viernes, 13 de diciembre de 2013

LEER PORQUE...

Hay muchos motivos por los que leer un libro. Muchísimos. Algunos motivos son idiotas desde el principio, otros no parecen malos y otros parecen estupendo. Todos pueden tener buenos resultados o desastrosos. 

Leer un libro porque está de moda y si "todo el mundo lo lee será por algo". Mal. Aquí es fácil aplicar la máxima de nuestras madres "Si todo el mundo se tira por el puente, ¿tú te vas a tirar?" pues el libro de moda es siempre como tirarse por el puente y es siempre mala idea.  La experiencia dice además que el sujeto conocido como "todo el mundo" tiene un gusto atroz para la lectura...y para casi todo. 

Leer un libro porque es un "clásico que no se puede dejar de leer". Las posibilidades de acierto aquí son un poco mayores que en el caso del puente pero tampoco las tienes todas contigo. Un clásico se supone que es un libro que ha demostrado a lo largo de un periodo de tiempo relativamente largo (hay que huir como de la peste bubónica de cualquier libro que se anuncie como "un nuevo clásico" porque eso no existe) que es una referencia. Eso no quiere decir que tenga que ser una referencia para ti y desde luego "se puede dejar de leer" y no vas a morir entre espasmos ni tu cerebro va a gritar enloquecido por esa carencia. 

Leer un libro porque alguien te dice "Como estás deprimido te va a gustar esto", "Como estás en paro lee esto", "Como no sabes que hacer con tu vida lee esto". Curiosamente casi nadie te dice "Te veo feliz, lee esto".  Aconsejar un libro según el estado de ánimo del otro es un ejercicio de riesgo. Primero exige un nivel de empatía que está fuera del alcance de la mayoría de la gente y segundo ¿cómo sabes lo que quiere el otro para enfrentarse a eso? A lo mejor está deprimido y lo que quiere es seguir chapoteando en sus oleadas de pena para intentar ver que no está tan mal o al contrario, prefiere risas tontas y alocadas que le dejen sin pensar. 

Leer un libro porque le quieres dar otra oportunidad. No te gustó una vez y decides que quieres volver a intentarlo. Te autoconvences de que quizás no fue el momento, no estabas de humor o te faltaban conocimientos para disfrutarlo. Si haces esto, si decides darle otra oportunidad, hay que estar preparado para darte cuenta de que quizás ese libro no es para ti por mucho que tu te empeñes o que nunca serás lo suficientemente listo para él. 

Leer un libro "porque es fácil". ¿Y? Esto es como ligar con alguien porque es fácil. Hay que adecuar las expectativas. Un libro fácil, y hablo de libros de esos de usar y tirar, jamás te darán la satisfacción de otros libros. Con suerte, será un placer momentáneo, fugaz y  que no te dejará  huella. Con mala suerte será algo como ¿en qué estaba pensando yo para perder el tiempo con esto? Si, exactamente igual que con un ligue fácil. 

Leer un libro porque lo leen tus hijos. Esta es una manera muy tonta de enfrentarte a la realidad de que ya no tienes 8, 12 ni 16 años y ya no eres o sólo lo eres en parte, la persona que eras con esa edad. Además, leer las cosas que a tus hijos les están emocionando y darte cuenta de lo inocentes que son es una manera muy tonta de sufrir. Por supuesto, enfrentarte a tu recuerdo de niño inocente emocionándote con la misma lectura (o el mismo tipo) es un ejercicio solo para muy valientes. Existe además el riesgo de que te aburras hasta el infinito con esas lecturas y tengas tentaciones de decirles a tus hijos " ese libro es un rollo". Eso es lo peor que puedes hacer. 

Leer un libro porque te lo regalan. A ver como explico esto, no hay obligación de leer los libros que te regalan. Y si los lees hay que estar preparado para darte cuenta de que tus amigos no te conocen, o que tus amigos te tienen en tan alta consideración lectora que te regalan libros que no eres capaz de leer, o  que, sencillamente, para ellos elegir un libro no es un acto sagrado como para ti. También hay que estar preparado para poder decirle al amigo que te conoce, que conoce tus capacidades lectoras y que ha elegido el libro con todo el interés del mundo que su regalo no te ha gustado. Lo bueno de ese amigo es que está preparado para esa contestación. 

