martes, 11 de octubre de 2022

La puerta del baño

 

Mis hijas no cierran jamás la puerta del baño. Da igual la hora del día, de la noche, que sea por la mañana, por la tarde o al amanecer, que estemos en enero, noviembre o mayo, que estén solas en casa o todas juntas, que yo haya gritado como una energúmena para decir que la cierren, que les haya suplicado, que me haya hecho la digna. Da igual, la puerta de su baño siempre está abierta de par en par. Si alguna vez, una o dos creo que han sido, llego a casa cuando sé que no hay nadie y encuentro esa puerta cerrada siempre sospecho que ha entrado un ladrón o un asesino y al escuchar mis llaves en la cerradura se ha encerrado en el baño a esperar que yo pase y asesinarme. Luego recuerdo que esa puerta la cerré yo antes de irme, mientras pensaba en como desheredarlas, y se me pasa el susto. 

¿Por qué no cierran jamás la puerta? No lo sé. Cuando eran pequeñas tenía sentido, no sabían que las puertas se cerraban, su mecanismo les resultaba ajeno y cuando empezaron a entenderlo, puede que estuvieran un poco aterrorizadas por esas advertencias absurdas que hacemos los padres: ¡cuidado con la puerta que te pillas los dedos! Creo que ningún niño ni persona del mundo ha dejado de pillarse los puertos en alguna ocasión por esa advertencia pero hay una etapa de la maternidad en que te encuentras aterrorizada por esa posibilidad y lo gritas mucho. A lo que iba, puede que de pequeñas incluso la cerraran más que ahora. Ahora está siempre abierta de par en par, no entornada, ni ligeramente abierta ni prácticamente cerrada. No, abierta de par en par. Paso por el pasillo y veo mi reflejo en el espejo del lavabo, los cepillos de dientes esparcidos por el lavabo, la pasta de dientes mal cerrada, el bote de lentillas, las toallas colocadas en el toallero como si alguien las hubiera dejado caer desde otro piso, los cepillos de pelo en equilibrio en el borde del mueble, el rollo de papel higiénico encima de la papelera y en el soporte del rollo, el cilindro de cartón marrón que, como todos los que tenemos hijos sabemos, es kriptonita para los adolescentes. Es decir, ni siquiera puedo consolarme pensando que dejan la puerta abierta para que admire lo ordenado que tienen el baño, no. La puerta abierta para que su caos tenga vida externa fuera de esas cuatro paredes. Alarde. Recochineo. Desafío. He tratado de conseguir que cierren la puerta de mil maneras distintas. Pidiéndoselo por favor, rogándoles, suplicándoles, preguntándoles porqué les cuesta tanto, que incapacidad física, mental o espiritual les impide al salir del baño, extender el brazo, agarrar el picaporte, tirar de la puerta y cerrarla.  No he recibido explicación. He intentado comprarlas, por supuesto. «Os doy 50 céntimos cada vez que pase por delante del baño y esté la puerta cerrada» «eso es poco y además, ¿cómo vamos a repartírnoslo? no sabes quien la ha cerrado». Me he hostilizado y he gritado reproches de madre «DE VERDAD QUE OS COSTARÍA CERRAR LA PUERTA, SOIS UNA DESAGRADECIDAS Y SE ME QUITAN LAS GANAS DE HACER NADA CON VOSOTRAS». He dado portazos tan fuertes que ha temblado el tabique y he mirado videos en you tube para aprender a quitar las bisagras de una puerta con la intención de cualquier día quitar la puerta y que lo disfruten «¿Queréis la puerta abierta? Pues tomad puerta abierta» (De esta medida solo me separa el pequeño problemilla de donde dejo la puerta después de quitarla). Nada funciona. 

Me resigno claro. ¿Qué voy a hacer? Desheredarlas sería una opción si tuvieran algo que heredar. A veces se me olvida y casi no me doy cuenta pero, la mayoría, me crispo cuando atravieso el pasillo. ¿Por qué no la cierran? Me pongo casi existencial. ¿Son mis hijas así de egoístas? Pues claro, me respondo. Como todos. Para ellas dejar la puerta del baño abierta es algo banal, intrascendente, nimio, baladí. ¿Qué más da? Bien, a ellas no les importa, lo entiendo pero ¿por qué no entienden que para mí sí es importante? No importante como el amor, la salud, la hipoteca o que no me hablen en el desayuno pero algo significativo para mí, para mi salud y bienestar emocional. Notar como me hierve la sangre diez veces al día ante su indiferencia no tiene que ser bueno para mi corazón y ya tengo una edad. Claro, que a lo mejor esa indiferencia hacia lo que es importante para los demás se la he pasado yo de alguna manera, a lo mejor es culpa mía. 

Bah, no. Ese es el típico pensamiento de madre que se autoflagela y yo no hago eso. 

Mis hijas no cierran jamás la puerta del baño y, como ya conté una vez, comen en platos de postre porque para sacar los grandes hay que abrir las dos puertas del armario. No puedo hacer nada. Solo me queda desahogarme. Menos mal que tengo un blog. 

16 comentarios:

Anónimo dijo...

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Si quieres realmente empeñarte …
Mis adolescentes están años en el baño con la puerta cerrada…

Leo dijo...

Mi hija entiende que la ropa si hay que doblarla y guardarla es casi mejor mezclarla con la ropa sucia y echarla a lavar. Quita todos los tapones o no los enrosca y las tazas del cola cao las mete en el armario porque dice que se despista cuando va al lavavajillas. Yo aspiro a que todo esto me lleve a ir de forma obligada a un balneario de reposo en el Pirineo.

Julia De la Roza dijo...

Será que mi maternidad es demasiado reciente pero no entendía ni el post. Pensaba que no cerraban estando dentro. Yo tampoco cierro la puerta y mi madre nunca me lo ha pedido ��

Anónimo dijo...

