martes, 30 de junio de 2015

Lecturas encadenadas. Junio

Se termina junio y he retomado el ritmo lector. No dormir y el calor aplastante contribuyen a que lea más. El balance general del mes es: seis libros. Tres escritos por mujeres. Dos ensayos. Un comic. Los resultados han sido desconcertantes.

Empecé el mes con The Gluten Lie: And Other Myths About What You Eat  de Alan Levinovitz. Llegué a este libro a través de un artículo en internet del propio Alan que me llamó la atención y tuitee. Mi sorpresa fue que el propio Alan me escribió después para darme las gracias y ofrecerse a enviarme el libro a mi casa ¡desde Nueva York! Por supuesto, acepté su propuesta y nada más llegar a casa me puse con él. Obviamente, por ser un tema que me toca muy de cerca, la moda de no comer gluten porque es "más sano" y las dietas basadas en supuestas exclusiones de alimentos me tocan mucho la moral y me apetecía leer algo sobre el tema. El libro de Alan es muy muy interesante, ameno, entretenido y se aprenden un montón de cosas que te dejan con los pelos de punta. Es impresionante como si te pones a pensarlo todas las supuestas dietas milagro se basan en lo mismo: un estudio médico del que se "leen" los datos que interesan, un reclamo de un pasado paradisiaco en el que nuestros antepasados vivían felices sin enfermedades que hoy en día nos matan, un alimento maravilloso que lo cura todo y unos cuantos sinvergüenzas que se aprovechan de la gente. Alan Levinovitz recorre la historia de las dietas "sin", sin grasas, sin azúcar, sin gluten explicando todos los estudios, las tretas, la publicidad engañosa y tratando de hacer frente a la actitud de "enfrentamiento" hacia la comida que la sociedad del primer mundo está desarrollando. Es un libro que recomiendo muchísimo y si no leéis en inglés, estáis de suerte porque próximamente se editara en castellano. ¡Ah! Alan habla un español (escribe) perfecto porque trabajó mucho tiempo en Sevilla.


En el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU escribí un post con una de las historias increíbles que cuenta Alan sobre celiaquia y plátanos unida a otra super historia sobre golpes de estado. ¡No os la perdáis!

Salvar A Mozart de Raphael Jerusalamy fue el segundo libro del mes. Había leído todo tipo de alabanzas por twitter y en algún blog y me decidí a pedirlo a la editorial Navona que siempre son encantadores conmigo. Además, está editado en la colección Ineludibles con esas tapas de tela tan preciosas y con tacto rasposo que me encantan.

Todo tenía buena pinta: el tema, la editorial, la colección, el título, el bonito color gris de la portada... pero no pudo ser. En ningún momento conseguí interesarme por la historia del viejo músico Steiner, recluido en un asilo-hospital en Salzburgo mientras la ocupación alemana se consolida y todo su mundo, incluido el famoso festival de música se tambalea y es barrido por la barbarie nazi. Le he estado dando vueltas y puede que el tema no me haya enganchado porque cuando has leído tanto sobre historia de la II Guerra Mundial, con historias reales que son espeluznantes tanto por el horror como por el heroísmo, la ficción se queda corta y resulta superficial. La historia del viejo músico que trama una venganza contra los nazis es como un telefilm de Antena 3 frente al Padrino. Se deja ver pero resbala.

Y llegamos a las mujeres. Empecé con una irlandesa, Edna O´Brien y su Las chicas de campo  regalo de mi amiga Catalina. ¡Mil gracias! Todos los libros que tienen como protagonistas a chicas irlandesas se parecen. Todos tienen el mismo tono, los mismos prados húmedos, las mismas chicas especiales dentro de una familia "normal", muy a menudo un padre borracho y violento, un pueblo cotilla, un futuro ideal que raramente alcanzan y que, en el caso de alcanzarlo, resulta ser un fiasco total... siempre es más o menos lo mismo. La historia de esta novela me ha recordado muchísimo a Brooklyn y a "El color de la leche". Es una novela agradable sin más, se lee rápido y poco más. La protagonista no consigue emocionar al lector y en muchos momentos da pena porque es tan obvio lo que va a ocurrir que da vergüenza ajena verla ir directa hacia ello. 
"Aquel fue el último día de mi niñez".
Sobre la siguiente lectura del mes, La dichosa importancia de la belleza de Amanda Filipacchi, ya lo dije todo hace un par de semanas. Es una novela espantosa, no hay otra manera de definirla. ¿No debería despellejar un libro cuando es tan horrible? ¿Debería callarme siguiendo esa frase tan bonita de "si lo que vas a decir...blablablabla...no digas nada"? Sinceramente creo que no. A la editorial no les ha gustado mi crítica y me lo han hecho saber. Están en su derecho. Y yo en el mío de decir que la novela de Filipacchi es horrorosa, lo peor que he leído en el año.

En mi visita a la feria del libro compré La Utilidad De Lo Inútil de Nunccio Ordine. Un breve ensayo que tenía en mi lista de pendientes desde que el año pasado lo mencionó Fernando Cossio en una charla en San Sebastián. Tenía curiosidad a pesar de que no sabía si iba a resultarme demasiado denso o un aburrimiento. Ha sido una completa sorpresa y una delicia de lectura. Ordine reflexona sobre la importancia de hacer las cosas sencillamente por hacerlas sin que tengan que tener una finalidad posterior, sin que tengan que servir para nada. La inutilidad en la literatura, en las universidades y la ciencia, en el amor. He doblado muchísimas esquinas y copiados multitud de párrafos que seguro que me inspiraran en algún momento. Es un gran ensayo muy recomendable para leer y releer y aprender o, mejor dicho, recordar que podemos hacer cosas en nuestro día a día que no sirvan para nada.

Me encanta esta reflexión en una época en la que todos guardamos nuestra "parcelita" absurda de saber y muchos se consideran expertos y guardan lo que saben como si fuera oro.
"El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse. Solo el saber -poniendo en cuestión paradigmas dominantes del beneficio - puede ser compartido sin empobrecer. Al contrario, enriqueciendo a quien lo transmite y a quien lo recibe". 
"Como le sucede a los peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un peligroso desarrollo".  

El mes lo he terminado con otra mujer con la que tengo una relación de "Amor verdadero y absoluto por haber escrito una de mis novelas favoritas" mezclada con ratos de "No te soporto porque eres una intensa, una pedante y un aburrimiento". Estoy hablando de la siempre etérea y envidiada Siri Hustdvedt.

El mundo deslumbrante es su última novela y ha sido regalo de un descerebrado. ¡Gracias! Esta historia se encuentra justo en el extremo de "Siri no te soporto". Es un coñazo supremo, un aburrimiento insportable, una tortura de lectura y además Siri alcanza unas cumbres de pedantismo culturetas que me dan ganas de apedrearla en plan "Jehová, Jehová" de los Monty Phyton.

La historia es idiota (aunque no tan idiota como la de la Filipacchi) pero lo peor no es eso. Lo peor es que Siri copia personajes de otras de sus novelas, situaciones, ambientes, hasta las obras de arte que hace la protagonista se parecen a las que hacia Bill en "Todo cuanto amé". "El mundo deslumbrante" es como la versión en serie B de la gran novela de Siri y hace aguas por todas partes. Las reflexiones filosóficas son enrevesadas y están encajadas a martillazos en la historia, los personajes con un vago (por decir algo) aire Austeriano resultan planos, son como sombras y, en resumen, no hay absolutamente nada aprovechable en toda la novela.

Para cualquier lector de las novelas de Siri es más que evidente que este trabajo no aporta absolutamente nada, es una suma de pequeños trocitos de sus anteriores novelas encajados a martillazos. Una pérdida de tiempo para el lector y para Siri que podía haber dedicado su tiempo a intentar buscar otra inspiración y ahorrarse este trabajo innecesario, tedioso y aburridísimo.
"El nacimiento, al igual que la enfermedad y la muerte, no dependen de nuestra voluntad. Simplemente suceden. El "yo" no tiene nada que ver con ello".
En algún momento del mes leí el segundo tomo de Akira. Por ahora sigo aunque para nada me está entusiasmando.