Leer un libro porque te empeñas. ¿Por qué? Si el libro no se deja, pues no se deja. Pasa de él. 

Leer un libro para poder discutir con conocimiento de causa. Este motivo hay que manejarlo con mucho cuidado. Si se trata de una lectura sesuda y complicada hay que valorar si el placer de la discusión posterior compensa el esfuerzo. Si el libro es una bazofia, ¿para qué perder el tiempo documentándote para discutir de memeces?

Leer un libro que te recomienda alguien que puede llegar a gustarte. ¿Y si ese libro hace que te guste muchísimo más? o por el contrario ¿Y si arruina la chispa? 

Leer un libro porque es el favorito de tu pareja y te lo recomienda muchísimo o por el contrario te dice "No lo leas". Esto es un deporte de riesgo. Leer el libro favorito de la persona que quieres es exponerte a conocer algo del otro que a lo mejor no quieres saber, o darte cuenta de que lo que para esa persona es fundamental e intocable a ti no te dice nada. Esto te puede sumir en un mar de dudas. ¿No lo he entendido? ¿Hay algo que no me ha contado? o también...¿este es su libro favorito? pero si es una tontería. Para leer el libro favorito de tu pareja hay que estar muy muy seguro de que quieres conocer aún más (o conocer sin más) a tu pareja y de que podrás encajar lo que descubras o dejes de descubrir. 

Para mí, los libros son los que te encuentran, los que te llaman,. Los libros encuentran el momento adecuado y la persona justa para que te lo regale o te lo recomiende. Los libros son como el amor verdadero, te encuentran en el momento adecuado.

"Qué manera tan rara tienen a veces los libros de llegar a nosotros. Parece que nos esperan sin prisa como concediéndonos el tiempo que nosotros mismos no sabemos que necesitamos. Durante más de 20 años esos volúmentes de Bernhand han estado conmigo, presentes en mi vida sin que yo los leyera, visibles en mi biblioteca, como una casa junto a la que pasa uno todos los días y la mira y se siente atraído pero  no se decide a llamar a la puerta. No sé si lamentar o agradecer que una influencia tan poderosa no me afectara cuando era mucho más joven. Pero a veces, da la impresión de que un azar benévolo nos impone los libros en el momento justo en que necesitamos verlos"  

 Antonio Muñoz Molina lo cuenta mejor que yo. 



miércoles, 11 de diciembre de 2013

RYAN GOSLING. ¿ME GUSTA O O NO ME GUSTA?


En 4 días, por razones que no vienen al caso, me he tragado "Todas las cosas buenas", "Drive" y "Crazy, stupid, love". Tres películas que tienen poco en común más allá de Ryan Gosling y sus pantalones pitillo.  Hace unos meses vi "Los idus de marzo", así que debería tener una opinión fundamentada sobre si Ryan me gusta o no me gusta, pero no la tengo. 

¿Es Ryan un guapo guapo? No. No es Paul, no es George, no es Brad, no es Robert (antes de ser reina madre).  

¿Es guapo simplemente? 

A ratos. Depende. Quizás. Puede que sí, puede que no.

Empecemos por el principio, feo no es. 

Tiene algo, le ves y tienes curiosidad por verle más, por seguir mirándole. Es agradable a la vista pero guapo guapo no. Tiene los ojos pequeños, el ceño fruncido permanentemente como si le molestara la luz y cara de rombo afilado. Tiene esa forma de cara que hacíamos de pequeños para dibujar una pantera rosa a base de rombos y una barbilla puntiaguada con tendencia a llevar barbita de chivo. Tiene mentón que pincha. 

Ryan además tiene pinta de joven, de niño.  Tiene 33 años y soy incapaz de imaginarlo con cara de tío maduro, no me lo imagino envejeciendo y esto es, porque el factor "tener carita de querer un colacao calentito antes de dormir" es muy elevado en él. 

