lunes, 3 de octubre de 2016

Dejando atrás septiembre

El último tren del mes, la sexta vez que recorro este trayecto. Voy camino del sol, del atardecer soleado dejando atrás la lluvia, las nubes y el cielo gris que tanta ilusión me ha hecho ver esta mañana al levantarme en mi tercer hotel del mes. 

Esta vez he tenido suerte y nadie se sienta a mi lado. Al otro lado del pasillo, un par de jovenzuelos americanos, demasiado grandes para sus cuerpos y desmesurados para los asientos de RENFE, duermen plácidamente. Uno de ellos, con pinta de bebé grande y una melena rubio platino enmarañada en un moño, me tiene hipnotizada con su postura para dormir. Ha bajado la mesita y él es tan grande que creo que se le debe clavar en el ombligo, ha colocado encima la mochila y tras meter los brazos por las mangas de la camiseta ha apoyado la cabeza y ronca como un bebé. Lleva calcetines blancos metidos en unas zapatillas de loneta de colegial. Sus pies son pequeños para lo descomunal que es. 

Este mes he sido una mujer a una maleta pegada, he arrastrado mi ropa de un sitio a otro continuamente. No he dormido más de tres noches en la misma cama, la misma casa o la misma ciudad. He cenado cereales casi todas las noches y engullido ibuprofenos preventivos cuando cenaba otra cosa, siempre acompañada de vino. He ido al cine tres veces, terminado dos libros y  firmado un contrato. He tomado notas mentales y escritas en los sitios más extraños.  

¿Dónde estaba el día 1? Miro por la ventanilla y a pesar de que solo han sido treinta días me parece casi otra vida. Estoy agotada, exhausta, satisfecha pero fantaseando con un mes, con quince días de no hacer absolutamente nada, lejos de todo. 

Definitivamente la lluvia se ha quedado atrás, pega el sol entre Burgos y Valladolid, y todo está amarillo. Los americanos se aburren y resoplan. Tengo la sensación de tener el mes de octubre ante mí, con todas sus casillas en blanco, con horas para rutinas de madre, con tardes para pasar en casa cocinando y cenando como una persona normal y no como un personaje de serie americana. Un montón de días en los que cuando me despierte sabré en qué cama, en qué casa y en qué ciudad estoy durmiendo. En mi cama. Octubre va a ser mi estancia en la montaña mágica. 

Los americanos se bajan en Segovia. Dejo septiembre atrás. Lo he exprimido hasta la última gota, no he dejado nada por hacer y me imagino el mes como un amante exhausto que me dice "no puedo más" y se alegra de mi próxima ausencia, que aprovechará para recuperarse. 

El solterismo mola mucho pero es agotador... noviembre prepárate. Volveré con fuerzas renovadas. 


1 comentarios:

José A. García dijo...

Septiembre siempre nos deja pensando...

Saludos,

J.