viernes, 1 de julio de 2016

Lecturas encadenadas.Junio

La banda sonora de mi agotador, extenuante y eterno mes de junio es esta "Estoy loco por el tenis, me encanta su juego tan emocionante, estoy loco por el tenis, me encanta su ritmo tan electrizante." En este mes he odiado y amado ese deporte con todas mis fuerzas. Soy una chica de extremos.

Empecé el mes con un comic que compré en la Feria del Libro a los Tipos Infames, El árabe del futuro (Vol.II) de Riad Sattouf. Esta segunda entrega de la vida del dibujante sirio afincado en Francia es bastante más floja que la primera. Me ha gustado pero sin alardes, la sorpresa por el dibujo y por el enfoque de la historia desaparecen sepultados por una sucesión de anécdotas y situaciones de la vida de la familia en Homs durante la infancia de Sattouf. Las sensaciones de claustrofobia y tensión permanente en la vida diaria permanecen y uno empieza a preguntarse las razones de la madre para aceptar esa vida. Veremos si Riad consigue remontar un poco el vuelo en la tercera entrega. 

Open de André Agassi ha sido mi encontronazo con el tenis en su versión más coñazo. ¿Por qué he leído este libro? Hace un año empecé a ver reseñas en distintos blogs y medios sobre este libro, todas elogiosas calificándolo como "entretenido".  Como el tenis me interesa cero y tengo libros entretenidos para aburrir lo descarté sin más... pero resulta que tras la maravillosa lectura de El bar de las grandes esperanzas, descubrí que el verdadero escritor de las memorias de Agassi había sido J.H.Moehringer y claro, caí en las redes de Agassi (perdón por el juego de palabras tan obvio)

Open es un especial del Hola, tal cual. Lo mejor del libro con muchísima diferencia son las 20 primeras páginas en las que se nota que Moehringer creía en el proyecto y lo cogió con muchas ganas. En esas 20 primeras páginas que cuentan un día de la vida de Agassi con 36 años, a punto de retirarse, plagado de dolores y de temores, empatizas con él completamente y, sobre todo, decides seguir leyendo para saber cómo ha llegado hasta ahí. Lo malo es que 30 páginas después el nivel de empatía con Agassi está en números negativos, Moeheringer ha dejado de creer en el proyecto y el libro se convierte en una sucesión de anécdotas y partidos de tenis que construyen una montaña enorme que escalas para descubrir que cuando llegas al final no hay nada. Resumiendo, en la página 15 quieres saber todo sobre Agassi y en la 50 descubres que ya lo sabes todo. 

Leer Open es como ver un partido de tenis en una sobremesa perezosa de verano: pelotazo, pelotazo, pelotazo... cabezada y cuando te despiertas siguen igual, pelotazo, pelotazo, pelotazo. Vuelves a dar una cabezada y te despiertas sudada y todo sigue igual, pelotazo, pelotazo, pelotazo. Se me ha hecho eterno. Se me ha hecho "bola". 
  
Eso sí, Open es una lectura fabulosa para la playa, la hamaca y el encefalograma plano. 

Con este balance claramente negativo de las lecturas de junio llegué al día 25 y empecé una remontada espectacular, claro que hice dos apuestas seguras. 

Mi primera apuesta segura fue volver a mi adorado Amos Oz que jamás defrauda. Amos Oz es  un remanso de agua fría que te hace revivir, pensar, revolverte incómodo y al final entrar en calor. 

La historia comienza. Ensayos sobre literatura  es una clase de Oz, una clase sobre literatura, sobre como escribir un relato o, más concretamente, como empezar una historia. Oz analiza varios comienzos de relatos y novelas para enseñarnos como en las primeras líneas, en los primeros párrafos los escritores muestran sus cartas, o en palabras de Oz, ofrecen las condiciones del contrato que el lector debe aceptar (o no) para adentrarse en la historia. La voz narrativa, la situación, el ambiente, el tempo, todo queda (en teoría) marcado al principio de cada historia. Oz meticulosamente recorre las líneas, analiza y nos enseña ese contrato para demostrar después como unas veces ese contrato se cumple y otras no.  Los relatos que analiza son casi todos de escritores hebreos desconocidos aunque habla también de Gabriel García Marquez, Chejov o Chandler y de todos se aprende y se disfruta pero lo mejor de este libro son el prólogo y la conclusión que son puro Oz. 

