jueves, 5 de noviembre de 2015

Carta abierta a SEAT

A la atención de Mikel Palomera, 

Estimado Sr. Palomera, 

En primer lugar darle las gracias por mandarme uno de los mails más impersonales y peor redactados que he recibido en mi vida. Viniendo de la marca de coches a la que he dedicado mis últimos 550.000 km de vida no le negaré que me ha provocado una ligera decepción. 

En segundo lugar, por el bien de la marca de la que es responsable y por mantener la relación de amor que desde hace 14 años mantengo con sus coches me gustaría decirle que debería hablar con su responsable de marketing y redacción de comunicados. 

"En el marco del seguimiento de la incidencia de los motores Volkswagen Diésel de la familia EA189 y con el compromiso de mantener la máxima transparencia con nuestros clientes,"

"En el marco del seguimiento". ¿Qué manera es esta de empezar un mail de disculpa? ¿Se saltaron el curso de 5º de primaria en el que se explica como escribir una carta? ¿Qué pasó con el clásico "Espero que al recibo de la presente se encuentre usted bien"?  No entro a hablar de la expresión "en el marco"... sería demasiado fácil. 

"queremos informarle que su Ibiza ST con bastidor VSSZZZXXXXXX incorpora el software, al que se ha hecho referencia en las distintas comunicaciones del Grupo Volkswagen".

Señor Palomera, esto ya lo sé. Ustedes no quieren informarme de nada. Me lo hubiera creído si hace un par de meses, cuando saltó el tema, me hubieran mandado un mail pero esta cartita tan chula me la mandan porque yo me tomé la molestia de entrar en su web, teclear el número de bastidor, darle al "rasca y gana" y comprobar que me había tocado el premio. 

"Tenga la tranquilidad que su SEAT es completamente seguro desde el punto de vista técnico y apto para la circulación. No obstante, su Servicio Oficial deberá llevar a cabo una serie de intervenciones en su vehículo. Por supuesto y en línea con el compromiso del Grupo Volkswagen, el coste de las mismas será asumido por Volkswagen AG." 

Definitivamente hay que hacer algo con el responsable de redacción de SEAT. Lo correcto es "tenga la tranquilidad de que su SEAT". Y menos mal que me especifica que es seguro desde el punto de vista técnico. No se me ocurre desde que otro punto de vista puede ser seguro un coche, pero por puntualizar que no quede. 

Lástima que el "no obstante" arruine el efecto del "esté tranquila". Si es seguro y apto ¿por qué "deben llevar a cabo una serie de intervenciones"? 

Y por supuesto que van a ser gratis para mi. Faltaría más. Les compro un coche, lo pago a tocateja (palmas con las orejas daba el comercial del concesionario dónde compre mi flamante IBiza ST "azul apolo"), resulta que "incorpora un software" maligno, malvado, fraudulento o llámelo X y ¿voy a pagar por el arreglo? Sr. Palomera no se tire usted el rollo ni me lance el caramelito de "se lo vamos a hacer gratis" porque no es un premio ni una concesión, es su obligación.  No me he caído un guindo y también sé que lo van a hacer gratis no porque sea su obligación sino porque el tema ha salido en medios y no tienen manera de escaquearse. 

"Los equipos de ingeniería y desarrollo del Grupo Volkswagen siguen trabajando intensamente para encontrar la mejor solución técnica. En el marco del compromiso que el Grupo ha adquirido con Ud., le informaremos de las soluciones concretas a partir de enero de 2016".

Ajá. Así que todavía no han encontrado la mejor solución técnica. Esto no suena tranquilizador, ni optimista ni muy sincero, se lo digo desde el cariño. Suena, además, pelín torticero. Si ustedes han calzado en los coches un software chungo la mejor solución técnica es cambiarlo por uno bueno. Entiendo que puede ser caro para ustedes, que puede ser un follón y que los va a hacer pasar por piratillas perooo esa es, sin duda, la mejor solución técnica. 

