sábado, 16 de octubre de 2021

La tintorería y los recados


Ayer me pasé por Henry a recoger una alfombra. Pocas cosas son más "hacer recados" que ir a la tintorería. Junto con pasar por el estanco a por sellos (para mis cartas a USA) y a la farmacia a por Frenadol, son la trinidad de los "recados". Hubo un tiempo en que ir al banco y a por el pan también eran recados pero recordemos que el cuquismo y la imbecilidad mató al banco y la masa madre y el postureo a la panadería. 

Para saber si vives en un barrio barrio, en una zona superviviente a la oleada de franquicias o en una recreación cuqui de una película americana, tienes que buscar una tintorería. No una lavandería ni un centro de planchado ni, por supuesto, una franquicia de Todo limpio o como se llamen. Busca una tintorería de verdad, una que se llame Mercedes o La luz o, como la de mi barrio, Henry. 

No hay nada que huela más a barrio que una tintorería. En los dibujos animados cuando algo huele mucho, bien o mal, ese olor se pinta como un humo sinuoso que serpentea por debajo de las puertas como una culebra y se mueve luego por el éter hasta llegar a otra casa, una ventana, una puerta o las narices de alguien. Así me imagino yo el olor de la tintorería de barrio. No es agradable, no es horrible, huele a química y a limpieza. A limpieza de verdad y no a limpio de mentira, de enseñar en instagram. Es un olor característico que te garantiza que tu ropa volverá limpia, un olor que dice "sabemos lo que hacemos". Una tintorería de barrio es como un balneario para tu ropa, tu alfombra o tu colcha. La llevas allí a que les den un tratamiento y descansen hasta que vayas a recogerla. 

Henry es el dueño de la tintorería, es alto, calvo, moreno e impone. Un hombre que maneja la plancha y el vapor con esa maestría es tan impresionante como James Bond. Ayer, mientras esperaba que me trajeran mi alfombra del sótano en el que había pasado el verano (16 años yendo a esa tintorería y ayer me enteré de que tienen sótanos...qué maravilla) observaba a Henry planchar unos pantalones azul oscuro de caballero y me quedé embobada. Qué delicadeza, qué efectividad, qué manejo de la arruga, el doblez, la plancha y el vapor. Abre la plancha gigante, posa la pernera, baja la plancha, pisa el pedal y de una nube de humo emerge el pantalón planchado y perfecto convertido en algo a estrenar. La tintorería también es la Lluvia de estrellas de la ropa. Entran siendo un guiñapo y salen, entre el humo, deslumbrantes. (Ayer también pensé que ahora mismo no conozco a ningún hombre que lleve traje a trabajar). 

Henry y su mujer, que es menuda, muy delgada y que  Lleva unas enormes gafas de personaje de dibujos animados y teclea en el ordenador sin dejar de hablarte, tienen ya una edad. Ayer, de vuelta a casa,  mientras cargaba con mi alfombra deslumbrante, oliendo a limpio y a descanso de verano en un sótano fresco y oscuro, pensé que cuando ellos se jubilen, la tintorería cerrará (¿quién quiere ser tintorero ahora mismo?) y tras las puertas cerradas, a la espera de un inversor que quiera poner algo cuqui, se quedaran las prendas que nadie recogió nunca, colgadas de bolsas de plástico, con números apuntados en trozos de papel que son un código que solo Henry y su mujer entienden. La plancha gigante se parará, el humor desaparecerá y con el olor a limpio, a tintorería, a barrio.  

Espero haberme mudado cuando eso ocurra. Y ya sabéis, si os vais a mudar que sea a un barrio con tintorería con ropa colgando. Seréis más felices y podréis hacer recados que es algo que junto con sobrevivir a las arenas movedizas era algo que, los que tenemos más de cuarenta, creíamos que era la base de ser adulto. 

9 comentarios:

Esther dijo...

La tintorería de mi barrio cerró el año pasado.... 😞

Berna Wang dijo...

Pues ahora que lo dices, tendré que buscar la de mi barrio. Aunque mi criterio para saber si un barrio lo es, es si hay mercería y ferretería, que es mi comercio favorito de todos porque tiene muchas cosas cuyo nombre desconozco.

