viernes, 1 de febrero de 2013

MATERNITY (CXII): LA CARCEL Y LOS PELOS.

Desde que me pego el madrugóndemilparesdecojones disfruto de mucho más tiempo con las princezaz. Disfrutar es un verbo demasiado, demasiado, demasiado optimista. Soy una madre desnaturalizada y levantarme a las 6:30 de la mañana no aumenta mi amor maternal. De hecho, y aunque sea un poco raro cuando más las quiero es a las 6:31 al entrar en su cuarto hecha un gremlin con los pelos de punta y llorando de sueño. Las veo ahí, durmiendo tan felices y contentas, oliendo a niñas buenas y sabiendo que a las cabronas le quedan 2 horas de sueño. Supuro amor maternal..y un poquito de envidia.

Luego me arrastro a la cocina y mi casi inexistente ego como madre da un breve aleteo al ver la mesa del desayuno que dejé preparada la noche anterior. Pienso “ no lo hago tan mal

El día avanza y avanza y para cuando vuelvo a casa mi amor maternal no existe. Tengo tanto sueño y estoy tan cansada que fantaseo con la idea de que me llamen del colegio para decirme algo como: están castigadas y se tienen que quedar 2 horas  a hacer deberes. Casi lloro solo de pensar en la posibilidad de que eso ocurriera y yo pudiera tumbarme un rato antes de recogerlas.

Al final lloro cuando vuelven del colegio felices y contentas y emocionadas porque estoy en casa. Me siento (un poco) culpable por no compartir esa emoción, pero me ciño a mi papel de madre y les pongo la merienda, pululo por casa, cocino y si da tiempo jugamos a algo antes de entrar en las horas del horror.

En realidad voy como un autómata y no estoy preparada para grandes duelos verbales con ellas...pero eso a ellas por supuesto les da igual.



- Mamá, en la cárcel dan comida basura.
-¡Qué susto M! ¿Qué dices? No, no vamos a cenar comida basura
- No he dicho eso..he dicho que en la cárcel dan comida basura.
- La comida basura no es basura, se llama así porque se prepara rápido y si solo comes eso en tu vida no es buena. Si solo comes pizza, hamburguesas y helado te pones enfermo.- el Ingeniero participa por sorpresa en la conversación aportando el dato didáctico.
-Ya, pero ¿dan comida basura o no?.- me temo que a M. la contestación del Ingeniero no le ha molado.
- A ver M ¿ a qué viene eso ahora? ¿De donde has sacado esa pregunta?
- Es que en las pelis siempre les dan un plato con una plasta de caca...comida basura.
- jajajajajaja...vale, pero no. Es un puré o algo asi...
- En la cárcel..¿hay brutos?.- aparece C vestida de princeza china de rosa, apestando a colonia de las muñecas diabólicas esas.
- C, en la carcel hay gente que no ha tenido las mismas oportunidades que tú y ha tenido que robar para comer. O gente muy lista que estudió mucho pero se volvió avariciosa y robó dinero. - definitivamente el Ingeniero tiene el modo didáctico ON.
- jajajajajajajaja..¡me parto con tu versión para todos los públicos de la cárcel!!
- Moli..no te rias..C por todo eso tu tienes que estudiar y ser buena y portarte bien.
- Ya, todo eso está muy bien..pero no has respondido a mi pregunta. ¿Hay o no hay brutos?


Para intentar minimizar el impacto de las charlas sobre mi maltrecho cerebro durante la cena y un nuevo, patético  y desesperado intento por conseguir que coman algo, he empezado a leerles El Hobbit mientras cenan. Un plan estupendo.

Leo. C levanta la mano.

- C no estamos en el cole, estamos las 3..pregunta.