A mí, desde mi mente pelín sucia, su frase me suena a "estamos trabajando a ver como podemos hacer que parezca que estamos haciendo algo con el mínimo coste posible y con el menor ruido posible". Sinceramente, esperaba más de ustedes. 

"Permítanos trasladarle en nombre de Volkswagen AG sus más sinceras disculpas. El Grupo Volkswagen lleva muchos años entregado a crear los automóviles más avanzados y seguros para nuestros clientes, por lo que tenga presente, que va a hacer todo lo que esté en sus manos para recuperar su confianza y su vínculo con la marca".

Me ENCANTA lo de que el grupo Volkswagen "lleva años entregado a crear", suena tan tan tan artístico, tan tan tan molón y tan poco mercantil que me enternece. Yo hubiera jurado que Volkswagen fabrica coches para venderlos y resulta que no, que está entregado a crear. Maravilloso. 

Sr. Palomera, esta carta es un completo desastre y un despropósito pero están ustedes de suerte. El Ibiza Azul Apolo con software chungo me fascina y mi anterior IBiza blanco sucio que vendí hace 6 meses con medio millón de kilómetros me tuvo enamorada 14 años. Es tal la devoción que les tengo a sus coches, que ni siquiera el "software" maligno y esta carta tan innecesaria, tan mal redactada y tan falsa van a hacer que me arrepienta de dedicar mis 200 kilómetros diarios a su marca. 

Eso sí, no abuse de mi amor. Y, por favor, escriban mejores cartas. O, mejor, busque a alguien que se "entregue a crear cartas" y que sepa escribir. 

Reciba un cordial saludo.

PS: ¿Podría explicarme qué es el "azul apolo"? Mil gracias. 

martes, 3 de noviembre de 2015

14 cosas que la gente exitosa hace antes de desayunar y yo no
























No he podido resistirme a esta lista de Laura Van der Kam que es americana, vive a las afueras de Philadelphia con su marido y sus cuatro hijos, le gusta cantar y correr (no sé si las dos cosas a la vez) y escribe libros sobre qué hacer con tu miserable vida para ser alguien con éxito. 

1.- La gente exitosa se levanta temprano

Laura, define temprano. ¿Temprano y compatible con la vida o absurda y dolorosamente temprano? Supongo que  debe ser absurdamente pronto porque sino no veo la manera de hacer 14 cosas antes de desayunar... a no ser que sea un desayuno tipo almuerzo de media mañana.  

2.- Beben agua

¿Esto es desayuno o piscolabis previo? ¿Beben agua porque los exitosos tienen sed nada más levantarse hambrientos de logros o beben agua por obligación? 

Leo con horror que si quieres ser el colmo del éxito, no sólo tienes que beber agua nada más levantarte, además tiene que estar caliente y con un chorro de limón. 

Empiezo a entender la filosofía, si te levantas a las 5 de la mañana y bebes algo que parece pis, sabe como pis y está a la temperatura del pis... tu día sólo puede ir a mejor y para cuando te acuestes pensarás ¡pues ha sido un día bastante exitoso para la mierda de comienzo que había tenido! 

3.- Hace ejercicio

¿Qué se puede hacer a las 6 de la mañana después de apurar un vaso de agua caliente? Llorar, putear a tus empleados o perder el tiempo. Los exitosos lo llaman hacer ejercicio. 

4.- Se centran en las cosas importantes antes de que nadie les interrumpa

¿Antes, durante o después de sentarse en el trono para dar rienda suelta a los peristaltismos de masa provocados por la ingesta de agua caliente y los estiramientos del ejercicio? 

5.- Trabajan en un proyecto personal que les apasiona

A mi esto me suena a "ya me he cansado de hacer el panoli por la casa, todavía no es de día, me aburro y vuelvo a la cama a ver si mi proyecto personal tiene ganas de mambo" 

Si el proyecto personal responde positivamente, a mi modesto entender, esto es el colmo del éxito mañanero.

6.- Pasan tiempo de calidad con su familia

¿Antes del desayuno? Buuuuuuuu mentiraaaa mentiraaaaaa. Llamar tiempo de calidad al rato que pasa desde que empiezan a sonar despertadores y una serie de zombies despeinados se cruzan por el pasillo de camino al baño gruñendo y maldiciendo es un eufemismo de primera categoría. 

