viernes, 3 de julio de 2015

No me liberes

Tengo 42 años. Soy mujer, madre y trabajo. Educo y crío a mis dos hijas junto con El Ingeniero. Estoy divorciada y disfruto de una maravillosa custodia compartida. Soy feminista convencida porque defiendo y me peleo por conseguir que las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que los hombres. 

Soy mujer con dos hijas y un trabajo y ¡oh sorpresa! no vivo esclavizada por una sociedad patriarcal que me oprime. Repito, no vivo esclavizada y no necesito, ni quiero, ni me interesa que nadie venga a liberarme de mis supuestas cadenas. Y si lo hace por lo menos que cante espirituales negros o un blues....algo menos soporífero que una sarta de sentencias supuestamente enjundiosas y que zzzzzz. 

No quiero que nadie hable en mi nombre, que nadie diga "La mayoría de nosotras parece necesitar ser especialista sobre un tema para plantearnos siquiera opinar sobre él". ¿Qué mayoría? ¿Qué nosotras? ¿Quién eres tú y por qué pontificas así? Me parece bien, estupléndido y fantabuloso que des tu opinión pero qué tal si dices "Yo para opinar sobre un tema tengo que ser especialista". Bien, ya sé porque no dices eso....No hay más preguntas. 

¿Quiere esto decir que nunca he sufrido de machismo en mi vida? Por supuesto que no. Claro que he sufrido machismo y lo sufro pero no ando 24 horas al día mirando a mi alrededor a ver si puedo ofenderme por algo. Hago mi vida, trabajo, escribo, educo a mis hijas, quedo con mis amigos, escucho piropos, me pruebo ropa que me vale, que no me vale, me depilo cuando me apetece, me quito las canas cuando me apetece, leo artículos escritos por hombres con los que estoy totalmente de acuerdo y los comento o no. Tengo un blog y me leen hombres y mujeres y me comentan ellos y ellas. Colaboro en varias plataformas de ciencia y ¡oh sorpresa! somos ellos y ellas y todos cobramos (o no cobramos) lo mismo. Escribo en una revista de "mujeres" y me encanta hacerlo...y también me comentan hombres allí. Leo artículos escritos por mujeres que me encantan y otros que pienso "esta tía es imbécil". Escribo artículos muy indignados contra hombres que dicen estupideces sin pensarlas pero sintiéndolas. Y una vez a un tío que me dijo que si iba a parir a mi hija por las tetas le mandé a tomar por culo y comprobé lo que ya sabía que era un imbécil. Ah, y me bordé mi ajuar. 

Y lo siento, pero si conozco a un hombre en persona después de habernos leído por la red y me dice "Qué bonita sonrisa tienes" no me ofendo. Aunque lo intente muy muy fuerte no consigo ofenderme. No lo veo como un defecto pero hay "nosotras" que por lo visto opinan que vivo tan oprimida que necesito que vengan a salvarme creyéndose Braveheart, la madre sufragista de Mary Poppins y Charlon Heston haciendo de Moises.

"Soy Moises y vengo a salvarte de tu esclavitud, pequeña esclava sin criterio. Vengo a liberarte de tus cadenas". 

Si por lo menos cantaran espirituales negros o tuvieran sentido del humor... 

Querida libertadora, no es que no entienda tu supuesta ironía, no es que esté esclavizada y ande ciega, es que no soy "nosotras". 

PS: este post no representa a nadie más que a mi. 

jueves, 2 de julio de 2015

Norte y sur


Vamos al barro, a la polémica. 

Nos creemos modernos, digitales y diferentes de nuestros padres y nuestros abuelos pero ¿de qué obviedad hablamos  todo el año? ¿De política? Si pero no quiero hablar de eso. ¿De lo cara que está la vida? Sí, pero tampoco quiero hablar de eso. ¿De lo horroroso del tráfico? Sí, pero tampoco. 

¿Del tiempo? Sí. 

"Está lloviendo". "Espectacular tormenta en Madrid". "El cielo cae sobre nuestras cabezas".

