lunes, 5 de agosto de 2019

Trabajar en agosto


Volver a trabajar el cinco de agosto es sentirme la más lista de la clase y, al mismo tiempo, la niña que siempre teme que, esta vez, sus padres se olviden de recogerla. Trabajar en agosto, ir sola por la carretera, llegar al edificio, darme cuenta de que me sobran dedos de las manos para contar los coches que hay en el parking, saludar a un solo guarda de seguridad, ver la recepción desierta, escuchar el eco de mis pasos por la escalera y llegar a mi sala y ver solo dos cogotes concentrados en sus teclados, me hace sentirme como el alumno que vuelve al internado demasiado pronto, antes de tiempo. 

Trabajar en agosto cuando no tienes el buzón saturado de correos, cuando el teléfono no suena, cuando no hay reuniones porque no hay con quien reunirse es ser, a la vez, astronauta y exploradora. El edificio casi vacío parece otro planeta, un lugar completamente diferente al que por, durante el año, me muevo en plan comando: corriendo por los pasillos intentando llegar a la esquina antes de cruzarme con nadie porque yo no sirvo para el «Hola, ¿qué tal?» «Bien ¿y tú?»  Ahora sabiendo que los pasillos, la máquina de café y la cafetería son seguros, casi me apetece pasearme y quizás, recorrer algún rincón al que hace tiempo que no me acerco. 

Trabajar en agosto es creerte el rey del castillo, del edificio, de la fotocopiadora y de la máquina de café. Es sentirte okupa de un piso piloto, con todo el espacio a tu disposición sabiendo que nadie vendrá a molestarte mientras te lavas los dientes en el baño o rellenas tu botella en la fuente. 

Trabajar en agosto es vivir antes de tiempo, imaginarte que has viajado al futuro, pensar que has llegado el primero, mirar hacia atrás y sentir que puedes disfrutar de la calma y el espacio antes de que llegue la turbamulta. Te fuiste antes y ahora estás ahí antes que ellos, eres el primero, el mejor, el más listo. El rey del mundo.  

Trabajar en agosto también es sentirte, un poco,  el niño al que no invitan al cumpleaños, el pringado al que no dejan entrar en la discoteca, aquel al que siempre le toca el regalo más cutre del Amigo Invisible. Te consuelas pensando que tú ya has estado de vacaciones, que en agosto está todo más tranquilo, que hay menos trabajo o que el que tengas podrás hacerlo a tu ritmo, como a ti te gusta, sin prisas y bien hecho, pero en el fondo escuchas una vocecita que te dice «a lo mejor te equivocaste pidiendo las vacaciones, el año que viene hay que organizarse para no volver tan pronto»

Trabajar en agosto es pensar la primera media hora «¿Qué coño hago aquí?» y el resto del día sorprenderte sintiendo «Oye, pues no se está tan mal, lo mismo lo malo del trabajo es la gente». 

Trabajar en agosto es pasarte dos horas siendo Marie Kondo ordenando el correo atrasado de todo el año y rompiendo papeles que ni recuerdas que tenías y otras dos haciendo planes para, a partir de este momento, ser metódica, organizada y cumplir un planning. Y empezar el planning por colocar sobre la mesa todo lo que piensas leer y analizar durante este mes que ahora, mágicamente, se ha convertido en un mes lleno de posibilidades, un mes que te permitirá ponerte al día con todas los asuntos que realmente te interesan de tu trabajo pero para los que nunca tienes tiempo.  

Trabajar en agosto es poder permitirte sentirte  a ratos un poquito superior y a ratos una pobre huerfanita digna de muchísima compasión. 

Así estoy hoy, que no sé si soy el próximo Steve Jobs o la protagonista de La princesita ( novela que si no habéis leído es que no habéis tenido infancia)de Frances Hodgson Burnett. A ver en que me he convertido a final de mes. 


7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Me encanta!

Te leo desde la oficina...vacía :D .



María

filoloca dijo...

Qué envidia... yo también trabajando, pero en mi curro siempre hay gente, demasiada para estar a gusto.
Suena bien lo de la oficina para ti solita, yo firmaría.

Anónimo dijo...

La gente es lo malo de los trabajos, así es. Mi trabajo de ensueño sería hacerlo desde casa o en una oficina sin compañía. La gente me produce ansiedad.
Feliz agosto en soledad laboral.
Teka

Anónimo dijo...

Ya sé que suena a tópico! Pero quė suerte tener un trabajo aunque sea en agosto. Y qué suerte saber contarlo tan bien. Seguro que a final de mes te convences.

Marta dijo...

Y luego todas las tardes al pueblo, no? Eso en realidad son medias vacaciones. Ideal... Tu si que sabes elegir...

Anónimo dijo...

Qué envidia trabajar en una oficina, no todos tenemos esa opción. De hecho, no todos trabajamos en oficina, aunque según los medios y las conversaciones parecen dar por sentado que así es. Mi oficina es la caravana.

María Dolores dijo...

Me ha encantado, hemos vuelto el mismo día y la sensación es la misma pero yo creo que el año que viene repito, son mas los pros que los contras.