Por mi experiencia en ese tiempo de calidad, es posible que los zombies despeinados de mi casa despellejaran vivo al exitoso simplemente por el hecho de existir. 

7.- Conectan con sus parejas

¿Antes o después de trabajar en su proyecto personal? 

8.- Hacen sus camas

"Esta rutina que te lleva un minuto puede hacerte más feliz y más productivo a lo largo del día". 

Ja. Ja y Ja. Me troncho Esto no se sostiene de ninguna de las maneras. 30 años de hacerme la cama me contemplan y puedo asegurar que no me hace más feliz ni más productiva. 

¿Qué opinarán Laura y sus exitosos de hacer el baño? ¿Cómo de productiva te hace planchar? ¿Y quitar el polvo?

Sólo alguien que no hace camas puede pensar esa memez. 

A todo esto llevamos 8 cosas y el exitoso todavía no ha salido de casa... yo a esto lo llamo mariposear sin sentido. 

9.- Hacer networking en el café o en desayunos de trabajo

Sí, Laura tiene que ver Barrio Sésamo, habíamos quedado en que eran 14 cosas antes del desayuno y en la 9 ya estamos tomando café. 

A lo mejor las personas exitosas no ven Barrio Sésamo.

10.- Meditan para aclarar sus mentes

Me pregunto sobre qué meditan los exitosos en la mañana. "Vaya vaya, 5 horas levantado y no he hecho más que la cama, sentarme en el trono y pelearme con mis hijos...sí que me está cundiendo el día. Menos mal que soy exitoso y todo esto son costumbres fabulosas".

O a lo mejor son como todos y piensan "tengo que ir al despacho, contestar 20 mails, la reunión de personal, comida con mengano que me apetece como graparme los dedos a la mesa, ir a recoger a Pepito del cole, llevarle al dentista, reunión de padres y a ver si esta tarde consigo leer algo". 

11.- Anotan las cosas por las que deben estar agradecidos

"Mandar mail de agradecimiento y flores a la tal Laura por incluirme en la lista de gente exitosa" 

12.- Planean y se organizan mientras siguen frescos

No sé como a estas alturas de la mañana siguen frescos pero por lo visto lo están y entonces planean el día, el mes y el año. Cada mañana. Yo no tengo ni idea, pero si tienes que planear el mes cada mañana, lo mismo es que no lo estás haciendo bien. 

Planear el año es ciencia ficción. Lo mismo podrían emplear el ratito de "fresquitud" en escribir poesía. 

13 y 14 - Comprueban el mail y leen las noticias. 

Laura es muy chic y no lo dice pero me apuesto las dos manos a que estas dos cosas las hacen los exitosos mientras están en el punto 4. Y no, no imaginéis a Adriana Hufftington haciendo eso porque es una imagen que no os podréis quitar de la mente en todo el día. 

Revisada la lista solo puedo decir una cosa, prefiero un millón de veces mi rutina de madrugar lo justo cuando debo o caerme de la cama por aburrimiento cuando puedo y directamente sentarme en silencio con mi café, mi zumo y mi tostada a disfrutar de mi desayuno mientras leo. 

Exitosa no seré pero mucho más feliz seguro que sí.   

domingo, 1 de noviembre de 2015

Mi padre, retazos

Señoras, señores, en el culo tengo flores. 

Y nos moríamos de la risa. Eso decía al levantarse del sofá para irse a la cama. Muy serio pero con su sonrisilla traviesa, decía estas palabras al levantarse de su sitio en el sofá y dejarnos allí viendo la tele mientras él se iba a la cama a escuchar la radio hasta dormirse.

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Bueno, esto ha estado muy bien pero ¿para la otra muela?

Aunque estuviera lleno, aunque hubiera comida sobre la mesa y más en la cocina, muchas veces decía esto solo por hacer rabiar a mi madre. Le encantaba comer.