Los de Madrid y zona sur del país llenamos las redes con estos comentarios y fotos de la lluvia, los charcos o las granizadas. Enseguida recibimos un montón de respuestas de airados y aguerridos norteños "joder con los de Madrid, llueve y ya estáis todos petando las redes", "pues qué novedad que llueva". 

A ver como explico esto, de Madrid para abajo no somos saharauis pero casi. La lluvia es un acontecimiento en Madrid o Sevilla o Cáceres porque aunque a los del norte os resulte difícil creerlo ¡es muy muy raro que llueva! Cuando vives por aquí te HARTAS de días y días y días y días de cielo despejado y ni una puñetera gota. ¿Os acordáis de vuestras clases de Ciencias Sociales en el colegio y lo de "clima continental"? Vale, pues después ponía "inviernos secos y veranos muy calurosos. Precipitaciones escasas". Todo el mundo sabe que escaso es un eufemismo por "ni de coña". ¿Cuánto sexo practicas? Escaso...No hay más preguntas. 

Por esta razón, porque hemos crecido creyendo que "escasas" era "pocas", porque nos compramos botas de agua y nos morimos antes de poder ponérnolas 4 veces, porque se nos olvida que tenemos paraguas, porque se nos olvida cómo suena la lluvia y sólo porque viajamos sabemos que la lluvia puede ser de muchos tipos, nos fascina que llueva y tenemos la necesidad de contarlo en las redes y pregonarlo. 

Los del Norte os encabronáis. Pero... ¿os habéis visto cuando no hay nubes en vuestras zonas? Que me caiga  muerta ahora mismo,fulminada por un rayo, si no he visto 3 millones de veces la memez esa de "Bilbaínos, no os asustéis, esa bola de fuego es el sol"...o "Euskadi tropical" cuando tenéis 28 grados. 

He dicho "cuando no hay nubes" y no "cuando sale el sol" porque tengo noticias para vosotros. En el Norte todos los puñeteros días del año sale el Sol. Todos. Los 365. Y esa es la diferencia con los del Sur... por aquí podemos estar días y días y días sin ver una nube...y meses sin ver lluvia. 

Los del sur, celebramos las nubes y la lluvia por la novedad y porque nos saca de la rutina meteorológica. Los del norte no sabéis apreciarlo. Os creéis que toda la vida es diversión, incomodidad y sorpresa. ¿Qué día hará hoy? ¿Lloverá por la mañana y por la tarde iré a la playa? ¿Podré salir en chanclas por la mañana y ponerme el chubasquero por la tarde? Hay nubes grandes y compactas, altas y grises, bajas y amenazadoras. Y así pasáis los días entretenidos. 

En el sur funciona así. Ni miras por la ventana porque sabes exactamente que tiempo hace: DESPEJADO...con inviernos crudos y veranos muy calurosos. 

Los del Norte también os quejáis cuando los saharauis protestamos por el calor en Madrid. "Siempre estáis protestando, os querría yo ver con calcetines y botas el 1 de julio". 

Vamos a ver, vamos a ver. Los de Madrid somos saharauis aguerridos. Aguantamos la sequía, los inviernos crudos y el verano extremo y cuando viajamos nos adaptamos a todo... pero tenemos criterio. Sabemos que es mejor sol que lluvia para hacer turismo, que ver llover 40 días seguidos puede convertirse en algo monótono y también sabemos que los del Norte no tenéis ni la más remota idea de lo que es vivir en la boca del infierno. 

El calor en Madrid es "Euskadi tropical" u "Orense extremo" multiplicado por 100. Madrid en verano es como vivir en tu horno arrinconado en una esquina mientras un enorme pavo asado se recuece en su grasa a tu lado. El calor en Madrid en los veranos extremos (que son todos) no te deja dormir, ni pensar, ni sentir, ni vivir. En Madrid el sol te quema si no vas por la sombra, y no hablo de quemaduras solares por no darte protección, hablo de sentirte arder la piel y decir "joder, joder, joder...que se ponga en verde el semáforo o voy a arder". En Madrid, cruzas la calle y el asfalto se te pega a los zapatos, suelta un calor que crees que te va a devorar. En Madrid, a las cuatro de la tarde en medio de La Castellana ves espejismos de agua en medio del asfalto. 

