Ey, tú, lector que busca mi última actualización y al no encontrarla murmura «ya no escribe tanto como antes». Tú, lectora, que me regañas un poco en las presentaciones, al conocerme, porque echas de menos cuando escribía casi todos los días. Tú, lector, que al leer en Twitter la historia de mi compañero de Ave que gritaba por el móvil «¿Sabes lo que es la época azul de Picasso? Vale. Pues consigue un Picasso de la época azul que tengo un inversor que nos dará cincuenta millones de euros» te has quedado como yo, queriendo saber más. ¿Quién era ese hombre? ¿Había una cámara oculta en mi vagón? ¿Cómo se puede no saber lo que es la época azul? Quizás, como yo, hayas llegado a la terrible conclusión de que ese hombre vociferante e indiscreto ni siquiera sabía quién era Picasso. A ti, lector, que llevas días y días dejando comentarios y preguntándote qué pasaba con ellos, si es que yo, la bloguera, había decidido suprimirlos, te debo una explicación. Blogger había estado secuestrando todos los comentarios y yo, inmersa en la vorágine de correr de un lado a otro, y sometida a la idea de que la gente ya no lee blogs, solo ve vídeos en Instagram y lee hilos en Twitter, creía que había vuelto a los inicios del blog, a cuándo escribía solo para mí. Ayer, gracias a P, me di cuenta del secuestro y a las doce de la noche, en pijama en la penumbra de mi salón ,liberé todos los comentarios retenidos y comprobé que somos como la irreductible aldea gala, yo sigo escribiendo y vosotros, lectores, seguís aquí, leéis y decís cosas. Tú, lector anónimo, que me escribes para decirme que ya no es lo mismo, que ya no te gusta lo que escribo y que te vas, adiós. Tú, lectora, al que me gustaría poder contarle cómo eran los dos hombres, chicos jóvenes, que ayer en el Ave de vuelta a Madrid pasaron todo el trayecto hablando de filosofía del derecho y de los valores morales sobre los que debe asentarse la democracia para poder llamarse así. Me gustaría poder contarte que en un primer momento pensé que había una cámara oculta y, después, que nunca en mi vida había estado tan cerca de ver a dos filósofos charlar y debatir ideas.
A ti, lector, descerebrado, fiel u ocasional, antiguo o recién llegado, aburrido o extasiado, entusiasmado por el Mundial o repudiador del fútbol, tengo que decirte que pensé en escribir en el tren, me llevé el cuaderno, la pluma, un lápiz. Tenía mesita, ventana, tiempo... y no fui capaz. Leí, dormí y pensé, mientras miraba por la ventana, que quiero vivir en una de esas casas que sólo se ven desde un tren.
Quiero decirte, además, que escribo todo lo que puedo, sobre todo lo que se me ocurre y que trato de hacerlo lo mejor que me puedo. Que cuanto más leo más consciente soy de mis carencias y que me enfado por no saber hacerlo mejor. Quiero decirte también que no siempre va a gustarte lo que escribo ni cumplirá tus expectativas. Quizás no te haga reír cuando querrías reírte y te haga llorar cuando jamás lo pretendo. Quizás te interese un pimiento lo que cuento o quizás querrías saber más...No lo sé.
Yo escribo y tú lees. Gracias.