Y con esto y un bizcocho y recomendando mucho los dos ensayos de este mes... hasta los encadenados de julio.


viernes, 26 de junio de 2015

La calle que mide mi mundo

La calle se llama Majalastablas. Todo junto, un nombre extraño, resonante y con muchas aes. ¿Las tablas son majas? ¿Qué tablas? ¿Pueden ser las tablas majas? Estas y otras preguntas parecidas, que nos daban muchísima risa, nos hacíamos cuando éramos pequeños y todo nuestro mundo en Los Molinos se reducía a ir de un extremo a otro de esta calle. 

Treinta años después, Majalastablas sigue casi exactamente igual. Sin asfaltar, el mismo recorrido, las mismas torrenteras cuando llueve, (casi) las mismas casas, el polvo de arena los días de verano cuando hace un calor infernal, la oscuridad de las noches cuando en las casas que la flanquean no hay gente, el cambio de rasante... y el mismo comienzo en la cuesta de la estación y el mismo final en la "calle de tu casa, Moli".

Empezando por el final que podría ser el principio, pero que es el final porque siempre ha sido así; a mano derecha hay una casa que no estaba cuando yo era pequeña. Había un prado donde el vaquero metía las vacas cuando las sacaba del pasto que había detrás de nuestra casa. A veces, la cerca se quedaba abierta y las vacas salían a la calle y los coches se las encontraban paseando tranquilamente. A mano izquierda está Piedras Grises, con un seto enorme de arizónica que no deja ver la casa. A veces hay gente, pero otras muchas veces está vacía. Hacen fiestas; o hacían. Odio las arizónicas. 

Un poco más adelante está La casa amarilla, una de mis favoritas de Los Molinos. Es una casa enorme y, obviamente, es amarilla. He estado un millón de veces dentro y es maravillosa, como de película. Siempre pienso que ya no se construyen casas así; es espectacular y con un encanto increíble. De pequeña me fascinaba el gran salón con ventanas circulares, una chimenea gigante ¡y una mesa de ping pong! ¿A quién quiero engañar? Me sigue fascinando. La casa, el porche, la gran escalinata para subir al piso de arriba, la cocina amplia y blanca restaurada con los muebles de los años 50. Mi primer amor infantil vivía en esa casa ¡Hola A, si me lees! Me parecía el colmo de la guapura y el atractivo, y su madre montaba unas fiestas increíbles en verano. ¡Tenían una piscina gigante con trampolín de tres alturas! Hace poco trepé la tapia y la piscina está rellena de tierra. Lloré del disgusto, aunque sé que era inevitable que algo así pasara con esa casa. El jardín era tan enorme, ¡pista de tenis, parterres y parterres de rosas, decenas de caminos secretos para esconderse!, que se dividió cuando llegó el momento de las herencias. 

Pasada la gran verja de la casa amarilla, donde pone "Torreglory", un nombre horrible y que nadie conoce, hay una versión reducida de la gran casa. Es la antigua vivienda de los guardeses y es una preciosidad, como si los enanitos de Blancanieves se hubieran hecho una versión a escala. Por supuesto, ya no viven guardeses y hace tiempo que es una vivienda independiente de la grande pero tiene tanto encanto como la casa madre. Jamás he estado dentro y siempre que paso intento ver quién vive. Me imagino viviendo en ella y asomándome a las ventanas del piso de arriba con dos trenzas y corpiño. 

Nada más pasar esta casa está el cambio de rasante. De pequeños nos parecía una cuesta enorme que primero nos daba miedo bajar en bici y más tarde, perdido el miedo, fue el escenario de cientos de caídas en bici, rozaduras en las rodillas y manos despellejadas al perder el control o quedarnos frenados en la arena que el ayuntamiento echaba de vez en cuando para intentar rellenar los baches. 

Cuando era pequeña empezaba ahí la "zona de miedo". A la derecha, un prado lleno de zarzas, fresnos y sin luz. A la izquierda otra gran casa, una mansión que ocupaba toda la manzana y en la que no vivía nadie. Piscina, pista de tenis, rosaleda, gran jardín y una gran casa, enorme, de piedra. Los dueños se arruinaron o algo así y la propiedad se fue deteriorando hasta que otra familia de Los Molinos de toda la vida compró todo el terreno y construyó varias casas. No están mal y gracias a ellas ahora hay luz en ese tramo, pero no es lo mismo. En el prado sigue habiendo fresnos pero ya no hay zarzas, no se pueden coger moras... se puede jugar al pádel. 

En la esquina del prado de los fresnos está Los Molinillos. También conozco a los que viven allí, son amigos de mis padres. Bueno, los dueños originales eran amigos de mis abuelos, y sus hijos amigos de mis padres...puff, tengo mil historias sobre ellos. Incluso estuvimos en México en casa de uno de ellos cuando le destinaron allí... Él estaba, está, es un poco peculiar. Me daba miedo de pequeña, ahora no le soporto... cosas buenas que tiene la edad. 

Justo enfrente de Los Molinillos, está San Huberto. Ni sé las veces que he estado en esa casa; miles. Desde los diez años que entré por primera vez hasta el verano pasado, que fue la última que volví a entrar. En ella vivía y vive mi amiga S. Ella y todos sus hermanos; y ahora todas las parejas y montones de niños. He dormido, comido, merendado, celebrado bodas, cumpleaños y bailado coreografías imposibles enfrente de toda una patulea de familiares a los que no sé como conseguíamos reunir para jalear a siete niñatas haciendo el tonto. 

El adosado en el que han vivido varios de mis amigos, San Agustín, otra gran casa con gente sólo en verano que se sentaba en tumbonas con cojines de rayas azules y blancas, Samay Huasi, víctima de algunos de mis actos de vandalismo infantiles, El Naranco, su caravana con pegatinas de escudos de todas las ciudades de Europa en las que sus dueños habían ido de camping y su tapia, en la que nos pasábamos horas comiendo pipas y viendo pasar a la gente. Y al principio de la calle, La Perla y el Buzón. 

Todo sigue ahí, todo sigue exactamente igual. O no. Hay menos gente, las casas están más tiempo vacías y ya no es una calle oscura. Majalastablas era la medida de mis paseos y de mi mundo... sigue siéndolo. 

Recorría Majalastablas lo más rápido que podía porque lo importante era llegar. 

Ahora la recorro llena de nostalgia, disfrutando de lo que queda, añorando lo que ya no está y recordándome y sintiéndome con doce años. 

Majalastablas, la medida de mi mundo. 

miércoles, 24 de junio de 2015

Un abrazo

"No me beses, abrázame fuerte". 
"Abrázame y déjame llorar hasta que me duerma".
"Dame un abrazo y deja que me haga pequeña".

"Dame un beso de verdad, con abrazo", le digo a las princezaz. 

Nada consuela como un abrazo y hay pocas cosas más íntimas y más personales que abrazar a alguien. En un abrazo te tocas mucho, aunque sea un abrazo de esos de tíos,  de palmearse la espalda como si quisieran palparle la médula ósea al otro. Entonces, si es algo tan íntimo y que hacemos con tan poca gente, ¿por qué narices firmáis los mails con "Un abrazo"? 