Del calor no se puede huir, puedes tratar de esconderte en casa, hacerte fuerte en la oficina o tratar a vivir en el coche pero el calor te persigue como un Alien y acaba encontrándote. La lluvia es mucho menos letal; te metes en casa y dejas de mojarte. 

El calor extremo es amarillo, pegajoso y se traga en forma de polvo, arena. El calor desespera. La lluvia moja (La araña pica, parezco Gloria Fuertes), resbala y cala pero es verde. 

En Madrid el calor extremo dura 90 días, no una semanita, ni 10 días ni 15. Como poco 3 meses de agonía, de no poder dormir, de sentirte el sudor correr por la cara, los párpados, las aletas de la nariz y cualquier pliegue de tu cuerpo...cualquiera. 

En Madrid es imposible escapar al sudor de canalillo y creedme, es muchísimo peor que los pies fríos o el pelo mojado.

Aguerridos pobladores del norte peninsular reconoced que sois afortunados y dejadnos disfrutar de la lluvia, saltar en los charcos y petar las redes sociales con fotos. Eso, o que el cambio climático os obligue a sufrir sudor de canalillo... entonces,  veréis y oleréis lo que es bueno. 

martes, 30 de junio de 2015

Lecturas encadenadas. Junio

Se termina junio y he retomado el ritmo lector. No dormir y el calor aplastante contribuyen a que lea más. El balance general del mes es: seis libros. Tres escritos por mujeres. Dos ensayos. Un comic. Los resultados han sido desconcertantes.

Empecé el mes con The Gluten Lie: And Other Myths About What You Eat  de Alan Levinovitz. Llegué a este libro a través de un artículo en internet del propio Alan que me llamó la atención y tuitee. Mi sorpresa fue que el propio Alan me escribió después para darme las gracias y ofrecerse a enviarme el libro a mi casa ¡desde Nueva York! Por supuesto, acepté su propuesta y nada más llegar a casa me puse con él. Obviamente, por ser un tema que me toca muy de cerca, la moda de no comer gluten porque es "más sano" y las dietas basadas en supuestas exclusiones de alimentos me tocan mucho la moral y me apetecía leer algo sobre el tema. El libro de Alan es muy muy interesante, ameno, entretenido y se aprenden un montón de cosas que te dejan con los pelos de punta. Es impresionante como si te pones a pensarlo todas las supuestas dietas milagro se basan en lo mismo: un estudio médico del que se "leen" los datos que interesan, un reclamo de un pasado paradisiaco en el que nuestros antepasados vivían felices sin enfermedades que hoy en día nos matan, un alimento maravilloso que lo cura todo y unos cuantos sinvergüenzas que se aprovechan de la gente. Alan Levinovitz recorre la historia de las dietas "sin", sin grasas, sin azúcar, sin gluten explicando todos los estudios, las tretas, la publicidad engañosa y tratando de hacer frente a la actitud de "enfrentamiento" hacia la comida que la sociedad del primer mundo está desarrollando. Es un libro que recomiendo muchísimo y si no leéis en inglés, estáis de suerte porque próximamente se editara en castellano. ¡Ah! Alan habla un español (escribe) perfecto porque trabajó mucho tiempo en Sevilla.


En el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU escribí un post con una de las historias increíbles que cuenta Alan sobre celiaquia y plátanos unida a otra super historia sobre golpes de estado. ¡No os la perdáis!

Salvar A Mozart de Raphael Jerusalamy fue el segundo libro del mes. Había leído todo tipo de alabanzas por twitter y en algún blog y me decidí a pedirlo a la editorial Navona que siempre son encantadores conmigo. Además, está editado en la colección Ineludibles con esas tapas de tela tan preciosas y con tacto rasposo que me encantan.

