Hoy es viernes de fiestas.
Este fin de semana en la moliconcepción temporal del año se acaba oficialmente el verano. Da igual que siga haciendo este calor asqueroso, infernal y sin sentido, se acaba el verano, por fin.
Viernes de fiestas es una fecha en el molicalendario como mi cumpleaños, los reyes magos, san canelón o el cumpleaños de las princesas.
Las fiestas de Los Molinos no tienen nada especial frente a otras fiestas de otros pueblos. Son como todas, pero puedo recorrer toda mi vida pasando por distintos recuerdos de las fiestas.
Cuando era canija, las fiestas eran unos días raros. Muchas veces ya habíamos empezado el colegio pero seguíamos en Los Molinos, mis padres apuraban el veraneo franquista hasta octubre. De repente...llegaba el fin de semana y la rutina de levantarte, jugar, piscina, comida, siesta, piscina y más juegos se rompía. Había que ir al encierro por la mañana, nada de piscina. Cuando tienes 8 años esto es un drama. Te arrancaban de tu rutina de piscina chupi y te llevaban andando con un calor de mil pares de narices al pueblo a ver el encierro. Yo no le encontraba la gracia claro, hacía mucho calor (¿he dicho alguna vez que el calor saca lo peor de mi?), había mucha gente, y para conseguir ver algo de los toros tenías que pasarte una hora sentada en un palo mirando gente pasar. Tus padres intentaban compensarte o más bien conseguir acallar tus protestas “ me quiero ir a casa”, “ yo me quiero ir a la piscina”, “tengo calor”, “me aburro”, comprándote patatas fritas o un martillo de caramelo. Las patatas funcionaban como solución para callarme. Los martillos de caramelo eran mala idea, eran pegajosos, difíciles de desenvolver y a nada que te descuidaras se te había pegado el pelo al puto martillo. “ Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa….se me ha pegado el pelo”.
Otro gran momento cuando eras cani y ese si molaba, eran los fuegos del sábado por la noche. Era un momento mágico...tus padres te bañanan y después no te ponían el pijama...¡¡te ponían vaqueros, jersey y chupa!! (Es curioso el fenómeno de amplitud térmica en las fiestas…a mediodía mueres deshidratado y por la noche por congelación), cenabas y luego se salía de casa. No dabas crédito…era tannn especial. Bajabas a la plaza del pueblo y asistías con la boca abierta a la exhibición de fuegos y al momentazo en el que de un palo saltaban unos petardos, se desenroscaba una imagen del Cristo de la Buena Muerte y sonaba el himno nacional. Te ibas a dormir sintiéndote tann mayor.
Con 12 o 13 años, las fiestas suponían un momento de libertad, de sentirte mayor. Te dejaban bajar al encierro con tus amigos, y ese sentimiento de “que mayor soy”...conseguía mitigar el calor de mil pares de cojones, el polvo asqueroso de los caminos y perderte la piscina ya no era un drama, casi se agradecia, te libraras de ese momento de vergüenza de dios mio...me ha crecido el pecho…tengo que sacar chepa. Por supuesto, pasarte dos horas subida a un palo para ver pasar los toros, ahora molaba, eran dos horas de cotilleo a ver si pasaba menganito y te miraba ( nunca te miraba) o fulanito o quien fuera. Con esa edad recuerdo perfectamente un encierro en el que por alguna razón, me ofusqué muchísimo y para mostrar convincentemente mi hostilidad hice un corte de mangas... ...sin percatarme de que molimadre me estaba viendo. Obviamente, se acabaron las fiestas para mí.
Cuando el nivel hormonal subía y toda tu existencia giraba en torno al momento “salir”, es decir, con 15 o 16 años, las fiestas eran el mejor momento del verano. Se suponía que los padres abrían la mano, te dejaban salir por la noche “es que son fiestas” y había menos control. Se suponía todo eso…y en molicasa se descartaba por completo.
- ¿salir por la noche? ¿A qué? ¿Con 15 años? Ni lo sueñes. Como mucho el sábado y a la 1 en cuanto acaben los fuegos derechos a casa.
