lunes, 24 de junio de 2013

EUROPA SON LOS PADRES

Hoy toca un post culturetas, un post de pensar. Un post que no lee casi nadie, pero que a mí me sirve de mucho. Me hace pensar al escribirlo y si le sirve  alguien más, pues cojonudo.

Europa: un continente.
Europa: dos guerras europeas que acabaron siendo mundiales y que cada una a su manera cambiaron el mundo.
Europa, Comunidad Económica Europea: un recuerdo de la infancia, entramos en algo llamado así y parecía bueno.
Europa: algo llamado acuerdo de Schengen que por una parte molaba porque parecía que eras más europeo y por otro lado le quitaba magia a eso de cruzar fronteras y sentirse por unos momentos un poco espía, un poco contrabandista...
Europa: el euro. Hacer cálculos. Acostumbrarse a una moneda nueva. Redondeo. Todo más caro.
Europa: rescate. Ajustes. Más ajustes. Más ajustes.

Si me siento a pensarlo todo esto sabía yo de Europa en la nebulosa de mi cerebro antes de sentarme a leer ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa de Tony Judt.

Judt por supuesto sabe un huevo de cosas sobre Europa y las explica muy bien. No voy a decir que es un libro entretenido porque el tema es muy árido. Hay temas entretenidos, temas amenos y luego en el otro extremo del espectro, entre las cosas “espantosas, densas, complejas, con muy poco sentido y chungas de explicar”...está la política europea. Judt por tanto hace un esfuerzo por explicar qué es Europa y qué sentido puede tener. Se aprende mucho pero no es una juerga. Es algo así como cuando tenías un buen profesor con el que aprendías mucho pero tenías que esforzarte un huevo...pues igual.

Al grano. Se trata de tres conferencias que Judt pronunció en 1995 en Bolonia y que le había encargado el New York Review of Books y Hill And Wang (que creo que es una editorial). Cada una de las conferencias se centra en un aspecto de Europa.

Una de las primeras cosas que me ha llamado la atención es que frente al furor por creer que ese concepto tan poco claro que es “Europa”, “Bruselas”, o que la “Unión Europea” es la única solución a los problemas de los distintos países, Judt ya en 1996 se declara muy poco convencido de eso...de hecho nada convencido.

“Soy un europeo entusiasta; ninguna persona bien informada podría desear seriamente volver al combativo y mutuamente enemistado círculo de sospechas y naciones introvertidas que el continente europeo ha sido en el pasado reciente. Todo lo que nos aleje de aquella Europa es bueno; cuanto más mejor.
Pero una cosa es creer que algo es deseable y otra muy distinta considerarlo posible. Y lo que yo sostengo en este ensayo es que una Europa verdaderamente unida es algo demasiado improbable como para que insistir en ello no resulte tan insensato como engañoso. De modo que eso me convierte en un europesimista”

Judt tampoco cree que la Unión Europea vaya a poder crecer indefinidamente aceptando a todos los países de la zona este.

“He tratado de establecer que, al margen de que el futuro de los antiguos Estados comunistas de la Europa del Este deba encuadrarse dentro de una Europa plenamente integrada, el hecho es que lo más probable es que esto no ocurra, y sería por tanto mucho más prudente dejar de realizar promesas al respecto”

Recuerdo que el libro está basado en unas conferencias de  1996, hace 17 años. Desde entonces la creencia en que Europa es la solución a todos los males de los países que ya forman parte de la Unión Europea como la de que todos los países para crecer deben estar incluidos en ella no ha hecho más que crecer y crecer. ¿Ha sido real? ¿Es real? En mi opinión...solo en una pequeña, pequeñísima parte. Es como los Reyes Magos, molaría que fuera todo verdad y te pudieran traer todo lo que pides...pero al final te traen calcetines que no son de tu talla y hay que conformarse.

El primer capítulo es el que da título a todo el libro. “¿Una gran ilusión?” Judt hace un repaso histórico bastante exhaustivo a la creación de lo que ahora conocemos como la Unión Europea, Europa con mayúsculas.

Europa se montó sobre los restos que quedaron después de la IIGM, sobre los intereses franceses y alemanes que no estaban pensando en crear nada “para todos”  sino en defender lo que era suyo. Judt lo explica genial.

“No fue el idealismo lo que movió a los europeos en aquellos años, ni tampoco los imperativos evidentes del destino histórico. Fueron muy pocos los que durante los años de posguerra sugirieron la unión natural e inevitable de los supervivientes de la guerra de Hitler”.

Vamos, que la Unión Europea no fue una reunión de buen rollo en plan “No vamos a pelearnos, vamos a llevarnos bien y así juntos podremos hacer más cosas y viviremos felices y comeremos perdices ayudándonos mutuamente” y sacaron la guitarra y cantaron alrededor de un fuego de campamento.  