Recibo un mail de alguien a quién no conozco o conozco muy muy ligeramente. Correcto, simpático, amable, interesante y, al final, "Un abrazo". Me quedo clavada en esas palabras, "un abrazo", con las orejas de punta, como un perro perdiguero. Intento imaginarme abrazando al remitente y a duras penas lo consigo. Empiezo a pensar en qué pondré yo de despedida cuando conteste. Ni de broma pondré un abrazo, no me visualizo siendo acogida en los brazos de ese desconocido/a. ¿Un beso? Si el semidesconocido ha puesto un abrazo a lo mejor un beso le parece demasiado íntimo... aunque no lo sea. ¿Un saludo? Si pongo eso me siento José Luis López Vázquez en una película de los años 60. "A los pies de su señora"

Cuando yo era pequeña, se saludaba a la gente que conocías con un solo beso y a los desconocidos se les estrechaba la mano en un apretón más o menos caluroso, dependiendo del grado de conocimiento. Sólo a algunas señoras muy cursis se les daba dos besos. En algún momento, entre mi niñez y mis veintipocos, todo cambió y muchas veces me encontré en la violenta situación de darle un solo beso a alguien que se quedaba con la cara cruzada esperando el segundo. El beso único desapareció, el apretón de manos desapareció y el gesto absurdo de los dos besos se instauró para saludar a conocidos y desconocidos. 

Bien, me plegué a la nueva fórmula de cortesía de los dos besos (falsos) con choque o roce de mejillas y dejé el beso único para los de amor verdadero o para los niños. El apretón de manos quedó relegado a ocasiones muy muy oficiales y muy muy serias. Entendí el nuevo protocolo y todo iba bien. 

Pero llegó el mail y sus despedidas y me encuentro en un mar de dudas. Si el mail es de mucha confianza, lo normal es que no lleve ni despedida o ponga algo inconveniente, como "que os den" o "no te soporto". Si es de amor verdadero, pues "Un beso", "Un beso enorme", o "Besos (todos)", o cualquier otra cosa de ese estilo. Si es un mail de amistad, pues "muchos besos". Pero, ¿qué pongo si el destinatario no es un Ministro pero tampoco es mi amigo? 

Me resisto a poner "Un abrazo". Me imagino encontrándome en persona con ese semidesconocido y abrazándolo, y noto cómo mi cuerpo hace la cobra y se resbala de esos brazos. No puedo poner "Un abrazo" sin sentirme violenta o mentirosa. 

La mayoría de la gente que se despide con "un abrazo" lo hace con buena intención (y seguro que no le ha dedicado horas a meditarlo como yo) pero también sé que cuando los encuentre nos daremos los dos besos absurdos y pasaran años (si es que eso sucede) antes de que compartamos un abrazo. 

Un abrazo implica tocarse mucho, rodearse, acogerse, sentirse, sostenerse. ¿Por qué lo ponemos en los mails? ¿No lo pensamos? ¿Deseos reprimidos? 

Deberíamos instaurar el "Dos besos" como fórmula de cortesía. Tendría todo mucho más sentido y yo me sentiría muchísimo menos violenta imaginando gente a la que tengo que abrazar. Soy capaz de imaginarme dando dos besos a prácticamente todo el mundo, pero abrazo a muy poca gente. Soy de poco tocar y me da mucho pudor. 

Eso sí, si firmo un mail con "Un abrazo" eso es exactamente lo que significa, que quiero abrazarte. 

lunes, 22 de junio de 2015

Ensayo sobre los vaqueros

Yo confieso que tengo siete pares de vaqueros. Me los pongo todos, cada uno tiene una función distinta y su momento. Los tengo de "qué piernecillas tienes" y de "Moli vas como un saco". Nuevos y heredados. Oscuros y claros. 

¿Tengo demasiados? ¿Qué verdades absolutas se pueden aprender de mi experiencia? 

Primera verdad: un vaquero que te gusta no se tira hasta que literalmente se deshace y no hay manera de arreglarlo ni con parches ni con zurcidos de la Abuela Cleta. Esto se aplica a ellos y ellas. Ellas suelen ir enseñando cacha del culo y ellos los pelos de los huevos... Se aguanta hasta que se desintegra el pantalón o tu pareja/madre los tira. 

Segunda verdad: jamás hay que comprarse un vaquero si no estás absolutamente convencido de que te gusta. Un vaquero no aguanta "no me gusta mucho pero con esta camiseta disimula". O te encanta o criará polvo en tu armario por los siglos de los siglos con breves intentonas, cada vez más espaciadas en el tiempo, de ponértelo acompañado de esta frase "¿y estos vaqueros? ¿por qué no me los pongo? No pueden estar tan mal.....Vale. Al armario otra vez". 

Tercera verdad: en los vaqueros hay modas; estrechos, anchos, de tiro bajo, de tiro alto, pesqueros, arrastrados, con vuelta, sin vuelta, negros, azules oscuros, nevados (sí, sí... no os hagáis los tontos), rotos, sin romper...y mil más. En la escala que va de "cambiar mis vaqueros todos los años por los que están de moda" a "hago que me traigan mi modelo desde China por mensajería porque lo llevo usando 20 años"...cada uno ocupamos un lugar. En los de China todos son tíos y en los de cambiar creo que casi todas son ellas y tienen menos de 25 años. 

Cuarta verdad: todos tenemos manías con los vaqueros. TODOS, y el que diga lo contrario miente. Las manías de ellos se concentran en una: estos son los vaqueros que me gustan y para cambiar de modelo y/o color tiene que darme un ictus, me tienes que prometer sexo salvaje 15 días seguidos y/o me da por el running pierdo 15 kilos y descubro que los vaqueros que he estado usando toda mi vida me quedaban fatal. 

Las manías de ellas van desde tener un vaquero para cada ocasión: un vaquero mono, uno para llevar con sandalias, uno para ir al monte, otro para tacones a manías del tipo "yo no uso pantalones pitillo porque tengo los muslos/rodillas/culo/cintura gorda/flaca o lo que sea". 

Quinta verdad: todos los que tenemos 40 años en algún momento de nuestra adolescencia lloramos por unos Levis aunque nos quedaran de angustia. 

Sexta verdad: los vaqueros aguantan casi todo sin dar vergüenza ajena pero no todo. No, repito, no se puede consentir en un hombre esos vaqueritos de tela fina con el cinturón apretado y que hacen globo en el culo. NO. 

En ellas, por favor, NO se puede consentir el vaquero de cintura a la altura del tercer espacio intercostal. 

Sexta verdad: cuando no sabemos qué ponernos todos queremos ponernos vaqueros. 

Séptima verdad: los vaqueros en verano dan calor. 

Octava verdad: la limpieza de los vaqueros es algo muy subjetivo y su valoración cambia con la edad. Cuando eres pequeño no entiendes jamás que tus pantalones favoritos vayan a lavar "¡pero si están perfectos!". Después se entra en una etapa en la que lo que más molan son los vaqueros recién lavados. Es una etapa absurda en la que sólo te puedes poner los vaqueros una o dos veces antes de decidir que hay que lavarlos. Hay mucha gente que se queda en esta etapa. Conozco a alguien que tenía 7 pares de vaqueros iguales porque sólo se los ponía una sola vez antes de echarlos a lavar. 

Después llegas a una etapa en la que los vaqueros aguantan un tiempo sin lavarse. Y más allá, está la etapa en la que sólo los lavas si te tiras algo muy asqueroso encima. Pasado un determinado momento...puedes estar años sin lavarlos. 

(Si vas a un sitio donde se fume entonces hay que lavarlos, no hay nada más asqueroso que ponerse unos vaqueros que apesten a tabaco)

Novena verdad: si te quedan bien unos vaqueros, seas él o ella, no habrá nada que te quede mejor. 

Décima verdad: si encuentras tus vaqueros favoritos del mundo mundial que te quedan de lujo y decides volver a comprarte otros exactos...nunca te quedaran igual. 

Cuídalos, no los laves y aprende a zurcir. 


miércoles, 17 de junio de 2015

Candidato a peor libro del año: La dichosa importancia de la belleza

"Subversiva y surrealista". 
"Pulso cómico, inteligencia y dulzura".

Juro solemnemente que todo lo que voy a relatar es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 

Sé que es increíble, pero no me invento nada. 

