lunes, 27 de junio de 2016

Machismo en las ondas

El pasado jueves pululaba por mi cocina haciendo la cena, tenía la radio de fondo y la escuchaba solo ligeramente. Era una tertulia económica, un tema que ni entiendo ni me interesa normalmente porque es más o menos como escuchar al oráculo de Delfos, pero de pronto una voz femenina presentada como una periodista que casualmente sigo en twitter me llamó la atención. 

Belen Carreño, periodista, explicaba un estudio que ha analizado la presencia de mujeres consejeras con poder ejecutivo en grandes grupos empresariales. Comentaba el estudio señalando qué empresas cuentan con más presencia femenina en sus consejos de administración y cuáles no. Contó cómo, por ejemplo, en el grupo HM hay más mujeres que hombres o cómo en Rimmel o Mattel, fabricantes con productos claramente dirigidos al público femenino, no tienen ni una sola mujer en sus consejos de administración. 

La noticia me pareció interesante y curiosa. Anoté mentalmente buscar esa página para consultarla, por pura curiosidad. Estaba con la mano en el botón de off de la radio cuando los demás contertulios empezaron a hablar. 

Pero a ver, ¿las mujeres en un Consejo de Administración suponen una diferencia o se comportan como hombres?- preguntó otro de los contertulios. 
No, se comportan como hombres. - contestó otro. 

Mi dedo se quedó petrificado, los ojos se me abrieron de par en par, abrí la boca y dije ¿pero quiénes son estos impresentables?

Hay un estudio muy interesante en Suiza sobre responsables en Consejos de Administración que demuestra que las consejeras que han accedido a puestos en un consejo se comportan como hombres. Y de hecho se hizo un estudio donde se comparó con Noruega, que acaba de aprobar una política muy radical de introducción de la igualdad de géneros en los consejos de las empresas que obligó a éstas a tener mujeres en unos dos años y, como las empresas estaban tardando, aprobaron una nueva directiva y las empresas que no las tuvieran no podían estar listadas en el mercado; y el efecto que tuvo fue muy interesante porque la rentabilidad de las empresas que introdujeron mujeres bajó. Bajó porque entre otras cosas se negaban a hacer expedientes de regulación de empleo... 
Pero...-Belén intentó meter baza.
Porque las mujeres tenían unos valores corporativos distintos y consideraban peor hacer un expediente de regulación de empleo que soportar una pérdida de rentabilidad. 

A estas alturas mi indignación era tal que empecé a proferir insultos en mi cocina...

Belén intentaba, educadamente, demasiado educadamente para mi gusto, rebatir tamañas perlas de machismo troglodita, cateto y obtuso.

Acabáis de decir que las mujeres no aportan nada porque se comportan como hombres y ahora resulta que sí aportan porque tienen valores corporativos distintos. 

Cuando ya creí que no se podía ir más lejos en ese machismo asqueroso, prepotente, analfabeto y repugnante, el contertulio del estudio de Suiza volvió a la carga para escalar una nueva cima de machismo.

La orden perentoria lo que hizo fue incorporar mujeres que no estaban preparadas.

De verdad que pensé que no se podía ir más lejos. Pensé incluso en el futuro de mis hijas, en el duro futuro que les espera si esas ideas están en la mente de tipos que salen en la radio alardeando de conocimientos, formación y cultura. Me equivoqué... 

Yo presido un consejo de administración, tengo una consejera vicepresidenta y os puedo asegurar que ahí no está el instinto maternal. (...) Tienes que incorporar el valor que necesitas, no la variedad. Si fabricas juguetes no te interesa incorporar variedad, yo que sé, de los vegetales. 

Arcadas. Tuve arcadas. 

La periodista no daba crédito, la incomodidad del moderador de la tertulia era más que evidente pero mi cabreo estaba más allá de los anillos de Saturno. 

¿Las mujeres no aportan valor si se comportan como hombres? ¿El valor de las mujeres es el instinto maternal? ¿Las mujeres prefieren no hacer expedientes de regulación de empleo y por eso son peores? ¿Si tienes los mismos valores empresariales que un hombre la presencia de una mujer es superflua e innecesaria y si tiene distintos valores damos por supuesto que son peores?  ¿Las mujeres que llegan a los consejos no están preparadas? ¿Y todos los hombres que hay en consejos de administración, en puestos de poder, son lumbreras de conocimiento, responsabilidad y saber estar? ¿Incorporar mujeres es como incorporar calabacines?

Cuatro días después de haber escuchado esas palabras me hierve la sangre. La indignación me recorre como una corriente y la hostilización, el asco y la repugnancia que siento por esos hombres me revuelve el estómago. 

Creía absurdamente que la educación, el conocimiento y la cultura eran el camino para luchar contra el machismo. 

Creía con una inocencia rayando en la ingenuidad que hombres que salen en un medio de comunicación masivo tendrían la decencia de no insultar a la mitad de los oyentes de ese programa subestimando la capacidad intelectual, laboral y cultural de esa audiencia.