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¿Queréis ir al cine?
¡Síiiiii!
¿Al de las sábanas blancas?
Nooooooo
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"Si no hubiera tenido cuatro hijos, ahora, en vez de dolores de cabeza y preocupaciones tendría el sueño de mi vida, un Porsche 911 negro y tiempo para conducirlo. ¿Cuánto queda para que os vayáis de casa?"

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"Yo quería una hija, una princesita cariñosa... y naciste tú".

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¡Qué suerte tenéis! 

Siempre escribía esta frase en las tarjetas de felicitación de las listas de bodas. La primera vez que lo vi fue cuando le acompañé al Corte Inglés de Princesa un día de verano para hacer el regalo al hijo de un amigo suyo que se casaba.

- ¿Qué suerte tenéis? ¿Por qué pones eso? - le pregunté
- Porque tienen mucha suerte, se han encontrado. 

Me pareció mágico y desde entonces es lo que pongo yo en cualquier felicitación de boda.

Aquel día, después del regalo mi padre me invitó a comer. Yo tenía 18 años y era muy raro que fuéramos los dos solos a un restaurante. En la última planta del Corte Inglés, en un sitio que en aquel entonces me pareció muy lujoso.

- ¿Pedimos arroz con bogavante? me preguntó con una sonrisilla.

El maitre nos dijo que tendríamos que esperar 45 minutos.

- No importa, esperaremos. Tráiganos una botella de Viña Esmeralda y un plato de jamón bueno. 

No recuerdo de qué hablamos, no recuerdo que me contó él ni qué le conté yo. Fue el mejor arroz de mi vida, por la comida y la compañía. Mi padre hizo salir al cocinero para felicitarle en persona.

Siempre que como arroz en un restaurante espero que sea tan bueno como el de aquel día, tan especial...  pero nunca lo es.

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Nos vemos mañana.

Esas fueron las últimas palabras que me dijo.

No volvimos a vernos. Se me está olvidando. Se me olvidó el sonido de su voz, a duras penas encuentro cosas que me recuerden su olor y, ayer, pensé que tampoco recuerdo su tacto.  Llevo 7 años escribiendo sobre él para que no se me olvide.

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La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba.

                                                                      Joan Didion

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Nos vemos mañana... y ese mañana no llega nunca.



viernes, 30 de octubre de 2015

¿Fabulosos a cualquier edad? Me opongo

¿Fabulosos a cualquier edad? No, no y no. Me niego, me opongo y dejo de respirar. No he llegado a los 42 años para que ahora me vengan diciendo que a cualquier edad se está fabuloso. Eso es totalmente falso. 

Para empezar y para dejar claro el concepto: nadie es fabuloso. Si eres un superhéroe de los años 50 o una mascota animada de algún alimento supervitaminado de los 70, tienes alguna posibilidad de ser fabuloso como estado absoluto pero también llevas capa, calzas y un antifaz. Creo que no compensa ser el fabuloso hombre de hierro si nadie te reconoce y llevas esas pintas. 

Segundo punto. No se es fabuloso, se está fabuloso. La “fabulosidad” no es un estado que se tiene o no se tiene, sino que se alcanza con el tiempo, la personalidad, mucho valor, unas gotas de "me da igual todo" y una travesía de sufrimiento, trabajo y esfuerzo tanto profesional como personal. Esto no tendría ni que decirlo, pero no tiene nada que ver con el aspecto físico. Se puede ser una pasita y estar fabulosa, o un desastre estilístico y desprender “fabulosidad”.


Así empieza mi columna de opinión en Harper´s Bazaar que podéis seguir leyendo pinchando aquí. 

Pinchad malditos, pinchad aunque solo sea para comprobar como, una vez más, mi famosa máxima se vuelve a cumplir. 

- ¿Escribir para una revista de mujeres? ¿Yo? Ni de coña. 
- Te doy un tema y escribe lo que quieras, como quieras y cuanto quieras.
- ¿Seguro?
- Seguro. El tema esta vez es "fabulosas a cualquier edad" puedes hablar sobre cremas, cirugías, moda, estar en forma.
- Yo de eso no sé nada y además no estoy de acuerdo.
- ¡Estupendo! Escribe.