Su pelo, ¿como es el pelo de Ryan? Sin mirar una foto soy incapaz de recordarlo. ¿Es rubio? ¿Es castaño? ¿Lo tiene muy liso tipo lamido de vaca o ligeramente ondulado? ¿rizado? ¿tiene mucho o está empezando a clarear? No lo se. ¿Por qué? Porque Ryan perturba...

Pero perturbar no tiene por qué ser malo. De hecho puede ser muy bueno y ver medio desnudo a Ryan me produce bastante perturbación...por llamarlo de alguna manera.

Bien. Le ves sin camisa y en un rapto hormonal descontrolado dices "me lo pido, lo quiero ya".  Pero luego lo miras más y sí, pero no. Te entran las dudas. 

Ryan tiene mucho torso para poco culo, de hecho está a un paso de ser un socorrista de piscina macarra.  Mucho hombro y mucho brazo para poca cadera. No estoy diciendo que me gusten los tíos con grandes culos o super anchos de caderas...pero es que a Ryan con esa estrechez de culo creo que le debe faltar tracción trasera. 

Visualizo sexo con mucho soporte de brazos, mucha tracción delantera y poco empuje. Tiene la mitad superior del cuerpo ideal para sujetarte contra la pared y la mitad inferior escasa para empotrar. Es tan  pequeño de culo que me veo capaz de rodearlo completamente con las piernas y que sobre sitio... y no me convence. 

Eso sí, tiene una cicatriz bastante sexy, me pregunto si la mía quedará así. 

Si Ryan no es excesivamente guapo y más que gustar perturba. ¿Qué hacemos con él? ¿Podría ser Ryan el nuevo John Cusack? ¿Tiene pinta de tío normal con el que te apetecería desayunar? 

Pues sí, pero no. Ryan tiene cara de tío normal pero una mirada un tanto de psicópata. Parece el típico que está todo el día intentando controlar su trastorno obsesivo compulsivo para que no te des cuenta demasiado pronto de que lo tiene. Te engatusa por la noche, te lleva al catre y sólo te das cuenta de su TOC cuando al levantarte, en la mesa del desayuno, todo está colocado en perfecto ángulo recto y por colores. Él te mira con una sonrisa...rara, con una sonrisa de tío que está disimulando o pensando como matarte. 

¿Tiene pinta de dejarte leer en el sofá sin molestar? Pues sí, pero tampoco. A Ryan le pega vigilarte por encima de su libro o su periódico. Mirarte muy fijamente mientras tú andas absorta en lo que estás leyendo o escribiendo. Cuando percibes esa sensación de "me está mirando" y levantas la vista para comprobarlo, esperando encontrarte con su mirada y a poder ser una sonrisa cómplice...Ryan desvía la vista.

Ryan tiene algo oscuro como que da un poco de yuyu. ¿Eso es malo? Pues depende. Partamos de la base de que no hay que fiarse mucho de nadie, y lo malo es que si tienen pinta de ser muy buenos te confías y caes como una pardilla. Con Ryan no hay ese peligro, tiene ese algo raruno que te hace estar alerta y tratar de no dejar nada desordenado, no vaya a ser que se le cruce un cable y saque la recortada para castigarte porque le has descolocado las camisetas del armario. 

Ryan tiene pinta de que le mole darte sustos...cosa que odio. 

Y Ryan como actor ¿Cómo es? 

Pues tampoco lo tengo claro. En las últimas tres películas que le he visto, en dos de ellas "Todas las cosas buenas" y "Drive" daba bastante pánico y permanecía la mayor parte del metraje completamente imperturbable. En "Crazy, Stupid, Love" sonríe más, pero  sólo consigue que su sonrisa de psicópata sea una sonrisa triste...pero nunca una sonrisa de verdad, una sonrisa que le llene la cara. 

Ryan tiene otra cosa un poco rara, es un tío al que le ves la ropa que lleva puesta. Esto es muy incómodo y me he dado cuenta tras mis visionados de estos días. Cada escena en la que salía yo era perfectamente consciente de la ropa que llevaba puesta, los pantalones, la camisa, los zapatos. ¿Por qué? No lo sé. Es como si la ropa lo llevara a él.  Es algo raro, no puedo explicarlo mejor. Eso sí, hay pocos tíos que puedan permitirse lucir los pantalones pitillo como él. ¿O son los pantalones los que le lucen? 