Creía que era obvio para cualquiera con dos dedos de frente, pulso periférico y un nivel de inteligencia superior al de un calabacín que incorporar mujeres a tu empresa, organización, consejo, comité, gimnasio o club de lectura significa incorporar un valor. Un valor distinto, diferente y por lo tanto susceptible de aportar algo nuevo. 

Me equivoqué y ahora me siento a partes iguales muy gilipollas y terriblemente cabreada. 

La única parte buena es que no tengo ni que discutir los argumentos de semejantes energúmenos, ellos solos se retratan. 

Qué asco.  



jueves, 23 de junio de 2016

Noches de junio


Las noches de junio son de dos tipos: buenas y malas.

Las malas son las que pasan desde el día 1 hasta que llega el momento de marcharme a Los Molinos.  En las noches malas de junio siento cómo la rutina que estrené en septiembre llega a su fin, se va deshilachando y cada día que pasa es menos firme, más endeble, menos rutina y más imprevisto. Deja de ser algo sobre lo que camino con la vista al frente casi  sin mirar dónde pongo los pies para convertirse en una pasarela, un puente colgante a lo Indiana, al que cada día se le cae una tabla más. Hay que llegar al final del puente antes de que la última cuerda se suelte y caigas al vacío; y cada día es menos firme y hay que ir más deprisa.

En las noches de junio hace calor en Madrid. Por la noche abro la ventana y la ciudad se me mete en casa, algo que no pasa el resto del año. Oigo a la gente hablar por la calle y los coches pasar por Doctor Esquerdo. Sólo hay una hora mágica, entre las 3 y las 4, en que apenas pasan coches y casi casi hay silencio... En estas noches pienso en recoger la casa, en preparar las cosas de laz princezaz para su periplo veraniego, en ir a por las notas y comprar ropa nueva. Preparar papeles. En todos los "a ver si lo cerramos antes de verano".  En las malas noches de junio pienso en que se ha pasado todo el curso y no sé si he aprovechado el tiempo. Sí sé que lo he aprovechado bien, pero las malas noches son muy cabronas. En las malas noches de junio cenamos restos para dejar la nevera pelada y en las mañanas que les siguen apuramos el tarro de la mermelada para estrenar uno nuevo en septiembre. 

Pero junio tiene noches buenas. De hecho, algunas de las noches más memorables de mi vida, de hecho otra vez (seguro que esto no es correcto) la noche de mi vida en la que he estado más guapa fue en junio, concretamente la noche del 26 de junio. En las noches buenas de junio que llegan cuando me instalo en Los Molinos puedo ver anochecer a las 11 de la noche desde el porche, en chanclas y pantalón corto, puedo dormir por la noche tapándome con una manta y, sobre todo, pienso que se ha terminado el curso y que tengo ante mi una rutina nueva, mi rutina de veraneo franquista físicamente agotadora pero que ahora, a dos días de comenzarla, se extiende ante mi nueva, prometedora y llena de oportunidades que ni siquiera soy capaz de imaginar. Una rutina a estrenar que estoy deseando que empiece para lanzarme a caminar por ella sin tener que pensar en nada. 

Necesito que sea ya viernes por la noche. Necesito una rutina nueva. 


martes, 21 de junio de 2016

Día 15835

En el día 15835 de mi existencia tengo algunas cosas claras: 

- Nunca tendré suficientes camisas blancas y las que tenga nunca estarán limpias el día que las necesite. 

- No me gustan las alcachofas. Las he probado mil veces en todas sus preparaciones y no me gustan. Me rindo.

- Mi capacidad de entusiasmo excede con mucho mi capacidad para expresarlo. 

- Mi mente conspira contra mi cuerpo en una batalla por el sueño. Mi cuerpo quiere dormir, necesita dormir y mi mente es como un niño pequeño que tras seis horas de sueño salta en mi estómago gritando "ya es de día, ya es de día, aprovecha tu vida, vamos a hacer cosas". No sé si es una etapa, un exceso de energía que obviamente debería descargar en algo o que me estoy haciendo mayor. 

- Laz princezaz me ven como una persona muy mayor. Me cabrea pero, claro, les saco 30 años. ¿Qué opinión tengo yo de alguien 30 años mayor que yo? 
 Mamá ¿Cuando fuiste a ver Mamma Mia al cine era en blanco y negro?
¡Claro que no!
Y ¿había palomitas en el cine?
- No debo decir nunca "ni de coña"

- Pero sí sé que "ni de coña" tendré más hijos. 

- El melocotón en almíbar se sigue fabricando y lo sirven en el comedor de los libros de colores. Lo más asombroso es que las raciones desaparecen, ¿quién come melocotón en almíbar? 

- Siempre llego tarde. 

- Tengo que tirar todos los pantalones que se me caen porque me están gigantes. Ya está bien de regocijarme.

- Mi bolso pesa como si confiara en no volver a dormir a casa. Nunca encuentro nada en él.

