Los calcetines son una prenda con multitud de matices, pero hay que saber mirarlos.
Alguien con poca amplitud de miras puede pensar que un calcetín es una funda para meter los pies y que no te rocen los zapatos, que no se te congelen los pinreles y que por lo menos temporalmente contengan el intenso olor que tus píes son capaces de expeler si son sometidos a temperaturas extremas. Ese alguien los clasificará en calcetines oscuros para llevar con zapatos y calcetines blancos para llevar con zapatillas.
Obviamente ese alguien se está perdiendo entender y comprender el maravilloso y complejo mundo de los calcetines.
Los calcetines son una prenda capaz de lo mejor y de lo peor.
Para sacar lo mejor de ellos, hay que saber usarlos y prestarles atención. Son pequeños, se hacen bola y normalmente el cajón donde se guardan es una especie de maraña impenetrable en el que ellos pugnan por la supervivencia y por salir del cajón y ver mundo. Por las mañanas, los calcetines son lo último que te pones, vas con prisa, llegas tarde y no tienes tiempo de pensar. Con ese stress, abres el cajón y miras. “¡nosotros!!, ¡¡Cógenos a nosotros!!”, “¡¡acuérdate de que nosotros somos un par molón!!...solo los que han conseguido trepar hasta la parte de arriba del cajón son capaces de decir esas cosas. Los demás, están atrapados en la parte de abajo y en la parte de atrás y no pueden decir nada. Tú tienes que ser capaz de elegir los correctos procesando información a toda leche: llevo botas y está lloviendo, y además voy a ir a la piscina...asi que vale, no se van a ver y pueden ser de rayas de colores aunque tenga una reunión superimportante, pero no pueden estar muy gastados porque luego en la piscina si que voy a quitarme las botas…mmm…vale...mejor los negros altos y abrigados por si calan las botas. Y optas por la opción segura y sin arriesgar. Normalmente los calcetines negros y sus primos los calcetines lisos y de colores oscuros no gritan nada cuando abres el cajón. Van de sobrados y saben que los necesitas, asi que pasan de todo y tranquilamente esperan a que los busques. Saben que si has decidido que ellos son los que necesitas revolverás todo el cajón hasta encontrarlos…
Los calcetines de colorines, rayas, ovejas, hojas de marihuana y demás motivos imaginativos y molones tienen un uso más restringido, más lúdico y aunque a primera vista puedan parecer infantiles y poco importantes, no lo son para nada. Imaginemos que ligas, que ligas ahora, con 40 palos y un poco de experiencia. Quedas con un alguien, vas al cine o a cenar, ambos saben lo que va a pasar pero tampoco hay prisa. Llegas a casa, es el momento de sentarse en el sofá y quitarse los zapatos (para empezar). Vale, todos pensamos en qué es lo siguiente que vas a quitarte…pero...si has escogido bien los calcetines, ese momento puede ser increíblemente sexy. A lo mejor luego te quitas los calcetines y también tus pies son increíblemente atractivos (como es mi caso) pero a lo mejor no…pero da igual, para cuando te quitas los calcetines ya da igual todo…pero ese momento calcetinero habrá molado mucho si has jugado bien tus bazas. Puede ser un momento divertido, sorprendente o tierno. Para ellos desaconsejo mucho el calcetín de deporte de decatlón...con la marca estampada...Artengo...Artengo es una palabra que desconcentra.
En estas ocasiones además, conviene hacer caso a los calcetines. Si se les desprecia o ignora, se tomarán la revancha y al día siguiente (si la noche ha sido buena) o al terminar cuando haya que huir, se esconderán en los sitios más insospechados y es posible que opten por quedarse a vivir en esa nueva casa. ¿Quién no ha vuelto a casa con un calcetín de menos, alguna vez?
Los calcetines son una prenda amiga, no te dejan porque engordes o adelgaces. No son traicioneros, no tienes una talla dependiendo de la horma como sus amigos los zapatos y además permiten patinar por el suelo. Los calcetines son simpáticos.
Los calcetines son importantes. Si tienes un mínimo de inquietud eres capaz de entender la inmensa complejidad de su mundo.
Pueden ser gordos para cuando hace mucho frio o para que las madres puedan decir...” te están un poquito grandes pero con un calcetín gordo, perfecto”. Pueden ser finos para los que se resisten a abandonar el verano y no quieren ponerse calcetines gordos en octubre o para los que, como yo, no quieren abandonar los calcetines en mayo porque sería reconocer que la primavera ha llegado.
Pueden ser altos, que te lleguen casi hasta la rodilla, de esos que te abrazan la pierna y no se mueven y cuando te los pones dices…ayy...que calcetines más gustosos. Pueden ser cortos, a media pantorrilla, son esos que te compraste por error, son incómodos pero no tan incómodos como para recordarlos de una vez a otra. Abres el cajón, te los pones, te pasas el día agachándote a tirar de ellos pretendiendo que suban más y jurando que no volverás a ponértelos…pero se te olvida al llegar a casa y volverás a utilizarlos.
Pueden ser de un color que vaya con todo y que te compraras pensando que eran una apuesta segura o pueden ser de un color absurdo como morado intenso y que cada vez que los veas al final del cajón pienses ¿por qué me compré esto?
Pueden ser una prenda superespecializada o eso dicen, pueden ser para correr, para esquiar, para jugar al golf, para el pádel, para el tenis, para cualquier deporte que se te ocurra...incluso hay unos espantosos y completamente inútiles para nadar. O pueden ser calcetines de batalla, compras un pack con 6 exactamente iguales que te pones todos los días hagas lo que hagas.
Pueden ser calcetines de la suerte que asocias a algo bueno que te ocurrió un día y entonces optas por ponértelos cuando te estás jugando algo. Pueden ser calcetines del buen rollo, calcetines molones que solo al verlos en el cajón te hacen sonreír y pensar que solo por tenerlos puestos hoy el día no será tan asqueroso. Pueden ser divertidos si son de rayas y con dedos, estos debo confesar que da pereza ponérselos pero una vez que vences esa pereza...son geniales. Pueden ser viejos, estar gastados por el talón pero aún así los sigues manteniendo porque les has cogido cariño, porque te da pereza tirarlos o porque son los únicos marrones que tienes. Pueden ser incomodísimos y provocar picores insoportables, pero tampoco los tiras…los arrinconas al final del cajón y quedan ahí, en una esquina…hasta que te decides a hacer orden en ese cajón y entonces los ves, los coges y dices “Ni sabía que tenía estos calcetines y no me los pongo nunca. Debería ponérmelos más”.
Los calcetines también pueden ser fuente de polémica y frustración. Para la polémica solo se necesitan un par de pares parecidos y un hermano o hermana…la lucha por saber a quién pertenecen esos calcetines puede llegar a cotas de crueldad jamás imaginadas por los hijos únicos. Y sobre la frustración calcetinera…se puede escribir un tratado: ¿Dónde coño está la pareja de mi calcetín favorito?? ¿Otra vez la lavadora ha devorado mis calcetines??? ¿Por qué siempre los míos??
Los calcetines además, son la prueba del algodón del amor para las tías…si él está en calzoncillos y calcetines y aún así se te cae la baba…es amor verdadero.