lunes, 23 de marzo de 2020

Estos días


«Una madre, como la salud, no se sabe lo que vale hasta que se pierde. Uno se mete en la rutina de cada día y no ve más allá de sus narices. Eso pasa. Y uno es tan paulo que sin perder la escopeta que no puede vivir sin la escopeta, pero sin perder la madre no sabe que la madre representa para él tanto como la escopeta, y que no puede vivir sin ella. Ahora veo a la madre dónde antes no la veía: en el montón de ropa sucia, en el bando de gorriones que revolotea en la terraza, en el Talgo que pasa cada tarde o en el Sagrado Corazón iluminado». (Diario de un cazador, Miguel Delibes)

Ayer por la noche terminé esta novela Apagué la luz, me hice pequeña en mi cama y me puse de fondo un podcast, City of refuge. Es una nueva rutina, una rutina de confinamiento, una rutina para conjurar el sueño y mantener la ansiedad al otro lado de la manta. La historia de un pueblo francés que mantuvo a salvo a cinco mil judíos durante la II Guerra Mundial susurrada en mi almohada es como si alguien me contara un cuento y acabo durmiéndome. Y teniendo que escuchar el episodio otra vez al día siguiente y al día siguiente y al siguiente pero no importa. 

 Me escribe y me llama gente preocupada por mí, porque cuento, escribo y digo que tengo picos de ansiedad descontrolados. Tienen miedo por mí y yo lo tengo por ellos. Si algo aprendí durante los días iguales es a reconocer y domar un ataque de ansiedad. Sé que son como montañas rusas, suben y suben y suben y suben hasta alturas que parecen no tener fin y de las que crees que te despeñarás porque no podrás aguantar el miedo por lo que te espera al final... y luego descienden y te encuentras, de repente, no en el Dragon Khan sino en el estanque de los patos y entonces piensas «¿Cómo podía tener tanto miedo esta mañana o ayer o esta noche?» y así vuelta tras vuelta. Sé además que de ansiedad no se llora, que uno quiere llorar pero lo que consigue son arcadas en vacío y gritos sin sonido, sé que te duelen las piernas de la tensión y que la ansiedad da mucho frío. Sé también que está en tu cabeza y sé que se pasa de angustia. Y sé que se acaba. 

«No escribáis diario de la cuarentena» leo por ahí o «A ver si ahora vais a ser todos diaristas» y por un momento pienso ¿Cómo voy a escribir de esto? y luego vuelvo siempre al principio, al 28 de enero de 2008 cuando pensé que esto se iba a llamar Cosas que (me) pasan y que no le interesaría a nadie pero que quizás fuera buena idea.  ¿Qué (me) pasa? Lo impensable, lo increíble, lo inimaginable, lo que nos ha convertido en personajes de serie de televisión que siempre acaba bien pero sin ser personajes, sin maquillaje y sin final feliz. Pero con final. Esto es algo que también pienso cada noche: queda un día menos. A lo mejor a alguien le parece un pensamiento idiota pero no lo es y sé que funciona porque ya lo hizo hace cinco años cuando en realidad no creía que aquello fuera a tener fin. Esto sí va a tenerlo aunque como todas las desgracias de la vida, ojalá durara menos, ojalá se pasará antes, ojalá nos dijeran cuándo acabará. Poner un horizonte temporal al sufrimiento lo hace menos, lo domestica, lo encajona. 

El castaño del jardín ha empezado a florecer. Nunca había tenido la oportunidad de verlo florecer día a día, ahora la voy a tener. Me he propuesto hacerle una foto cada día sin más propósito que mantener una rutina igual que leo el New Yorker en el desayuno, hago la cama como si fuera a venir Clint Eastwood a pasar revista y a preguntarme si soy de Oklahoma, hago mis ejercicios renegando igual que cuando salir a la calle me parecía una tortura y llamo a mis hijas «después de los aplausos» para que me miren con cara de «Mamá, eres pesadísima».

Llueve muchísimo. A mí me parece bien que llueva, es como si el tiempo nos dijera «no hay nada que ver aquí fuera, quédate en casa». Sé que a mucha gente le entristece pero a mí no. Pienso que  en el sufrimiento y el dolor te vuelves de alguna manera egoísta, te agarras a las cosas que te hacen sentir mejor, en mi caso la lluvia y los atardeceres tempranos. Pienso en el cambio de hora pero me paro antes de ir más allá, por ahí se va a la ansiedad.

Escucho a David y Cathy. Son irlandeses y viven en Inglaterra, tienen un podcast que se llama The Cinemile en el que hablan de pelis mientras van y vienen del cine. Me encantan sus comentarios porque son como los que hago yo al salir del cine. Les mando un mail porque anuncian que aunque ahora no vayan al cine seguirán comentando las pelis que ven en el sofá. Les escribo para darles las gracias porque me acompañan, porque suenan tintineantes y cristalinos (Esto es supercursi pero si en una pandemia no puedo ser cursi ¿cuándo coño voy a serlo?). Me contestan «Sending you all our love. We will keep the podcast up because it’s something we can still do that we love. Emails like yours make it all worth while. Keep in touch, Loads of love». Lloro un poco.   

A las seis, como si viviéramos en Dowtown Abbey, es la hora del té. Mi taza es blanca con una oca con un lazo azul. La compré en Sarlat en el verano de 2014 y mientras me bebo mi tila pienso en escribir este post como los escribía cuando empecé, pensando que nadie me leerá y sin releerlo. 

PS: es curioso como a pesar de estar todo el día en casa, no encuentro el momento de cortarme las uñas. 

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Un beso, Moli.

AMAIAGOEL dijo...

Gracias a ti también, por seguir escribiendo incluso ahora. Me encanta enterarme de las cosas que (te) pasan.
Sobrellevo el confinamiento con los Cazalet.
Ánimo.

Anónimo dijo...

Leerte es importante estos dias

Anónimo dijo...

Moli, si eres de Clint, tienes que ver “ El seductor “.Es bastante antigua.La vi de adolescente y ya no hubo otro comparable hasta Brad en “ Thelma y Louise”.(Brad forever)
Gracias por seguir con tus posts.Son una ilusión en el día a día .
Un abrazo fuerte

Tita dijo...

Es verdad, pasará, todo, siempre pasa.

Me ha encantado todo el post, y la posdata de premio, me arrancaste una carcajada (mitad de identificación...procrastinando con las uñas lo más posible)

Marta dijo...

Gracias por seguir al pie del cañón.

Asun dijo...

Ana, me alegras el día cuando veo una nueva entrada de tu blog en mi mail. Hace unos días desactivé mi cuenta de Twitter porque no soportaba tanta información, tanta mala baba... a pesar de que suelo seguir a gente que me aporta positivismo, lo sucio también me llegaba y no tuve la fuerza de voluntad de obviar leerlo. Echo de menos leer tus entradas en esa red y por eso me encanta ese aviso de "nuevo mensaje" de Los días que (me )pasan. Un día menos...
Qué risa lo de las uñas! jajajaja
Gracias por seguir ahí, no estás sola.
Un abrazo

Ishfiske dijo...

Hola Moli. Llevo años leyéndote pero nunca había escrito aquí. Gracias por seguir escribiendo. Gracias.Tambien sobrevivo leyendo a los Cazalet, y es un descubrimiento que te debo. Ánimo y cuídate mucho.

Anónimo dijo...

Aaa

Anónimo dijo...

Enhorabuena Moli, sin duda tu mejor registro. Ánimo atodos