jueves, 3 de marzo de 2016

En la ventisca


La ventisca es tan fuerte, nieva tantísimo, que pienso que estamos a dos rachas de viento de que los Odiosos Ocho llamen a la puerta de la cocina. Después de cerrar con llave, echo un último vistazo por la ventana. Nieva en horizontal.

Subo. En el cuarto de las niñas hace frío. Más que en el resto de la casa. Las dos paredes y el tejado están expuestos al exterior, a ese viento que arrecia cada vez más y a la nieve. Sopla tan fuerte que las ramas del pino tocan la ventana. Arropo a las princezaz y compruebo que en estas camas me parecen otra vez pequeñas, frágiles. En sus camas de Madrid me asusta lo grandes que parecen ya.

Por enésima vez esta noche, un nuevo microcorte de luz. Siempre igual. Se va la luz, contienes la respiración y piensas ¿y si no vuelve?, y vuelves a respirar cuando todo se enciende de nuevo.

Me lavo los dientes y me pongo el pijama y un jersey. Abro las cortinas a pesar de que el cristal está helado y la nieve se acumula en el cristal; quiero ver el viento desde la cama. Justo cuando me acomodo y cojo el libro, la luz vuelve a irse y un mensaje inesperado me llega al móvil.

Contengo la respiración, pienso ¿y si no vuelve?... y no vuelve.

Menos mal que había cargado el móvil antes. ¿Se irá la conexión de datos? ¿A qué viene este mensaje? ¿Bajo a por una vela para leer un rato? ¿Contesto? ¿Y si no vuelve la luz? No podré tomarme el café mañana. Podría coger el coche y bajar a un bar, aunque a lo mejor la carretera está imposible. Podré bajar andando; pero claro, si no hay luz para qué van a abrir el bar. No me gusta el café frío.

Otro mensaje.

¿Bajo a por la vela o no? Subir con la vela encendida por las escaleras es como de peli de miedo. Puedo encenderla ya arriba. ¿Y si me duermo leyendo y se queda encendida y se prende fuego la casa? ¿Vuelvo a contestar? A lo mejor mañana no podemos bajar a Madrid pero a mí lo que me preocupa es el café.

Las cuatro... ya está bien de mensajes que me estoy durmiendo.

Me despierto tapada hasta las orejas cuatro horas después. Salto de la cama. La ventana está cubierta de nieve y fuera todo está blanco y sigue nevando. La luz no ha vuelto.

Me pongo otro jersey; bajo. Molimadre está ya en pie y ha encendido la chimenea.

-¿Te caliento el café en la chimenea?

Mi madre es McGiver.

Un par de horas después, todos están levantados y la luz ha vuelto. Desde la ventana veo a M afanándose en el jardín para hacer un muñeco de nieve gigante. Tiene un método: comienza con una pequeña bola que va empujando para hacerla girar y que sea cada vez más grande. Lleva mis botas, mi camiseta, mi jersey y un gorro de rayas con el que parece un personaje de dibujos animados.

Golpeo el cristal para que sepa que la estoy mirando. Se gira y sonríe. Sonríe completamente feliz. Debe estar congelada porque lleva una hora fuera trajinando con la nieve. Tiene los ojos brillantes, agita la mano para saludarme y vuelve a su muñeco.

Salimos a dar un paseo. Se ha calmado el viento y la nieve recién caída cruje con nuestros pasos.

Nieve polvo. Así es, nieve polvo recién caída esperando a que alguien la estrene; y ese alguien somos nosotros.

La nieve no es como la arena de playa, que según pasas te olvida. La nieve guarda tu paso, tus huellas, tu recuerdo. El rastro que dejas en la nieve permanece, es el premio por haber sido el primero. El primero en salir del calor de casa, el primero en llegar a ese camino, el primero en lanzarte a caminar por ella, a tumbarte, a hacer el ángel. Sabes que cuando vuelvas al calor de casa tu huella seguirá ahí.

-Mamá, me encanta este día.