¿Me gusta o no me gusta Ryan?

Sigo sin decidirme pero creo que me gusta lo suficiente como para querer comprobar, si se diera la oportunidad, si mi teoría sobre la tracción trasera es correcta y  averiguar dónde exactamente termina su cicatriz...aunque por si acaso, jamás me quedaría a desayunar. 



lunes, 9 de diciembre de 2013

El CANDADO Y MIS ZAPATOS FAVORITOS.

Pereza natatoria. No voy.
Voluntad natatoria. Voy.

- ¿Esto es un candado?
- A ver hija...¿ a ti que te parece qué es?
-Muy graciosa.   ¿Lo puedo coger?
- ¿Para qué?
- A ver mamá, ¿a ti  para qué te parece que voy a querer un candado si llevo la bolsa de la piscina en la mano y el bañador puesto?
- Pero ¿vas a ir nadar con el dolor que tienes?
- Sí. Si va a más me ingresáis y ya está.
- No te pongas melodramática. Y ¡no pierdas el candado!
- ¿De dónde es?
- No me acuerdo pero seguro que es importante. No lo pierdas, que te conozco.
- Yonuncapierdonada....Me voy a nadar.


En el coche con Juan.

- Hoy llevo candado.
- Seguro que no es tan chulo como el mío.
- ¿Perdona?
- El mío es laminado y lo compré en San Francisco.
- Vale..no sé que es un candado laminado pero seguro que no está comprado en San Francisco. Tú ganas. ¡Mierda! ¿Dónde lo he metido? ¡Para!
- Joder Moli...
- Vale, vale..lo tengo en el bolsillo del abrigo. Sigue.
- ¿Qué has hecho esta mañana?
- Escribir y el ridículo.
- Paso de lo de escribir. Cuéntame lo otro.
- Me he levantado con un pijama impresentable, me he puesto un jersey impresentable y he bajado a desayunar temprano a la cocina.
- ¿Y qué has hecho? ¿caerte por las escaleras?
- No. A unas horas indecentes han empezado a aparecer amigos de Pobrehermano Mayor por casa.
- ¿Para qué?
- Habían quedado para correr...
- Chusma corredora.
- Exacto. Todos estupendos y yo con mi pelo de gremlin y mi pijama impresentable y mi jersey mugriento. Al principio me he asomado por la ventana pero claro, al final he tenido que abrir y en fin...
- Deberías hacer caso a mi teoría...
- ¿Cuál?
- Siempre hay que estar presentable...nunca se sabe.
- Llevaba la ropa interior conjuntada. De hecho, la llevo siempre.
- Esa es mi chica.
- ¡ el candado!! ¿Dónde lo he puesto?
- Lo tenias en el bolsillo del abrigo.
- ¡No está!
- Lo habrás metido en los vaqueros.
- Ah si..aqui esta.
- ¿Por qué llevas candado hoy?
- Porque llevo mis zapatos favoritos de la suerte.
- Son chulos, son muy tú. 
- Lo sé. Y el otro día contaron una historia en el vestuario de una que le habían robado las botas.
- Tus zapatos no le valen a nadie.
- Me da igual...no me arriesgo. Son mis zapatos favoritos. Ni siquiera los llevo a Mordor para que no se gafen.

En el vestuario.

¿El candado? ¿Dónde lo he puesto? Mierda. No lo encuentro otra vez. Joder...¿en el abrigo? ¿en los vaqueros? ¿en el bolsillo de la bolsa? Aqui está. Lo dejo aqui, con la toalla mientras saco todo lo demás y meto los zapatos de la suerte y la ropa en la taquilla. Ya está. Listo. ¿El candado? Pero si lo había dejado aquí. Joder...el próximo día vengo en chanclas...este nivel de stress por el candado. Vale. Cierro la taquilla. ¡Mierda! El candado es demasiado pequeño...no llega para esta taquilla. Vale, para la de al lado sí. Venga, saca todo y mételo en la de al lado. Bien. Ahora. ¡Mierda! Tampoco llega. Yo soy gilipollas, tenía que haberlo probado antes de cambiarlo todo de sitio. Voy a hacerlo bien esta vez. Voy a probar primero. Bien. Ahora sí. Cambio todo, cierro, cojo las cosas y a la piscina. Estoy agotada y no he empezado a nadar. 