Todo tenía buena pinta: el tema, la editorial, la colección, el título, el bonito color gris de la portada... pero no pudo ser. En ningún momento conseguí interesarme por la historia del viejo músico Steiner, recluido en un asilo-hospital en Salzburgo mientras la ocupación alemana se consolida y todo su mundo, incluido el famoso festival de música se tambalea y es barrido por la barbarie nazi. Le he estado dando vueltas y puede que el tema no me haya enganchado porque cuando has leído tanto sobre historia de la II Guerra Mundial, con historias reales que son espeluznantes tanto por el horror como por el heroísmo, la ficción se queda corta y resulta superficial. La historia del viejo músico que trama una venganza contra los nazis es como un telefilm de Antena 3 frente al Padrino. Se deja ver pero resbala.

Y llegamos a las mujeres. Empecé con una irlandesa, Edna O´Brien y su Las chicas de campo  regalo de mi amiga Catalina. ¡Mil gracias! Todos los libros que tienen como protagonistas a chicas irlandesas se parecen. Todos tienen el mismo tono, los mismos prados húmedos, las mismas chicas especiales dentro de una familia "normal", muy a menudo un padre borracho y violento, un pueblo cotilla, un futuro ideal que raramente alcanzan y que, en el caso de alcanzarlo, resulta ser un fiasco total... siempre es más o menos lo mismo. La historia de esta novela me ha recordado muchísimo a Brooklyn y a "El color de la leche". Es una novela agradable sin más, se lee rápido y poco más. La protagonista no consigue emocionar al lector y en muchos momentos da pena porque es tan obvio lo que va a ocurrir que da vergüenza ajena verla ir directa hacia ello. 
"Aquel fue el último día de mi niñez".
Sobre la siguiente lectura del mes, La dichosa importancia de la belleza de Amanda Filipacchi, ya lo dije todo hace un par de semanas. Es una novela espantosa, no hay otra manera de definirla. ¿No debería despellejar un libro cuando es tan horrible? ¿Debería callarme siguiendo esa frase tan bonita de "si lo que vas a decir...blablablabla...no digas nada"? Sinceramente creo que no. A la editorial no les ha gustado mi crítica y me lo han hecho saber. Están en su derecho. Y yo en el mío de decir que la novela de Filipacchi es horrorosa, lo peor que he leído en el año.

En mi visita a la feria del libro compré La Utilidad De Lo Inútil de Nunccio Ordine. Un breve ensayo que tenía en mi lista de pendientes desde que el año pasado lo mencionó Fernando Cossio en una charla en San Sebastián. Tenía curiosidad a pesar de que no sabía si iba a resultarme demasiado denso o un aburrimiento. Ha sido una completa sorpresa y una delicia de lectura. Ordine reflexona sobre la importancia de hacer las cosas sencillamente por hacerlas sin que tengan que tener una finalidad posterior, sin que tengan que servir para nada. La inutilidad en la literatura, en las universidades y la ciencia, en el amor. He doblado muchísimas esquinas y copiados multitud de párrafos que seguro que me inspiraran en algún momento. Es un gran ensayo muy recomendable para leer y releer y aprender o, mejor dicho, recordar que podemos hacer cosas en nuestro día a día que no sirvan para nada.

Me encanta esta reflexión en una época en la que todos guardamos nuestra "parcelita" absurda de saber y muchos se consideran expertos y guardan lo que saben como si fuera oro.
"El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse. Solo el saber -poniendo en cuestión paradigmas dominantes del beneficio - puede ser compartido sin empobrecer. Al contrario, enriqueciendo a quien lo transmite y a quien lo recibe". 
"Como le sucede a los peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un peligroso desarrollo".  

El mes lo he terminado con otra mujer con la que tengo una relación de "Amor verdadero y absoluto por haber escrito una de mis novelas favoritas" mezclada con ratos de "No te soporto porque eres una intensa, una pedante y un aburrimiento". Estoy hablando de la siempre etérea y envidiada Siri Hustdvedt.