Fue algo mucho más político, interesado y menos altruista. Los alemanes necesitaban pasta para reconstruir el país y su economía pero sin que se notara mucho y los franceses necesitaban seguir creyendo que eran el centro del continente, el eje político. Vamos, lo que siempre han necesitado creer los franceses, que son el centro del universo conocido y por conocer.

La esencia del condominio en torno al que Europa Occidental se construyó reside en un acuerdo de interés para ambas partes: que los alemanes tendrían los medios económicos (para su reconstrucción) y que los franceses mantendrían la iniciativa política. En los primerísimos años, claro está, los alemanes todavía no habían adquirido su actual riqueza y el predominio francés era real. Pero a partir de mediados de la década de 1950, esto dejó de ser así: a partir de entonces la hegemonía de Francia en los asuntos de Europa occidental descansaba en un arma nuclear que el país no podía utilizar, un ejército que no podía desplegarse dentro del continente y una posición internacional derivada en gran medida de la interesada magnanimidad de las tres potencias victoriosas al final de la guerra. La premisa tácita de las relaciones Francia con Alemania Occidental era ésta: tú haces como que no eres poderosa y nosotros haremos como que no nos damos cuenta de que lo eres”.

Judt cuenta qué otros factores aparte de este “ni contigo ni sin ti” que bailaban Francia y Alemania hicieron posible el desarrollo de la Europa occidental moderna.

“El primero fue  sencillamente el impacto de la guerra en sí”. Me ha flipado esta idea porque por supuesto jamás lo había pensado. Sostiene Judt que  todos los países que participaron en la guerra (los beligerantes y los ocupados)  movilizaron cantidad de recursos  y a toda su población de una manera desconocida hasta entonces. En países como ocupados como Bélgica y Checoslovaquia la producción para la industria militar alemana y la falta de protestas laborales hizo que hubiera una acumulación de beneficios que dio “un primer impulso a la modernización acaecida durante la posguerra”. La idea que sostiene Judt es que como durante la guerra el Estado estaba implicado en absolutamente todos los aspectos de la vida diaria...se dio por hecho que durante la paz esto debía seguir siendo igual, por lo que los países europeos estaban en cierta manera “más receptivos” a aceptar “una organización económica y social centralizada, compartida en mayor o menor grado por las principales agrupaciones políticas de todos los países europeos”. La aceptación de esta idea hizo más fácil la reconstrucción tanto a nivel nacional como a nivel internacional durante la posguerra.

El segundo factor fue la Guerra Fría. Desde 1947 estaba claro que la Unión Soviética era una amenaza para Europa del Este así que convenía que los países de Europa occidental llegarán a alguna alianza entre ellos y con Estados Unidos. El peligro de una guerra con la Unión Soviética hubiera obligado a rearmarse a Europa y eso era algo que económicamente no podía permitirse, pero la ayuda de EEUU consiguió que aumentara el grado de unión y colaboración de los europeos entre sí  mientras que les  ahorraba los gastos militares de los que se ocupaban los americanos.

El tercer factor fue “la desastrosa reciente crisis económica del continente lo que dotó de una especial naturaleza al subsiguiente boom”. Básicamente, explica Judt, que como en la primera mitad del siglo XX los europeos nos dedicamos a pegarnos unos con otros, llevar unas políticas económicas desastrosas y destruir todas las infraestructuras que podrían haber servido para algo,  en 1945 Europa occidental no es que estuviera al nivel de 1929 o 1918, sino que estaba como en 1913. Un completo desastre al que se puso solución aplicando políticas pospuestas durante una generación y que no solo mejoraron la situación económica sino también introdujeron mejoras “en los derechos de los arrendatarios, las pensiones garantizadas por el Estado, los seguros médicos y de accidentes, los derechos sindicales, vacaciones pagadas y viviendas subvencionadas de buena calidad; Europa occidental comenzó un largo proceso de puesta al día en el terreno de los derechos sociales y del Estado del bienestar, previsto ya en las reformas políticas y legales del siglo anterior”.

El último factor fue la revolución agraria. Esto suena tan a colegio.

Judt sostiene que estos cuatro factores son irrepetibles, ni habrá una guerra que arrase el continente (esperemos), ni la agricultura sufrirá una gran revolución, ni habrá que recuperar 50 años de atraso económico y social (Judt escribió esto en 1996, no sé qué opinaría hoy) y tampoco tendrá  que unirse por la necesidad de hacerlo o por la coincidencia de la amenaza comunista y el apoyo estadounidense. Fueron unas circunstancias únicas que permitieron la prosperidad de  Europa y que “nadie más volverá a tener la misma suerte” de encontrarse.