La dichosa importancia de la belleza es el sofisticado y absolutamente vacuo título del peor libro que he leído en los últimos cuatro años y uno de los más horribles de toda mi carrera lectora. La autora de estas 260 páginas es Amanda Filipacchi y la razón por la que lo he terminado es que es tan espantoso que no daba crédito. 

"Barb es bellísima pero quiere parecer fea y se disfraza de fea" (tal cual, en la contraportada). Barb va por la vida disfraza con un traje de grasa que le hace parecer 40 kilos más gorda, una peluca canosa, unos dientes postizos, unas gafas de culo de vaso y ropa horrorosa. ¿Por qué? Porque quiere que el hombre que se enamore de ella no lo haga porque es guapa. Barb es imbécil y la autora francesa y como todas las francesas se pasa toda la novela dejando claro que si eres fea y gorda tu vida no tiene sentido. 

Aunque parezca increíble, Barb tiene amigos. Está Georgia, que es escritora. Se supone que es ingeniosa y sarcástica pero mi microondas es más agudo que ella. Está Penélope, pelín desequilibrada porque hace unos años alguien la secuestró y la tuvo 3 días metida en un ataúd hasta que su padre pagó el rescate. Hace unas cerámicas muy feas que intenta vender con poco éxito. Se le ocurre, entonces,  romper todas las piezas para que parezcan enteras y poner un cártel que dice "lo que se rompa se paga"; entonces empieza a forrarse. 

A estas tres locas las acompaña Jack, que es un ex policía que salvó a Penélope de su ataúd. Sí, lo sé, he dicho antes que el padre pagó el rescate pero yo no tengo la culpa de que la Filipacchi no recuerde su trama y su editor tampoco. El caso es que Penélope debía pesar 100 kilos porque Jack se lesionó, dejó de ser poli y trabaja en un geriátrico separando a ancianos que se pelean de mentira porque les da pena que Jack se aburra.

La última pata de este banco es Lily, que es fea hasta decir basta, pero fea fea de dar miedo. Además, está enamorada de un patán que obviamente no la hace caso porque es fea. ¿Qué tiene Lily entonces? Toca el piano maravillosamente bien. 

Estos son los 5 seres que protagonizan esta cosa. Había un sexto, pero tuvo a bien suicidarse  después de dejarle a Barb una nota confesándole su amor. Por eso es porque lo que Barb (de Barbie, supongo que alguien habrá cogido la supuesta ironía) decidió esconder su belleza bajo un disfraz de fea, para que su belleza no matara a nadie más. 

Después de una mucho menos brillante y mucho más prolija presentación de unos protagonistas menos interesantes que verte crecer la uñas, Filipacchi se lanza a la acción. Barb empieza a recibir cartas del muerto suicida, Gabriel, en el que le advierte que uno del grupo al que llamará "Leo" quiere asesinar al idiota del que está enamorada Lily, que se llama Strand.

Barb se lo cuenta a los demás, quienes por supuesto niegan ser el asesino, y durante unas 30 páginas se miran con suspicacia y hacen planes para evitar que a Strand lo mate nadie. ¿Le importa a alguien? No. ¡Ah, no!, a Lily sí le importa. 

Lily se lanza a "componer música que cambie el mundo". Lo intenta muy fuerte y entonces consigue componer música que hace que las cosas "apetezcan". Es tan buena en eso que cuando toca para sus amigos, por primera vez, consigue que éstos se "enamoren" de la correspondencia comercial que hay encima de la mesa. (Os juro que no he bebido). 

A todo esto, tienen que solucionar el tema de "Leo el asesino". Se reúnen en una de sus "Noches de genios", la noche indicada por el suicida en sus cartas como la marcada para la muerte de Strand, a quien invitan a cenar para "protegerle". Barb compra un cuco que marque las horas entre las 8 y las 12, pone cubiertos y platos de plástico, pasa a sus amigos por un detector de metales para que no lleven cuchillas metidas en el culo, revisa la comida para que no haya venenos y acabada la cena los ata a la barra de ballet que tiene en casa para que no se abalancen sobre Strand y lo maten. Se confirma que Strand no tiene cerebro, porque todo le parece perfectamente normal. 

Strand se salva del asesinato pero no de la que le viene encima. A Lily, que la gente se enamore de las cartas, los bolis o tenga un deseo irrefrenable de comprar cuadernos cuando ponen su música en un centro comercial no le sirve para enamorar a Strand. Persiste en su afán compositor hasta que consigue hilar una melodía que la convierte en guapa (os juro que no me he dado a la ayahuasca). Cuando suena la música todo el mundo cae rendido a sus pies ante su belleza; y cuando no suena se pone una máscara que le ha hecho Barb. 

No me preguntéis cómo porque, además a quién le importa, pero Strand no sólo se enamora sino que no ve que es Lily. Se enredan en una historia de amor verdadero en la que o ella lleva la máscara o suena la música. Todo muy normal, muy razonable y muy de salirse los ojos de las órbitas. A Strand todo le parece estupendo, incluso que ella no quiera dormir con él porque la máscara es incómoda y escuchar la música todo el día es un coñazo. Al final, no recuerdo cómo, Strand se cosca de que ha estado bajo el encantamiento de una fea y la deja. Y vuelve. Y hacen como que sí, pero es que no y lo dejan. 

Y Lily sufre. Y Barb hace una fiesta en su casa por algo e invita a Peter. ¿Quién es Peter? El tío que se encontró el portátil de Georgia en un taxi y que al abrirlo se encontró las fotos de Barb la guapa, antes de ser Barb la fea, y decidió que era la mujer de su vida. Están todos en la fiesta cuando el portero loco de Barb, que cada vez que se cruza con ella la insulta, "¿Por qué no jugamos a las casitas? Tú haces de puerta y yo te doy el portazo", y que es el personaje más inteligente del libro, aparece en la casa con una pistola dispuesta a matarla. 

A los amigos oligólérdicos de la protagonista no les queda claro porqué quiere matar a la falsa fea (al lector le parece que está tardando mucho en matarla, concretamente 200 páginas) y se lanzan a quitarle el disfraz de grasa para evitar que el portero  la reconozca. Espera encontrar a una fea feísima y se encuentra con un pibón en minifalda, marcando canalillo y melenón rubio al viento (Filipacchi, qué obvia eres), con lo que se queda descolocado.

¿Cómo termina este despropósito argumental, literario y con la misma calidad prosística que un prospecto de supositorios? 

En un delirio alucinógeno. Para salvar a su amiga, Lily se pone a tocar el piano. Pero como, lógicamente, está nerviosa, en vez de tocar la melodía "apaga asesinos" toca la melodía "amor al folio" y al portero le empiezan a entrar unos irrefrenables deseos de ir a comprar material de oficina. Abandona la fiesta para comprar folios, grapas y unos bolígrafos, y el resto de los  invitados se va con él. 

Lily sigue tocando pero está tan triste por el abandono de Strand que empieza a convertirse en espejitos (no tengo setas alucinógenas en casa). Barb la abraza, le pide que no se rinda, pero el "espejismo" sigue avanzando... Barb se pincha (sin clavarse nada en la cara que le deje cicatrices) al intentar ayudarla. Llena de sangre, ve cómo Lily al tocar el suelo se hace añicos y muere.  

Un flipe, ¿a que sí? 

Pues no se vayan todavía, que aún hay más. Barb va al hospital y mientras tanto sus colegas barren a Lily del suelo y Penélope se dedica en cuerpo y alma a pegar sus trocitos. Mientras ella juega a los puzzles, Barb y Peter se enamoran o algo así, Georgia termina una novela y cuando la pobre Penélope está supertriste porque no le sale el rompecabezas se plantan todos en su casa, se abrazan y Lily resucita. 

Resucita. Se había roto en trocitos de espejo y su amiga la pega y resucita. RESUCITA. 

"Amanda Filipacchi fue operada de estrabismo cuando tenía seis años, y sabe que la belleza depende del ojo que la mira". 