Te sentías tan desdichada por no salir por la noche sabiendo que todos tus amigos estaban por ahí de juerga. Era tan deprimente levantarte por la mañana y bajar al encierro pronto y ver aparecer a tus amigos horas después con cara de “me acosté a las 3”…sentías que te lo estabas perdiendo todo y estabas deseando que acabaran las fiestas para volver al ritmo normal en el que todos hacíamos lo mismo.
Con esa edad recuerdo perfectamente un día que mi padre se apiadó de mi desdicha o estaba hasta el moño de verme con cara de ajo y me dejó salir el jueves de fiestas. Recuerdo estar bailando enfervorecida en un bar subida a un poyete, mirar hacia la puerta y ver aparecer su cara sonriendo, mirar el reloj y hacer un gesto diciendo...” se acabó lo que se daba”. Nos metió en el coche a 2 amigas, el hermano de una de ellas con un pedo de colores y a mí. Arrancó, se giró y dijo
- ¿qué Javier…demasiada agua, no??
Más adelante en mi vida, las fiestas han sido una época de descontrol total. De beber hasta morirme, de no dormir hasta extremos increíbles, de llevar al límite mi resistencia física. Recuerdo perfectamente con 22 años o así, despertarme un miércoles después de llevar sin parar desde el domingo y ponerme a llorar pensando que todavía me quedaban 4 días de juerga sin fin y encontrarme al borde del colapso. NI que decir tiene, que se me pasó el llanto y seguí al mismo ritmo.
En fiestas también fue uno de mis grandes momentos etílicos…me desperté en mi cama sin saber cómo había llegado allí. Me duche como pude, me vestí y bajé a la cocina para encontrarme con unas palabras escritas en la pizarra de la cocina completamente ininteligibles pero con mi letra. Aquello me dio mala espina...pero me deslicé fuera de casa para irme a currar. Lo peor vino, cuando me monté en mi coche y no me llegaban los pies a los pedales. Obviamente alguien más alto que yo, había cogido mi coche y me había traído a casa…15 años después no he conseguido recordar quien fue ese alguien.
En fiestas también y completamente por sorpresa...” no puede ser que este tío de verdad esté queriendo ligar conmigo, me lo estoy imaginando o voy más borracha de lo que me creo”…ligué con uno de los tíos más guapos con los que he estado nunca. (Ahora que lo pienso esto se me pasó en “mi no vida amorosa”)
Desde que tengo a laz princezaz vivo las fiestas de otra manera. Maquino como colocarlas el viernes para poder salir a beber como si no hubiera mañana, me levanto el sábado con una resaca mortal y una holgura craneal de la que creo que no voy a recuperarme nunca. El cuerpo me pide quedarme en la cama agonizando por mi falta de control sobre mi ansiedad etílica...pero ellas no perdonan: ¡¡vamos a los toros!!! ¡¡Vamos a los toros!!!!...y haciendo un ejercicio supremo de amor maternal, me levanto, engullo unos ibuprofenos y bajo andando con la caloreta infernal al “encierro chico” primero y al encierro de mayores después.
Sufro, pero encontrarme con mis amigos de toda la vida...con la misma mala cara que yo, las gafas de sol, el pelo mojado de la ducha, mirando los castillos hinchables donde nuestros churumbeles son felices me reconforta. Entonces Fede dice:
- Moli...estamos fatal pero ayer lo dimos todo en la plaza. Esta caña es para ti…o nos mata o aguantamos hasta la noche.
Ese momento mola mil.
PS: la foto ya la había puesto, pero es que me mola mucho y no se me ocurre nada mejor para ilustrar este post. Y no lo explico más. Ah..y tengo exactamente la misma pinta. Me parto.
PS: la foto ya la había puesto, pero es que me mola mucho y no se me ocurre nada mejor para ilustrar este post. Y no lo explico más. Ah..y tengo exactamente la misma pinta. Me parto.