jueves, 21 de febrero de 2019

Tengo flow

Ángela es veinte años más joven que yo y, sin embargo, tiene una presencia tan maternal que solo con verla ya me duele menos. Todos los días me recibe preguntándome qué tal estoy mientras levanta las cejas con ese gesto que en las madres siempre quiere decir: «me da igual lo que me digas, no me lo voy a creer». Mientras fuerza mi hombro hasta que lloro, a veces hablamos y otras veces escuchamos. Las clínicas de fisioterapia sin hilo musical y sin puertas son un sitio fabuloso para escuchar la vida. 

Además de Ángela, está Carmen. Habla con todos sus pacientes como si fueran sus amigos, les regaña por no descansar, por no tomarse la vida con más calma. Tiene solo treinta y un años pero habla como si ya lo hubiera aprendido todo, como si su única función en la vida, a partir de ahora, fuera repartir esa sabiduría por el mundo mientras masajea hombros, cuellos, gemelos o pies. Yo también tuve treinta y un años pero nunca he sido buena aconsejando. Tumbada en la camilla, esperando a que me llegue el turno, escucho la sesión de terapia que tiene con Isabel, una señora a la que no he visto nunca pero de la que tengo una imagen mental creada a partir de sus palabras. Isabel llora, se le saltan las lágrimas mientras cuenta como es rehén de su marido enfermo. Llora, se lamenta, se queja «estoy enterrada en vida, no quiere que le deje solo ni medio minuto y yo necesito aire» y al minuto siguiente lo disculpa «es un hombre maravilloso, yo sé que se esfuerza y que lo que pasa es que me quiere mucho,que me necesita» A él lo imagino sentado con una manta en las rodillas, cerca de una ventana exigiendo el periódico, las medicinas, el mando de la televisión y quejándose por comer sin sal. Ella me da pena porque se toma la sesión de rehabilitación como el paseo del preso por el patio de la cárcel, es el mejor momento de su día. 

Los hombres, en general, hablan poco, yacen boca abajo en las camillas, con los brazos colgando a los lados como los vaqueros borrachos en los westerns. Esperan callados, sin leer, sin escuchar música hasta que Ángela o Carmen les tratan y mientras están en sus manos apenas murmuran algunas palabras. La única excepción es Ángel, un señor bajito, recio, contundente y siempre sonriente. Tiene las rodillas machacadas y el otro día le confesaba a Carmen «no sé cuándo me he hecho mayor, hace nada yo trepaba a los árboles, subía a las ramas más altas y, de repente, me he convertido en alguien al que le duelen las rodillas y las manos todo el tiempo. Yo era un chaval y ahora soy un viejo y ha sido muy rápido». Le escucho mientras hago ejercicios con unas pesas de medio kilo, mientras me miro al espejo de cuerpo entero colocado, supongo, con la intención de hacer parecer la sala más grande. Me veo reflejada y me pregunto en qué momento me he convertido en alguien con una pinta que haría que sus hijas se avergonzaran y su madre levantara las cejas pensando «¿en qué me equivoqué contigo?» Los miércoles en una de las camillas a la entrada hay una cría rubia, de la edad de mis hijas. Mira su móvil mientras Ángela manipula su tobillo que ha pasado de ser un botijo de un bonito color morado a tener un aspecto más o menos normal. Hace unas tres semanas empezamos a hablar, tiene esa dulzura en la mirada y en la manera de hablar que tienen los adolescentes que no son tus hijos y que cruzas los dedos para que las tuyas tengan cuando están con desconocidos. Se ha destrozado el pie jugando al baloncesto y su madre está muy preocupada pero que ella no cree que fuera para tanto. Hablamos de baloncesto, de fútbol, de su colegio que está tres calles más arriba y de mi trabajo, «¡oh, tienes el mejor trabajo del mundo!» Ahora, todos los miércoles, cuando me ve llegar con mi    pinta de haberme escapado de un correccional de peli de los ochenta, me mira como si se alegrara de verme: «¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Qué tal todo?» Es tan dulce que mientras me quito el abrigo imagino que en su casa es una niña satánica, contestona y dificil para que se me pasen las ganas de llevármela a casa y proponer a sus  padres un intercambio. 

–¿Sabes lo que me ha dicho hoy cuando te ha visto y has ido a cambiarte? Me ha dicho «me encanta esa señora, tiene mucho flow».–  me dijo ayer Ángela. 

Al llegar a casa, se lo conté entusiasmada a mis hijas.

