
He doblado tantas esquinas de las páginas que ahora dobla su grosor...ni siquiera he copiado los párrafos que más me han gustado en mi cuaderno de lecturas porque casi habría tenido que copiar el libro entero.
Lo terminé hace una semana y llevo con él dando vueltas en mi cabeza. ¿Escribo algo? Esto me va a quedar muy grande pero en fin, voy a intentar hacer unas cuantas reflexiones de garrafón sobre la primera de las conferencias. (Lo más inteligente es pasar de mis reflexiones y leer sólo a Oz)
Sobre la naturaleza del fanatismo, Oz repasa algunas características de los fanáticos y propone algunas soluciones para sobrellevarlos e incluso intentar reconvertirlos
«El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera».
Completamente de acuerdo. Todos queremos pensar que nosotros “nunca” seriamos fanáticos. Y puede que nunca empuñemos un fusil de asalto para matar a otro que no cree lo que nosotros creemos o pongamos una bomba para asesinar gente que ni siquiera sabemos quien es pero de la que suponemos que no comparte nuestras creencias, pero todos somos capaces de ofuscarnos, gritar, pelear e incluso insultar a alguien que osa meterse con nuestro equipo de fútbol, nuestro ídolo musical o nuestra manera de ver la vida. Así que si, todos tenemos el gen de ser fanáticos aunque nos encanta pensar que somos mejores y que los fanáticos siempre son los otros.
Como Oz es un tío listo...antes de que se le echen encima diciendo que es un exagerado, argumenta «No estoy sugiriendo que cualquiera que manifieste opiniones vehementes sea un fanático, claro que no. Digo que la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo».
Por ponerme como ejemplo. Yo puedo ser muy vehemente en mis opiniones...aunque solo lo soy cuando me enfrento a otro que creo que puede entenderme...puede no estar de acuerdo pero entenderá lo que digo...no será como hablar con un ficus. Cuando por error establezco un diálogo con un ficus que obviamente no entiende lo que le estoy explicando, y se empeña en gritarme, insultarme o decir algo que odio: no tienes razón pero sin explicar nada...siento encenderse en mí la llave del fanatismo y podría ponerme frenética. Es decir...me creo mejor que el ficus y puedo llegar a fanatizarme...pero como ya soy mayor y algo he aprendido...ahora mismo tiendo a pasar del tema completamente.
Bueno, pues a lo que iba. Oz deja claro que aunque creamos que no…todos somos en potencia unos fanáticos. ¿Qué más cosas caracterizan a un fanático?
«Todos los fanáticos sienten una atracción, un gusto especial por lo kitsch. Muy a menudo, el fanático solo puede contar hasta 1, ya que dos es un número demasiado grande para el o para ella. Al mismo tiempo descubriremos que a menudo, los fanáticos son sentimentales sin remedio. Hay algo en la naturaleza del fanático que es esencialmente sentimental y al mismo tiempo carente de imaginación. Y a veces albergo la esperanza – desde luego muy limitada- de que inyectando algo de imaginación en algunos, tal vez los ayudamos a reducir el fanático que lleva dentro y a sentirse incómodos. No es un remedio rápido, no es una cura rápida, pero puede ayudar».
Cierto. Un fanático siente un amor desmedido por aquello que defiende…aquello es lo mejor, lo único. No puede contar hasta dos...porque solo hay una cosa…lo que sea que defiende o cree. No ve más allá porque tampoco quiere hacerlo. Ni siquiera contempla la posibilidad de que haya algo más...por eso solo cuenta hasta 1.
«Conformidad y uniformidad, la urgencia por “pertenecer a” y el deseo de hacer que todos los demás “pertenezcan a”, pueden constituir perfectamente las formas de fanatismo más ampliamente difundidas, aunque no las más peligrosas».
Totalmente de acuerdo. Ahora mismo todos nos conformamos, con nuestra vida, con nuestro curro, con nuestros políticos...con todo. Nos llenamos la boca diciendo: esto es una mierda, esto es una asco, habría que hacer algo…pero en una décima de segundo decimos pero podría ser peor, o total...no debería quejarme porque hay gente que está peor que yo. Y así seguimos...con todo igual.
Lo de la uniformidad, todos nos creemos distintos...especiales, únicos…pero todos nos parecemos peligrosamente. Queremos ser distintos pero perteneciendo a un grupo….pero sin ser ese grupo. Que parezca que estamos en ese grupo porque queremos y no porque nos daría miedo estar fuera. Por eso mismo, porque sabemos que para estar fuera de lo que sea hay que ser valiente, abrir la boca, decir las cosas y lo que es más importante “hacer algo”, sospechamos del que no pertenece a nuestro grupo.
«La conformidad y la uniformidad son formas morigeradas pero extendidas de fanatismo, tengo que añadir que, con frecuencia el culto a la personalidad, la idealización de los líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, bien pueden constituir otras formas extendidas de fanatismo. El siglo XX parece haber dado muestras excelentes en este sentido. Por un lado, los regímenes totalitarios, las ideologías mortíferas, el chovinismo agresivo, las formas violentas de fundamentalismo religioso. Por otro, la idolatría universal de Madonna y Maradona. Tal vez el peor aspecto de la globalización sea la infantilización del género humano».