¿Cómo iba a decir que no? 

miércoles, 28 de octubre de 2015

Enamórate de alguien que...


Enamórate de alguien que lleve reloj, que aprecie el tiempo que pasáis juntos y sepa qué hacer con él cuando no lo estéis. 

Enamórate de alguien que sepa estar tirado en un sofá, en la playa, en el campo o en la cama disfrutando de no hacer nada. Alguien que no se aburra, que sepa estar solo en silencio acompañado. 

Enamórate de alguien que sepa andar descalzo y que te caliente los pies en la cama sin protestar... o bueno, que proteste solo un poco. 

Enamórate de alguien que sepa algo que tú no sabes, que te lo cuente entusiasmado y te lo descubra. Alguien que se entusiasme por lo que tú sabes. 

Enamórate de alguien que te deje dormir y sepa despertarte. Alguien que no se quede todas las mantas. Alguien que aprecie el placer de meterse en una cama bien hecha... y deshacerla. 

Enamórate de quien sepa hablar contigo de lo que te pasa cuando no tienes ganas de hablar. 

Enamórate de alguien al que le guste desayunar, sepa hacer tortilla de patata, unte las tostadas mientras están calientes y en un restaurante no sepa qué pedir porque le apetece todo. 

Enamórate de alguien que nunca diga "me da igual". 

Enamórate de alguien al que le gusten los bocadillos y sepa abrir una botella de vino. 

Enamórate de alguien con el que encajes en el sofá en un arabesco de piernas y brazos para dejar pasar las horas de un domingo de pelis, mantas, siesta y vaguería. 

Enamórate de alguien que te revuelva el pelo o te acaricie la calva. 

Enamórate de alguien al que siempre le molen tus besos. Alguien que sepa diferenciar un beso de por fin, uno de amor verdadero y uno de lujuria, y los valore todos. Alguien de quien te flipen sus besos. 

Enamórate de alguien con el valor para decirte que te quiere cuando toque y el valor para decirte que ya no te quiere si se acaba. Alguien que no dé premios de consolación. 

Enamórate de alguien que tus amigos puedan querer, alguien con el que puedan bromear; y hacer pandilla contra ti para picarte. Alguien que, a su vez, tenga amigos a los que esté deseando presentarte. 

Enamórate de alguien que te recuerde todo lo que conoces, que te haga sentir "casa" y a la vez no se parezca a nadie que hayas conocido antes y te descubra nuevos mundos. 

Enamórate de alguien que te quiera y se deje querer. Alguien con amigos y con una vida sin ti. Alguien para reír juntos, alguien con empatía pero al que no des pena. 

Enamórate de alguien que reconozca tu olor. 

Enamórate de alguien a quien esta lista le parezca una chorrada y luego piense... "molaría".


lunes, 26 de octubre de 2015

Tenía que haber...


Llegaba de trabajar, cansada y dormida. En el tren había leído lo justo, menos de lo que le hubiera gustado, porque se había ido adormilando por momentos. Enfiló el andén de salida, ni un alma por el pasillo, nadie en la cinta transportadora. Pensaba en salir a la calle coger el 14 y llegar a casa... su sofá, su sofá, su sofá. ¿Cómo podía estar tan cansada? 

¿El 14 o un taxi? El 14, pero al ver poca gente y muchos taxis parados se encaminó hacia allí. Tres en línea, un montón de coches blancos aparcados esperando. Lo sentía por el que tocara: era una carrera corta pero no era su problema. 

- ¿Cuál me toca?
- Ese. 

El taxista era cadavérico. Cadavérico de maldad, no de enfermedad. Diabólico. Debajo de una gorra calada hasta las cejas un ojos pequeños, malvados, idiotas, crueles. 

- ¡Cabronesssss! - gritó por la ventanilla a los otros taxistas al arrancar. 

Se tenía que haber bajado. 

El taxista salió de la estación y ella pensó que hubiera sido mejor el 14, que todavía estaba a tiempo, pero se acordó de que no llevaba monedas...