- ¿me das el turno?
- ¿Qué turno?
- El de preguntar.
- ¡¡pero si somos 3!! ¡¡pregunta!!
- ¿es mi turno?
- lo que tu quieras..tu turno.
- ¿Este Bilbo Bolsa es el que muere en El Señor de los Anillos?
- ¿ En El Señor de los Anillos?
- A ver C, los buenos de las historias nunca mueren..casi mueren..pero luego no, parece que si pero no. Aprende esta lección que te será útil en la vida.


Con esta frase lapidaria de mi primogénita que increiblemente calla a C, continuo leyendo antes de que nos enfrasquemos en una discusión absurda sobre la muerte y los buenos.

Encaminadas ya a la cama..al límite de mis fuerzas, paso por el pasillo y C está sentada en el vater leyendo un cómic..con la puerta entreabierta.

- Mamá...
- Dime C,termina y a la cama.
- Te tienes que meter en internet y mirar una cosa.
- ¿Qué cosa?
- ¿Por qué nos salen pelos en el culo?
- ¿Qué?
- Si, me preocupa. El otro día se lo pregunté a Abu...
- ¿Qué se lo preguntaste a Abu? ¿Cuándo?- me descojono imaginando la cara de Molimadre
- Ayer cuando llamó..estaba contándome no sé qué, le pregunté ¿ Abu por qué nos salen pelos en el culo?...y..
- jajajajajajaj...perdona..y ¿Qué te dijo?
- Nada, primero se quedó callada y luego me dijo que te lo preguntara a ti. Te lo pregunto porque quiero saberlo, necesito saberlo.
- No te pongas actriz. Salen pelos cuando nos hacemos mayores.
- Aha....Mami...
- ¿Qué?
- Nosotros somos mamíferos.
- Si....- intuyo que esto no va a llegar a ningún sitio bueno pero estoy atrapada en el pasillo mirando fijamente a mi hija con un Asterix en las manos mientras planta un pino.
- Como las vacas y los perros...
- Si....- empiezo a tener escalofríos. Me visualizo en un banquillo mirando como un perrillo asustado a mi hija pequeña haciendo de abogada cabrona. Me va a pillar..lo veo.
- Vale, pues a las vacas y a los perros no les salen pelos en el culo al hacerse mayores. Los tienen desde el principio. A nosotros nos salen luego..yo los quiero ya. Necesito saberlo.
- Primero tú no necesitas pelos para nada, segundo ya te saldrán y es porque tu cuerpo se transforma.
-Ya, pero es que no tiene sentido...
- Jajaja..¿no tiene sentido?
- No, esos pelos no tienen sentido. Sin embargo los de la nariz si tienen sentido.
- ¿Ah si?
- Claro..sujetar los mocos...
- Jajajajajaja..anda termina.
- Si..mira Mamá...en 3, en 2, en 1....plop, plop, plop. Terminé.

Me voy por el pasillo descojonando, no sé quien es esa niña. Me cruzo con M..

- Mami..¿en la cárcel puedes tener visitas?

Termino el día completamente agotada.

jueves, 31 de enero de 2013

NOCHES AZULES DE JOAN DIDION


En la prehistoria de este blog, en noviembre de su primer año, escribí una entrada sobre un libro que me encantó a pesar de lo durísimo que era, “El año del pensamiento mágico” de Joan Didion.

Recuerdo perfectamente que lo vi reseñado en un periódico y podías descargarte el primer capítulo. Lo leí en el ordenador de los libros de colores y supe que tenía que leerlo. Lo saqué de la biblioteca y ahora me arrepiento porque a pesar de que copie muchos párrafos en mi cuaderno de lecturas, es un libro que desde entonces ha estado en mi cabeza y en el que pienso muchísimo y me gustaría releerlo. Es un libro además, que regalé a Molimadre, surgió luego en una conversación e inspiró el post de "El luto hacia delante" (uno de los que más me gustan de todos los que hay por aquí).

Estas navidades leí varias reseñas sobre Noches azules de Joan Didion y lo pedí a los Reyes que no me lo trajeron, pero si me trajeron uno que yo no quería leer y fui y lo cambié.