En el último ensayo y el epílogo del libro, Judt intenta explicar qué podemos esperar de la Unión Europea. (En el segundo habla sobre la integración de la Europa del Este).

Lo que distingue a Europa Occidental  de otras regiones y también de Estados Unidos es el bienestar social que protege ( en mayor o menor medida) la salud y la protección de los ciudadanos de todos sus miembros. Judt sostiene que las prestaciones sociales además de su valor intrínseco han servido como estabilizador social, como seguro político.  Dice Judt en 1996 que de no haber sido por ese estado de bienestar la depresión económica de los años 90 hubiera desembocado en unas consecuencias desastrosas....En fin, esto es exactamente lo que está pasando ahora. El desmantelamiento del estado del bienestar a golpe de “ajustes” ha hecho que las protestas y la inseguridad política aumenten (con razón) en toda Europa...y según mi humilde opinión irá a más.

Judt sostiene que Europa no es la solución para todo, que el mantra de “Europa” no va a servir para solucionar los problemas de cada uno de sus miembros. Cree que “las unidades transnacionales sobredimensionadas padecen de un perenne “déficit democrático”, que es precisamente la acusación a la que ahora se enfrenta la Unión Europea y a la que es especialmente susceptible. Pero, funcionen o no bien en cuanto a la administración de las cosas, cuando se trata de gobernar a la gente, resultan demasiado grandes, demasiado distantes, e inevitablemente acaban desintegrándose en sus partes. También para asegurar que dichas partes no se hayan debilitado excesivamente y sea imposible repararlas”.

Más claro agua.

Las conclusiones a las que llega Judt hace un montón de años son que la Unión Europea no puede prometer (aunque lo esté haciendo) mantener unas condiciones de bienestar y progreso económico como las que han tenido en su pasado. Tampoco va a poder asumir la incorporación de los países del Este por lo que debería dejar de prometer, negociar y exigir condiciones a futuros estados que sabe que no podrá acoger y que de hacerlo será en unas condiciones muy distintas de las actuales. Judt incluso dice que la Europa del futuro será la que quiera Alemania o no será, y que ni Italia, ni España y puede que ni Gran Bretaña, cumplan las condiciones que imponga Alemania...así que plantearse que algún país del Este pueda cumplirlas es ciencia ficción.

Judt dice muchísimas más cosas...y las dice muy bien, pero me quedo con su última conclusión.

Si vemos la Unión Europea como una solución para todo, invocando la palabra “Europa” como una mantra, enarbolando el estandarte de “Europa” frente a los recalcitrantes herejes “nacionalistas” y gritando “¡abjurad, abjurad!”, un día nos daremos cuenta de que, lejos de resolver los problemas de nuestro continente, el mito de “Europa” se habrá convertido en un impedimento para saber reconocerlos. Descubriremos que ha pasado a ser poco más que la forma políticamente correcta de hacer la vista gorda ante las dificultades locales, como si una mera invocación de la promesa de Europa sirviera para tapar los problemas y las crisis que realmente afectan a ese lugar. Pocos desearían negar la existencia ontológica de Europa, por decirlo así. Y existe una cierta ventaja autocumplida en hablar de ella como si realmente existiera en un sentido más profundo, más colectivo; el mero deseo puede ayudar a generar este pensamiento y de hecho ya lo hace en bastante medida. Pero hay algunas cosas que por sí mismo no puede lograr, algunos problemas que no puede solucionar. “Europa” es algo más que un concepto geográfico, pero no llega a ser una respuesta”. (las negritas son mías) 
Europa no es la solución y tampoco puede ser la excusa para sacrificarnos a todos. 

domingo, 23 de junio de 2013

UNA DOCENA DE RAZONES PARA SEGUIR ESCRIBIENDO A MANO



Móviles, tabletas, ordenadores. Evernote, whatasp, google docs, notas de audio, grabadores de voz. Vivimos inmersos en todo un mundo de posibilidades para grabar los pensamientos al minuto, para registrarlos casi en el mismo momento en que surgen en nuestra cabeza y no olvidarlos.

Cada vez se escribe más pero se escribe “peor”. Estamos perdiendo una habilidad adquirida por los humanos hace miles de años, una habilidad que era sinónimo de cultura, de conocimiento y de sabiduría y que además por un lado permitía comunicarse con otras personas al compartir un lenguaje, una gramática y unos signos (distintos en cada idioma) y a la vez era intensamente personal porque cada uno tenía su propia caligrafía y estilo de letra.

Ahora mismo, cada vez hay menos gente que acarree un cuaderno para escribir sus impresiones a mano, que lleve un boli o una pluma favorita para anotar sus pensamientos o que escriba un diario que no sea un blog. La escritura a mano está desapareciendo y a mi modo de ver es una gran pérdida.

