domingo, 19 de enero de 2020

Este libro es malo y alguien tenía que decirlo


Hace dos días que leí esta frase y todavía ando intentando entender qué significa, qué quiere la autora que entendamos. En un pueblito francés un adolescente rema en una barquito en un lago para complacer a su madre que está enferma de cáncer. Y rema como un pene en un barreño. ¿Rema flácido? ¿Rema empotrando? No, eso no porque dice que después de una hora solo se habían movido diez metros. No lo entiendo. No lo entiendo igual que se me escapa cómo la novela en la que encontré esta perla, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, ha aparecido en todas las listas de mejores libros del año.

Todos los años caigo en lo mismo, todos los años con una ingenuidad que a mí misma me sorprende cometo el mismo error: fiarme de esas listas y picar comprando alguno de esos libros. Siempre pienso: «venga, vamos a ver qué tal, si tanta gente lo dice será por algo». Y año tras año me hostilizo hasta el infinito con libros malos que ni de coña son lo mejor del año. 

No estoy en contra de los productos culturales malos, de fácil consumo y sin pretensiones. Series malas, canciones terribles pero muy pegadizas, películas sin más pretensión que hacerte reír aún a costa de un guión espantoso y novelas malas con las que pasar el rato, reírte o llorar con una historia lacrimógena. Estoy muy a favor de este tipo de cosas porque todo tiene su lugar y su tiempo. Lo que me saca de mis casillas es que en el mundo del libro, todos los años, en todas las listas aparezcan libros malos encumbrados como «los mejores del año». Nadie espera que una serie como You, que me he tragado con mis hijas, mala de llorar con una historia imposible, unas tramas ridículas y unas interpretaciones que rozan el esperpento, aparezca en la lista de «series imprescindibles». Es lo que es y para eso existe, para ser mala y ser un placer fácil y culpablepero ¿por qué siempre, todos los años, las listas de mejores libros están llenas de libros malos, libros como YOU?

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibûleac, es la enésima historia de adolescente que odia a su madre que le parece un infraser idiota merecedor de la muerte y que desde su presente de adulto nos cuenta cómo aprendió a quererla, cómo dejó de ser un adolescente egocéntrico y estúpido y cómo entendió que su madre era algo más que su madre y aprendió a quererla un verano, el verano en el que ella enferma de cáncer y muere. 

Es una historia que se ha contado mil veces y que puede contarse otras mil más porque el distanciamiento adolescente hacia los padres y la súbita comprensión de su realidad como personas más allá de nosotros mismos, más allá de ser nuestros progenitores, es algo universal. El añadido de drama: cáncer, padre que se marcha, padre que no es padre, descubrimiento de padre real, hermana que muere, enamoramiento adolescente, locura, blablabla, es el aderezo de la ensalada pero tampoco es nada nuevo. ¿Más historias de adolescentes y madres? Perfecto. ¿La mejor novela del año? Ni de coña. 

La historia es predecible, carece de anclaje en el tiempo y en el espacio (¿dónde viven? ¿van a Francia? ¿desde dónde?), los personajes secundarios son casi cameos y todo suena a falsopero lo peor no es eso, lo peor es que El verano que mi madre tuvo los ojos verdes está muy mal escrito. Página tras página, párrafo tras párrafo, la autora lo llena todo (y cuando digo todo es TODO) de comparaciones bochornosas y absurdas que dejan al lector patidifuso: «El montón de piedras junto al cobertizo formó una línea recta y larga y partió, ondulándose como una serpiente, hacia el horizonte que castañeteaba como una boca abierta» ¿Castañetear como una boca abierta? ¿Un horizonte? ¿Qué significa esto? «Me pegué a ella como una herida a un esparadrapo» ¿No es al revés? ¿No es el esparadrapo el que se pega? ¿Quién pone esparadrapos directamente en las heridas? «Mi verano había transcurrido bello pero implacable como una mantis», «Mi madre era blanca y larga como una sombra matinal», «la lluvia cae menuda y cálida como los golpes de una muchacha», «[...] reuniendo mis huesos con palabras flotantes por los rincones de la habitación; tumbado en los divanes de las decenas de psiquiatras que se han paseado por mi cerebro como por el vestíbulo de un hotel barato», «el mercadillo de antigüedades era como si Dios hubiera tropezado y se le hubiera vaciado la bolsa», «mi madre saltaba de un sitio a otro, como una ardilla, comprando toda clase de cachivaches y apretujándolos...»,«cuando la bolsa estuvo llena como una vaca», «esos consejos de mi madre son como las instrucciones de la comida congelada», «Alesky, ¿cómo vas a recordarme?–me preguntó de repente, como un pájaro recién decapitado que todavía aleteara», «estaba toda rosa, como un salmón cocido,..», «Me mordías como un lobo cuando te daba de mamar», «Después de oír esas palabras me enamoré de ella de forma fulminante y dolorosa, como si alguien me hubiera arrancado de golpe todas las uñas con unas tenazas», «Para mí y para mi madre—acostumbrados al frío y las lluvias inglesas— esos días eran como el Alzheimer del verano». A lo mejor alguien cree que he sido exhaustiva en esta lista pero para nada, he elegido solo algunas. Este libro se puede recorrer como una ardilla saltando de símil bochornoso en símil bochornoso como si de árboles se trataran hasta llegar al pene remador que te asalta cuando menos te lo esperas como una mala noticia al final de un día agotador. 