- Has tardado mil años y eso que llevabas el bañador puesto.
- Ha sido por el candado.
- Joder que brasa con el candado. El próximo día te guardo las cosas yo, incluidos los zapatos favoritos.

2 km natatorios después.

- No encuentro las llaves.
- No me jodas. Tienen que estar ahí....no han podido salir corriendo.
- No las veo.
- No te pongas histérica. Están ahí.
- Menos mal...

Entro el vestuario. Las llaves en la mano. Abro la taquilla, todo está allí. Cojo el gel. Mientras me estoy duchando, escucho una historia truculenta que están contando, alguien se está quejando de que se ha despistado un momento y le acaban de robar las botas. Sonrío. Qué lista he sido que he traído candado....Salgo corriendo de la ducha...¡no he cerrado la taquilla! ¡Mis zapatos favoritos! Siguen ahí...respiro.

Vuelvo a casa.

- Moli...¿el candado?
-......
- ¿A qué lo has perdido? Lo sabía. Y mira que te lo había dicho...
- Lo tendrá Juan...


Tendré que ir pensando en robarle el candado laminado de San Francisco.


sábado, 7 de diciembre de 2013

SOBRE EL AMOR PROPIO.



Todo lo que sabemos sobre cómo somos nosotros mismos sugiere que no somos muy buenos conociendo cómo hemos llegado a ser las personas que somos. De hecho muchas veces no sabemos qué tipo de personas somos. Normalmente atribuimos  nuestros propios fallos a las circunstancias y los fallos de los demás, a su mal carácter. Pero no puede ser que todos seamos excepciones a la regla (suponiendo que sea una regla) de que todo aquel que hace algo malo es porque es malo."  



"Una vez, en plena mala racha, escribí con letras enormes en una doble página de un cuaderno que la inocencia se termina cuando a uno le roban la ilusión de que se cae bien a sí mismo." Así comienza  el capítulo titulado "Sobre el amor propio" del libro de Joan Didion "Los que sueñan el sueño dorado". 

Estas dos reflexiones se han conectado en mi cabeza esta semana. ¿No sabemos cómo somos? O ¿no queremos saber cómo somos? O ¿sabemos cómo somos pero hacemos como que no?  ¿Lo sabemos pero preferiríamos no saberlo? 

Didion, en ese maravilloso capítulo que te golpea y deja sin aliento, escribe a mi juicio unas cuantas reflexiones bastante acertadas... pero incómodas, muy incómodas. 

Toda mi vida había pensando en el "amor propio" como algo ligeramente  negativo, una especie de orgullo personal injustificado que te hace ser susceptible y vulnerable a la vez. "Tiene mucho amor propio", me parecía una frase un tanto acusadora, un poco insultante, como si tener "amor propio" fuera algo malo. (Solo en el caso deportivo tenia una connotación positiva "menganito tiene mucho amor propio, lucha mucho") 

Después de leer a Didion me he dado cuenta de que el amor propio no tiene nada de negativo, de hecho creo que es fundamental tener amor propio, pero para tenerlo, como explica Didion en el comienzo de su capítulo, hay que perder primero la ilusión de que te caes bien a ti mismo. Hay que perder esa ilusión primaria de que te caes bien a ti mismo porque sí, sólo porque eres tú, porque eres estupendo. Hay que aprender a caerte bien a ti mismo conociendo el tipo de persona que eres, conociendo quién eres. Y eso no es fácil y no todo el mundo lo consigue. Creo que hay gente que ni siquiera lo intenta, probablemente los que jamás pierden esa primera ilusión.