Noches azules es el libro que Joan Didion escribe a partir de la muerte de su hija Quintana. Espeluznante, ya es tener mala suerte en la vida. Su hija sufre una hemorragia cerebral y al volver con su marido cuando de visitarla en la UCI del hospital, se sientan a cenar y él muere de un infarto. Mientras trata de lidiar con su muerte, su luto y todo el barullo emocional y físico que eso supone tiene que seguir cuidando a su hija, visitando, esperando que mejore...para asistir dos años después a su muerte.

Didion decide entonces luchar contra la pena atroz, la impotencia y la paralización emocional, mental e incluso física haciendo lo mismo que hizo cuando murió su marido, escribe un libro. Un libro que ha tenido que dolerle de una manera atroz. Se sienta y con una increíble frialdad que te estremece hasta los huesos disecciona su propia maternidad y su relación con su hija.

Cuando Didion reflexionaba sobre la muerte de su marido lo hacía sobre sus sentimientos por la ausencia, observaba su pena, su luto, la tristeza, la sorpresa ante el hecho de encontrarse mirando fijamente sus zapatos y pensando que tenía que volver a casa porque sus zapatos estaban allí, la incredulidad, la sensación de vértigo del “nunca más”.

En Noches azules Didion recuerda la infancia de su hija escudriñando cada detalle, cada frase, cada foto, cada pequeño resquicio de recuerdo intentando encontrar una explicación a su muerte y a su vida en cierta manera atormentada. En este repaso vital espeluznante por supuesto se culpabiliza, se acusa de no haber estado pendiente de determinados detalles, de no haber visto las “señales”, de no haber sabido prevenir la situación. Es atroz, y terrible leerla, porque sabes que no va a llegar a ningún sitio más que a causarse un dolor aún mayor pero por otro lado sabes que es su manera de enfrentarse a esa situación.

Repasar tu propia maternidad es encontrarte de golpe con todos tus fallos ahí expuestos, es enfrentarte al hecho de que no estabas preparado aunque creyeras que lo estabas y de que nunca lo estuviste realmente y de que no lo estás haciendo bien. La muerte de un hijo además te lleva directamente a la fase del luto hacia delante. Tú te haces mayor, envejeces y tu hijo se queda anclado en la edad que tenía al morir y no hay manera de que sepas cómo sería al envejecer. Seguir envejeciendo y viviendo mientras tu hijo ha muerto es tan antinatural que pierdes cualquier anclaje, cualquier referente vital.

La segunda parte del libro es justamente eso, el desmoronamiento físico, mental y emocional de Didion que se observa a sí misma encontrándose débil, asustada, desorientada, enferma y sin un punto al que agarrarse para seguir adelante aunque realmente no sabe ni siquiera qué es adelante.
Joan Didion y su marido, adoptan una niña. Reciben una llamada y van al hospital a por ella. Didion repasa sus sentimientos y sensaciones.

 
“ En otras palabras, soñando que yo había fracasado.
Que me habían dado una criatura y yo no la había cuidado.
Cuando pensamos en adoptar un bebé, o ya puestos, en tener hijos, ponemos énfasis en el aspecto de la “bendición”.
Omitimos el instante del escalofrío repentino, del “que pasaría sí”, de la caída libre en el fracaso seguro.
¿Y si no conseguimos cuidar a este bebé?
¿Y si este bebé no se desarrolla bien, y si no me quiere nunca?
Y lo que es peor todavía, mucho peor, tan peor que resulta impensable, aunque yo sí lo pensé, lo piensa todo el mundo que ha estado esperando para llevarse a un bebé a casa: ¿y si yo nunca consigo querer a este bebé?”


Yo tuve exactamente esa sensación y ese pensamiento. Sé perfectamente donde estaba, la hora y el día en que tuve ese pensamiento.

