domingo, 23 de septiembre de 2018

Ryan Gosling y demasiadas cosas

Look through any window, Ralph Fleck
Está mal que yo lo diga pero elegí muy bien el nombre del blog.  Esto se podía haber llamado de mil maneras distintas: El caballo negro, como mi primer diario, o Cuaderno de notas porque, total, ¡qué más daba si nadie iba a leerme! Pero no, en un raro rapto de inspiración se me ocurrió Cosas que (me) pasan, y aparte de ser bastante resultón, me ha salvado la vida muchas veces. Cuando no sé qué escribir, cuando no se me ocurre nada, siempre pienso ¿qué cosas (me) pasan? Y ya está.  

Estoy tan bloqueada de inspiración que hoy, domingo por la tarde, me he puesto a trabajar, a adelantar tareas de mi curro. ¿Son urgentes? Bueno, más o menos. ¿Alguien me presiona para adelantarlas? No. ¿Por qué lo hago? Porque si estoy trabajando no estoy pensando en qué no sé me ocurre nada. He mandado veinte mails concertando citas para el martes en San Sebastián porque mañana me voy, otra vez, para allá. La semana pasada en el aeropuerto me crucé con Danny de Vito y ruego a Dios, al karma o a quién sea que a quién me encuentre mañana o pasado sea a Ryan Gosling que acaba de llegar allí (llevando, por cierto, una cazadora roja de cuero bastante sexy). Eso sí que sería una COSA para contar. «Pues mirad, chavales, ayer estaba cenando en un restaurante en Donosti y, de repente, en la mesa de al lado estaba Ryan que resultó ser encantador y que, además, se quiso hacer esta foto conmigo en la que los dos salimos estupendos» Por favor, esto podría contarlo en la residencia de ancianos en la que mis hijas me visitarán el primer domingo de cada mes y ser la «loca de Gosling» o en los cruceros de solteros de Royal Caribbean y dejar a mi público con intriga sobre mi intimidad con Ryan. Creo que incluso me haría youtuber para poder contarlo BIEN, moviendo las manos y todo eso.  

Me pasa que no se me ocurre nada para escribir porque ando como pollo sin cabeza. Duermo dos días en una cama, la noche siguiente en un hotel, las dos siguientes en mi guarida, otra en Madrid, dos de hotel. Estoy rozando el nomadismo. Vivo pegada a una maleta y eso implica estar recontando mentalmente la ropa interior que tengo limpia y su adecuación a la ropa que pienso llevar y la gente que voy a ver. Además tengo más trabajo, trabajo de ese de tres mierdecitas aquí, cuatro cosas allí, tres mil quinientas veintitrés reuniones y ciento veinte mil correos electrónicos con tantas variables que al final me siento como si fuera uno de esos chinos con palos que sujetan platos. Con lo fácil que sería decir «dejad que me encargue yo, obedeced mis órdenes y todo será más sencillo». Pero no se dejan. Lástima.  He terminado de leer Los detectives salvajes de Roberto Bolaño y cuando lees algo tan bueno, tan estupendo y te dedicas a escribir en tus ratos libres piensas «Y yo, ¿por qué no lo dejo? No debería ni tocar esas palabras con mis sucias manos». 

Ed Sheeran también ocupa mi cabeza y esto sí que me revienta. Me perturba mucho este tío porque es la prueba más palpable de que mis hijas y yo somos de dos generaciones tan lejanas como dos galaxias. ¿Cómo puede gustarles este tío? ¿Qué le ven? Yo, Springsteen. Ellas, Sheeran. Un abismo intergeneracional nos separa. Y lo peor es que este tipo con el mismo atractivo que una toalla de playa descolorida ocupa mi mente porque tengo que conseguir entradas para su concierto. Como no se me ocurre nada, me consuelo pensando en que si consigo entradas y acabo sentada en una grada viendo a mis hijas en plan fans de los Beatles gritando como locas, tendré otra cosa interesante sobre la que escribir. No sería ni de lejos tan interesante como la cosa con Ryan pero seguro que sería capaz de escribir algo divertido. 

San Sebastian, la ciudad más bonita del mundo. Hacer la maleta. Ha llegado el otoño. Ir al fisio. Meter el diazepan en el neceser. Los tacones, que no se me olviden los tacones. Apuntar las citas en el cuaderno. Coger el libro. Sacar fotocopias del DNI de las niñas. Ver el último capítulo de Better call Saul. Pedir cita en el traumatólogo. Pedir cita en el osteópata. Conseguir cazón. Hablar con el pintor. Escribir una charla. Mirar el tiempo en Cracovia en diciembre. Dejar de escribir este post para sacar la tarjeta de embarque del vuelo de mañana, descubrir que no tengo el localizador, saber que me voy a pasar la noche dando vueltas pensando en que no podré coger el avión. 

Me consuelo pensando que, a lo mejor, no se me ocurre nada porque (me) pasan demasiadas cosas.  


7 comentarios:

marisa dijo...

A mis 41 son fan de bruce y de ed sheeran. no existe un abismo intergeneracional, es una cuestion de gustos. A Ed sheeran aun no lo he visto en concierto, pero a bruce springsteen 2 veces. en sus conciertos no lleva repertorio, durante casi 4 horas, toca las canciones que le pide la gente y versiones que son mejores que la original. Brutal. Ahí sí dudo que Ed esté a su altura. bsos

Anónimo dijo...

precisamente Bruce cumplió ayer 69 años... ¿una foto en su honor?

Sara M. dijo...

Bueno, es que si te encuentras a Ryan, me da igual que lo hagas en YouTube, IGTv, o en stories, pero nos lo cuentas BIEN. En cuanto a Ed Sheeran, pues a mí también me gusta, será que mi hijo me fríe a canciones suyas, pero está bien. Aunque físicamente, el chico de Maroon 5 está bastante mejor.

Anijol76 dijo...

No creo que sea abismo generacional, tú y yo somos de la misma y para mí Gosling tiene el mismo atractivo y expresividad que una toalla de playa descolorida.

Tita dijo...

Cualquier cosa que cuentes estará bien.

Te recuerdo que debes una de llamadas telefónicas con tu madre. Ahí lo dejo.

Eliahh dijo...

Supongo que no te lo encontraste porque no hay una entrada de ello en el blog, pero no pierdas la esperanza. Una vez, hace como diez años, esperando a mis padres en el aeropuerto de Düsseldorf en la puerta equivocada, apareció Mark Vanderloo.
Corriendo me puse a hacerme una foto con él, tapando a su crío con el que viajaba, mientras el amigo que me acompañaba me recordaba que debíamos buscar la puerta con mis padres.
Resulta que habían volado juntos y según mi madre era ese señor que "no debe ser extranjero del todo, porque entiende español, y será modelo pero llevaba al niño lleno de mierda, toda la cara sucia de papilla".
Pobre hombre, salió por otra puerta para evitar ser reconocido y ahí estaba yo.
Lo del tío de la toalla de playa, tampoco lo entiendo. Pero hay a quien le gusta Sabina.

Migas de Palabras dijo...

Las cosas que (me) pasan es un nombre bueno de blog pero sobre todo el cómo lo cuentas es extraordinario, supera el nombre... las mayores risas leyendo yo las pasé contigo que lo sepas.