El mundo deslumbrante es su última novela y ha sido regalo de un descerebrado. ¡Gracias! Esta historia se encuentra justo en el extremo de "Siri no te soporto". Es un coñazo supremo, un aburrimiento insportable, una tortura de lectura y además Siri alcanza unas cumbres de pedantismo culturetas que me dan ganas de apedrearla en plan "Jehová, Jehová" de los Monty Phyton.

La historia es idiota (aunque no tan idiota como la de la Filipacchi) pero lo peor no es eso. Lo peor es que Siri copia personajes de otras de sus novelas, situaciones, ambientes, hasta las obras de arte que hace la protagonista se parecen a las que hacia Bill en "Todo cuanto amé". "El mundo deslumbrante" es como la versión en serie B de la gran novela de Siri y hace aguas por todas partes. Las reflexiones filosóficas son enrevesadas y están encajadas a martillazos en la historia, los personajes con un vago (por decir algo) aire Austeriano resultan planos, son como sombras y, en resumen, no hay absolutamente nada aprovechable en toda la novela.

Para cualquier lector de las novelas de Siri es más que evidente que este trabajo no aporta absolutamente nada, es una suma de pequeños trocitos de sus anteriores novelas encajados a martillazos. Una pérdida de tiempo para el lector y para Siri que podía haber dedicado su tiempo a intentar buscar otra inspiración y ahorrarse este trabajo innecesario, tedioso y aburridísimo.
"El nacimiento, al igual que la enfermedad y la muerte, no dependen de nuestra voluntad. Simplemente suceden. El "yo" no tiene nada que ver con ello".
En algún momento del mes leí el segundo tomo de Akira. Por ahora sigo aunque para nada me está entusiasmando.

Y con esto y un bizcocho y recomendando mucho los dos ensayos de este mes... hasta los encadenados de julio.


viernes, 26 de junio de 2015

La calle que mide mi mundo

La calle se llama Majalastablas. Todo junto, un nombre extraño, resonante y con muchas aes. ¿Las tablas son majas? ¿Qué tablas? ¿Pueden ser las tablas majas? Estas y otras preguntas parecidas, que nos daban muchísima risa, nos hacíamos cuando éramos pequeños y todo nuestro mundo en Los Molinos se reducía a ir de un extremo a otro de esta calle. 

Treinta años después, Majalastablas sigue casi exactamente igual. Sin asfaltar, el mismo recorrido, las mismas torrenteras cuando llueve, (casi) las mismas casas, el polvo de arena los días de verano cuando hace un calor infernal, la oscuridad de las noches cuando en las casas que la flanquean no hay gente, el cambio de rasante... y el mismo comienzo en la cuesta de la estación y el mismo final en la "calle de tu casa, Moli".

Empezando por el final que podría ser el principio, pero que es el final porque siempre ha sido así; a mano derecha hay una casa que no estaba cuando yo era pequeña. Había un prado donde el vaquero metía las vacas cuando las sacaba del pasto que había detrás de nuestra casa. A veces, la cerca se quedaba abierta y las vacas salían a la calle y los coches se las encontraban paseando tranquilamente. A mano izquierda está Piedras Grises, con un seto enorme de arizónica que no deja ver la casa. A veces hay gente, pero otras muchas veces está vacía. Hacen fiestas; o hacían. Odio las arizónicas. 

Un poco más adelante está La casa amarilla, una de mis favoritas de Los Molinos. Es una casa enorme y, obviamente, es amarilla. He estado un millón de veces dentro y es maravillosa, como de película. Siempre pienso que ya no se construyen casas así; es espectacular y con un encanto increíble. De pequeña me fascinaba el gran salón con ventanas circulares, una chimenea gigante ¡y una mesa de ping pong! ¿A quién quiero engañar? Me sigue fascinando. La casa, el porche, la gran escalinata para subir al piso de arriba, la cocina amplia y blanca restaurada con los muebles de los años 50. Mi primer amor infantil vivía en esa casa ¡Hola A, si me lees! Me parecía el colmo de la guapura y el atractivo, y su madre montaba unas fiestas increíbles en verano. ¡Tenían una piscina gigante con trampolín de tres alturas! Hace poco trepé la tapia y la piscina está rellena de tierra. Lloré del disgusto, aunque sé que era inevitable que algo así pasara con esa casa. El jardín era tan enorme, ¡pista de tenis, parterres y parterres de rosas, decenas de caminos secretos para esconderse!, que se dividió cuando llegó el momento de las herencias. 