El prólogo es maravilloso, me ha recordado a "Si una noche de invierno" de Italo Calvino y es una pieza para volver a leer y releer, para subrayar y doblar todas las esquinas. 

"Una página en blaco es en realidad una pared encalada sin ninguna puerta ni ventana. Empezar a contar una historia es como tontear con una persona totalmente desconocida en un restaurante." 
Y la conclusión es igual de fabulosa. 
"Érase una vez, en una playa nudista, un hombre desnudo, gozosamente absorto en un número de Playboy. Como aquel hombres, es en el interior, no en el exterior, donde debe estar el buen lector cuando lee". 
Mi segunda apuesta segura para terminar junio en todo lo alto era David Foster Wallace hablando de tenis. De alguna manera tenía que recuperar la fe en el tenis y en la escritura y me lancé a leer "El tenis como experiencia religiosa". Lo primero que hay que decir es que David Foster Wallace es para leer de pie o de rodillas, con la boca abierta y el cerebro diciéndote ¿pero como se puede escribir tan bien? Leerle es disfrutar salvajemente. 

En este breve volumen editado por Randon House se recogen dos artículos sobre tenis que publicó en la revista Tenis en el año 96 y en el New York Times en el 2006. En el primero de ellos pasamos el día con él en una jornada del Open de Estados Unidos, juegan Sampras y Philippussis pero eso es lo de menos. Foster Wallace nos habla de tenis, de comida rápida, de ricos, de pobres, de sobornos, chantajes, olores, bebidas, precios... de absolutamente todo. No te lo cuenta estás allí con él disfrutando de su ingenio, su sentido del humor y su cabeza, una cabeza privilegiada y un poco desequilibrada. Y te ríes a carcajadas. 

Así escribe sobre tenis
" ..Sampras, que no es precisamente   un especialista de globos altos, parece casi fragil, cerebral, poeta, al mismo tiempo sabio y triste, cansado de esa forma en que solo se cansan las democracias..."
"Sampras, por otro lado, parece flotar como si fuera caspa por toda la pista.  Philippoussis es como un ejército de tierra grande y terrible; Sampras es más naval, más de la escuela de acercarse con sigilo y rodear al rival. Philippoussis es oligáquico: él tiene su voluntad y busca imponerla. Sampras es más democrático, es decir, más caótico y también  más humano."
O sobre el público de la sesión de noche: 

"Tienen expresiones más glaciales; los encuentros de miradas parecen peligrosos de la forma en que pueden ser peligrosos los encuentros de miradas en el metro. Las mujeres suelen llevar atuendos que te sugieren lo que puedes ver de ellas cuando no llevan atuendos".

O sobre los neoyorkinos en una de sus maravillosas notas a pie de página que pueden llegar a ocupar toda la página y, aún así, deseas que no acaben nunca. 

"La paciencia de los neoyorquinos para las multitudes, las colas y las esperas resulta muy impresionante si no estás acostumbrada a ella; son capaces de permanecer todos inactivos en lugares sin aire durante periodos extensos, con unas expresiones en los ojos que indican esa combinación neoyorquina única de meditación y depresión clínica, claramente infelices pero sin quejarse para nada." 
El segundo artículo cuenta la final de Nadal y Federer en Wimbledon en el año 2006. Aquí David Foster Wallace se centra en Federer, en su persona, personalidad, la manera de jugar, lo que transmite y lo que significa para el tenis. Es un ensayo menos loco que el primero pero igual de fabuloso. Solo alguien como él es capaz de  hacerte leer dos artículos seguidos sobre tenis y no solo enamorarte del deporte (que en mi caso después del suplicio de Agassi tiene mucho mérito), además, transmitirte el ambiente, el interés del deporte e incluso su épica. 