Escribir a mano es una experiencia increíblemente satisfactoria, muy muy personal y que tiene un montón de beneficios.

1. Todos podemos escribir a mano.
Los que trabajamos con ordenadores, escribimos informes, blogs, nos comunicamos por correo electrónico y estamos todo el día conectados,  creemos que el manejo de un procesador de textos es una habilidad tan común y extendida como comer con cubiertos...y no es para nada así. Hay muchísima gente a la que la sola idea de enfrentarse a un ordenador y empezar a escribir le provoca sudores fríos y siente una terrible desconfianza hacia esas letras que salen en la pantalla y que asocian a “escritura seria”, a informes oficiales, a cartas del banco. Escribir en un ordenador siempre parece tener una connotación de seriedad que no tiene porqué tener la escritura con un papel y un boli.

Frente a la extrañeza o distancia que puede suponer un dispositivo electrónico a la hora de escribir, un papel y un lápiz siempre son “casa”, siempre son cercanos, conocidos y accesibles. Todos sabemos escribir a mano, todos aprendimos en el colegio y enfrentados a la necesidad de dejar por escrito una idea, una nota, una petición o la lista de la compra, todos sabemos hacerlo.

2.Ayuda a ordenar ideas.
Escribir, ya sea en un ordenador o a mano,  siempre ayuda a fijar las ideas, a recordar cosas y a expresar pensamientos que pululan por nuestra cabeza sin una forma definida.  Escribirlos a mano nos los hace reconocibles, las ideas que plasmamos en una pantalla dejan en cierta manera de ser “nuestras” para pasar a ser reconocibles o asumibles por cualquier lector. Escribirlas a mano las hace más nuestras, más reconocibles para nosotros mismos y además el solo acto de escribir a mano, de dejar fluir la letra hace que el hilo del pensamiento sea continuo y no a “trompicones” como cuando se escribe en una pantalla. Cuando se escribe a mano no se para, un pensamiento hila con otro en una especie de retroalimentación, la letra que va fluyendo inspira la siguiente palabra y la siguiente frase. En el ordenador uno escribe, para...piensa..escribe. Es un proceso distinto.

3. Crea adicción.
La primera vez que uno coge un cuaderno y lo mete en el bolso, la mochila o la chaqueta para ir a algún sitio y de repente se encuentra escribiendo en un autobús, en un parque, esperando a alguien,  se sorprende. Uno piensa ¿Qué hago escribiendo esto aquí? No es importante...pero luego poco a poco, se siente cojo si sale de casa sin un cuaderno, la sola idea de pensar que se nos ocurra una idea y no tener donde anotarla provoca vértigo. Sí, siempre queda la opción de la nota en el móvil, pero una vez que te has acostumbrado a escribirlo en un cuaderno, la nota en el evernote o la grabación de audio no te satisface para nada, es meramente un recordatorio que ni siquiera sabes si te servirá de algo después, cuando quieras desarrollarla.

4. No te mientes
Escribir a mano es siempre más sincero y auténtico que en una pantalla. Un ordenador, un móvil o una tableta siempre tienen un componente “público”, mientras que tu cuaderno y tu bolígrafo crean una atmósfera más personal, más de estar “en casa”. Es tu cuaderno y en principio nadie va a leer lo que tú has escrito así que uno miente menos, elabora menos, no se disfraza y según va cogiendo soltura se deja ir mientras escribe descubriendo pensamientos, sentimientos e ideas que ni siquiera sabía que tenía. Al principio cuesta releer ese ejercicio de sinceridad y apertura total a uno mismo, pero con el tiempo se disfruta y se aprende mucho.

No me estoy refiriendo exclusivamente a ideas personales que puedan ser más íntimas, también ocurre esta sensación cuando se escribe sobre trabajo, sobre ideas para proyectos o lo que sea.

5. Tachar y recuperar
Al escribir en una pantalla, las ideas que no nos gustan, las frases que no nos satisfacen, las expresiones que parecen no encajar desaparecen cuando le damos a “borrar”, se esfuman. Escribiendo a mano, esas malas ideas o cosas que en un determinado momento no nos gustan no desaparecen al tacharlas o al desecharlas al pasar el resto de las ideas a otro documento. Permanecen escritas, puede que para no ser usadas jamás o puede que para esperar el momento en que el al releerlas sean capaces de inspirarte otra línea de pensamiento, otra reflexión que esta vez si te parezca pertinente, interesante o incluso para generar otra serie de ideas valiosas.