No sé si es un problema de escritura, de traducción o de edición o si se combinan un mal trabajo por parte de la escritora, la traductora y el editor. No lo sé y da igual. Es un libro malo con una historia sensiblera que a mucha gente le ha gustado y me parece perfecto pero lo que me saca de mis casillas son los elogios de críticos y periodistas. ¿No lo han leído? ¿Les da igual? ¿Están editoriales, críticos y periodistas inmersos en un mercadeo de favores? Creo que las tres cosas son ciertas y por eso pasan estas cosas. Libros malos encumbrados como libros del año. Y nadie dice nada. 

Y yo creo que hay que decirlo y no pasa nada. Dos de los peores libros que he leído en mi vida y que sufrieron despellejes sangrantes en este blog son de dos editoriales con las que he tenido siempre buena relación: una de ellas publicó mi primer libro (un libro malo) y de la otra, Espasa, me hice muy amiga de su editora, Belén Bermejo. Los ojos amarillos de los cocodrilos La sonrisa de las mujeres son dos libros horribles que dieron grandes alegrías a sus editoriales. Se vendieron como churros pero nadie las encumbró como "novelas del año". Eran lo que eran. 

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes es una mala novela: es sentimentaloide, busca la emoción fácil acumulando desgracias tras desgracias y está mal escrita. Ha tenido éxito comercial y conozco a mucha gente a la que le ha gustado, pero esas dos cosas no la convierten ni por asomo en una buena novela ni en uno de los mejores libros del año. 


Y vuelvo, una vez más, a recomendar tres novelas que tratan más o menos el mismo tema y que son fabulosas y están muy bien escritas. Ambas están mi lista de mejores libros del año: Malaherba de Manuel JaboisFugitiva y Reina de Violette Huissman y Claus y Lucas de Agota Kristoff. Corred a leerlas. Os prometo que con ellas no perderéis vuestro tiempo y, sobre todo, no encontraréis en ellas penes remadores. 



martes, 14 de enero de 2020

Me planto. No quiero cambios

«No me da la gana de pensar que nada es para siempre» escucho en una canción de Xoel López que salta tras un  bucle de cuarenta y ocho horas con otra canción. Lo que me provoca la canción del bucle, Bajo la piel, prueba que si hay algo que no es para siempre es el amor. Los amores no duran para siempre o no duran siempre de la misma manera pero es que ni siquiera la sensación que te provocan las canciones de amor siguen siendo las mismas. El bucle continuo significa que la canción me gusta, ¿lo que cuenta? me da igual. Amores sufridos, de esos de te quiero pero nos hacemos daño. No es que esté en contra, es que todo eso me resbala. Y me hace gracia que me resbale porque me recuerdo a mí misma escuchando canciones así y pensando «habla sobre mí, sobre nosotros». Todo esto es otra prueba más de que mi transformación en señora mayor descreída va viento en popa. Pero no quería escribir sobre amor, quería escribir sobre la otra frase de Xoel porque casi todos los días me descubro pensando: por favor, que todo siga igual. 

