Hace tiempo era una cosa puramente física para asegurar la continuidad de la especie.
Ahora no.
Ahora creemos que sabemos lo que hacemos teniendo o no teniendo hijos. Somos guays y valoramos la situación para decidir, los pros y los contras y todas esas chorradas.
Cuando uno decide tener hijos no tiene ni la más remota idea de dónde se mete. Tener hijos no tiene nada que ver con tener hermanos pequeños, sobrinos, una guardería o ser Supernanny. Nada de lo que hayas vivido antes te prepara para saber lo que es tener hijos.
Tienes una pareja y decides que es el momento de tener hijos. Al tomar esa decisión, crees que sabes lo que haces. “Somos una pareja estable, llevamos tiempo juntos, nos queremos, tenemos la edad adecuada, un entorno estable y creemos que es el momento”. ( Por supuesto, también esta la opción, no tengo pareja, quiero ser madre soltera, pero para mi razonamiento da igual una cosa que otra). Todos esos planteamientos previos, son perfectos si fueras a comprarte una casa o un perro. Tener hijos es otra cosa, da igual todo lo que hayas dado por supuesto antes, nada te prepara para lo que es.
Cuando tienes hijos tienes menos tiempo libre, mucho stress, discutes más con tu pareja, el dinero te cunde menos, tu casa parece una leonera en cuanto te descuidas medio minuto, pierdes capacidad de improvisación, pierdes autonomía y sobre todo sabes lo que de verdad es pasar un miedo atroz.
Tener hijos da muchísimo miedo.
Empieza desde el principio con cosas absurdas y provocadas por tu estupidez paternal y el entorno de “consejos para ser padres”.
“Hace mucho que no llora, mira a ver si respira.
Cuidado no se atragante.
No ha querido comer, Dios mío se quedara malnutrido, no crecerá..¿Lo estaré haciendo bien?
¡Se ha dado la vuelta durmiendo! ¿Y si le da la muerte súbita?
Esto es el principio. Si eres medianamente inteligente y no te dejas atrapar por el lado oscuro de la maternidad, consigues salir de esas absurdeces y es entonces cuando viene la parte peor. Cuando realmente eres consciente de todo lo malo que puede pasarle a tus hijos y de lo que no serás capaz de protegerles.
Pensar en todo lo malo que les puede ocurrir provoca una sensación de pánico tal, que hasta te deja sin respiración. Es el miedo más horrible que se puede experimentar. Y si no tienes hijos, es imposible que ni siquiera te hagas una remota idea de lo que es.
De la misma manera, no sabes lo que es querer a alguien, hasta que tienes hijos. Querer más allá de todo.
También puedes decidir no tener hijos. Perfecto.
Lo que hay que saber es que tu decisión se basa en el mismo desconocimiento que el que decide tenerlos. No tienes hijos, no porque sepas lo que es y no quieras eso para ti. No los tienes porque no. Así de sencillo y perfectamente respetable.
Yo me lanzo a tener hijos y no tengo ni puta idea de lo que eso significa.
Tú no los tienes y tampoco sabes lo que haces.
Es así.
¡Se ha dado la vuelta durmiendo! ¿Y si le da la muerte súbita?
Esto es el principio. Si eres medianamente inteligente y no te dejas atrapar por el lado oscuro de la maternidad, consigues salir de esas absurdeces y es entonces cuando viene la parte peor. Cuando realmente eres consciente de todo lo malo que puede pasarle a tus hijos y de lo que no serás capaz de protegerles.
Pensar en todo lo malo que les puede ocurrir provoca una sensación de pánico tal, que hasta te deja sin respiración. Es el miedo más horrible que se puede experimentar. Y si no tienes hijos, es imposible que ni siquiera te hagas una remota idea de lo que es.
De la misma manera, no sabes lo que es querer a alguien, hasta que tienes hijos. Querer más allá de todo.
También puedes decidir no tener hijos. Perfecto.
Lo que hay que saber es que tu decisión se basa en el mismo desconocimiento que el que decide tenerlos. No tienes hijos, no porque sepas lo que es y no quieras eso para ti. No los tienes porque no. Así de sencillo y perfectamente respetable.
Yo me lanzo a tener hijos y no tengo ni puta idea de lo que eso significa.
Tú no los tienes y tampoco sabes lo que haces.
Es así.