6.Reconocerse
Todos tenemos una caligrafía característica con la que nos sentimos más o menos cómodos porque nos ha acompañado desde que aprendimos a escribir en el colegio y todos somos capaces de reconocer nuestras anotaciones en un cuaderno, una hoja o un post it.

No solo reconocemos la letra, sino que somos capaces de reconocer nuestro estado de ánimo en esos trazos. Abres un cuaderno y sabes si lo que estás leyendo lo escribiste con prisa, con pena, con alegría, si estabas deseando terminarlo, si lo escribiste  porque necesitabas sacar todo eso de dentro o si disfrutaste poniéndolo por escrito. Te lees y por cómo es el trazo, por cómo está de apretada la letra, si te cuesta más o menos leerte, te reconoces a ti mismo en un determinado momento de tu pasado escribiendo eso.

La escritura en pantalla no puede reflejar nada de eso.

Un texto manuscrito tiene personalidad por el fondo y por la forma, proporciona información por lo que cuenta  y por cómo está contado. Un texto en un ordenador no tiene personalidad más allá de su contenido, son todos iguales, no hay  nada más allá de su  contenido, la forma no importa.

7. Escribir a mano es más eficaz para fijar la memoria.
Escribir en una pantalla siempre es igual, además ahora mismo con todas las posibilidades de guardar documentos en la nube, un mismo documento puedes abrirlo en tu casa, en el despacho, en un hotel, en un viaje de trabajo y escribir en él. Escribir a mano sin embargo tiene un componente físico que ayuda a fijar los recuerdos. Recuerdas el banco donde te sentaste con el cuaderno a escribir mientras esperabas a algo, la cama de hotel donde te tumbaste a escribir sobre un día en una nueva ciudad, porque escribir a mano tiene un componente sensorial que cambia según el emplazamiento...

Los documentos en pantalla son todos iguales. Cuando escribes a mano, añades un referente “espacial”, eres capaz de recordar si lo que escribiste lo hiciste en la página de la derecha o de la izquierda, si estaba al principio o al final de la hoja, si empezabas un párrafo o no...

8.Uso de papelería: cuadernos, bolis, plumas, lápices, etc.
El placer de buscar un cuaderno exactamente cómo quieres: rayado, blanco, con cuadrícula, con espiral, encuadernado, de un determinado color, con una ilustración de tu película favorita, con una frase que te inspire...El placer de la primera hoja de ese cuaderno. El placer de terminar un cuaderno y repasar todas esas hojas llenas de escritura, ordenada a veces, caótica otras, anotaciones que ni siquiera recuerdas que eran, nombres, teléfonos...una especie de repaso rápido a esa etapa de tu vida en la que ese cuaderno te ha acompañado.

Escribir con pluma cambiando las tintas, escribir con lápices hasta que se gastan completamente, descubrir bolígrafos nuevos, experimentar con el modo en que cambia la letra según con qué escribas....

9. Anotar a mano como paso previo a pasarlo al ordenador.
Hacer un esquema, hacer una lista, anotar los cuatro o cinco pensamientos que surgen antes de enfrentarse a escribir cualquier tipo de documento en un ordenador ayuda después a redactar ese trabajo sobre una base previa, las anotaciones a mano como un armazón sobre el que montar la construcción definitiva.  Ayuda a no abrir el documento en el ordenador y decir ¿Y ahora de qué escribo?, sirve de “cimientos” a lo que se quiere decir después.

10.Las cartas.
El email, los mensajes, el wasap tienen un millón de ventajas aunque nos han hecho increíblemente impacientes, pero es indudable que la inmediatez de recibir la información, las noticias o lo que sea es una mejora notable en la comunicación.

Sin embargo nada de eso tiene el encanto de una carta manuscrita, de una nota. Recibir una carta manuscrita o escribirla,  provoca sensaciones y sentimientos completamente diferentes, escribir una carta a mano requiere un tono y un ritmo que no se parecen en nada a un mail.

Ni que decir tiene que una carta manuscrita siempre es distinta mientras que un email de trabajo, de un amigo o de tu banco, tienen todos el mismo aspecto.

11.Escribir por escribir.
Con una anotación en el evernote, una grabación de audio, un recordatorio en el ordenador siempre se tiene una intención, un propósito. La mayoría de las veces no va más allá de “no olvidarlo” para luego hacer algo con ello: un informe, un post, un tweet jocoso, la compra al volver a casa. La escritura a mano puede tener ese propósito, llamémoslo práctico pero puede hacerse sin ninguna intención más allá de dejar fluir los pensamientos y escribir lo que va surgiendo esperando qué se nos ocurra algo mientras escribimos o sin esperar nada y encontrándolo por sorpresa al final de una frase.

12.  Los textos manuscritos se pueden quemar.

“Eliminar”, “borrar”, “enviar a la papelera”, “vaciar papelera”.