"La belleza no es la meta de los deportes de competición, y sin embargo los deportes de élite son un vehículo perfecto para la expresión de la belleza humana. La relación que guardan ambas cosas entre sí viene a ser un poco como la que hay entre la valentía y la guerra." 

Leed a David Foster Wallace y a Oz. De pie o de rodillas.

Y completamente loca por el tenis y un bizcocho hasta los encadenados de julio.



miércoles, 29 de junio de 2016

Las madres mienten


Por primera vez en tu vida te has ido de viaje tú sola. Una primera vez a lo grande: has volado sola con destino a otro país, a casa de gente que no conoces y sin hablar ni una palabra del idioma.

–¿Quieres ir?
–Si.
–¿Seguro?
–Segurísimo. 

El viernes, cuando paseábamos por el aeropuerto haciendo tiempo antes de que cogieras tu vuelo, te miraba y a ratos me parecías mi niña pequeña, mi niña pequeña que siempre serás. Otros ratos te observaba sin saber quién eres. Arrastrando tu maleta rosa como si te pasaras la vida en los aeropuertos, con tu acreditación colgando, las gafas de sol puestas y un moño creado de la nada que me a mí me hubiera costado una media hora frente al espejo con un resultado más cercano a un nido de murciélagos que a ese cuidado peinado/despeinado que tú consigues hacerte en 5 segundos. Me fascina el estilo que tienes y la seguridad que desprendes con 10 años. No tengo ni la más remota idea de dónde lo has sacado. Si no fuera porque eres mi pequeño clon pensaría que me dieron el cambiazo en el hospital.

Mientras nos probábamos todos los perfumes del Duty Free, mirábamos todos los bolsos de las tiendas y comprobábamos que en ninguna de las 20 cafeterías vendían palmeras para merendar charlábamos de todo.

–Mamá, ¿tú qué crees que me van a decir?
–Pues no lo sé, pero no te preocupes que vas a estar bien.
–¿En Italia comen pizza?
–Claro
–¿Y pasta?
–Me estás preguntando tonterías.
–¿Y crees que yo les gustaré?
–Les vas a encantar y vas a estar fenomenal.
–¿Seguro?
–Pues claro que seguro. ¿Tú crees que te mandaría si no estuviera segura de que vas a estar bien?
–Ahá. Esa camiseta no te queda bien. 

Ahora que no estás, que ya te has ido y que andas por los Alpes montando a caballo e intentando chapurrear italiano te puedo decir que te mentí. Un poco y porque era necesario.

Ahora que has tenido un día de bajón y el amigo italiano y yo hemos sufrido por ti en la distancia puedo decirte que te mentí. No sabía si ibas a estar bien y lo ibas a pasar fenomenal, lo creía pero no lo sabía.

Lo que sí sabía y sé con certeza absoluta es que eres una valiente y muy dura. Sé que tienes un orgullo a prueba de bombas que muchas veces me saca de quicio y que, sin embargo, te ayuda en otras muchas ocasiones. Sé que eres muy simpática, muy divertida y que tu amiga italiana va a adorarte.

Sé que lo vas a pasar en grande, que ya lo estás haciendo. Pero el viernes te mentí un poco.

¿Estás nerviosa? -te pregunté el viernes.
No -me contestaste con tu cara de ¿por qué iba a estarlo?

Y de verdad no lo estabas. Yo sí, un poco. Por primera vez desde que naciste hace casi 11 años era la primera ocasión en la que pasaba por una experiencia nueva contigo, una experiencia que no he pasado con tu hermana.

Creía que iría bien, que sería una súper oportunidad para ti. Lo creía pero no lo sabía.

Ahora sé con certeza absoluta que eres una valiente.