A mí se me ha quedado la mirada de las 1.000 yardas. Me balanceo en mi mecedora y balbuceo "subversiva y surrealista, subversiva y surrealista" mientras me abrazo las rodillas muy fuerte. 


lunes, 15 de junio de 2015

Nueve razones para ir a Bruselas


"Escribe una entrada (en castellano) sobre como imaginas un fin de semana ideal en Bruselas “entre amigas”.

Voy a intentarlo. Muy fuerte. 

Para empezar mi fin de semana ideal en Bruselas "entre amigas" es sin amigas y con amigos. Lo siento, pero no tengo ninguna amiga que vaya a seguirme el juego de ¿Qué ha nhecho por nosotros los belgas? 

¡Chocolate! Ir a Bruselas supongo que significa comer mucho chocolate. Yo lo quiero blanco, impoluto, con almendras, sin almendras, relleno de mousse de chocolate blanco, rodeando galletas, dentro de bollos. Chocolate blanco en dulces copos y en pesadas tabletas. Sé que hay mucha gente que opina que el chocolate blanco no es chocolate. Mejor. Más para mí. Es un vicio con el que soy muy posesiva. 

¿Qué más han hecho los belgas por nosotros?

¡Las coles de Bruselas!

Lo sé, lo sé. A nadie le gustan y lo mismo ni son de Bruselas pero a mi me encantan y salen en Asterix en Bélgica, motivos más que suficientes para atribuírselo a los belgas. Me gustan las coles porque además son baratas, fáciles de hacer y a nadie más le gustan... otro placer que puedo reservarme para mi sola sin preocupaciones. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

A Pieter Brueghel el Viejo y a Magritte. El primero es un  maravilloso pintor del siglo XVI que me fascina desde que, por primera vez, vi uno de sus cuadros en mi libro de sociales de EGB. Me pareció mágico ese paisaje nevado, con los cazadores, los perros y las casitas al fondo. Me fascinan sus cuadros llenos de detalles, de vida y misteriosamente enigmáticos. 

Magritte pinto "Esto no es una pipa". Una genialidad absoluta que solo se le podía haber ocurrido a un belga y que sirve como detector de gente inteligente. 

Vale, vale pero ¿Qué más han hecho los belgas? 

Inspirar uno de los más maravillosos álbumes de Asterix  de René Goscinny y Albert Uderzo. Ellos no son belgas pero las aventuras de la pareja de galos más famosa de la historia por tierras belgas supuso mi primer contacto con Bélgica. ¡Ni siquiera éramos Unión Europea cuando lo leí! Allí aprendí que Bélgica es completamente llano y tienen unos horarios de comida tan absurdos que ni siquiera los franceses los entienden (Tener esto muy en cuenta si gano. No vaya a ser que me quede sin comer)

¿Qué más han hecho los belgas? 

Tintín obviamente, aunque a mí el pelirrojo me cae gordo. Es tan listo, tan inteligente, tan bien peinado y lleva unos bombachos tan antilujuria que me cae regular pero sus secundarios me encantan. ¡Larga vida a la Castafiore! Para mí, Bianca Castafiore es la fuente de inspiración de dónde salen los personajes de Ofelia de Mortadelo y Filemón y La Bruja del Mar de La Sirenita de Disney. 

¿Qué más han hecho los belgas? 

Los mejillones con patatas fritas. Los belgas son gente con las cosas claras. "Fish and chips" suena a guarreria grasienta pero mejillones con patatas fritas suena a comida basura de diseño, a plato inventado por Ferrán Adria. Suena a perfecto equilibrio entre proteínas de pescado e hidratos de carbono, a mar y tubérculo. Poesía en el paladar. 

¿Qué más han hecho los belgas?

¡Una cerveza que se llama Mort Subite! Confieso, porque todo el mundo lo sabe, que no soy muy de cerveza... pero una con ese nombre me inspira bastante a pensar en placeres secretos, gente a la que se le va de las manos lo de procurarse una pequeña muerte súbita mientras está entretenida con otras cositas...y en fin, que me gusta el nombre. 

¿Qué más han hecho los belgas?

El Manekken Pis. ¿Qué tiene de meritorio? Pues no mucho pero a mi me hace muchísima gracia porque cuando era pequeña y por alguna extraña conexión neuronal provocada porque el único sito dónde vendían gofres en Benidorm se llamaba "Manekken Pis" me pasé años pidiendo "un manekken con chocolate blanco", lo que ahora con mi mente sucia de adulta resabiada resulta muy cómico, muy divertido y un pelín incorrecto. 

Vale, pero aparte del chocolate, las coles, un pintor fabuloso del siglo XVI, Asterix en Bélgica, inspirar a Disney y a Ibañez, la comida basura de postín, la cerveza caliente y un emblema nacional que confundí durante años con un bollo dulce...¿Qué han hecho los belgas por mi? 

Inspirarme para este post. 

Y mira, después de escribirlo tengo claro como sería mi viaje ideal con amigos en Bruselas. A ver si gano.



viernes, 12 de junio de 2015

El primer recuerdo de un final



Llevo tres horas buscando una fotografía y no la encuentro. Sé que te la hicimos, sé que la he visto un millón de veces y siempre comentamos lo mismo: ¿te acuerdas qué pequeña era y qué asustados estábamos?

No la encuentro pero la tengo en la cabeza. Recuerdo el momento exacto, la situación y hasta la luz que entraba por las ventanas de la casa dónde vivíamos cuando naciste. Luz de diciembre, luz fría, gris pero quée nos invitaba a intentar salir de casa contigo. Queríamos dar un paseo, ver si éramos capaces de hacer de padres por la calle. 

En la foto estás pequeña, pequeña, tenías 4 días y eras minúscula. Llevas una pequeña trenca blanca y un gorro blanco de enanito con punta, las piernas enfundadas en un mono azul. Con los brazos y las piernas estiradaos parecías una estrella de mar y nos entró la risa de pura histeria y puros nervios. Pequeña, azul y blanca sobre la colcha amarilla de nuestra cama. ¿Quién eras? 

Recuerdo pensar, y te lo he dicho un millón de veces, "quiero que seas mayor, quiero que hagas algo, que hagas cosas, que seas tú, que seas alguien, que camines, que hables, quiero saber quién vas a ser"

Han pasado once años y medio desde entonces. Antes de ayer, en los 45 minutos que duermo cada noche, soñé que iba por la carretera hacia Los Molinos y, pasada la rotonda de la piedra, veía una oveja  cruzando la carretera y abandonando en medio del asfalto a sus corderitos recién nacidos. Luego había un derrumbamiento y un montón de cosas absurdas más, pero al despertar me acordé de los corderitos. 

"Ese sueño es porque tu subconsciente siente que tu hija está desamparada y te preocupas",.- dijo mi médico al contárselo. 

Yo creo que mi subconsciente estaba un poco mediatizado por el maratón de "veterinario al rescate" que me había tragado con tu hermana por la tarde. Además no es mi subconsciente el que se preocupa por ti. Es mi parte más consciente la que permanece permanentemente alerta contigo, siempre, desde que eras esa cosa diminuta y te miraba sin saber qué hacer contigo. 

Estás de viaje de fin de curso, desaparecida en combate y pasándotelo genial desde hace 4 días. No me preocupa el viaje, ni lo que comas o dejes de comer, ni que te canses, tengas asma o te quedes afónica. No me preocupa que te acuerdes de tomarte las medicinas. No me preocupa saber que probablemente hayas pasado de lavarte el pelo, no te hayas peinado más de una vez y que cuando vuelvas te habrás dejado la mitad de la ropa en el hotel. Ni siquiera me preocupa que en cuanto te bajes del autobús feliz y entusiasmada, y pongas un pie en casa empezará a dolerte algo, empezarás a quejarte o a protestar. 

Me preocupa, y no sé si es la palabra, que este viaje  marca la primera vez en la que eres consciente de terminar con una etapa de tu vida. Te acordarás siempre de este viaje que hiciste cuando terminaste primaria y por eso es un momento importante. Hasta ahora, habías ido completando etapas de tu vida pero, o eras demasiado pequeña o demasiado inconsciente para recordarlo. 