- ¿A que mola mi coche? Mi coche mola todo. Deportivo Leganesssss
- Ah si, bueno, no sé qué coche es. No me he fijado. 
- Es el mejor de la parada... Mola todo. Deportivo Leganesss. 
- ¿Qué coche es?
- Me lo han dejado, tiene un nombre raro, empieza por “s”. 
- Skoda. 

Se tenía que haber bajado. 

El ser maligno bajo la gorra enfiló la calle a la derecha, cogió un paquete de galletas del asiento del copiloto y lo abrió a tirones haciendo que un montón de migas salieran disparadas. Soltó el volante, bebió a morro de una botella de litro con un líquido que ella no pudo identificar. 

- Me cago en la puta con las galletas... ¿A que mola mi coche? 

Se tenía que haber bajado. 

Con el semáforo en verde, arrancó conduciendo como un maniaco, pegado al volante. De repente, levantó el culo del asiento.

- Vaya cuesco me he tirado. 

Se tenía que haber bajado. 

Se decidió. Ni un metro más con ese maníaco al volante. 

- Perdona, al salir del túnel échate a la derecha y me dejas ahí en ese semáforo. 
- Pero, ¿de qué vas tía? 
- Que te eches a la derecha y me dejes ahí. Voy de que o paras en ese semáforo o llamo a la policía. 
- Pero, ¡será hija de puta!
- Para ahora mismo. Ahí. 
- Aquí molestamos al autobús. Estamos en la parada.
- No es mi problema. Para el taxi. Y dame un recibo. 

Los ojos del mal la miraron por debajo de la gorra con auténtico asombro, no pudiendo creer que ella tuviera los huevos de, además, pedir un recibo. 

- Se me han acabado. 
- ¿Perdona?
- Que se me han acabado. 
- Mira eres el peor taxista que he cogido jamás en mi vida, el más maleducado, el más asqueroso y encima, ¿no tienes recibo?
- Es que pensé que me quedaban. 
- ¿Cuánto es? Ahí pone 6 euros... toma. 
- Son 9 por el suplemento de estación. 
- Por suplemento de estación no me queda nada para darte. 
- Serás zorra. 
- Dame mis vueltas. No voy a darte el billete antes de que me des la vueltas... no me fío de ti. 

Cogió sus vueltas y con el corazón a dos mil por hora salió del taxi pegando un portazo en el coche "molonnnn deportivo leganesssss". El portazo de su vida. Temblaba. 

Cuando ya caminaba para alejarse le oyó gritar un insulto y algo sobre su rabo. 

Se tenía que haber bajado. 
Los otros taxistas tenían que haberla avisado. Tenían que haber impedido que ese tío circulara con un coche, que nadie se subiera a ese coche. 

¿Cuántas carreras como la suya habría hecho ese día?

Tenía que haber apuntado la matrícula. 

Mierda de tío.

viernes, 23 de octubre de 2015

(Mi) motivo

Hace justamente un año pasaba mi mañana exactamente igual que la mañana anterior y la siguiente, esperando sencillamente a que el tiempo pasara, que pasara más deprisa, que se acabara. 

Llevaba los vaqueros mugrientos de estar en casa; ya no tenía botón y me los sujetaba con la cremallera y con las manos cuando me ponía de pie. Una camisa azul de hombre, enorme, y calcetines. Tras brujulear por la red, mirar el correo, mirar la pantalla, mirar el sofá, mirar el correo... pensé ¡No se me ocurre nada, no tengo nada que decir, ni que escribir! Miré el sofá otra vez, cerré la tapa del portátil y decidí que esa hora era un momento buenísimo para tumbarme y dejar pasar la mañana... y ojalá la tarde, la noche y los días hasta volver a tener los pies calientes y algo en la cabeza. 

Me tumbé y miré por la ventana. Enfrente de mi casa hay un edificio de viviendas pero está lo suficientemente lejos como para tener las cortinas abiertas y que nadie te vea; como mucho, pueden intuirme. Me tumbé y pensé en dejarlo, en dejar de escribir. 