A mi también.


11 comentarios:

HombreRevenido dijo...

Ay, los inviernófilos.
Yo estoy en contra del frío. Pero reconozco que esos días de nieve, en los que uno casi desconecta del resto del mundo, se salvan.

BeatrizC dijo...

Desde el páramo árido q es el sur de Madrid sueño con vivir un día así

sonia dijo...

Qué bonito,me ha encantado.Pero yo corría bien las cortinas,para estar más resguardados del frío de afuera.Me ha gustado mucho lo de Molimadre y me has hecho teletransportarme a esa casa mientras lo iba leyendo.

Tita dijo...

Hasta a las veranofilas como yo acabamos estremecidas de bonito que queda tras la ventisca...que daba miedo!
Siempre tengo miedo e la nieve y de la carretera, luego las veo en la nieve y se me olvida un rato.

Melli Toral dijo...

Una entrada entrañable y preciosa

javi dijo...

Si te soy sincero, he paleado tanta nieve y tanto hielo estos dias que la odio. Se me pasará, y sabré apreciar tu día.

NáN dijo...

¡¿Quién es la escritora de puta madre que lleva 300 años haciendo perfectas crónicas íntimas para el New Yorker y ahora ha okupado la mente de Moli?! La que sabe contar con los mínimos recursos lo que es una nevada en la casa de la sierra, lo que esa nevada es para ella. La que minimizando los recursos en “instantáneas” (sí, escritas igual que antes tirábamos fotos con una polaroid), dedica unas palabras, maravillosamente definitorias, a sus compañeras humanas: a lo pequeñas que son sus hijas en esas camas, a una de sus hijas que, contra el frío y viento del exterior, hace tranquilamente un muñeco de nieve, se vuelve hacia su madre Moli y la sonríe a través de la ventana, a la madre de Moli como McGiver, a esa madre encontrando un punto de paz en la guerra eterna madres-hijas en la satisfacción que les da a las dos la tormenta de nieve.

Todo tan minúsculo, tan perfecto: tan logrado eso tan difícil de borrar (o no escribir) lo innecesario.

No sé quién eres, escritora de puta madre que has ocupado la mente de Moli. Pero ¡te prohíbo que te vayas de ahí!

Nisi dijo...

Soy una persona 100% de verano, pero la nieve me pirra, supongo que porque he tenido pocas oportunidades de verla/pisarla/tocarla/disfrutarla. Mataría por un día de nieve así.
Por contradecirte un poco, ser la primera persona que pisa la arena de una playa (no tocada por las mareas) después de un día de lluvia es muy similar a pisar nieve recién caída. También se oye el crujido de la arena bajo tus pies. Y esa arena también te recuerda.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con NáN. LLevo mucho tiempo leyéndote, aunque no comente casi nunca. Antes me dejaba caer por aquí para ver si me echaba unas risas con las cosas que (te) pasan por la cabeza. Pero ahora estoy deseando leer un nuevo post tuyo por lo bien que escribes y el buen sabor de boca que me queda cuando termino de leerte, cualquiera que sea el tema sobre el que escribas. Creo que tu evolución es más que evidente y te felicito por ello.

mundOpiruletA

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hermano E dijo...

Si ya lo dices tú, eres una chica con suerte. No sólo eres inteligente, culta, atractiva, con un montón de amigos y una familia estupenda, sino que además tienes un casoplón en la sierra. (Envidia de la mala)

Los que vivimos en la periferia no tenemos esos buenos momentos tan frecuentemente, pero recuerdo una nevada hace ya un purrela de años, cuando mi hijo estaba en esa edad en la que todavía se dejan achuchar. Nos levantamos antes que nadie, cogimos el trineo, y nos fuimos a la dehesa de encinas que hay cerca de mi casa, abriendo huella en la nieve, mi hijo embelesado arrastrando sus manos fuera del trineo,.... un día inolvidable, de esos que quedan en tu memoria como los mejores de tu vida. Rosebud.