El mío no hace nunca la cama, ni recoge su habitación….se deja las luces dadas, los armarios abiertos…. (19 añitos)
Pensaba, cuando leí el título, que no la cerraban cuando estaban dentro, que también pasa hasta en las mejores familias…

Pilar dijo...

Mis hijos no apagan la luz cuando salen del baño, en realidad no apagan ninguna luz, y no lo soporto.
Ánimo, no estamos solas.

BeaMacias dijo...

Y poner un muelle para que se cierre automáticamente? O es "el conceto'?

Anónimo dijo...

mis hijos mil veces no hacen la descarga del wc.Ese drama lo vivo con resignación mariana.
otras desganas:no tapar la pasta de dientes.Puertas abiertas de armarios
dejar los platos al borde de la encimera
Pero la que peor llevo es que se quitan los pantalones con los calzoncillos a la vez.Esto me vuelve loca
no seré yo, señor? no,son ellos

Anónimo dijo...

Platos de postre por no abrir puertas... todo me suena. A mí me preocupa su futuro, aunque no lo veo. De tres ya tengo dos fuera de casa y créeme, no voy a su casa porque es su futuro y no quiero verlo. Te harás a la idea. Solo espera.

Sonsoles dijo...

Me parto. Pues lo que te pasa con tus hijas a mí ahora me pasa con mi madre! Es peor que tres adolescentes juntos! 🤦

Maria dijo...

Buenísimo lo de comer be platos de postre!!
En casa mis tres chicos, más su padre al frente, son incapaces de bajar la tapa del WC ... Y es algo que me hace perder la cabeza jeje

Princess Valium dijo...

Lo de mis hijas es aún peor, porque así como de la nada, les ha dado por NO BAJAR LA TAPA DEL VÁTER!! Que se les olvida, me dicen.. Pero cómo puede ser??? Si es que adema3la, han bajado toda la vida y ahora.. Me desespero y no comprendo qué mecanismo mental les impide hacerlo bien. Ya otro día hablamos de las botellas de agua vacías en la nevera o el brick de leche terminado
En fin..

rousmery68 dijo...

Menos mal que tienes un blog, parte de él junto con tu libro me ha aliviado esta maternidad tan diferente a lo pensado que he tenido. Gracias y comparto y nos reímos todas.

Anónimo dijo...

¿De verdad querer tener cerrada la puerta del baño es un manía?
Julia, las puertas del baño deben estar cerradas, es un sitio privado donde se hacen cosas que huelen. Sí, HUELEN. Por no hablar de ver el váter desde el comedor.
Nunca entenderé a quien la deja abierta, allá cada uno..., pero que le des la vuelta y digas que quererla cerrada es un manía...

Anónimo dijo...

¿Después de hacer cosas que huelen cierran la puerta?
-Sí, entonces es un manía.
-No, entonces no lo es.
Supongo (no sé si es mucjo suponer) que entonces la cerraran porque el olor también les molesta a ellas. Y ver el váter desde el comedor...pues para mí no supone un problema, prefiero vistas más agradables pero tampoco me causa un trauma

Unknown dijo...

Pensaba hablar de ciertos problemas (manías?) que tienen los preadolescentes "de ahora" (infantilizados, según algunos)... pero como me va a caer el sambenito de que "nosotros éramos iguales (y por eso somos todos como Franco), lo dejo pasar... ya prefiero decir algo, sobre esos comentarios que tildan de picajosos a los padres que desean algo más de orden en casa (SU casa!)... carai, si van a tener razón "los niños"; y los adultos (tengo 72 añitos y aguanté más de 30 con preadolescentes en clase) estamos disfrutando de acogotarlos un poquito más...

Y mira que hay adultos para dar de comer aparte. Pero estamos hablando aquí, de gente que comenta en este patio de vecindad... por lo leído son adultos comprensivos (pero algo cansados), no hablo de los maltratadores (a diversos niveles) de las crías humanas... ¡que los hay y muchos!

Julia dijo...

Claro que nadie está hablando de maltrato, nadie ha dicho eso.

En mi primer piso compartido, lo único que separaba la cocina del baño era una puerta corredera. Ahí tenerla cerrada era una cuestión sanitaria (y aun así, por desgracia, servía de poco). En otros pisos en los que he vivido, la puerta del baño era totalmente irrelevante para la convivencia. En esos casos, insistir en ello era un tema de los hábitos y manías de cada uno.

Por eso, como ha dicho el anónimo de más arriba, si es algo que no interrumpe la convivencia y solo es algo que a una persona le molesta, es una manía. ¿Se puede convertir la manía en una norma? Claro, siempre se hace, en todas las familias. Todo el mundo ha ido a otras casas en su infancia y adolescencia y ha descubierto con asombro que las leyes sagradas de su casa no solo no existían en casa de algún amigo, sino que ni se planteaban. Hábitos, prioridades y manías de progenitores que asumimos como leyes hasta que descubrimos que no tiene por qué.

En cuanto a lo de "es SU casa"... me parece un mal argumento. Uno muy usado, pero bastante malo. Sí, el padre o la madre pagarán u ostentarán la propiedad de la vivienda, pero en términos de convivencia (o al menos de una convivència sostenible y agradable, sobre todo con gente adulta) la casa es de quien vive en ella y entre todas las personas se pactan las normas y los mínimos. Y creo que es un poco lo que describe Moli, que al fin y al cabo no está amenazando a sus hijas con echarlas de casa si no cierran el baño.

Me hace gracia que llamarlo manía haya molestado tanto, lo comenté solo porque me recordó a aquel post de hace años. Supongo que, como escribía Moli en aquel post, a nadie le gusta que señalen sus manías como tales.