En Los Molinos, en septiembre, los pájaros cantan distinto. No sé qué pájaros son ni a qué obedece ese canto pero llevo escuchándolo cuarenta y seis años. Cada año, la tarde en que lo escucho por primera vez al final del verano, vuelvo a tener ocho años y estar en casa de mis abuelos a la hora de la merienda. Cuando tienes ocho años todo es eterno, todo es para siempre: tus padres, tus abuelos, tu casa, tu colegio, tus rutinas. Todo es inmutable y de fiar. No te planteas que nada cambie y si lo piensas de refilón crees que los cambios se ven venir, que son algo que se puede predecir. Cambiaras de curso, de ropa cuando llegue el invierno, te crecerán los pies, te harás mayor, te dejarán salir sola con la bici, comer dos huevos fritos. La vida es rutina y solo de vez en cuando, muy de vez en cuando, aparece algún cambio completamente predecible y que siempre es a mejor. Pasas de pantalla.  

Más adelante llega un momento en tu vida en que quieres, necesitas que todo cambie. Toda tu energía se invierte en buscar el cambio. Quieres acabar de estudiar, tener un trabajo, irte de casa, cambiar de ciudad, de pareja, de trabajo, de estilo de vida. Quieres hijos, quieres que crezcan, que anden, que corran, que hablen. Quieres amigos nuevos, ropa diferente, un color de pelo inesperado, un perro, un gato, una sardina. Lo que sea, uno busca el cambio, lo anhela con ansia porque por las razones que sea, quedarse como está se ha convertido en "conformarse". Conformarse es una palabra con malísima fama cuando tienes entre veinte y cuarenta años. Uno no se puede quedar siempre en el mismo nivel del juego, hay que perseguir el cambio para llegar a la pantalla final, al premio gordo. 

Ultimamente pienso que yo ahora estoy en la etapa del juego en la que lo que busco es que me dejen sacar la carta de "me planto" combinada con un "pies quietos". 

Me planto, me quedo como estoy, ¿es todo perfecto? No, pero mira esto lo tengo controlado. Mi familia, mis amigos, mis hijas, mis relaciones, mi trabajo, mis aficiones, los lugares que conozco me conocen a mí y a los que son nuevos voy de visita. Quiero que todo siga igual, no tengo grandes ambiciones, no quiero ser califa en lugar de califa. ¿Podría tener mejoras? Sí pero no quiero correr riesgos. Mejora es sinónimo de cambio y si algo aprendes pasado los cuarenta es que los cambios los carga el diablo. Quizás algo se torcería, quizás algo se destabilizaría y esa pérdida de equilibrio empezaría a resquebrajar todo lo demás y, en breve, me vería achicando agua de mi vida por las razones que sean. No. 

Sé que nada es para siempre pero, como Xoel, no quiero pensarlo. Ahora mismo saber que nada es para siempre son mis monstruos bajo mi cama, Frankestein, el hombre del saco o el sacamantecas. Me da pánico pensar que en cualquier momento algo, la muerte, a quién quiero engañar sin decirlo, puede ocurrir y eso desencadenará un maremoto de cambios que no quiero manejar. Sé que las situaciones se terminan, que los amores se abandonan, que los hijos crecen, que los amigos mueren, que las casas se venden, que puedo morir esta noche pero no quiero pensarlo. Quiero quedarme en lo que parece durar siempre, en el sonido de los pájaros en Los Molinos en las tardes de septiembre, cuando tenía ocho años y me daba más miedo la bronca de mi madre por romper unas zapatillas que cualquier cambio. 



viernes, 10 de enero de 2020

Podcasts encadenados (VI)

Que levante la mano el que no tiene dos cubos de basura en casa o incluso tres y una bolsa para los tapones y otra para el cartón y un montón de cosas esperando junto a la puerta con trastos para llevar al punto limpio. Separar el envase de la leche de la raspa de pescado nos hace mejores, nos hace creernos mejores, comprometidos con el planeta, con el consumo responsable. Si además de todo vamos a la compra con bolsas de rejilla, echamos los residuos orgánicos en bolsas compostables, llevamos una botella de cristal para rellenar y usamos un cepillo de dientes de bambú estamos convencidos de ser buenísimas personas, ejemplares.