Ahora sabes y sientes que terminas algo, que vas a empezar algo nuevo. Algo que te da miedo, te atrae, te asusta. A veces corres hacia ello convencida y otras reculas para intentar no llegar nunca. Se llama hacerse mayor y es una putada. 

Sé cómo te sientes porque yo recuerdo perfectamente mis casi 12 años y todo lo que sentía. No vas a leerme y, no me crees cuando te lo digo, pero todo va a ir bien. 

Estás asustada. Yo también, y tu padre ni te cuento, pero no te preocupes. Los tres hemos sido capaces de llegar hasta aquí. Ya no eres un enanito sobre una colcha amarilla. Eres tú, eres María y eres increíblemente especial, aunque a veces (muchas) nos saques de quicio. 

No nos lo tengas en cuenta, para nosotros también es nuevo. 

Guarda este recuerdo,: tu viaje, terminar primaria y tus pantalones de piñas. Y, por favor, no me dejes volver a ver más al veterinario al rescate. 


miércoles, 10 de junio de 2015

Te miro

Te miro. Llevo mirándote desde que entraba suficiente luz por la ventana. Me gusta verte dormir y, también, escucharte mientras duermes. Una respiración pesada y profunda que parece mentira que salga de esa nariz tan pequeña. 

Duermes de lado; siempre igual. Una pierna estirada y la otra cruzada sobre ella; los brazos desmadejados y los dedos relajados. 

Te veo despertar. Tu respiración deja de escucharse; te frotas la naricilla y te apartas el pelo de la cara con poco éxito. Los mechones, que te atraviesan la frente y caen sobre tus ojos, no te molestaban mientras vivías en la profundidad de tu sueño pero ahora, según vas ascendiendo hacia la realidad, necesitas apartarlos como si fueran cortinas o ramas que te cortan el paso. Pienso que tengo que convencerte para cortarte el pelo, aunque sólo sea un poco, "las puntas". 

Tu primer intento de abrir los ojos fracasa. No lo consigues, parece como si tuvieras los párpados pegados. Recuerdo esa sensación, sentir que has dormido tanto que tus pestañas han quedado atadas entre sí y es imposible abrir los ojos. 

En el segundo intento consigues entreabrir uno de tus ojos mientras que el más pegado a la almohada parece seguir dormido. 

A la tercera va la vencida. Entreabres los dos pero no creo que hayas conseguido ver nada. 

Por fin abres los ojos y llegas a la realidad. Me ves y te sorprendes; giras la cabeza para situarte y recuerdas que estás durmiendo en mi cama porque estamos solas estos días. Vuelves a cerrarlos. Te rascas la nariz. Te incorporas y miras el reloj despertador:

- Son las 8:03

Me llega una bocanada de tu aliento cargado a noche y a sueños pesados. Te desplomas sobre la almohada como si articular esa frase hubiera sido un esfuerzo sobrehumano del que necesitas recuperarte. Durante un par de minutos retomas tu respiración ruidosa que te lleva a otro mundo. 

Sigo mirándote. No tenemos prisa. Paladeas, te frotas los ojos, te giras hasta quedar boca arriba y te veo pensar, te veo llegar a la realidad y resignarte al despertar completo. 

Encoges una pierna y sin mirar te rascas la rodilla. 

- Mami, me han picado muchos mosquitos.
- Eso es porque eres una princesa de sangre dulce. 

Te quedas callada mientras sigues rascándote, ahora, una picadura en un brazo. 

- Voy a hacer pis. 

Te levantas despacio. Estás preciosa con tu pijama azul y blanco y el pelo despeinado. Caminas torpe hacia el baño, recuperando el control consciente de tus piernas. 

Justo antes de entrar, en la puerta, te giras y me dices muy seria:

- Mami, ¿cómo se sabe si tienes la sangre dulce o agria? 


Buenos días, princeza. 


lunes, 8 de junio de 2015

Ensayo sobre el desayuno


Fotografía de Violeta Rodríguez
Desayunando. Me gusta desayunar en pijama, recién levantada y a ser posible sin tener que pronunciar palabra. Café con leche bastante negro con dos cucharadas de azúcar. Ni sacarina, ni stevia ni guarradas. La taza grande, muy grande y llena hasta arriba. Tengo varias tazas favoritas, así que no sufro si alguna está sucia u otro la ha cogido. Primero el café, la leche y al microondas. Me preocupa cero morir envenenada por mi propio café con leche. 

Zumo de naranja. Si puedo, tengo naranjas y encuentro el exprimidor, me lo tomo recién hecho. Si no puedo, no tengo ganas, no hay naranjas o estoy enfurruñada con el mundo, me tomo un zumo de tetrabrick. Soy consciente de que el zumo de naranja exprimido y el líquido naranja que venden no son ni de lejos la misma bebida, pero me vale algunas veces. 

Mientras espero que el café se caliente y las tostadas se hagan, me bebo el zumo del tirón, casi sin respirar. Si lo he exprimido (o me lo han exprimido...) cuando llevo la mitad del vaso, paro, me relamo y miro lo que me queda. Valoro la posibilidad de hacer más por lo bueno que está. A día de hoy, jamás me he hecho más zumo. Si es envasado me lo bebo al más puro estilo del Oeste, de un trago, y dejo el vaso en el fregadero. 

Las tostadas me gustan de pan de pan, pero si no tengo me las tomo de pan de molde. Es evidente que no soy de ideas fijas. Me gustan con mantequilla aunque sea difícil de untar y con mermelada de ciruela hecha en casa o de naranja amarga. Es imprescindible, necesario y absolutamente fundamental untarme las tostadas mientras están calientes. Puedo tolerar el zumo envasado y el café asqueroso, pero una tostada fría no es una tostada, es pan duro sin futuro, es masticar madera, astillas y serrín. Confieso que siempre unto mis tostadas las primeras, antes que las de las princezaz, contraviniendo la primera ley de la maternidad: "tus hijos son lo primero". Para mí, en mi desayuno, lo primero son mis tostadas calientes. 

Con el café caliente, el azúcar removido y las tostadas listas comienza el mejor momento del desayuno. Saborear la tostada mientras doy tragos al café y, si es posible, leo. Para mi gusto las tostadas siempre se me acaban demasiado pronto y, dependiendo del día, el lugar y la hora, me hago más o no. Ni me planteo si engordan, no engordan, son grasa o van a atorar mis arterias; me da igual. Las tostadas son alegría de vivir. 

El café, mientras estoy con las tostadas, es una bebida para disfrutar. Cuando se acaban las tostadas se convierte en un remedio para el sueño atroz que me paraliza, un brebaje que me tengo que beber para activarme y ser capaz de articular palabra y ponerme la ropa del derecho, en lugar de llevar las etiquetas por fuera. Apuro la taza mientras termino la página y la guardo en el lavaplatos. Recojo la mantequilla, la mermelada, guardo el azucarero pensando que ya va siendo hora de cambiarlo y termino con mi ritual de desayuno. 

Nunca desayuno salado en mi casa. Sólo cuando tengo una resaca infernal de las de holgura craneal, espasmos musculares y ganas de morir súbitamente, mi cuerpo me pide tostadas con jamón de york y queso y zumo de naranja. Mi parte consciente, pequeña y arrinconada en una esquina de mi cráneo, se empeña en beber café pensando que me sentará bien y que es lo que toman en las películas para superar la resaca. Siempre es mala idea. El café me sabe amargo aunque le ponga una isla de azúcar como P. Tinto y si consigo tragarlo se dedica a crear un oleaje en mi estómago que va de marejada a fuerte marejada, hasta convertirse en mar gruesa que tengo que dejar salir. 