Reflexiona también sobre la relación con los hijos.

Cuando comencé a escribir estas páginas, yo creía que iban a tratar de los hijos, de los que tenemos y de los que desearíamos tener, de las formas en que dependemos del hecho de que nuestros hijos dependan de nosotros, de las formas en que los animamos a que sigan siendo niños, de las formas en que ellos siempre nos resultan más desconocidos para nosotros que para sus conocidos más casuales; de las formas en que nosotros somos igualmente opacos para ellos. ( ) De las formas en que ni nosotros ni ellos podemos soportar contemplar la muerte ni la enfermedad, ni siquiera el envejecimiento del otro”

Hace un fabuloso análisis de la paternidad y cómo ha evolucionado. Didion tiene 75 años pero cuando habla de su infancia se parece mucho a la mía, a la de alguien de 40..el cambio ha sido posterior.

No conozco a muchas personas que crean haber sido buenos padres. Los que si lo creen suelen citar toda una serie de criterios que implican status (el de ellos) en el mundo: la licenciatura en Standford, el master en Harvad, el verano tranbajando para el bufete de abogados blanco y conservador. Aquellos que tenemos menos tendencia a elogiar nuestro talento como padres, que somos la mayoría, nos dedicamos a recitar el rosario de nuestros fracasos, nuestras negligencias, nuestras morosidades y desidias. La definición misma de lo que es ser buen padre ha experimentado una transformación elocuente: antes lo definiamos como la capacidad de estimular al hijo para que creciera hasta alcanzar la vida independiente, es decir “levantar” al hijo, dejarlo ir”


Cuenta su infancia donde no habia esa sobreprotección que impera ahora. “ Si te tiras por ahí, te caerás y te harás daño” era la máxima advertencia que recibía...se tiraba y se hacía daño. Y así se iba a aprendiendo.

De todo aquello no queda nada. Hoy resulta practicamente inimaginable. En el programa de “crianza” actual no hay lugar para tolerar unos pasamientos tan inseguros. En cambio, los mismos que nos beneficiamos de aquella clase de abandono benigno, ahora medimos el ser buen padre como el grado en que conseguimos mantener a nuestros hijos vigilados, atados, encadenados a nosotros”

Todos estamos preparados para la muerte de nuestros padres aunque creamos que no, no lo pensamos, no reflexionamos sobre ello pero vivimos con esa realidad, con esa posibilidad. de vez en cuando y cuanto mayores nos hacemos te asomas un poquito y sientes vértigo y dejas pensarlo. La idea de que tus hijos mueran antes que tú es sin embargo inconcebible, no puedes ni siquiera formularla en tu cabeza porque sientes como si te quitaran el aire y te fueras a ahogar...nadie está nunca preparado para eso.

 
Uno de sus miedos más pertinaces, me enteré mucho más tarde, era que se muriera John y no quedara nadie más que ella para cuidar de mi.
¿Cómo se podría haber imaginado que yo no iba a cuidar de ella?
Eso me preguntaba yo antes.
En cambio, ahora me pregunto lo contrario:
¿Cómo se imaginaba que yo iba a poder cuidar de ella?
Ella me veía como alguien que necesitaba de ser cuidada.
Ella me veía como alguien fragil.
¿Se debía la ansiedad de Quintana o a la mía?
Yo me enteré de aquel miedo cuando a ella le quitaron temporalmente el respirador artificial en una de las UCI, no me acuerdo de cual”

Me ha gustado muchísimo. Me gusta como escribe Didion, con una increible frialdad, como si se viera desde fuera, pero por otro lado esa es la única manera de poder tocar esos sentimientos sin destrozarse.