"Aunque verse obligado a contemplarse a uno mismo es, en el mejor de los casos, un asunto incómodo, casi tanto como intentar cruzar una frontera con documentación prestada, ahora me parece que es la única condición necesaria para sentar las bases de un verdadero amor propio. A pesar de la mayoría de nuestros lugares comunes, el autoengaño sigue siendo el engaño más difícil de vencer. Los trucos que funcionan con los demás no sirven de nada en ese callejón trasero bien iluminado donde uno tiene las citas consigo mismo: aquí no funcionan las sonrisas seductoras, ni tampoco las pulcras listas de buenas intenciones. Uno se limita a barajar sus propias cartas marcadas de forma teatral,  pero en vano: el gesto amable hecho por las razones incorrectas, el triunfo aparente que no costó esfuerzo alguno, el acto aparentemente heroico que uno acabó realizando por vergüenza. Lo más desolador es que el amor propio no tiene nada que ver con la aprobación de los demás, a quienes, a fin de cuentas, no cuesta mucho engañar; y tampoco tiene nada que ver con la reputación, que, como le dijo Rhett Butler a Scarlett O´Hara es algo que la gente con coraje no necesita."

Estoy de acuerdo con Didion en que contemplarse a uno mismo es como poco incómodo. Despertarte por la noche y empezar a dar vueltas sobre ti mismo viendo cosas que no quieres ver o no has querido ver, y dándote cuenta por sorpresa de realidades enormes que sin embargo no habías percibido hasta ese momento, no es agradable, y muchas veces va mucho más lejos de ser incómodo y se convierte en una putada. 

No estoy de acuerdo sin embargo con que el autoengaño no funcione. Conozco mucha gente que parece vivir en un permanente estado de autoengaño con respecto a la realidad que les rodea y su propia realidad. No creo ni por un momento que yo los conozca mejor que ellos mismos pero sí se que no son como ellos creen que son... y lo más fascinante es que no quieren verlo..., son los que se aferran a la ilusión de caerse bien a sí mismos. 

Coincido también con Didion en que el amor propio es independiente de la opinión de los demás. Debes tenerte amor propio aunque los demás tengan una mala opinión de ti y no debes basar tu amor propio en la opinión favorable de los demás. Es fácil engañar a los que te rodean. Y sobre todo, si tu amor propio se basa en lo que opinen los demás de ti... ¿qué pasará si alguna vez "descubren cómo eres" y eso hace que su opinión cambie? 

"Que te falte amor propio, en cambio, equivale a ser el espectador solitario e unitario de un documental interminable que detalla tus propios fracasos, tanto los reales como los imaginarios, con escenas nuevas añadidas a cada pase. "Aquí está el cristal que rompiste en un ataque de rabia, aquí el dolor en la cara de Fulano; fíjate ahora en la siguiente escena, la noche en que Mengano regreso de Houston, mira como la cagaste". Vivir sin amor propio es pasarte la noche en vela, sin que te pueda ayudar ni la leche caliente, ni el fenorbital, ni la mano que descansa sobre la colcha, contando tus pecados por acción y por omisión, las confianzas traicionadas, las promesas sutilmente rotas y los dones irrevocablemente desperdiciados por pereza o cobardía o por dejadez. Por mucho que lo pospongamos, al final siempre acabamos acostados solos en esa cama notoriamente incómoda, la que nos hemos hecho nosotros mismos. El que durmamos o no en ella depende, por supuesto, de si tenemos amor propio o no".

Ya lo he dicho antes, la noche es un momento durísimo para la introspección. Es cómo lo cuenta Didion, el momento en el que no hay escapatoria de esos pensamientos. Durante el día también puedes darle vueltas a tus errores pero siempre habrá algo que te distraiga de ese repaso vital. Por la noche no hay nada más que tú, tu vida, lo que has hecho, lo que no has hecho; y horas para pensarlo. Obviamente cuánto mayor eres más cosas hay para repasar y más amor propio hay que tenerse para poder conciliar el sueño. 

"Alegar que existe una gente harto improbable, una gente que es incapaz de tener amor propio, y que no tiene problema alguno para dormir, es no haber entendido nada, en la misma medida en que no ha entendido nada quien piensa que el amor propio está necesariamente relacionado con el hecho de llevar imperdibles en la ropa interior. Existe la extendida superstición de que el "amor propio" es una especie de encantamiento contra las serpientes, algo que mantiene a quienes lo poseen encerrados en un Edén inmaculado, lejos de las camas de desconocidos, de las conversaciones ambivalentes y de los problemas en general. No es así en absoluto. No tiene nada que ver con el aspecto de las cosas, sino con una paz distinta, un tipo de reconciliación privada". 