Pasada la gran verja de la casa amarilla, donde pone "Torreglory", un nombre horrible y que nadie conoce, hay una versión reducida de la gran casa. Es la antigua vivienda de los guardeses y es una preciosidad, como si los enanitos de Blancanieves se hubieran hecho una versión a escala. Por supuesto, ya no viven guardeses y hace tiempo que es una vivienda independiente de la grande pero tiene tanto encanto como la casa madre. Jamás he estado dentro y siempre que paso intento ver quién vive. Me imagino viviendo en ella y asomándome a las ventanas del piso de arriba con dos trenzas y corpiño. 

Nada más pasar esta casa está el cambio de rasante. De pequeños nos parecía una cuesta enorme que primero nos daba miedo bajar en bici y más tarde, perdido el miedo, fue el escenario de cientos de caídas en bici, rozaduras en las rodillas y manos despellejadas al perder el control o quedarnos frenados en la arena que el ayuntamiento echaba de vez en cuando para intentar rellenar los baches. 

Cuando era pequeña empezaba ahí la "zona de miedo". A la derecha, un prado lleno de zarzas, fresnos y sin luz. A la izquierda otra gran casa, una mansión que ocupaba toda la manzana y en la que no vivía nadie. Piscina, pista de tenis, rosaleda, gran jardín y una gran casa, enorme, de piedra. Los dueños se arruinaron o algo así y la propiedad se fue deteriorando hasta que otra familia de Los Molinos de toda la vida compró todo el terreno y construyó varias casas. No están mal y gracias a ellas ahora hay luz en ese tramo, pero no es lo mismo. En el prado sigue habiendo fresnos pero ya no hay zarzas, no se pueden coger moras... se puede jugar al pádel. 

En la esquina del prado de los fresnos está Los Molinillos. También conozco a los que viven allí, son amigos de mis padres. Bueno, los dueños originales eran amigos de mis abuelos, y sus hijos amigos de mis padres...puff, tengo mil historias sobre ellos. Incluso estuvimos en México en casa de uno de ellos cuando le destinaron allí... Él estaba, está, es un poco peculiar. Me daba miedo de pequeña, ahora no le soporto... cosas buenas que tiene la edad. 

Justo enfrente de Los Molinillos, está San Huberto. Ni sé las veces que he estado en esa casa; miles. Desde los diez años que entré por primera vez hasta el verano pasado, que fue la última que volví a entrar. En ella vivía y vive mi amiga S. Ella y todos sus hermanos; y ahora todas las parejas y montones de niños. He dormido, comido, merendado, celebrado bodas, cumpleaños y bailado coreografías imposibles enfrente de toda una patulea de familiares a los que no sé como conseguíamos reunir para jalear a siete niñatas haciendo el tonto. 

El adosado en el que han vivido varios de mis amigos, San Agustín, otra gran casa con gente sólo en verano que se sentaba en tumbonas con cojines de rayas azules y blancas, Samay Huasi, víctima de algunos de mis actos de vandalismo infantiles, El Naranco, su caravana con pegatinas de escudos de todas las ciudades de Europa en las que sus dueños habían ido de camping y su tapia, en la que nos pasábamos horas comiendo pipas y viendo pasar a la gente. Y al principio de la calle, La Perla y el Buzón. 

Todo sigue ahí, todo sigue exactamente igual. O no. Hay menos gente, las casas están más tiempo vacías y ya no es una calle oscura. Majalastablas era la medida de mis paseos y de mi mundo... sigue siéndolo. 

Recorría Majalastablas lo más rápido que podía porque lo importante era llegar. 

Ahora la recorro llena de nostalgia, disfrutando de lo que queda, añorando lo que ya no está y recordándome y sintiéndome con doce años. 

Majalastablas, la medida de mi mundo.