“Sé que ya no puedo llegar a ella.
Sé que si intento llegar a ella - si intento cogerle la mano como si ella volviera a estar sentada a mi lado en la cabina a oscuras del piso de arriba del vuelo vespertino de la Pan Am de Honolulú a Los Ángeles, si intento cantarle la canción del papá que se ha ido a buscar el pellejo de conejo para envolver a su conejita- ella se me deshará en las manos.
Se esfumará.
Se adentrará en la nada: el verso de Keats que la aterraba.
Se apagará como se apagan las noches azules, se irá igual que se va la claridad.
Se volverá al azul.
Yo misma coloqué sus cenizas en el muro.
Yo misma vi cerrarse a las seis las puertas de la catedral.
Sé qué es lo que estoy experimentando ahora.
Conozco la fragilidad y conozco el miedo.
Uno no teme por lo que ha perdido.
Lo que ha perdido ya está en el muro.
Lo que ha perdido ya está al otro lado de las puertas cerradas.
Uno teme por lo que todavía no ha perdido.
Puede que ustedes todavía no vean nada por perder.
Y, sin embargo, no hay nada en su vida en que yo no lo vea”.

Es un libro estremecedor y trágico. Hay que leer a Didion aunque se pase miedo. 

martes, 29 de enero de 2013

¿POR QUÉ EL BALONMANO ES UN DEPORTE DE EMPOTRADORES?


El balonmano no me gusta. Es un deporte que me da bajón, bueno, debo decir que me daba bajón. Buceando en mi absurdo archivo mental de recuerdos inútiles creo que mi falta de querencia por ese deporte se debe a que en algún curso de la EGB, tras rellenar la piscina del colegio que era lo que me flipaba, las monjas decidieron ponernos a jugar al balonmano. Con ese propósito, contrataron a una rubia para que nos diera clases y a la rubia se le ocurrió que lo mejor para jugar al balonmano era hacernos empollar el reglamento y someternos luego a un examen teórico sobre el mismo. Ya he dicho que era rubia…

Así que el balonmano no me gusta (ba), pero el caso es que el Ingeniero me ha sometido a una tortura por goteo en las últimas semanas.

- Hoy llego antes que voy a ver el balonmano.
- ¿Qué balonmano?
- ¡Moli!! El campeonato del mundo…
- Ah...

Moli, voy a duchar a las niñas ya que luego hay balonmano”, “Moli, cenamos más tarde que hay balonmano”, ”Moli, tú vas a leer ¿no? yo puedo ver el balonmano”

Así que sí, sabía que había algo con el balonmano pero no me preocupé hasta que el domingo me dijo.

- Hoy no me puedo echar la siesta.
- ¿Estás malo? ¿Es una promesa? ¿Qué estás tramando? ¿No tendrá nada que ver conmigo, no?
- Moli...es la final del balonmano...
- Ah...vale…

Yo no tenía ni la más mínima intención de ver el partido. Me senté con mi nuevo moliportatil a escribir tonterías y brujulear por la red. El problema es que levanté la vista y allí estaban y se me encendió una luz: no estás viendo el balonmano en toda su dimensión, el balonmano es un deporte de empotradores.

Con esa nueva luz, el tema ganó bastante a nivel real e imaginario, confieso que más a nivel imaginario.

¿Por qué el balonmano es un deporte de empotradores?

Razón nº 1

Su propio nombre lo indica.

Tíos que se llaman Alberto Entrerrios, Albert Rocas, Julen Aguinagalde …son claramente tíos con potencial. Probad con “Cristiano” o “Casillas” o “Messi”…patético...ni siquiera Xabi Alonso funciona igual que AlbertRocas…


Razón nº 2.

Esos tíos son enormes. Son como armarios roperos. La fama de grandes la tienen los de baloncesto y no es justo. Los de balonmano son más grandes, más anchos y más proporcionados. No te dan la sensación de ser sólo brazos que les llegan hasta las rodillas. Para ser un empotrador no hay que ser grande, pero digamos que por ejemplo un ciclista tirillas no da el perfil de primeras.