- Estoy mejor que hace 20 años. "Hombre, hace 20 años estarías más buena". No, yo nunca he estado buena, pero ahora estoy fenomenal. 

- Me encanta conducir. 

- Hace casi un año que no lloro.

- Por sorpresa he vuelto a beber cerveza pero solo a morro y en botellín o tercio. Y me encanta.

- Las mejores ideas se me ocurren conduciendo, en la ducha o cuando me viene fatal que se me ocurran. A veces no se me ocurren ideas geniales, solo regulares. 

- Dentro de una docena de años mi hija mayor tendrá un cuarto de siglo. 

- Dentro de una docena de años yo tendría que tener 55. A lo mejor no llego y me jodería un poco, pero en el día 15835 de mi existencia estoy contenta.

- En mi casa no hay palas de pescado y jamás las he echado de menos. 

viernes, 17 de junio de 2016

Preparativos, previo, preliminares


Preparativos

Una palabra traicionera; los preparativos parecen dóciles, algo en lo que confiar, que se dejará domar y podrás utilizar, doblegar, estirar y adaptar a tu gusto. Los preparativos parecen ser algo hecho a la medida de cada cuál como un traje, unos zapatos o el hueco que dejas en el colchón después de años de usarlo. 

Ja. Cuando te pones a usar los preparativos, a prepararlos, te das cuenta de que no has medido bien. Son escurridizos. O demasiado largos o demasiado cortos. O demasiado inabarcables. Los muy cabrones tenían ramificaciones y raíces que no habías visto. Túneles, puertas, cajones y armarios de doble fondo por los que, en principio, intentas internarte para tratar de abarcarlo todo y al final dices... mira, paso. 

Te faltará tiempo o espacio o capacidad mental o fuerzas o todas esas cosas a la vez y al final, en vez de tener unos preparativos adaptados a ti, lo que tendrás que hacer será adaptarte tú a ellos. Nunca serán perfectos. Nunca, jamás, en ninguna ocasión de tu vida por mucho que planifiques, preveas, consideres, hagas listas (en Excel o a mano) y madrugues, te sentarás y dirás: ya lo tengo preparado. 

Jamás. 

Da igual que te prepares para una cita, un parto, dar una conferencia, llegar a tiempo a coger un avión, a recoger a los niños a un colegio, a conocer al hombre de tu vida o a firmar una hipoteca. Nunca se tiene todo preparado. 

Previo

Previo es una palabra, un tiempo que no lleva a engaño. El previo significa nervios de punta, el estómago del revés y pánico escénico. Al previo llegas con tus deficientes preparativos; es ahí, en ese momento, cuando todos pensamos "la próxima vez me prepararé bien". Ahora ya estás ahí, dudas de la ropa que llevas, de si vas bien peinado, de si el desodorante te ha abandonado, si llevas cartera o el billete de avión o incluso zapatos. Eres un manojo absurdo de nervios y además ya no hay vuelta atrás. Podría haberla y el caso es que muchas veces lo consideras. ¿Y si le mando un mensaje y le digo que me he puesto mala? ¿Y si finjo que estoy afónica y no doy la charla? ¿Y si anulo el viaje? Es curioso cómo la vuelta atrás en el "previo" siempre va asociada a fingir enfermedad terminal, secuestro o caída de todas las redes de comunicación de las que ha disfrutado la Humanidad desde la Prehistoria. 

Echarse atrás en el previo conlleva mentir como un bellaco y una pregunta existencial más densa que la de Hamlet. No es ¿ser o no ser? Es ¿qué es peor lo que me espera en breve o la vergüenza ajena que pasaré cuando se descubra que me he rajado/mentido y he sido un impresentable? 

Preliminares

La suerte está echada. Lo que suceda para bien o para mal ya no depende sólo de ti: hay otro u otros implicados. ¿Saldrá bien? ¿Te aplaudirán o, por lo menos, no te abuchearán? ¿Habrá química?  Además de besar, ¿sabrá hacer algo bien?, ¿tendrá los pies fríos?, ¿volverán a llamarme?, ¿me odiará el moderador?, ¿el tío de la tercera fila me preguntará algo difícil?

En los preliminares todo son dudas, miles de preguntas y de cuestiones que en un estado de ánimo normal jamás se te hubieran ocurrido aparecen revoloteando en tu mente. ¿Se caerá la lámpara?, ¿con el pinganillo pareceré una teleoperadora?, ¿he dejado la plancha en medio del salón o la he recogido? ¿sabrá desabrocharme el body? ¿mi charla será repetitiva? ¿me quedaré sin voz?

Estoy de preparativos y ya soy dolorosamente consciente de que no me dará tiempo a todo, y ya sé que me encantaría viajar al pasado para abofetear a mi yo del pasado que creyó que esto era buena idea. En breve me adentraré en el previo sin marcha atrás y después los preliminares...

Cruzo los dedos por una conclusión y un post ocasión espectacular, de algo me tiene que servir ser una chica con suerte.