¡Qué tal si pagas para permitir que la gente acceda a la lectura y la descubra? 

De política no me gusta hablar pero es que hay cosas que me tocan muy dentro. 

Para fomentar la lectura lo que hay que hacer es apagar la tele y leer, que tus hijos, tus amigos, tu pareja, tus compañeros te vean leer y disfrutar con la lectura. Que te vean disfrutar tanto que te digan 

"Jo, ¿qué estás leyendo? me estás dando envidia. Yo también quiero".