De lo que pasa una vez que la basura sale de nuestra casa no nos preocupamos mucho porque nosotros ya hemos hecho nuestra parte. Tenemos unas cuantas ideas preconcebidas que hemos leído por ahí, y así, con un ecologismo hecho a medida vamos tirando. El plástico es malísimo, save the turtles y poco más. Como siempre simplificamos para estar más cómodos. Y hoy vengo a sacarnos a todos de esa zona de comodidad y mostrar la realidad del plástico, del reciclaje y de como la solución a la contaminación no está en nuestra pajita de bambú. Nos exige un esfuerzo muchísimo mayor que no sé si estamos dispuestos a asumir.

Hoy traigo una selección de podcasts para aprender sobre plásticos, sobre la historia del reciclaje y sobre lo que ocurre cuando las bolsas de basura salen por nuestra puerta.

1.-  The litter myth del podcast Throughline de NPR Este podcast que creo que no he recomendado aún es uno de mis fijos. Sus dos presentadores de nombres impronunciables, Ramtin Arablouei (él) y Rund Abdelfatah (ella),  dedican cada episodio a «mirar el pasado para entender el presente». En este caso parten de su obsesión por separar residuos y reciclar para preguntarse ¿Cuándo empezó esto? ¿Cuándo surgieron los envases de usar y tirar? ¿Por qué el consumidor se siente tan culpable? Porque sí, porque todo esto tiene un comienzo y está en un lobby formado por las compañías americanas más potentes para poner la responsabilidad de la generación de residuos y basura en el consumidor y no en el productor. Es una historia increíble con creativos de la era de Mad Men, empresas haciendo lobby contra legislaciones que ya en los años 50 trataron de prohibir los envases de un solo uso y unos anuncios de televisión con un indio llorando por la basura con la que contaminamos su río... protagonizados por un actor que no era indio.

Además del contenido merece la pena prestar atención a la perfecta combinación de voces de los dos presentadores, a cómo van presentando la historia y al uso que hacen de recursos históricos.

Podcast: Throughline
Episodio: The litter myth
Duración: 35 minutos
2.- Should we burn our recycling? del podcast Today Explained de VOX.   Today Explained es un podcast informativo diario que trata de explicar un tema en profundidad, a la manera del The Daily pero siendo más dinámico, más ¿cómo decirlo? menos formal. Este episodio se centra en contarnos la realidad del reciclaje, la mínima proporción de plástico que realmente se recicla y por qué ocurre esto. Hay que aceptarlo, la mayoría de envases que tiramos en nuestro contenedor amarillo creyendo salvar el planeta terminan (o terminaban) hasta al año pasado en barcos camino a China que hasta el 1 de enero de 2018 compraba todos esos materiales supuestamente para reciclarlos. Ahora ya no hay mercado para esos materiales y las empresas que antes se afanaban en separar los materiales para esa venta, ya no tienen interés en hacerlo. Además, reciclar es algo muchísimo más complejo que separar los envases de lo orgánico y por eso y otros mil problemas más, quemar los residuos por mucho que nos lo hayan vendido como lo peor, no lo es ni mucho menos. O eso es la tesis de este episodio.  ¿Cómo se recicla? ¿Qué pasa cuando los residuos llegan a las plantas? ¿Como se separan? ¿Cuanto contamina una incineradora? ¿Cuáles son las diferencias entre el reciclaje en Estados Unidos y en Europa? (Spoiler: lo hacemos mejor pero también mandamos nuestra mierda a Asia).  Este episodio, además, me ha descubierto que en Copenhague en la zona de parques y esparcimiento de la ciudad, los daneses, que son gente seria, han construido una incineradora de diseño que tiene además una pista de esquí sobre hierba encima.  

Podcast: Today explained.
Duración: 27 minutos 

3.- National Sword del podcast 99% invisible.  De 99% invisible ya he recomendado más episodios y vuelvo a recordar que la voz de su presentador, Roman Mars, es la más sexy del universo del podcast ahora mismo. En este episodio Roman y una de las productoras del programa, Avery Trufelman, charlan sobre reciclaje y sobre por qué China ha dejado de comprar a occidente, a Estados Unidos y Europa, millones de toneladas de basura supuestamente reciclable. Además nos llevan a Taipei, capital de Taiwan, para contarnos como han conseguid allí reducir la cantidad de residuos generados por cada habitante y aumentar en consecuencia la cantidad de toneladas de basura susceptible de reciclar. Os adelanto que la solución pasa por camiones de la basura que se anuncian con música de Beethoven, y una implicación de cada habitante muchísimo más exigente que tener dos cubos de basura en casa.  Escuchadlo y pensad si estaríais dispuestos a una solución similar.  Ah, por cierto, que sepáis que para que los envases se puedan reciclar hay que limpiarlos de cualquier resto alimenticio antes de tirarlos al cubo. Empezad por eso. 