Y te confieso dos cosas, las madres mienten y  me alucina que seas mi hija.

lunes, 27 de junio de 2016

Machismo en las ondas

El pasado jueves pululaba por mi cocina haciendo la cena, tenía la radio de fondo y la escuchaba solo ligeramente. Era una tertulia económica, un tema que ni entiendo ni me interesa normalmente porque es más o menos como escuchar al oráculo de Delfos, pero de pronto una voz femenina presentada como una periodista que casualmente sigo en twitter me llamó la atención. 

Belen Carreño, periodista, explicaba un estudio que ha analizado la presencia de mujeres consejeras con poder ejecutivo en grandes grupos empresariales. Comentaba el estudio señalando qué empresas cuentan con más presencia femenina en sus consejos de administración y cuáles no. Contó cómo, por ejemplo, en el grupo HM hay más mujeres que hombres o cómo en Rimmel o Mattel, fabricantes con productos claramente dirigidos al público femenino, no tienen ni una sola mujer en sus consejos de administración. 

La noticia me pareció interesante y curiosa. Anoté mentalmente buscar esa página para consultarla, por pura curiosidad. Estaba con la mano en el botón de off de la radio cuando los demás contertulios empezaron a hablar. 

Pero a ver, ¿las mujeres en un Consejo de Administración suponen una diferencia o se comportan como hombres?- preguntó otro de los contertulios. 
No, se comportan como hombres. - contestó otro. 

Mi dedo se quedó petrificado, los ojos se me abrieron de par en par, abrí la boca y dije ¿pero quiénes son estos impresentables?

Hay un estudio muy interesante en Suiza sobre responsables en Consejos de Administración que demuestra que las consejeras que han accedido a puestos en un consejo se comportan como hombres. Y de hecho se hizo un estudio donde se comparó con Noruega, que acaba de aprobar una política muy radical de introducción de la igualdad de géneros en los consejos de las empresas que obligó a éstas a tener mujeres en unos dos años y, como las empresas estaban tardando, aprobaron una nueva directiva y las empresas que no las tuvieran no podían estar listadas en el mercado; y el efecto que tuvo fue muy interesante porque la rentabilidad de las empresas que introdujeron mujeres bajó. Bajó porque entre otras cosas se negaban a hacer expedientes de regulación de empleo... 
Pero...-Belén intentó meter baza.
Porque las mujeres tenían unos valores corporativos distintos y consideraban peor hacer un expediente de regulación de empleo que soportar una pérdida de rentabilidad. 

A estas alturas mi indignación era tal que empecé a proferir insultos en mi cocina...

Belén intentaba, educadamente, demasiado educadamente para mi gusto, rebatir tamañas perlas de machismo troglodita, cateto y obtuso.

Acabáis de decir que las mujeres no aportan nada porque se comportan como hombres y ahora resulta que sí aportan porque tienen valores corporativos distintos. 

Cuando ya creí que no se podía ir más lejos en ese machismo asqueroso, prepotente, analfabeto y repugnante, el contertulio del estudio de Suiza volvió a la carga para escalar una nueva cima de machismo.

La orden perentoria lo que hizo fue incorporar mujeres que no estaban preparadas.

De verdad que pensé que no se podía ir más lejos. Pensé incluso en el futuro de mis hijas, en el duro futuro que les espera si esas ideas están en la mente de tipos que salen en la radio alardeando de conocimientos, formación y cultura. Me equivoqué... 

Yo presido un consejo de administración, tengo una consejera vicepresidenta y os puedo asegurar que ahí no está el instinto maternal. (...) Tienes que incorporar el valor que necesitas, no la variedad. Si fabricas juguetes no te interesa incorporar variedad, yo que sé, de los vegetales. 

Arcadas. Tuve arcadas. 

La periodista no daba crédito, la incomodidad del moderador de la tertulia era más que evidente pero mi cabreo estaba más allá de los anillos de Saturno. 

¿Las mujeres no aportan valor si se comportan como hombres? ¿El valor de las mujeres es el instinto maternal? ¿Las mujeres prefieren no hacer expedientes de regulación de empleo y por eso son peores? ¿Si tienes los mismos valores empresariales que un hombre la presencia de una mujer es superflua e innecesaria y si tiene distintos valores damos por supuesto que son peores?  ¿Las mujeres que llegan a los consejos no están preparadas? ¿Y todos los hombres que hay en consejos de administración, en puestos de poder, son lumbreras de conocimiento, responsabilidad y saber estar? ¿Incorporar mujeres es como incorporar calabacines?