¿Qué dice mi desayuno de mí? Que es mi comida favorita y que me cuesta salir de casa. El desayuno es la comida más personal. Cada uno se lo toma de una manera y creo que lo que desayunas dice mucho de ti, para bien o para mal.  

«A mi por la mañana no me entra nada» te dicen muy serios mientras los ves engullir un café repugnante en un vaso de plástico asqueroso removido con un palo de plástico en la máquina de la sala de distensión de tu empresa. ¿No les entra un café de verdad en una taza de verdad, pero ese brebaje sí? Esa gente no es de fiar. 

«¿Tostadas? Eso es malísimo». «Mantequilla? ¿Tú sabes el colesterol que da eso?» «Yo jamás tomo azúcar, siempre sacarina, ya me he acostumbrado». Todo esto te lo suele decir la gente que desayuna un té con algún nombre exótico después de haberse comido un kiwi y mordisqueado una galleta de fibra con jengibre con una pizca de queso fresco con sabor a aire. Es posible que mueran más tarde que yo y con las arterias más despejadas, pero sus mañanas deben ser tristísimas. Además, la fruta es postre, no desayuno. 

«¿Qué vas a hacer hoy? ¿Qué tal has dormido? ¿Me pasas el azúcar? ¿Quieres más tostadas? ¿Qué te apetece hacer?» Gente que habla durante el desayuno. Muerte y destrucción. 

Gente que desayuna de pie y vestidos, listos para salir, que convierte el placer maravilloso del desayuno en un trámite hecho a la carrera, sin previo, sin preliminares, sin mimo. Llegar, engullir y salir corriendo. Si todo lo hace así en su vida... mal. 

Adoro el desayuno. No soy Audrey Hepburn, no lo quiero con diamantes ni en la cama. Hazme un zumo, tostadas calientes y no me hables durante un rato y me habrás conquistado. 

viernes, 5 de junio de 2015

Lecturas encadenadas. Mayo

Tras la orgía lectora de los últimos meses, en el mes de mayo he hecho un trío: un ensayo, una novela breve y un comic. Esto ha sido todo. ¿Satisfactorio? Sí, pero raro

Despues del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana de Giles McDonogh. ¿Qué ocurrió al terminar la II Guerra Mundial? ¿Qué pasó con los alemanes en sus ciudades arrasadas? ¿Qué hicieron los millones de refugiados? ¿Cómo gestionaron las potencias aliadas un continente devastado?

Desde nuestra simpleza de blanco y negro, buenos y malos y la seguridad de nuestro sofá en 2015 pensamos en los finales de las guerras como "borrón y cuenta nueva". Ganan los "buenos", pierden "los malos" y todo vuelve a la normalidad. No hay normalidad después de una guerra, la que sea. Es una situación nueva, diferente, espantosa en la que nada de lo que existía anteriormente tiene el más mínimo sentido y en el que la esperanza de una paz temprana ya no existe porque ese horror es la ansiada paz.

Después del Reich es un libro durísimo pero muy necesario para aprender, recordar o no olvidar que cuando una guerra termina no se vuelve a la situación anterior, las casas no están esperando a sus habitantes, los soldados no regresan y no se puede borrar de un plumazo las heridas, las muertes, los horrores, las masacres y las humillaciones. Sobre todo eso hay que construir el día a día y el futuro y no es nada fácil.

La II Guerra Mundial fue un conflicto espantoso del que nadie salió indemne. Ningún inocente dejó de pagar por el simple hecho de estar vivo en ese momento. Las barbaridades cometidas, permitidas y ocultadas por los aliados son espantosas. ¿Podemos justificar su crueldad porque ellos las sufrieron antes? Pensándolo en frío, puedo llegar a entender que te vengues de la persona que te ha hecho daño, ha matado a tu familia. Puedo llegar a entender que te vengues de su familia y su pueblo pero ¿qué mates, humilles, destroces, tortures a gente que vive a miles de kilómetros y que sólo comparten con tu agresor el hecho de haber nacido en el mismo país o hablar el mismo idioma? Sé que los alemanes hicieron cosas horribles y sin venganza de por medio pero, me pregunto, si los aliados habían comprobado esos horrores y se habían espantado ¿Cómo pudieron hacer lo mismo? Y, si pudieron hacerlo, ¿hasta que punto no fueron los alemanes los ganadores de la guerra al haber conseguido deshumanizar a tanta gente?

El nivel de horror del relato es indescriptible porque no tiene fin. No hay guerra, no hay paz que esperar para que mejore la situación. La miseria más absoluta, el horror más atroz, la desesperación más completa. No tener casa, ni comida, ni ropa, ni zapatos, no ser persona, no ser más que un saco de necesidades básicas que cubrir para simplemente sobrevivir. Año tras año, sin entender, sin comprender, viviendo en el miedo.

El libro es muy denso y no evita ningún horror. Al final ya no podía más y hubiera agradecido un poco más de espacio dedicado a los juicios de Nuremeberg, pero merece la pena leerlo para borrar esa idea de buenos y malos. Las atrocidades cometidas por americanos, ingleses, franceses, checoslovacos y sobre todo rusos son espantosas y conocerlas permite hacerse una idea mejor de lo que es una guerra, de la deshumanización que conlleva.

"La historia de los prisioneros de guerra alemanes es confusa, sobre todo porque Occidente, al actuar de forma inhumana, perdió la autoridad moral conseguida al emprender una cruzada ética contra los nazis, pero también porque la República Federal Alemana permitió que quedara envuelta en tinieblas". 



"En Le Figaró, un escritor reconocía que los alemanes habían cometido crímenes execrables, pero "esos horrores no deberían convertirse en una competición deportiva en la que nos esforzamos por superar a los nazis. Debemos juzgar al enemigo, pero tenemos el deber de no parecernos a él"". 

Intemperie de Jesús Carrasco. Un regalo de un descerebrado que tuve que ir a buscar a la librería Alberti. "Hola, venía a buscar un paquete que tenéis para mi".

Intemperie de Jesús Carrasco es "La carretera" de Cormac McCarthy en la España profunda de calor, miseria y la sequía que todo lo quema. Un viejo y un niño, sin nada que perder, se encuentran y huyen del miedo representado por un alguacil que les persigue y que representa el mal absoluto, ese mal que en el libro de McCarthy no sabíamos muy bien qué era. Un mal sucio, corrupto y miserable.

El protagonista del libro no es el niño, ni el cabrero, es el espacio interminable abrasado por un sol que todo lo quema, que impide que nada crezca, que no acoge ni permite esconderse. La misma historia en un bosque sería un thriller y no un descenso a los infierno, una tragedia en toda la extensión de la palabra.

Para mi que me siento desamparada, agotada y paralizada bajo el sol, lo más angustioso ha sido imaginarme ese paisaje. Aridez, calor, pena infinita, amargura, desesperanza, polvo, ganas de rendirse.

Es una gran novela pero hay que estar preparado a tragar polvo y sufrir.

Terminé el mes con Akira, Volume 1 Lo cogí prestado de casa de Juan "Es una obra maestra, tienes que leerlo". Bueno, pues lo he leído. Todavía no sé si me gusta. No sé si soy demasiado mayor, si he visto demasiadas películas de monstruos, si me recuerda a Los Goonies o si es que tengo que esperar a leer los 5 tomos restantes. No es que no me haya gustado es que ni fu ni fa, me entretiene más Asterix, la verdad... pero veremos como evoluciona. 

Ya lo dije al principio, ha sido un trio un poco raro pero ¿no lo son todos?

Con esto y un bizcocho hasta los encadenados de junio.


miércoles, 3 de junio de 2015

¿Qué te falta para ser renacentista?




¿Qué te falta para ser un hombre del Renacimiento?

- Un nombre con L. Pocos de mis lectores se llamarán Leonardo o Lorenzo. Dos nombres muy del Renacimiento. Nos apañaremos con el nombre que tengáis aunque no suene a pizzería. 