Y voy un poco más, si parecen enormes en una cancha de balonmano, imaginadlos en una cama...no hay escapatoria, en caso de que quisieras escapar...cosa que no entiendo.

Otra cosa más, no van depilados..son tios, tios.
Razón nº 3

Las camisetas.

Las camisetas de los jugadores de balonmano no son ridículamente feas, ni ridículamente absurdas. No las ves, pero sin embargo eres capaz de visualizarte después de, levantándote de la cama y poniéndote esa camiseta. No hay que ir más allá en esa fantasía porque si sigues adelante con ella te visualizas como ET con la camiseta arrastrando por el suelo y eso es poco sexy.

Razón nº 4.

Los hombros.

Tienen unos hombros espectaculares. Sí, los que hacen anillas también...pero esos luego tienen las patitas cortas y dan grimilla. Un jugador de balonmano tiene un hombro con pinta de ser mordido en un momento de paroxismo empotrador.

Razón nº 5.

Esos brazos eternos.

Sí, sé que he dicho que los jugadores de baloncesto no molan porque tienen brazos demasiado largos, y ahora vengo con los brazos eternos. Son distintos. Ves los brazos de un jugador de balonmano y enseguida visualizas el abrazo que puede darte rodeándote entera.

Con un jugador de baloncesto no pasa, no sé porque pero a los tíos que juegan al baloncesto te los imaginas abrazándote y sientes como que los que le molaría es estar botando la pelota a tu espalda. No se concentrarían en lo esencial. Un jugador de baloncesto se dispersa.

Razón nº 6.

Esas manos.

La pelota de balonmano no es pequeña y sin embargo en esas manazas parece canija. Unas manos grandes expertas son siempre un must.

Razón nº 7.

Pueden contigo en brazos.

Vamos a ver. Hay mucha mística con el rollo del polvo empotrador de pie. Mucha mística y mucha mentira. Seamos sinceros, sostener a una tía que pese pongamos por caso 53 kilos, mientras se mantiene la concentración necesaria y el empuje correcto…no está al alcance de cualquiera. Pero uno de estos armarios empotrados tiene muchísimas posibilidades de ser capaz de hacerlo. No estoy diciendo que un polvo pared sea lo mejor para nada...pero la simple posibilidad de que pueda existir da morbo.

Razón nº 8.

No te dan ganas de ponerles un colacao.

Los jugadores de balonmano aunque sean jovenzuelos no levantan instintos maternales que es sin duda lo peor que te puede levantar un hombre. Es lo más anti lujuria que hay. No dan ganas de arroparles, ni de ponerles un colacao ni de darle pellizcos en las mejillas. Para nada. Los ves y sientes...mmm...algo más parecido a...ya estás tardando.

Razón nº 9.

Sobre esas espaldas se puede dormir…después.

Razón nº 10.

Un partido de balonmano dura lo justo para que estén entretenidos un ratito, vuelvan sin que se te haya olvidado su cara y te hayas recuperado.

Creo que me voy a aficionar al balonmano.


Nota de la autora: Los hay muy feos, lo sé, pero es que la naturaleza es sabia. Si además de ser como armarios empotrados fueran guapos..¿qué les quedaría a los demás?





lunes, 28 de enero de 2013

Y VAN CINCO...


Lunes 28 de enero de 2008 - Lunes 28 de enero de 2013

Gracias a Cosas que (me) pasan he aprendido a escribir. Es algo que jamás me propuse en serio. Me senté y escribí una entrada y hasta hoy. No escribo igual que cuando empecé. Escribo mejor, mucho mejor. No es que lo haga perfecto ni mucho menos, pero ya no me da vergüenza, sé que cuando pienso que nunca más se me va a ocurrir algo es sólo un momento de pánico y cuando me releo sigo sorprendiéndome de mis propios escritos. Continuo siendo verborréica, impulsiva, poco cuidadosa con la puntuación, los espacios y las tildes e intento enmendarme, pero tengo trucos de escritora que jamás pensé que adquiriría. Empecé a escribir porque me aburría y con miedo. Ahora escribo porque no sé estar sin escribir y lo que me da miedo es no poder hacerlo.