–Chicas, me ha dicho una niña de vuestra edad que tengo mucho flow. 
–Mamá, eso es muy arroba 2014. 

He decidido raptar a la niña dulce. Nadie sospechara de una señora con mucho flow. 

18 comentarios:

Anónimo dijo...

A diferencia de la crisis de la mediana edad, el flow se pierde cuando se habla de él.

BeatrizC dijo...

Y lo de arroba 2014 qué quiere decir? Supongo que entiendo lo de 2014, pero lo de arroba me deja picueta 😂😂

sonia dijo...

Ja,ja,ja,debe de ser ,lo de @2014,de ser muy viejo ¿no?

Pilar dijo...

Lo de arroba también lo dice mi hija delante de cualquier cosa . Eso es muy arroba tal, mira que arroba cual...Y yo que pensaba que eran chaladuras de ella 🤦

Bea dijo...

no será "muy hashtag 2014" ? porque no sucede lo mismo en redes sociales cuando con @2014 que con #2014

y por otra parte, disfruto mucho leerte. Los cinco (vale,10) minutos de café y lectura antes de perderme por horas en mi trabajo, son definitivamente tuyos.

Anónimo dijo...

Yo me había quedado en lo de una dependienta que,aconsejándome sobre la talla, me dijo “una talla menos no, ni de fly”. Di por hecho que quería decir “ni de coña”, y efectivamente con una talla más estoy mejor, pero... ay, ¡qué mayor me sentí!

Vyp dijo...

No solo es cuestión de los hijos. Las madres también tenéis otro rollo con criaturas adolescentes ajenas que con las vuestras.
Qué bueno es "tener flow y ponerse hyper".
Saludos.

Anónimo dijo...

Qué buen final!!!!

Todavía me estoy riendo...

Imaginarte sonriente y pensando lo de la niña satánica me hace mucha gracia también!

Genial post para acabar un jueves...

Ángela Torrijo dijo...

Es genial. Me ha encantado.

NáN dijo...

¡Guau! Post como este no solo te hacen reír. Te dan ánimo ante la vida, un elixir que escasea ultimamente.

Alicia dijo...

Pues si a mi un adolescente me dice que tengo flow, lo grito a los 4 vientos, se lo repito a mi hijo mil veces, " tu madre mola, tu madre es guay, tu madre tiene flow", que por cierto que es?

Sara M. dijo...

Jova, con lo de la arroba me he perdido. ¿Se estarán haciendo mayores mis hijos?
El intercambio de adolescentes siempre es un bien propuesto, pero nunca aceptado. Supongo que es porque en realidad, bajo las múltiples capas de adolescencia, son nuestros y los queremos.

Tita dijo...

Yo no tengo dignidad (ni supongo que flow) hasta que se demuestre lo contrario, esto es, hasta que un alma caritativa me explique (con dibujitos si es posible) que es @2014 y tener mucho flow, por saber si tengo.

Muy fan de los post costumbristas

Anónimo dijo...

Todo esto te ha quedado muy adolescente. Pero supongo que uno nunca se cansa de buscar la aprobación ajena y , claro, es difícil obtenerla cuando el hogar ha sido tomado por adolescentes de verdad.

Anónimo dijo...

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La palabra Flow es de origen Inglés y hace referencia a las palabras "corriente" o a "flujo". Con exactitud no se puede aplicar una definición exacta para la palabra "Flow", aunque la gran mayoría de raperos usan esta como sinónimo de la velocidad al rapear.
Fuera del rap es como decir que molas.

Anónimo dijo...

"Flow" es estilo. Tener flow es, entonces, tener estilo.

Anónimo dijo...

Tener flow y swag también, venga.

Jorge Ariz dijo...

Me has hecho sonreír, a estas infames horas, justo antes de ir a la mina.

Y es que hoy en día los críos hablan mu´ raro, se comportan mu´raro, todo el día con la nariz metida en la pantallita. (Dice un tipo con canas en la barba, que participa en un foro internético, escribe tonterías en un blog, manda unos trescientos mil wassaps cada día y hace comentarios a las 2,30 de la madrugada sobre una entrada de una bloguera desconocida, pero que es como de la familia).

Mola mazo. Decían los jóvenes hace nada.
Mola mogollón, decíamos nosotros.

Nasti de plasti, decía mi hermana mayor.

La vida es como la gigantesca bola de piedra que persigue a Indiana Jones, si te descuidas pasa por encima de ti y te deja un tipín que no veas.

Todos andamos ya con fisios, hija mía, todos.

Un saludo.