Podcast: 99% invisible
Episodio: National Sword 
Duración: 42 minutos


 4.- ¿Podemos vivir sin plásticos? de El podcast de Cristina Mitre.  Cristina Mitre es periodista y tiene uno de los podcasts independientes en español más potentes. Cada domingo publica una entrega que sigue siempre el mismo formato: una entrevista en profundidad a un especialista en el tema de la semana. Cristina se prepara las entrevistas muy a fondo, leyendo todo lo que hay  y preparando un cuestionario al que a mí me daría miedo enfrentarme. En este episodio charla con Yanko Iruín que además de ser uno de mis más queridos amigos es una autoridad en plásticos, un señor y explica temas muy complejos de manera que sean comprensibles por público no especialista. Yanko explica aquí el reciclado y también la diferencia entre los distintos tipos de plásticos y la imposibilidad de reciclado que muchos de ellos presentan, habla también de microplásticos, de los mares y de cómo por mucho que nos empeñemos movidos por campañas absurdas, es imposible vivir sin plástico y en cualquier caso sería siempre un mundo peor.  

Si queréis aprender sobre plásticos, sus usos, supuestos peligros, las diferencias y sus bondades, no os podéis perder este podcast.  

Podcast: El podcast de Cristina Mitre.  
Duración:  84 minutos. 


Sé que puede parecer un tema árido pero estos cuatro podcasts son una magnífica manera de informarse sobre un tema en el que todos estamos implicados y del que debemos estar muchísimo mejor informados. 

Eso sí escucharlos va a hacer que cambie la manera en la que miráis vuestros cubos de basura. La información nunca es confortable. 




martes, 7 de enero de 2020

Globos de Oro 2019: despelleje y amor a Brad Pitt

No me viene bien que los Globos de Oro coincidan con los Reyes Magos, no puedo estar a dos eventos tan importantes a la vez y puestos a elegir, estaba clara mi elección: los Reyes Magos, los regalos, el roscón, pasar el día entre papel de envolver y comer pularda rellena. Pensaba dejar pasar los Globos de Oro pero, pero, pero, he visto a Brad Pitt y no me puedo resistir.

Brad Pitt es como el vino bueno, como el aperitivo un sábado de otoño, como la siesta, cómo tener verduras en la nevera, como el silencio y una buena alcachofa de ducha, es algo que aprendes a valorar con la edad. Brad Pitt está tremendo y cada vez lo está más. A mí, de joven yo y de joven él, me parecía un poco blando, un poco «qué guapo soy, como me molo», ahora me parece que está cada vez mejor, cada vez más «soy un tío normal y resulta que soy así».  Y, además de todo, sabe llevar traje sin que parezca que el traje le lleva a él o que le pican las etiquetas o que no sabe que hacer con los botones.

Leonardo sigue siendo un no. Va bien vestido y es un gran actor pero a mí no me gusta nada de nada.

A mí Chris Evans me da una grima que me muero. Me parece un Madelman esquinado con unos brotes de Ken el novio de Barbie. No me gusta su cara, ni su pelo, ni su cuerpo y no me gusta como le queda la ropa, siempre demasiado prieta, demasiado «oh, mira se me escapan los músculos». A lo mejor dentro de un tiempo le pasa como a Brad. Lo dudo muchísimo y en cualquier caso este traje de terciopelo o de pana granate madrina de boda de pueblo es un horror.

Jason en fin se puede poner lo que quiera, llevar el pelo como le apetezca y mirarte con cara de estar calibrando cuánto empuje aguantarías.