A lo mejor no para siempre... solo un poco, lo suficiente para descansar. 

Jamás hasta ese día, a lo mejor hasta “esos” días, había pensado en dejarlo, pero “ese”, concretamente, pensé que no podía más, que por primera vez en 7 años era un esfuerzo y que, a lo mejor, no merecía la pena. 

Ping. Correo. Lo dejé estar. Me daba igual quién fuera o lo que fuera. Me daba igual. Seguí mirando por la ventana el tráfico en Doctor Esquerdo, la gente caminando, los autobuses. 

Al cabo de un rato miré el correo. 

"7 días sin publicar. Eso no pasaba desde agosto y tus veranos son casi de época de Franco con que se justifica. No hay más receta que subir la escalera, una tan poco apetecible como la que te adjunto. Lo peor es que se suben 7 peldaños y luego se bajan 2 sin motivo, mientras buscas eso, el motivo. Un abrazo". 

No esperaba ese mail. No esperaba nada. Me levanté del sofá, dejé de mirar la vida y escribí un post. 

Seguí escribiendo. He seguido escribiendo mientras subía esa escalera. No sé como he podido hacerlo. No tengo ni idea. No podía comer, ni dormir, ni hablar, ni casi salir de casa, pero de algún lugar recóndito conseguía sacar la inspiración, la concentración (a duras penas) y juntar fuerzas. No lo considero una heroicidad, ni creo que tenga ningún tipo de mérito especial. 

Era un esfuerzo, pero lo único que me reconfortaba. Tener una idea y conseguir escribirla. Llegar al final y leer el texto entero, y asombrarme al pensar que esas palabras habían salido de mi cabeza unos minutos antes. 

No podía con nada, pero de alguna manera sabía que si dejaba de escribir (aquí y en los mil sitios en los que este año han confiado en mí y no podía decir que no) me hundiría. 

El blog ha sido como el madero del náufrago. Tienes los brazos entumecidos de aferrarte a él, estás aterido, congelado, vives sin pensar en nada más que en no hundirte, no ahogarte; pero te duele tanto todo, estás tan agarrotada y tienes tanto frío que fantaseas con lo relajado que sería soltarte del madero, descansar los brazos, cambiar de postura y dejarte ir. Pero sabía que no podía, si lo soltaba me hundiría y me ahogaría. 

Gracias, Gonzalo. Tu mail fue el que me dijo "ehhh...no te sueltes que te ahogas"

No me pongo medallas, ni méritos ni nada. Me aferré a escribir hasta que me dolieron los brazos, llegué a la playa y salí caminando hasta llegar a la orilla. 

Sencillamente lo cuento. Cosas que (me) pasan me salvó la vida y eso son buenas noticias. 


miércoles, 21 de octubre de 2015

Ensayo sobre el microondas

El microondas es como vivir en pareja 

Hay gente que no vive en pareja porque no quiere, considera que es peligrosísimo para la salud, para su vida, que eso no es para ella y que mucho mejor cada uno en su casa y todos tan contentos. Lo mismo pasa con el microondas, hay gente que no quiere microondas, que no lo usa porque es peligroso para la salud y las ondas pueden matarlo. Me parece bien, es una opción tan buena como no tenerlo porque no te cabe, no te va con los electrodomésticos o cualquier otra chorrada... aunque más arriesgada. La buena noticia es que los efectos malvados de las ondas del microondas no les matarán en sus casas, la mala es que en los restaurantes, en el colegio de sus hijos y en otros mil sitios sí usan los microondas y sus ondas malvadas para calentar o cocinar comida que esas personas se comen... pero oye, cada uno se engaña con lo que quiere. 

El microondas es un electrodoméstico prometedor. Es como los novios. Los ves ahí colocados, flamantes y nuevos e imaginas una vida de amor y convivencia en la que todo sea armonía.  El primero que tienes (ya sea en un pasado remoto en casa de tu madre o en pasado menos remoto en tu propia casa) parece algo prometedor y lleno de posibilidades. Un mundo nuevo... Lo miras, te gusta y piensas "juntos vamos a hacer grandes cosas". No hace falta que sea el más caro ni el más brillante; es el tuyo, el que te ha hecho tilín y te gusta. 

