El hotel queveo desde mi ventana tiene una terraza en el tejado. Como todos. Durante meses he visto a los empleados fregar, pulir, limpiar y preparar todo para que ahora, cuando en esa terraza se pueden freir huevos en el suelo, incautos turistas, esforzados instagramers y algún despitado se pasee, se bañe en el charquito que llaman piscina y pague una cantidad tan obscena de dinero por una bebida que en comparación desayunar en Barajas parece barato. En la terraza, además de la piscina y un chiringuito en el que despachan las bebidas a precio de oro líquido, hay cuatro sombrillas cuadradas que, como todo el mundo sabe, son antipáticas. Una sombrilla redonda es, como todo el mundo sabe, sinónimo de diversión, alegría, desorden, risas. Las cuadradas no transmiten nada de eso, son unas pijas. Transmiten seriedad, eficiencia, pijerío y hasta, si me apuras, un poquito de clasismo. Esas sombrillas que me miran por encima del hombro desde el otro lado de la calle son tristes. Ellas se saben tristes, poco sexys, poco divertidas y para tratar de compensarlo, de vez en cuando, echan agua para refrescar a los incautos a los que han engañado con su falso atractivo. Como quien salpica los langostinos en la plancha.
Veo también un par de olivos. Me los imagino en el vivero, deseando salir de alli y pensando, al ver a los clientes: «¿Me llevarán esos señores a su casa?»«¿Me querrán para su jardín?». Invento su emoción en el camión, imaginando un jardín grande, nuevo, en el que crecer y dar sombra y su desconcierto al ver el camión llegar al erial de asfalto y homigón de la Gran Vía. Los veo ahora, todavía incrédulos ante su destino: un macetero en una planta 12 bajo un sol abrasador y con un ruido infernal. Más tristeza.
Supongo que los clientes del hotel me ven mientras estoy aquí, en mi mesa, trabajando.
A lo mejor imaginan mi vida.
No creo que me envidien.
Yo tampoco a ellos.
3 comentarios:
Muy bueno eso de obviar la balaustrada... cuántas balaustradas se nos ponen delante y lo que cuesta a veces , simplemente, mirar para otro lado... lo tiene muy fácil con el Instagram y el Tikitiki... llega con usar filtros varios y borrado selectivo...
Imaginar al Olivo como ser con sentimientos ha sido cruel. Y quien te dice a tí que el Olivo no está encantado en la urbe, sin que le vareen cada temporada para hacer caer sus frutos? Madrid está poblada de personas que voluntariamente dejaron sus campos para ir a la gran ciudad, para vivir como Olivos en macetas.
Ahora me apena la vida de esos pobres olivos.
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