¡Qué gran verdad! Cada vez somos más infantiles, más malcriados, menos capacitados para la frustración y para el sacrificio. Lo queremos todo, lo queremos ahora y por supuesto nos merecemos siempre lo mejor de lo mejor aunque no hayamos movido un dedo para conseguirlo. Nuestro umbral de tolerancia hacia nuestra propia frustración es inversamente proporcional a nuestro umbral de consciencia de la frustración ajena. Y por supuesto es evidente que debido a esa infantilización somos presa fácil para caer en fanatismos absurdos: por un equipo de futbol, por un cantante, por un líder político o por una tendencia vital. Somos más infantiles, renunciamos a tener un pensamiento complejo y somos incapaces de juzgar con distancia aquello que estamos encumbrando...sencillamente es lo mejor porque es lo que yo quiero y lo que me gusta y no hay más.
Oz explica cómo hasta mediados del siglo XIX había una serie de certezas vitales para la mayoría de la gente del mundo: sabían donde vivirían el resto de sus vidas, sabían a lo que se dedicarían y creían que al morir irían a un sitio mejor.
«El siglo XX ha erosionado, a menudo destruido éstas y otras certezas. La pérdida de dichas certezas elementales puede haber provocado el medio siglo más plagado de ideologías, seguido del medio siglo más ferozmente egoísta, hedonista y volcado en los aparatos. Por lo que respecta a los movimientos ideológicos de la primera mitad, el lema solía ser: Mañana será un día mejor. Sacrifiquémonos hoy, impongamos incluso que los demás se sacrifiquen hoy, de forma que nuestros hijos hereden un paraíso en el futuro. En algún momento, en torno a mediados de siglo, se reemplazó esta noción por la de felicidad instantánea. No se trataba ya del famoso derecho a luchar por la felicidad, sino de la ilusión- actualmente tan extendida- de que la felicidad está desplegada en las estanterías, de que solo hay que llegar a ser lo bastante rico para costearse la felicidad a golpe de billete. Pero el final de cuento “fueron felices y comieron perdices”, la ilusión misma de la felicidad duradera, es, de hecho un oxímoron. Puede ser puntual o prolongada pero la felicidad eterna no es felicidad, igual que un orgasmo sin fin no sería un orgasmo en absoluto».
Nada que añadir. Perfectamente explicado.
«Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser. El fanático es una criatura de lo más generosa. El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe. Quiere mejorar tus hábitos alimenticos, lograr que dejes de beber o de votar. El fanático se desvive por uno. Una de dos: o nos echa los brazos al cuelo porque nos quiere de verdad o se nos lanza a la yugular para demostrar que somos unos irredentos”. (…) De una forma y otra el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto».
No se puede decir mejor ni con más ironía. A un fanático le quitas la razón de su fanatismo y se queda sin nada. Es nada. No hay más. Por eso no puede dejar de ser un fanático y por eso quiere cambiarte porque no puede entender que tú “seas” sin compartir lo que sea que a él le da sentido: el Real Madrid, la lactancia materna, la fe religiosa, o Justin Bieber.
«He dicho antes que, de alguna forma exigua, de forma cauta, la imaginación tal vez pueda inmunizar parcial y limitadamente contra el fanatismo. Creo que a persona capaz de imaginar lo que sus ideas implican, (…) puede convertirse en un fanático a medias, lo que ya entraña una ligera mejoría».
Creo que no se trata solo de imaginar lo que tus ideas implican...si no que es más importante, intentar imaginar lo que implican las ideas del otro. Si eres capaz de ponerte en el lugar del otro, para intentar entender en lo que cree o siente o deja de creer o deja de sentir puedes poner en perspectiva tus ideas y sobre todo puedes darte cuenta de que hay otras maneras de sentir o de pensar. Puedes no compartirlas pero por lo menos eres capaz de saber que pueden existir.
«Y sin tomarse lo que voy a decir al pie de la letra, me atrevería a asegurar que, al menos en principio, creo haber inventado la medicina contra el fanatismo. El sentido del humor es un gran remedio. Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor. Ni he visto que una persona con sentido del humor se convirtiera en un fanático, a menos que él o ella lo hubieran perdido. Con frecuencia los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. Tener sentido del humor implica habilidad para reírse de uno mismo. Es relativismo, es la habilidad de verse a sí mismo como los otros te ven, de hacer en la cuenta de que, por muy cargado de razón que uno se sienta y por muy terriblemente equivocados que estén los demás sobre uno, hay cierto aspecto del asunto que siempre tiene su pizca de gracia».
Para reírse de uno mismo hay que tener mucho sentido del humor, mucho más que para descojonarse de otro. Y hay que tener espíritu crítico...autocrítico para ser más exactos. Si te crees el top de la creación es imposible que te hagas gracia...la perfección nunca fue graciosa. Es un coñazo.
Y para terminar la reflexión final de Oz.
«A la postre, si no podemos vencer el fanatismo, tal vez podamos al menos contenerlo un poco. Como he dicho antes, la habilidad de reírnos de nosotros mismos es una cura parcial, la habilidad de vernos como nos ven los demás es otra medicina. La habilidad de existir en situaciones con final abierto, incluso de aprender a disfrutar de dichas situaciones, de aprender a gozar de la diversidad, puede también ayudar. No estoy predicando un relativismo moral total. Desde luego que no. Intento hacer hincapié en la necesidad de imaginarnos unos a otros. Hagámoslo en todos los niveles, empezando por el más cotidiano. Cuando luchamos, cuando nos quejamos. Imaginémonos precisamente cuando sentimos que tenemos un ciento por ciento de razón. Incluso cuando se tiene un ciento por ciento de razón y el otro está completamente equivocado, sigue siendo útil imaginar al otro».
Y puestos a imaginar no imagino nada, cuando digo que éste es, sin duda, el post más ladrillo que me he calzado nunca, pero me apetecía.
Al que se lo lea entero, le quiero mil.