Zoe Kravitz a mí no me engaña, esa mirada tan ridícula lleva horas de entrenamiento delante del espejo. Ya sé que para poner cara de «uhhh, mira que sofisticada y misteriosa soy» hay que tener mucho tiempo libre. Eso sí, el vestido es precioso aunque a ella parece que le da asco.   Este chico, sin embargo, tiene menos tiempo porque claramente ha ensayado poco la sonrisa de «estoy feliz de estar aquí» y está todavía en la sonrisa «me hago caca ¿me dices donde está el baño?»

Rooney Mara de suspiro decorado y Gwyneth de lo quiero todo. Quiero que se vea como me luce la tabla de ejercicios que hago pero que no me entre frío en los riñones, quiero llevar cuello alto pero ponerme el joyero y quiero que comprobéis sin ningún género de dudas que soy absurda. Es que además este vestido tiene pinta de coger polvo, de tener ese tacto que tienen los visillos de las casas de idealista que llevan meses a la venta.

Joaquin Phoenix, tremendo actorazo, esponjado y con querencia a José Feliciano.

Rachel Weisz yendo sobre seguro, muy bien. Cate Blanchett con estos pelos difusos que se llevan ahora y que a mí me parecen una manera de disimular que te estás quedando un poco escasa de pelo y con un traje color «no queremos saber si es niño o niña así que vamos a pintar la habitación de este color» y con demasiadas cosas y añadidos por todas partes.

Charlize y Reese saben chino. Llevan vestidos que se te van a olvidar según pases la foto pero que dicen claramente «nosotras ya sabemos jugar a esto».

A Phoebe lo que le pasa es que tiene demasiada cara para cualquier cosa que se ponga. Da igual la ropa que lleve porque la vista se te va siempre a su cara. No sé si son los ojos, la sonrisa, la boca o qué pero es una mujer que da igual lo que se ponga porque para verlo tienes que fijarte mucho. Es un fenómeno bastante peculiar.

Stellan va de sueco arrugado. ¿Por qué nadie asesora a estos hombres para que no se pongan trajes que están arrugados antes de les haya dado tiempo a sentarse?

Jennifer de paquete.  Le falta el ticket regalo. 

Estos van de divorcio inminente. Ese choque cromático no presagia nada bueno.

Vamos a ver Saorise, ¿qué es esto? ¿Por qué? ¿No viste en el set de Mujercitas que a ti te van los colorinchis, las cosas con mangas, algo que diga me mola vivir? A mí es que estos vestidos de sardinillas escurridas me dan tristeza y ganas de echarles una manta por los hombros. Lucy se marca un Helena Bonham Carter con la versión abrigada del vestido sardina con una combinación imposible de encaje y papel de aluminio. Si se propone llevar algo más horrible no lo hubiera conseguido.

Michelle Williams haciendo el bien de la humanidad y enseñando al mundo cual es el color menos favorecedor del mundo. No hay más que mirarle la cara para darse cuenta de lo poco que favorece y de que ella lo está haciendo por nosotros.

¿Soy yo o a Charlize le ha crecido el cuello?  Ha debido comer lo mismo que este chico que también tiene un cuello caleidoscopio.

Busy Philips viene de empalmada y no engaña a nadie.

Natasha, ¡Arsa y su abanico!

Las tres falsas, homenaje a Rubens en 120 kilos.

El vestido de Renée es el que más me gusta de toda la fiesta pero me da tristeza infinita que ella haya decidido abandonar la alimentación y optar por autoconsumirse.  Calculo que en un par de galas más el vestido podrá ir colgado de un palo de escoba.

Hombres que llevan reloj y barba de tres días y cara de estar sudando la resaca.

Salma embuchada y diciéndome a mí personalmente «¡complejo, complejo, lo que hay que hacer es sacar los complejos a pasear!» Me preocupa saber si ese minúsculo broche que sujeta todo el andamiaje salió disparado sacándole el ojo a alguien cuando Salma respiró.  También me preocupa el cuello, me apuesto una mano a que se acostó con una roncha roja en el cogote.

Yo de mayor quiero ser Helen Mirren y cruzo los dedos para no acabar siendo como Elton John. Pero mientras me hago vieja me pido ser  Sofia Vergara y llevar a ese señor del brazo. Es una mezcla perfecta de norueguismo y hombres que saben llevar traje.   Volved a mirar a Salma, que a su lado la Vergara parece plana.