Irene dijo...

¡Qué verdad más grande! Lo que pasa es que si sigues rascando acerca del futuro de las tintorerías, implica varias cosas más profundas, a saber desde mi punto de vista:
1) Tener el concepto de que las alfombras hay que limpiarlas, y en verano, se guardan (parece una evidencia pero ante lo primero muchos esperan a que esté guarrindonga para tirarla y pasar por Ikea a por otra. Ante lo segundo, sólo pensar en pies, calor y alfombra, me entra el repelús)
2) Tener ropa que aprecies, que quieras mantener a lo largo de los años, vamos, el clásico “poco pero bueno” (normalmente la ropa a granel no requiere ese trato)
3) Sentir la necesidad de llevar las prendas habituales planchadas, sólo entonces trasciendes a llevar a la tintorería abrigos, edredones, etc.
4) Conocer el concepto “temporada”: hay ropa de verano, de invierno, de entretiempo…y cuando acaba una época se guarda todo LIMPIO hasta que se vuelva a sacar.
Ana, ¡es que pides mucho!
Se te ha olvidado mencionar que como en la tintorerí te regalan la percha, puedes llenar el armario con ellas, todas igualitas, y así evitas el ruido visual ;)
Un día escribe sobre las ferreterías, por fi, para mí tan fundamentales como las tintorerías o panaderías.
Bss
Irene

Alberto Secades dijo...

"el cuquismo y la imbecilidad mató al banco y la masa madre y el postureo a la panadería".

No puedo estar más de acuerdo.
Alguien tenía que decirlo.

Gracias

regaliz dijo...

Tintorería que no se ni cómo se llama “el tinte” , zapatero de los delantal de cuero y montones de zapatos que llevan eones allí a su espalda, farmacéutica que conoce las dolencias de todo el personal del barrio, panadería pastelería donde el panadero hace “cruasanes”, suizos (de verdad de la buena ) y palmeritas de choco, te preguntan por tus padres, tus hijas, tus hermanas y siempre, siempre tienen un chupachups o un bombón para el niño de turno…, cafés pagados para mañana en la cafetería y vecinas charlando en las esquinas compiten con nueva lavandería, panadería de masa madre y panes de diseño, piji floristería y las inevitables chinas diseñadoras de uñas, el súper de toda la vida acaba de perder la batalla, por jubilación, frente a un Carrefour Express; pero si, creo poder decir que este es un barrio, barrio

Anónimo dijo...

A partir de los cuarenta y cinco la vida simplemente te adelanta por la izquierda y por la derecha, son demasiadas las cosas que pensábamos que eran inalterables y que de un plumazo desaparecen de nuestras vidas, no hablo de grandes cosas no, hablo de las pequeñas, detalles, comportamientos que de repente ya no están. Supongo que eso es hacerse mayor, si es así desde luego no es lo que yo esperaba ni quería.

Vicent.

Dorotea Hyde dijo...

Hace un par de días me enteré de que la tintoría a la que mi madre y yo íbamos desde siempre cerró el año pasado y me entró tristeza. Sé que es irracional, pero así fue. Lo primero que pensé fue en los cientos de prendas de ropa que nadie recogería y lo segundo en que ese barrio se ha ido apagando poco a poco y esta es una luz menos. ç
Un saludo.

sonia dijo...

La trinidad de los recados,cuánta razón!
La tintorería a la que tengo que ir está instalada dentro de un centro comercial,la última vez fui a llevar un abrigo negro de paño;he recordado cuando era pequeña que ibas con tu madre a la tintorería a recoger prendas,ese olor a limpio,como tú bien dices de aquí se sabe lo que se hace...
😊

Maman Bohème dijo...

Yo vivo en un barrio de Buenos Aires que todavía huele a cuando era pequeña. Hay almacenes que venden todavía las especies, los cereales, las aceitunas a granel. Es una delicia. Hay una tintorería dónde atiende una familia de toda la vida que son japoneses...
Hay la perfumería antigua.
Tiendas de pasta a granel, heladerías a granel. La típica fiambrería...
Me dieron muchas ganas de escribir sobre ello.
Gracias 😊