- Hablar italiano. Sí, en España también hubo Renacimiento pero, seamos sinceros, cuando hablamos de esa época todos nos la imaginamos en italiano. 

- Llevar capa. Una elegante capa carmesí o parda, atada al cuello con un fino cordel o una cadenita. Lamentablemente las capas han caído en desuso y ya sólo se atreven a llevarlas los tunos y Plácido Domingo. 

- Calzas o leotardos pegados. Esto sinceramente espero que no lo llevéis ninguno. 

- El pelo largo y perilla. Gracias a Dios esta moda ha quedado olvidada porque, como ya he repetido cientos de veces, sólo si eres increíblemente guapo e increíblemente atractivo (nótese la E que sustituye a Y, no a O) puedes permitirte el pelo largo. La perilla no puedes permitírtela en ningún caso. 

- Vivir en un palacio. Si alguno cumple esto que no me lo diga. 

- Tener un juglar, una cortesana y comer con las manos piezas de caza chorreando salsa. Sin comentarios. 

- Ser viejo con 50 y haber perdido todos los dientes con 40. 

Obviamente vivimos en una época difícil para ser un hombre del Renacimiento pero hay algo que sí puedes hacer hoy mismo, en cuanto acabes este post, para ser como Lorenzo de Médicis. 

Ni Lorenzo, ni Leonardo, ni capa, ni calzas, ni perilla, ni hablar italiano, ni tener un palacio ni una cortesana (o sí), ni juglar, y con las manos sólo comes pizza; pero te interesa la ciencia, el arte, las buenas historias y los proyectos chulos. 

No te sobra el dinero ni estás para grandes inversiones, pero te gustaría contribuir a un proyecto chulo, a poner en marcha algo molón. Te encantaría poder decir "Joder, esto se ha hecho gracias a mi" y que no fuera una autopista pagada con tus impuestos, con un dinero que ni has olido. 

Ese picorcillo que sientes se llama "ansia de ser mecenas" y estás de suerte, porque te traigo la manera de solucionarlo, de calmarla. Y no es con un ungüento. 

La revista Principia da el salto al papel. Un salto sin red encabezado por los dos locos que me metieron en esto y que por ahora va como un tiro. Queremos lanzar una revista de papel bueno, con ilustraciones maravillosas que acompañan textos con grandes historias de ciencias (bueno, y un artículo escrito por mi); un proyecto del que puedes formar parte por unos pocos eurillos. 




¿Escribo este post para pedir? No. Increíblemente y contra todo pronóstico, el "ansia de ser mecenas" está muy extendida en nuestra época y ya contamos con todo el dinero que necesitábamos para sacar la revista, pero no se trata solo de eso. En la era de "trabaja por el prestigio" o "trabaja gratis por la publicidad", en Principia queremos pagar a todos los que contribuyen con su trabajo a hacer la revista y por eso no puedo dejar a los descerebrados sin la oportunidad de ser mecenas, de sentirse como Lorenzo de Médicis, como los Reyes Católicos...

Pensadlo bien. A ver si llegamos a 500 mecenas, una superfiesta de mecenas. 

Pinchad en el enlace y convertiros en mecenas para disfrutar de una gran revista y poder decir: 

"Seré mecenas en lugar del mecenas”. 

Gracias mil. Descubriré América por vosotros. 

lunes, 1 de junio de 2015

Sobrevivir al mes de mayo



Odio el mes de mayo con todas mis fuerzas. Si tuviera que elegir un mes del año para borrar, sería mayo. Lo odio. Desde siempre, desde pequeña. Me sienta mal, me pone triste y sobre todo me agota. 
Cuando llega mayo siempre me propongo lo mismo: “Que pase rápido”. Me encantaría cerrar los ojos y que al abrirlos fuera junio. Este año me enfrenté a él, como todos los años, con los puños cerrados, los dientes apretados y esperando aguantar hasta el final, concentrada en hacer que pasara rápido, que me resbalara. 

No he parado. Ha sido como un maratón. He dormido poquísimo y a deshoras. Me he hecho adicta a unas siestas terroríficas de las que me levanto completamente destrozada. Me encontré con un kamikaze en dirección contraria por la autopista yendo con las niñas en el coche y tras esquivarlo me pasé los siguientes 40 minutos intentando explicarles a las princesas qué había pasado y porqué razón alguien hacia eso. He disfrutado viendo a C feliz en una sesión de fotos, bailando y posando encantada de la vida. He escrito sobre científicos que dicen tonterías y sobre porqué no me gusta que en los blogs ponga “Leer más”. Empecé el mes cenando con dos grandes amigos justo el día que se cumplían 4 años de nuestro primer encuentro. 

He conocido a la jefa de comunicación de la NASA, a la “Jefa de Curiosidades” del Museo de Ciencias Naturales de Chicago, a un profesor de física de la Universidad de Navarra y a una experta en carbón con la que llevaba intercambiando tweets una eternidad. Casi muero ahogada de calor en una entrevista en la radio del Círculo de Bellas Artes. Descubrí después que el entrevistador es cuñado de una compañera de trabajo de Molihermana. Compré 2 libros en la Feria del Libro Antiguo.

Me llevé a Juan y a Pobrehermano a “Cómete el Museo”, en el Museo de Ciencias Naturales, y fue como llevar a dos niños pequeños. Dos cuarentones solteros sin hijos que hacía 30 que no iban y fliparon con todo. Además, les gustó la comida. He terminado de ver Mad Men con un mal final y la última temporada de The Good Wife ha sido una auténtica mierda. He empezado Louie. 

Las princezaz me dijeron que soy vieja para casarme otra vez. Casi me muero de amor cuando ante una crisis de llanto y de pena horrible de C porque no le gustaba su túnica de primera comunión, M se puso muy seria y le dijo:

“No llores. El vestido no es feo y aunque lo fuera, es imposible que contigo dentro sea horrible”. 

Acompañé a C a la final de relevos, 25 metros pies de croll. Una prueba absurda en la que era finalista. He vivido prácticamente tres semanas alimentándome de pollo de Mercadona relleno. Vi Eurovision con las princesas y recordé cuando a mi también me hacia ilusión y creía que podíamos ganar. Me partí de la risa cuando ante las dudas sobre si Conchita era hombre o mujer, Molimadre zanjó la conversación con una respuesta peregrina: es un hombre, pero como canta con voz de pito y muy regular se puso Conchita de nombre y así llama la atención. 

Las ocho de la tarde se ha convertido en la hora del Gintónic “Sue Ellen”, en el jardín de mi amiga O, nos sentamos y nos tomamos un gintónic mientras se va el sol. A veces con chuches, a veces con alpiste. He vuelto a nadar con ganas y un día se me acercó un hombre a preguntarme por el mp3 acuático. Según Juan “es obvio que quería ligar contigo”. Yo no lo vi tan obvio. He ido al hospital con las dos princezaz a diversas pruebas con resultados irregulares. Un aburrimiento. 

He dado una charla con unas zapatillas rosa fosforito y he pasado a formar parte del maravilloso equipo de Pint of Science. Me he convertido en copywriter y escribí un post sobre “La regla de las 800 palabras” que me saqué de la manga pero que no quedó mal. Despellejé trapos y a Espe. Y escribí sobre la muerte.  He sido zalamera con un vasco muy serio hasta hacerle reír a carcajadas. He pasado una tarde de complicidad completa maravillosa. Me he comprado una camiseta de rayas y escribí sobre aprender a leer para ser mejor escritor. He leído sobre la posguerra de la II Guerra Mundial y contacté con un autor americano que me ha mandado su libro desde Nueva York. He conocido al ego más grande y más bobo de mi vida y he comprobado que hay tíos que siguen considerando un peligro que una mujer sepa más que ellos. Me he cortado el pelo y he recuperado mis antiguas gafas. He sido jurado en un premio de pintura y fui a votar.  He terminado mi curso de periodismo cultural. 

1 de junio. 

Lo he conseguido.


11 meses hasta volver a sobrevivir.