Eliminar, borrar o suprimir no tienen ni de lejos el mismo encanto que quemar tus escritos.

¿Está seguro de que desea vaciar la papelera/eliminar/borrar? Esta acción no podrá deshacerse”

Una vez que tiras la cerilla o echas los papeles  a la chimenea, no hay vuelta atrás. Más drástico pero mucho más contundente.

Las pantallas, internet, las redes sociales, poder compartir nuestras ideas y nuestros pensamientos al instante, dejarlos registrados sin miedo a que se nos olviden y poder retomarlos desde cualquier lugar del planeta con red es sin duda una gran ventaja, de eso no hay duda.  Pero escribir a mano, abrir un cuaderno y, gracias al movimiento inconsciente de nuestros dedos llevando a cabo gestos que aprendimos casi sin darnos cuenta, ver nuestros pensamientos plasmados en un papel en un hilo invisible que conecta nuestro cerebro con la tinta que se fija en el papel es una experiencia que no debemos perder.

Publicado primero en unadocenade.

jueves, 20 de junio de 2013

MORIR O MORIR

6:30. Entro en  la cocina. Enciendo la cafetera. Saco la leche, el zumo, la mantequilla.  Meto la rebanada de pan en  el tostador.

Cojo la taza, echo el café, la leche. Meto la taza en el microondas. Mientras me sirvo el zumo enciendo la radio.

“El actor James Gandolfini ha muerto de un infarto masivo a los 51 años de edad durante unas vacaciones en Roma”.

Me derrumbo en la silla. ¿Tony Soprano? Joder. ¿51 años? Joder, 11 más que yo. ¿de un infarto? Joder. Estaría tan feliz de vacaciones y al minuto siguiente ya no estaba. Como papá. Los infartos son increíbles, son parar la vida en seco. Son como el final de Los Soprano...estás vivo y al minuto siguiente todo se ha ido a negro. Fin.   

Me bebo el zumo. Me viene a la mente un recuerdo de hace mil años. Con 17 años, en el recreo de Cou. Llovía y no habíamos salido al patio ni a tomar un café. Unas cuantas amigas hablábamos de la muerte y de repente alguien hizo una pregunta idiota, una de esas preguntas idiotas que haces con 17 años, cuando la muerte es algo que no te ha afectado, cuando crees que siempre les pasa a otros, que es para gente mayor, que siempre avisa y que tú estás a salvo.

-¿Qué preferiríais? ¿Moriros vosotros mañana o vuestra madre?

Una pregunta muy idiota, efectivamente. La mayoría respondió que prefería  morirse   a que muriera  su madres. Alguna incluso dijo cosas grandilocuentes del tipo “yo no soportaría que le pasara algo a mi madre”. De repente, una chica que se llamaba Trini (espero que siga llamándose así) dijo:

-  yo preferiría que se muriera mi madre. Me moriría de pena si mi madre se muriera mañana pero ella ya ha vivido...yo quiero vivir..no quiero morir, así que preferiría eso. De la pena me sobrepondria...de mi propia muerte no.



Nos quedamos heladas. Éramos idiotas y nos parecía que eso quería decir que no quería a su madre. Y no era eso, sencillamente ella había pensado en la muerte como lo que es. El final. Si te mueres no hay nada más. Se acabó y ella tenía 17 años y prefería seguir viviendo.

Es un recuerdo que tengo en la cabeza desde entonces y hoy me salta a la cabeza mientras desayuno y escucho la noticia de James Gandolfini. Aunque creamos que no, siempre preferimos la muerte de otros a la nuestra. Hasta que tienes hijos. Si pudieras morir mil veces para evitar que ellos murieran lo harías, porque el simple pensamiento de verlos morir es lo más aterrador y espantoso que puedes  pensar en la vida. Solo pensarlo te ahoga y te paraliza. Sabes que tus hijos van a morir, claro que lo sabes...pero aqui tienes cristalino que tú quieres morir antes, sabes que lo que vendría después no sería vivir...sería sobrevivir y poco más.

Me voy a la ducha. Joder, Gandolfini. Es una chorrada, no le conocía, era solo un actor de una serie que me encantó, que me moló hasta el infinito. Hace poco le había visto en otra peli “ Mátalos suavemente” donde tenía el monólogo más soez, más basto, más bruto y más pornográfico que he escuchado en mi vida.

Muerto. De repente. Infarto y fundido a negro.

Abro el grifo. Me cae el agua por la cabeza. ¿Cómo preferiría morirme?