Poco a poco, la realidad se impone y las "grandes cosas" se transforman en la rutina cotidiana de pequeños gestos que también mola mucho. Levantarte hecho un gremlin, llorando de sueño, llegar a la cocina, sacar la taza, echar el café, abrir la nevera para coger la leche... y después sin pensarlo, sin saberlo, pulsar el botón que abre la puerta, meter la taza y darle al botón. El sonido familiar de las ondas malignas llena tu cocina y tú te dedicas entonces a preparar el resto del desayuno o a contemplar el (in)finito de tu cocina con mirada de foca monje, esperando el "ping". La puerta se abre y entonces tu maravilloso compañero de rutina te devuelve el líquido asqueroso (si no habéis probado a beber café frío a las 6:30 de la mañana... no lo hagáis) convertido en el maná, en la poción mágica que te hará empezar a ser persona. 

Todo es rutina, todo funciona. Has abandonado los grandes proyectos y las grandes cosas y estás cómodo con tu microondas. Vas a otras casas, ves otros microondas. Algunos parecen más cutres, otros más sofisticados, algunos son preciosos y fantaseas sobre cómo quedarían en tu cocina, otros sabes que están completamente fuera de tus posibilidades y piensas que estás bien, que te gusta el tuyo y que no necesitas nada más.

Tu microondas no hace grandes cosas; a lo mejor sí, si lo cuidaras, mimaras y tuvieras detalles, pero no hay tiempo ni ganas. Estáis bien así. Calienta, pita y sacas lo que sea. Ya no tienes ni que mirarlo. Los números se han borrado, el cristal ya no es traslúcido, hay botones que no sabes (y puede que nunca supieras) para qué sirven... pero es tuyo y te gusta. 

La rutina en algún momento se estropea. El microondas empieza a fallar. Cosas impensables empiezan a ocurrir. Pita demasiado tarde y te abrasas, pita demasiado tarde y al sacar la taza el café sigue congelado. La rueda misteriosa que nadie controla pero que todo el mundo gira se atora. El botón de abrir la puerta se resiste y es necesario golpearlo con fuerza pero no demasiada, porque entonces se cabrea y lanza la tecla. No quieres verlo, te resistes. "No importa que de vez en cuando no caliente". "No importa que no vea los números". "¿Eso que hay ahí era el dibujo de una taza?", pero lo dejas pasar...

El momento final llega y empiezan las dudas. ¿Busco otro? ¿Uno mejor? ¿Uno más caro? ¿Uno más barato? Ya sabes que los grandes planes no se cumplirán y que con uno sencillo y que sea cumplidor tienes más que suficiente. Y vuelta a empezar. 

Conozco casos de gente que después de una primera experiencia traumática “no me tenía en consideración, la grasa del pollo que calentaba la comida aromatizaba mi café de la mañana” al dar sepultura a su microondas... y en un acto radical de ruptura con todo, arrancó el enchufe, le arrancó la puerta y lo convirtió en un especiero. 

También hay gente que tiene (tenemos) muchos microondas en nuestra vida y francamente es un follón.  Hay que recordar los usos y costumbres de todos, cuál necesita mimos previos, cuál es más de aquí te pillo aquí te mato, cuál es mejor no calentar demasiado porque se desborda, cuál es más bien lento y se toma su tiempo. Es fundamental conocerlos a todos y no equivocarse. Nada peor que poner excesivo tiempo en un microondas de calentamiento ultrarrápido para que tu comida entre en ebullición y el túper en el que la guardas se funda y ya no haya solución para esa relación. 

En fin, lo mismo lo mejor es no tener microondas. O uno de confianza. O muchos. O calentar la comida con carbón. O comer frío. O solo cosas crudas. O mejor, la dieta paleolítica. O sólo cosas que caigan de los árboles. 

Pero ¿qué hacemos con el café?