Eso es. Creer que el amor propio es algo mágico o, mejor dicho una especie de "virtud superior" con la que se viene de serie es un error. Es una "reconciliación privada"y, como cualquier reconciliación, exige que haya habido primero una pelea, una discusión, una batalla...en este caso contigo mismo. La parte buena es que sólo hay un ganador, tú mismo. 

"Igual que Jordan Baker ( personaje de El gran Gatsby), las personas con amor propio tienen el coraje de equivocarse. Conocen el precio de las cosas. Si deciden cometer adulterio, luego no se van corriendo, con un ataque de mala conciencia, a recibir la absolución del cónyuge traicionado; tampoco se quejan indebidamente de la injusticia ni de la vergüenza inmerecida de que los declaren responsables. En resumen, la gente con amor propio es gente dura, tiene algo así como agallas morales: hace gala de eso que antes se llamaba "carácter", una cualidad que, aunque en abstracto se aprueba, a menudo pierde terreno en favor de otras virtudes de fama más instantánea. (...) Pese a todo,el carácter -la voluntad de aceptar la responsabilidad de la propia vida- es el lugar de donde brota el amor propio.
Esa clase de amor propio es una disciplina, un hábito mental que no se puede fingir, solo se puede desarrollar, adiestrar y obtener por medio de la persuasión". 

Creo que es imposible tener "el coraje de equivocarse", nadie dice "voy a equivocarme y voy a ser un valiente por ello". Más bien es algo como "voy a hacer esto" y, cuando luego te equivocas, decir "bueno, por lo menos lo intenté". Dudo mucho que haya gente con el suficiente valor como para decir "voy a equivocarme a ver qué pasa",  es más bien como pensar "me arriesgo aún sabiendo que puedo cagarla". Si resulta que te equivocas, tener amor propio es  asumir  el error con todo lo que conlleva, sin excusas, sin autoengaño y eso debe ser lo que  permite vivir y seguir adelante. Y sí creo que es una disciplina y un hábito mental y creo que hay que ser muy valiente para adquirirlo pero supongo que tiene algún tipo de recompensa. 

"Nuevamente, la cuestión se reduce a reconocer que cualquier cosa digna de ser poseída tiene un precio. La gente con amor propio está dispuesta a aceptar el riesgo de que los indios vayan a ser hostiles, de que la empresa vaya a entrar en bancarrota, de que la relación pueda no resultar ser de esas en que todos los días son fiesta porque tú estás conmigo. Están dispuestos a invertir algo de sí mismos;  puede que decidan no jugar, pero cuando juegan saben lo que está en juego". 

Con amor propio no se idealiza nada, ni a los demás, ni las situaciones ni a ti mismo. 

"Si tienes ese sentido del valor intrínseco de ti mismo que constituye el amor propio, se puede decir que potencialmente no te falta de nada: ni la capacidad de discernir, ni la de amar ni la de permanecer indiferente. Que te falte, en cambio, equivale a estar encerrado dentro de ti mismo y ser paradójicamente incapaz tanto de mostrar amor como indiferencia". 

Ja. Didion sabe lo importante que es tener un barranco de la indiferencia. Fuera de coñas, el amor propio no es creerte mejor, ni siquiera es creerte bueno, ni medianamente bueno... es conocer "el valor intrínseco de ti mismo". 

"Asignarles a las cartas sin responder su importancia real, liberarnos de las expectativas ajenas y devolvernos a nuestras propias manos: en ello consiste el enorme y singular poder del amor propio. Sin él, uno termina por descubrir la última vuelta de tuerca: que uno se ha escapado para encontrarse a sí mismo y ahora se encuentra la casa vacía". 

Eso es. No tener el valor de tener amor propio es encontrarte la casa vacía.

Volviendo al principio, supongo que todos pensamos que tenemos amor propio y carácter... y manejamos el autoengaño con maestría. 


Joan Didion cumplió el jueves 79 años.