De un infarto. Sin enterarme. Estoy y de repente no estoy. ¿Te das cuenta de que te mueres? No. Creo que preferiría eso, de hecho tengo muchas posibilidades, la herencia genética apunta a que me toque algo asi. Un poco de humor negro mientras me lavo el pelo. Pero..¿Qué preferirían los que me quieren? ¿Qué preferiría yo para los que me rodean? ¿Qué es mejor? ¿Morir de repente o morir por alguna enfermedad que te “prepare”? Ambas cosas son inevitables. No hablo de morir en un accidente de coche o por una mala suerte increíble o asesinado o algo así. Morir de un infarto o de una enfermedad...dos cosas que no están en tu mano, que están en tu cuerpo pero que no controlas. ¿Qué es mejor?

Morir de un infarto es mejor para el que muere. Ni siquiera sabe que se ha muerto. No sufre. Nada le duele. Es y deja de ser. No se deteriora, no se va apagando. ¿Cómo lo viven los que le quieren? Con incredulidad, ese instante en el que todo se acaba parece tan increíble como encontrar un unicornio en tu pasillo. Sencillamente no puede ser. Se piensa que algo tenía que habernos avisado de que eso iba a pasar, que es algo tan grande, tan inconmensurable, tan inabarcable que algo tenía que habernos advertido de que llegaba ese momento. Estaba hablando y ya no. Teníamos planes. Ibamos a hacer.. Pero no. Estaba y ya no está.

Morir de una enfermedad no es mejor para nadie. Es una putada. Es sufrir, es dolor, es deterioro, es agotamiento, es culpabilidad para el enfermo que ve sufrir a los que le cuidan y rodean. Es culpabilidad también para los que le cuidan que se agotan y cada vez se sienten peor y sufren porque ver sufrir al enfermo y a ratos piensan que es mejor que todo termine para acabar la agonía y descansar todos y se sienten culpables por tener ese pensamiento, por creer que la muerte sería mejor. No es que la muerte no sea mejor que un sufrimiento atroz y sin esperanza, yo creo que lo es...pero pensarlo da mucho miedo y vértigo. El sufrimiento y la agonía es horrible pero prepara para la muerte, pero es curioso, te encuentras pensando que siempre pensaste que querrías tener señales de que la muerte llegaba, para hacerte a la idea y ahora que tienes esas señales delante, que son evidentes...deseas no verla, que no sean verdad, que estés equivocado. Pero no sirve. Son de verdad y están ahí...La agonía de la enfermedad es espantosa pero lo único que puede tener de bueno...es que cuando termina, cuando se acaba y llega la muerte, queda el alivio del descanso. Sabías que pasaría y aunque jamás se está preparado...por lo menos te había dado tiempo a pensar como sería.


Salgo de la ducha. Me visto. 40 años. Gandolfini 51, mi padre 53, mi abuelo 50. Ellos hombres, yo mujer.  De Gandolfini no he heredado nada. De mi abuelo y mi padre sí. Un gen raruno. 

¿Y si me da un infarto? ¡Bah! Me encuentro bien.


Ellos también.

martes, 18 de junio de 2013

MOMENTOS DE PRADERISMO LABORAL: Esta pradera es una ruina.

En mi pradera laboral convivimos tres departamentos: los que compramos los libros verdes, los que compran los libros rojos, los que miden las ventas de todos  los libros y un par de especímenes de los que fabrican libros rojos y que no se sabe muy bien porque están aquí. Éstos además de tener al único becario de la pradera…tienen otros horarios y los peores sitios.

Los praderistas nos llevamos todos bien, no nos molestamos, hacemos bromas comunes cuando los habitantes de las peceras que nos rodean no están y en general convivimos en amor y compañía sin mucho problema. Además, hemos desarrollado un superpoder fabuloso: completa indiferencia hacia cualquier rumor, frase o idea que venga de más allá de la puerta que delimita nuestra pradera. Nos da igual, nos la pela completamente.

Hace 15 días, la vida discurría pacífica en la pradera, con las habituales conversaciones sobre el tiempo, las anécdotas de los no vivos de informática y las posibilidades de que haya un ERE o no…vamos de los que se habla en todas las praderas.

De repente unos cuantos seres de los que habitan en otros ecosistemas de los libros de colores irrumpieron en la pradera con carpetas, bolis y cintas métricas y empezaron a mirarnos, a contarnos, a remirarnos, a contarnos. Por un momento esperé que alguno de ellos sacara la absurda maquinita esa de las azafatas para contar gente...tiki-tiki-tiki-tiki.

Se marcharon.

La pradera siguió su ritmo vital.

A los diez días otros  seres de más allá vinieron y nos dijeron:

-          Os mudáis.
Levantamos la cabeza, miramos y seguimos currando.

-          Va a venir un becario nuevo y no cabéis…

Levantamos la cabeza, miramos y seguimos a lo nuestro.