A mi hija le gusta Nick Jonas y no sé en qué he podido fallar al educarlo, la verdad.

Everyone loves Jennifer. Pero mucho, la queremos mucho. 

Joshuah desubicado. Va tan imposible que lo peor no es color del traje. Ay madre esos botones dorados, no los veía desde la primera comunión de Joselito.

Necesito que alguien con conocimientos de estilismo me explique ¿Cómo es posible que esas mangas hayan vuelto? ¿Qué sucios trucos se usan para convencer a alguien de que llevar mangas que te rocen las orejas es buena idea? «Vas a sentir un cosquilleo en los tímpanos cada vez que te muevas, vas a ver qué ideal»

«Olivia, eres divina, puedes permitirte estas mangas, son elegantísimas». Olivia, cambia de amigas y de agente.

Kerry por el medioambiente, ahorrando tela.

A ver cómo digo esto, si te preguntas que si alguien notará que llevas el pelo sucio, la respuesta es siempre SÍ. Jason, ya lo sabes para la próxima vez, y no, mojarse el pelo en la ducha no cuenta como lavado.

Ramy Jousef de Primark. 

Vale, lo de los cuellos debe de ser tendencia y aquí todavía no nos hemos enterado. Aunque por la cara de Rose parece que duele.

El vestido de Naomi también está entre mis favoritos y ella en conjunto también: bien el peinado, bien el maquillaje, bien las arrugas de estos son los años que tengo y bien la mirada.

A mí Billy Porter me parece el típico amigo que le dices: « por allí viene mi jefe, por favor le saludo y seguimos andando con la excusa de que llevamos prisa» y acabas no sabes muy bien cómo comiendo con tu jefe y tomando pacharanes mientras tu amigo le cuenta a tu jefe como os emborrachabais con licor 43 y martini cuando tenías 18 años.

Ilusión óptica número 1 titulada: descubre si eres daltónico ¿qué número hay escondido en el estampado? 

Un caramelito, otro caramelito de sabor indefinido, el caramelito que queda en el salpicadero del coche porque nadie tiene claro desde cuándo lleva allí. Caminito de chuches y al final un merengue. 

Laura Graham, chica Gilmore, enmochada y con vestido rojo.

Ana de Armas peinada por su peor enemigo con un vestidazo de estrella de Hollywood espectacular y muy bien maquillada.

Hombres del mundo, repetid conmigo: «No, no estoy lo suficientemente bueno, ni soy lo suficientemente sexy, ni tengo tanto talento como para llevar un esmoquin de brocado tobillero»

Me voy a meter un fregado. A mí el cura de Fleabag no me gusta nada, no me parece sexy ni atractivo. Me daba la sensación de ser un Bambi a punto de caer en manos de la chica. Lo de que te guste un cura tampoco lo veo, son ganas de sufrir por alguien que probablemente tenga una técnica más que deficiente y encima venga con cargo de conciencia pero oye, es una serie y aceptamos lo que sea. Lo que me fascina es que el actor que hace de cura, cuando va de actor a una gala, parece un cura disfrazado de actor que va a una gala. Es todo muy loco y para mí completamente antilujuria. 

Bel, te la han jugado. Si quieres yo puedo ser tu amiga. Prometo decirte siempre la verdad o encerrarte en el baño para que no salgas de casa con esta pinta. 

Ilusión óptica número 2 titulada: Mírame fijamente y cae redondo del mareo. 

Zoey de «Salma, aquí no cabes»

Pierce Brosnan va de Iñigo Montoya va a los Globos de Oro. Me encanta porque se le ve feliz. Y tiene muchísimo mérito porque tiene dos hijos que son como avatares de un juego japonés. 

La versión Hacendado de Sofia Vergara. 

Lala Milan es una valiente, llevar esas uñas con ese vestido es un riesgo, en cualquier momento te enganchas y te arrancas la piel hasta el codo.

Ilusión óptica 3: ¿se mueven o no se mueven los dibujos?

Ay, que le den muchos premios a Brad Pitt, que le den todos los que haya: el Goya, el Oscar, el Nobel, el de relato corto de la biblioteca de mi barrio, el de leyendas del mazapán y que le hagan embajador del cava de Almendralejo para que todas podamos mirarle como le mira Jennifer.