Cuatro días después de haber escuchado esas palabras me hierve la sangre. La indignación me recorre como una corriente y la hostilización, el asco y la repugnancia que siento por esos hombres me revuelve el estómago. 

Creía absurdamente que la educación, el conocimiento y la cultura eran el camino para luchar contra el machismo. 

Creía con una inocencia rayando en la ingenuidad que hombres que salen en un medio de comunicación masivo tendrían la decencia de no insultar a la mitad de los oyentes de ese programa subestimando la capacidad intelectual, laboral y cultural de esa audiencia.

Creía que era obvio para cualquiera con dos dedos de frente, pulso periférico y un nivel de inteligencia superior al de un calabacín que incorporar mujeres a tu empresa, organización, consejo, comité, gimnasio o club de lectura significa incorporar un valor. Un valor distinto, diferente y por lo tanto susceptible de aportar algo nuevo. 

Me equivoqué y ahora me siento a partes iguales muy gilipollas y terriblemente cabreada. 

La única parte buena es que no tengo ni que discutir los argumentos de semejantes energúmenos, ellos solos se retratan. 

Qué asco.  



jueves, 23 de junio de 2016

Noches de junio


Las noches de junio son de dos tipos: buenas y malas.

Las malas son las que pasan desde el día 1 hasta que llega el momento de marcharme a Los Molinos.  En las noches malas de junio siento cómo la rutina que estrené en septiembre llega a su fin, se va deshilachando y cada día que pasa es menos firme, más endeble, menos rutina y más imprevisto. Deja de ser algo sobre lo que camino con la vista al frente casi  sin mirar dónde pongo los pies para convertirse en una pasarela, un puente colgante a lo Indiana, al que cada día se le cae una tabla más. Hay que llegar al final del puente antes de que la última cuerda se suelte y caigas al vacío; y cada día es menos firme y hay que ir más deprisa.

En las noches de junio hace calor en Madrid. Por la noche abro la ventana y la ciudad se me mete en casa, algo que no pasa el resto del año. Oigo a la gente hablar por la calle y los coches pasar por Doctor Esquerdo. Sólo hay una hora mágica, entre las 3 y las 4, en que apenas pasan coches y casi casi hay silencio... En estas noches pienso en recoger la casa, en preparar las cosas de laz princezaz para su periplo veraniego, en ir a por las notas y comprar ropa nueva. Preparar papeles. En todos los "a ver si lo cerramos antes de verano".  En las malas noches de junio pienso en que se ha pasado todo el curso y no sé si he aprovechado el tiempo. Sí sé que lo he aprovechado bien, pero las malas noches son muy cabronas. En las malas noches de junio cenamos restos para dejar la nevera pelada y en las mañanas que les siguen apuramos el tarro de la mermelada para estrenar uno nuevo en septiembre. 

Pero junio tiene noches buenas. De hecho, algunas de las noches más memorables de mi vida, de hecho otra vez (seguro que esto no es correcto) la noche de mi vida en la que he estado más guapa fue en junio, concretamente la noche del 26 de junio. En las noches buenas de junio que llegan cuando me instalo en Los Molinos puedo ver anochecer a las 11 de la noche desde el porche, en chanclas y pantalón corto, puedo dormir por la noche tapándome con una manta y, sobre todo, pienso que se ha terminado el curso y que tengo ante mi una rutina nueva, mi rutina de veraneo franquista físicamente agotadora pero que ahora, a dos días de comenzarla, se extiende ante mi nueva, prometedora y llena de oportunidades que ni siquiera soy capaz de imaginar. Una rutina a estrenar que estoy deseando que empiece para lanzarme a caminar por ella sin tener que pensar en nada. 

Necesito que sea ya viernes por la noche. Necesito una rutina nueva.