-          Os mudáis a la pradera de arriba que es más grande, más amplia y con mucha más luz.

Se marcharon.

Los praderistas nos reunimos y dijimos:

¿Para qué cojones nos mudamos? ¿Para meter un tío más?
¿Y no sería más fácil mover a los que no se sabe muy bien por qué están aquí?
Si...eso sería lo lógico, y lo inteligente y por tanto no se les habrá ocurrido. Mover a dos tíos siempre será más fácil que mover a 14…pero es algo tan obvio que a las altas esferas no se les ocurre ni de coña.

Hace una semana nos dijeron que subiéramos de excursión a la pradera de arriba, a ver las vistas y tal. 

Subimos.

-          Os mudáis seguro aquí ya, la semana que viene. Mañana os traemos las cajas.
-          Ya.
-          ¿Cómo que ya?
-          Que ya, que cuando nos traigas las cajas y venga la mudanza a mover las cosas me lo creeré.
-          Que si, que si...que esta decidido. Que es fijo.
-         Que si, que si…y yo soy Halle Berry. Ah y no necesito una caja, solo tengo un bote de bolis y una taza.

Al  día siguiente nos mandaron un correo diciendo que no nos mudábamos, que no era necesario y era mucho lío.

Aquí fue donde nos acojonamos. Por supuesto teníamos razón.

Unos cuantos operarios, en concreto dos: Manolo y Benito llevan 3 días desmontando la pradera. Las mentes que gobiernan los libros de colores tras desechar las primera opción inteligente: mover a dos personas, desecharon también la siguiente: mover a 15 personas un piso a una pradera igual pero pelín más grande y han optado por la más incomprensible: meterse a hacer una obra de mil pares de cojones destrozando una zona del edificio que casualmente no está panelada sino que tiene tabiques de piedra mientras la gente curra.

Como todas las obras el contratista dijo: 3 días.

Los praderistas dudamos de que esté terminado antes de mes y medio. Manolo y Benito deben irse aún más lejos en sus predicciones porque vienen solo un par de horitas a pasear y decir: a mí esto no me sale en el plano.

Ahora estamos 15 praderistas currando en medio de un montón de paneles tirados por el suelo, perfiles de aluminio, espuma aislante de esa que tiene mierda para aburrir, cables, muebles movidos de sitio y broncas entre Manolo y Benito y su jefe que no parecen tener claro para qué cojones han destrozado media planta.
A ratos hacemos como hacen todos los españoles. Nos paseamos a ver currar a Manolo y Benito y elucubramos sobre cómo será la obra y donde acabaremos reubicados.

Otras veces me siento la protagonista de Esta casa es una ruina cuando al abrir la puerta de la cocina para coger mi tuper, me encuentro a Manolo sonriendo y diciendo ¿Cuál es tu maletita? Aquí huele a lentejitas. 

Pero la mayor parte del tiempo pasamos olímpicamente de esta nueva absurdez laboral ideada por las mentes que gobiernan los libros de colores y seguimos a lo nuestro.

-     LA UE HA PROHIBIDO CORTAR ALETAS DE TIBURÓN. – grita Sonrisas mientras baila  en círculos alrededor de su ordenador con los brazos en alto
-          Joder Sonrisas…que susto. En fin, cada loco con su tema.
-          Vaya Sonrisas, me has jodido el plan de fin de semana.- dice Cedric muy serio.
-          Jajajajaja...ahí has estado bien.
-          Oye Sonrisas y qué más da que les corten las aletas antes que después…
-          Nooooooooo.-….no hagas eso…no le preguntes a Sonrisas por los tiburones…
-      ¿Cómo qué más da?? ¡No es lo mismo!!! Si tienes que pescar el tiburón y en puerto cortarle la aleta...te caben menos aletas en el barco porque tienes que meter el tiburón entero, imagina que solo puedes llevar 200 tiburones muertos. Si les puedes cortar la aleta en el mar, los pescas, cortas las aletas y los tiras y en la bodega donde caben 200 tiburones enteros caben 20000 aletas…es el fin, la muerte del planeta, la destrucción….el holocausto.
-          Moli...tú de bucear pasas, ¿no?
-          Si...me da claustrofobia como a Woody Allen. 
-          Bien hecho…mira lo que pasa cuando te das una sobredosis.
-          Si...y aquí…en medio del páramo de Mordor a 500 km del mar. En el fondo me enternece. 
-          ¿Hacemos una porra para ver cuando terminan la obra Manolo y Benito?
-          Venga…
-          Pero... ¿no os alegráis de lo de los tiburones? Es la noticia del día!!

Y así pasamos los días entre martillazos, gente correteando y tiburones. Una juerga.