Gracias a Cosas que (me) pasan, he aprendido a mirar el mundo. He desarrollado una mirada bloguera con la que examino todo lo que (me) pasa. No pretendo escribir sobre todo lo que me afecta, ni tengo ganas, ni capacidades ni necesidad, pero he aprendido a mirar el mundo de otra manera. Algunas de las cosas que me afectan las veo de una manera diferente al saber que podré escribir sobre ellas, y otras veces me encuentro escribiendo sobre cosas que jamás pensé que me interesaran pero que sin embargo al enfrentarme a ellas como “escritora” cobran una nueva visibilidad.

Gracias a Cosas que (me) pasan veo a mis hijas. No sólo las veo como mis hijas, las veo como ellas, M y C. Son dos personas diferentes entre ellas y diferentes de mi y yo las veo y creo que ese punto de vista hace mejor mi relación con ellas. Ya que soy una madre defectuosa en muchos campos (en casi todos) esa nueva forma de mirarlas, verlas y apreciarlas, enriquece mi relación con ellas y le da un valor distinto. Esto no puedo explicarlo mejor, es una sensación. Escribir sobre ellas es una expresión del amor infinito que siento por ellas y que como soy una raspa no sé expresarles. Sé que ahora no lo aprecian pero cuando me lean (si es que los hacen) lo verán reflejado aquí.

Gracias a Cosas que (me) pasan me he hecho visible. Visible para la gente que no me conoce de nada pero también para los que me conocen. Escribir me ha permitido expresar opiniones, recuerdos, sensaciones, ideas o completas memeces que por alguna que otra razón no había sabido expresar a mi mundo 1.0,a mis hermanos, Molimadre, mis amigos, mis compañeros de los libros de colores. Me leen y me ven y me conocen más. No quiero decir que no me conozcan, de hecho al leerme les encaja lo que leen y no les chirría pero me ven, me descubren.

Gracias a Cosas que (me) pasan he conseguido compartir mi mayor pasión en la vida, la lectura .He descubierto que soy capaz de transmitir el entusiasmo por leer, la emoción por los libros que me llegan y que soy una buena recomendadora de libros. Una de las mayores satisfacciones que me ha dado el blog es la alegría cuando algún descerebrado me deja un comentario diciendo que una de las lecturas que he recomendado le ha encantado. Siempre sonrío y digo ¡Bien!

Gracias a Cosas que (me) pasan he conocido un montón de gente, muchos de los cuales se han hecho amigos y que ahora forman parte de mi vida. Me he reído con ellos, he bebido, bailado, cantado, he ido a conciertos de Bruce, a comer, a cenar. He recibido mails de descerebrados maravillosos que un día deciden sentarse a escribirme para contarles que les gusta leerme y que después de empollarse todo el blog (además de maravillosos tienen mucho vicio) sienten la necesidad de decirme que están ahí y que me leen.

Gracias a Cosas que (me) pasan he descubierto algo en lo que soy buena, algo en lo que no me siento un fraude. No soy la mejor, ni la única y tampoco lo pretendo, pero el blog es lo mejor que he hecho en la vida y lo he hecho sola, con una constancia que ni sabía que tenía. No sólo es constancia, es interés, es voluntad y es ganas de hacerlo cada vez mejor. Cosas que (me) pasan no es sólo escribir y me siento orgullosa hasta el infinito y más allá, a veces tan absurdamente orgullosa que hasta me da vergüenza.

Gracias a Cosas que (me) pasan he podido comprarme mi primer ordenador, el Moliportatil, que estreno escribiendo esta entrada que jamás pensé que escribiría.
5 años. 1140 posts.

Ni un sólo día he pensado en dejarlo.